La mercadotecnia es una de las carreras que más se enfrenta a dilemas éticos, esto debido al poder de convencimiento que utiliza para atraer a sus clientes, ya sea con trucos publicitarios o bien con engaños publicitarios. Para muchos, la mercadotecnia “crea necesidades” superfluas que solo fomentan el consumismo, la realidad es que la mercadotecnia no crea necesidades, crea deseos que algunas veces resultan en consumismo.
Si manipulamos la mercadotecnia podemos hacer un muy mal uso de ella, tal es el caso de los famosos infomerciales y productos milagro, lo que no puedo entender es cómo es posible que en México no existan leyes que protejan al consumidor. En México existen miles de infomerciales que venden productos con una promesa de venta totalmente falsa, cremas con las que bajaras de peso en 2 días, pastillas para la juventud eterna, incluso tratamientos para “curar” el cáncer. ¿Qué estamos vendiendo? Ilusiones y falsas esperanzas, lo peor de todo es que son miles las personas que gastan su dinero en este tipo de productos y después se sienten timados y engañados, no por los vendedores, sino por la mercadotecnia. Entonces ¿por qué nadie hace nada, por qué seguimos viendo cada noche y cada mañana estos comerciales?, todo recae en una simple palabra: corrupción. Para el mexicano si deja dinero, está bien, siempre y cuando le des su rebanada del pastel. Creo que para analizar mejor esta situación podemos recurrir a las teorías éticas.
La teoría aristotélica nos dice: busca la felicidad, pero no tomes decisiones precipitadas, hay que elegir con inteligencia los medios que nos conducen a ella, hay que ejercer la virtud de la prudencia y no tratar de vender a costa de mentiras y falsas esperanzas. Creo que en la mercadotecnia debemos buscar un punto medio y obrar racionalmente.
La teoría hedonista, según epicúreo es individualista, trata de lograr el mayor placer individual, esto pasa en los infomerciales, solo están preocupados por sus ventas, no por el efecto que producen en los consumidores, más bien deberíamos cambiar al hedonismo social mejor conocido como utilitarismo “la mayor felicidad, para el mayor número posible de seres vivos”.
De la teoría kantiana, podemos rescatar el imperativo categórico, debemos usar nuestra propia razón ya que nos da leyes sobre cómo comportarnos para ser personas auténticas, tal vez no prometen la felicidad, pero prometen realizar la propia humanidad. Al momento de tomar decisiones éticas dentro de la mercadotecnia, podemos someterlas al test del imperativo categórico que consta de tres pasos, debe tener universalidad, aplicar para todos por igual, después ha de proteger a seres que son fines en sí mismos, y por último ha de valer como norma para una legislación universal.
La tradición dialógica pone en dialogo la ética kantiana, las personas no llegamos a la conclusión de que una norma es ley moral o es correcta individualmente, sino a través del dialogo con los demás. Entonces ¿por qué no preguntarle al consumidor sus opiniones sobre los infomerciales y los productos milagro? ¿Por qué no preguntarles como se sintieron tras comprar un producto que no sirvió? ¿Por qué no dejar que sean ellos quienes decidan? A fin de cuentas son los únicos afectados.
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