jueves, 1 de diciembre de 2011

El papel de la mujer en la sociedad mexicana, y el problema de la Supermujer

Fabiola Meza

Desde el momento en que las mujeres consiguieron el voto, la búsqueda de una igualdad entre hombres y mujeres ha sido una preocupación del género femenino.
En los últimos años la evolución de la mujer de pasar del ámbito privado al público ha sido impresionante, sin embargo “una mayor participación femenina en el trabajo remunerado, por si sola, no garantiza la autonomía de las mujeres para tomar decisiones (empoderamiento) ni la equidad de género” (Maldonado y Rendón, 2004, capítulo 2), puede que el papel de la mujer haya evolucionado, sin embargo, en México, el machismo y la idea de los “roles” sigue tatuada en las personas, por lo que no ha habido un verdadero cambio.
“la mayor presencia de las mujeres en el trabajo es resultado de la hegemonía que tienen en el trabajo no remunerado y de su creciente inserción en el mercado, lo cual si bien significa un avance, ello no ha sido en condiciones de igualdad, pues generalmente se insertan en puestos de trabajo de menor jerarquía que los hombres y perciben una menor remuneración incluso en los mismos puestos de trabajo. Además, su inclusión en la fuerza laboral no las exime de participar en el trabajo doméstico, y continúan siendo casi en exclusiva las responsables de las actividades de sus propios hogares.” (INEGI, 2010)
Viéndolo de una manera un poco más estadística, de cada 100 hogares, 25 están a cargo de una mujer, también 42.5% de las mujeres mayores de 14 años forman parte de la PEA, de estas 96% combinan su trabajo con quehaceres domésticos, mientras que en varones, sólo el 57.2% lo hace (INEGI, 2010).
“El empleo no es ya una actividad que las mujeres realicen en el inicio de la edad laboral y, tras un largo paréntesis de inactividad dedicado al matrimonio y a los hijos, en el trayecto medio y final de esa edad. Ahora es una actividad que realizan a lo largo de todo el periodo de su vida en que gozan de capacidad laboral” (Maruani, 2002, 317), el participar en el ámbito laboral actualmente es común en las mujeres, sobre todo en las generaciones más jóvenes, sin embargo, los problemas de inequidad continúan, ya no es el hecho de que no se les deje participar en el ámbito público, sino que la mujer quiere acaparar demasiado, como hice notar con las anteriores estadísticas, casi todas las mujeres son víctimas de la doble jornada, no existe en México una cultura de la repartición de tareas, seguimos fijados con la idea de los “roles” típicos, donde el hombre es el principal proveedor (aunque la mujer contribuya a la economía familiar) y la mujer se tiene que encargar del hogar.
Las diferencias en el ingreso de las mujeres, son gran en gran parte una de las razones por las que su ingreso no se ve como “serio”, ya que aunque ha representado ciertos avances (de 69% del ingreso de los hombres en 1990, a 79% en 2008 (CEPAL, 2008)), las mujeres siguen ocupando posiciones poco remuneradas, y son muy pocas las que alcanzan puestos jerárquicos en las empresas e instituciones, "No será posible lograr igualdad laboral para las mujeres mientras no se resuelva la carga de trabajo no remunerado y de cuidado que recae históricamente sobre ellas", destacó la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena (CNN, julio 2010).
Como se menciona en el párrafo anterior, hay una carga histórica para las mujeres, y no sólo es el hecho que se les encarguen los quehaceres del hogar, sino que es toda la carga de el ser mujer en México, la idea de venir en segundo lugar, que las opiniones valen menos y que si quiere cambiar, tiene que “adaptarse” al modo de vida del hombre.
Al querer la mujer hacer esta “adaptación, se convierte en la “Supermujer”, que se encarga de todos los ámbitos ella sola.
¿Por qué es son un problema las “supermujeres”? Simplemente porque son el ejemplo más claro de desigualdad de género que existe en el país, las jornadas de trabajo están pensadas en el concepto del hombre moderno, que sale en la mañana y regresa en la noche esperando que todo esté listo para que él pueda disfrutar de su tarde, sin embargo la mujer tiene que idear alguna forma de balancear su vida laboral con su vida privada.

”En el mercado laboral participan 9 de cada 10 hombres de las parejas y dedican a esta actividad, en promedio, 51 horas y 6 minutos a esta actividad, en promedio 51 horas y 6 minutos a la semana, y casi 9 horas al trabajo para el hogar. Prácticamente todas las mujeres que viven en pareja realizan el trabajo doméstico para su hogar y les destinan 51 horas y 18 minutos, asimismo 30.3% de ellas trabajan para el mercado y dedican 37 horas y 6 minutos. En promedio, las mujeres de las parejas trabajan 71 horas y 6 minutos a la semana.” (INEGI, 2010).

La información de arriba indica que la mayoría de las mujeres en pareja trabajan 14 horas semanales menos que el hombre en el mercado laboral, sin embargo al contar el tiempo que dedican además al hogar, resulta que las mujeres en pareja trabajan 14 horas más que el promedio de los hombres (incluso, el porcentaje que no está dentro del ambiente laboral, dedica prácticamente el mismo tiempo al hogar que el hombre al trabajo).


Además hacemos notar las diferencias en el salario, la mitad de las mujeres que trabajan reciben un promedio de dos salarios mínimos, mientras que sólo el 32.2% de la población masculina recibe un ingreso así de bajo (CEDOC, 2007)


“se evidencia que se han modificado los arreglos familiares, y su modo de interacción con el Estado y la economía. Se han reestructurado los papeles y responsabilidades de los integrantes, pues cada vez son más hogares donde hay proveedores secundarios, quienes no siempre son varones, o que no tienen un hombre al frente, por lo que la responsabilidad recae en una mujer.” (INEGI, 2010)
Entre estos casos hay que notar el papel de las madres solteras en la sociedad, ya que 22.3% de las madres mexicanas, son el sostén de la casa, participando en el mercado laboral cerca del 70.8% (INEGI, 2010).

En México no necesitamos “Supermujeres”, se necesita una repartición y una equidad de género, dejar que la mujer tome todas las responsabilidades del hogar y el trabajo, dejando al hombre conservar el mismo rol de siempre es una manera de perpetuar el machismo.
El machismo en México no viene solamente de los hombres y no sólo significa abuso físico, sino que se mantiene de una manera mucho más sutil. “No hubo violencia, regaño ni disputa, pero se estableció, como por arte de magia, una relación desigual en la que alguien quedó arriba y alguien abajo.” (Castañeda, 2007, 26).
En su mayoría los problemas que se han tratado en el trabajo, inequidad, injusticia, etc., tienen su raíz en el machismo, este está implantado en la cultura y cada generación lo mantiene vivo, incluso es perpetuado por las mismas mujeres “A menudo reconocen, que han educado a sus hijos varones dentro del esquema machista para que no sean ‘afeminados’ y que han enseñado a sus hijas, desde su más temprana infancia, a obedecer y atender a los hombres.” (Castañeda, 2007, 16).
Es un problema de educación, las niñas deben de cumplir el rol de madres, y de no hacerlo se sienten incompletas, no hay cabida para la diversidad de modo de vida de la mujer, no importan sus aspiraciones en cualquier ámbito, lo que se espera de ella es que lleve a cabo el papel de esposa y madre, “la prioridad para el 90% de las mujeres es la familia, según un estudio de Seguros Monterrey New York Life” (Tania Moreno, 2009, CNN Expansión), se condiciona culturalmente a los niños y niñas para encajar en ciertos roles predeterminados, y estos pasan la vida intentando llenarlos.
Se necesita deshacer el machismo, no sólo en pro de las mujeres, sino que también de los hombres, si la visión machista no permite que los hombres dejen de ver como “vergonzoso” el ocuparse de las tareas del hogar, o el que les sea indiferente el tener una mujer en una posición de poder, no se va a poder hacer un cambio, de la misma manera las mujeres tienen que tener en cuenta, como dice Fouque “Junto a los derechos, tenemos deseos y deberes. Algún día las mujeres tendrán que superar la inhibición y la repugnancia que tienen por el poder. Tendrán que aceptar entrar en responsabilidad y considerar que tienen un derecho de presencia y un deber de democratización en la polis.”, Se tiene que potenciar la autonomía de la mujer y se deben cambiar los papeles que se le han asignado.
Se tiene que crear un nuevo modelo de trabajo, que no sólo permita a las mujeres poder trabajar una jornada completa y cuidar de su familia, sino que haga lo mismo por el hombre, no hay razón por la que ambos no puedan compartir el rol tanto de proveedor, como de cuidado del hogar.
Además, se tiene que buscar una equidad en el salario, un salario más alto significa una mayor independencia de la mujer en cuanto a su vida y decisiones, le ayuda a considerar su vida como suya, y no algo que comparta o que dependa de alguien más.
Cambiar la actitud machista, que es tan vieja como nuestra cultura, es difícil, más no imposible, las minorías han hecho avances increíbles en cuanto a sus derechos, promoviendo la equidad sin importar la raza, el sexo o la orientación sexual, sin embargo el modelo del hombre moderno, no ha cambiado un ápice, es tiempo que sea ese rol el que tenga que cambiar, en vez de que el resto se adapte a ese modelo de vida.
No podemos perder de vista el problema que representa la desigualdad, ni la injusticia que vive día a día la mujer mexicana intentando probar que puede hacer todo igual que el hombre y además se puede encargar del hogar.
Tanto hombres y mujeres tienen que cambiar su percepción, las mujeres tienen que deshacerse de la carga histórica de culpabilidad y remordimiento que tienen, los hombres tienen que bajarse del pedestal en el que se sienten, en el momento en que la mujer ponga un “hasta aquí” y deje de querer encargarse de todo ella sola, va a haber un hombre obligado a ayudarla.
No es una guerra de sexos, no se trata que un género sea mejor que otro, ni de hacer que se inviertan los papeles y la mujer se quede en el ámbito público y el hombre en el privado, sino que tiene que haber apertura a todos los modos de vida, y el reconocer que ambos son igual de capaces, y por lo tanto deben de ser tratados con el mismo respeto y deben de contar con las mismas oportunidades.






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