martes, 22 de noviembre de 2016

¿Diosa u objeto?

Enya E. Echauri Mercado
A01229695
¿Diosa u objeto?

“Humillada y ofendida, seducida y degradada, anulada y exhibida,
en la milenaria historia has sido, mujer,
en cualquier lugar del mundo, víctima del abuso y de la infamia,
de la hipocresía y del engaño, de la injuria y del agravio,
De la oferta y la demanda.
Con artilugios y falacias viles
el hombre, en la machista sociedad,
unas veces te hace soñar y te hace reina,
 y otras te condena a asumir el débil rol,
Bajo el yugo y las reglas del hogar y del trabajo.” (Nava, V. 2009, 61)

El tema que trataré en mi ensayo se basa en cómo a través de la historia, el papel de la mujer mexicana ha influenciado el concepto que nuestra cultura transmite de ella y la manera en la que los estándares de belleza actuales y los medios masivos de comunicación influyen en su distorsión y toman provecho de su erróneo adjetivo que las define como objetos o seres inferiores a los hombres; de igual manera, presentaré cómo todo este concepto modifica el papel de la mujer en la sociedad mexicana y la forma en la que influye en el desarrollo intelectual, social y cultural del país.
Todo esto con el propósito de fundamentar cómo este fenómeno afecta la dignidad humana de manera directa puesto que en vez de encontrar un disfrute en las actividades cotidianas (de la mujer), promueve que consideremos los aspectos superficiales, como los más importantes. Al igual que la objetivación de la mujer y en general, la cosificación sexual, son algunas de las cuestiones que me gustaría abarcar ya que su impacto en el desarrollo social es sumamente importante y es algo que no debemos pasar por alto.
Palabras clave (Key words): Cosificación sexual, mujer, igualdad, dignidad, desarrollo social, autoestima, felicidad, objetivación, derechos humanos, etiquetas, belleza, medios masivos, empoderamiento, justicia, consciencia moral, mexicanos, educación, tradiciones, costumbres, libertad, amor, respeto, salud, variabilidad genética, feminismo, campañas, cultura, crecimiento, orígenes.
La mujer en la sociedad mexicana ha sido un tema controversial en lo último que llevamos del siglo XXI, cuando nos dimos cuenta de que nuestro valor debía ser equivalente al de cualquier otro ser en este mundo, en especial, en este país. Nuestros orígenes hablan de sumisión, martirio, deshonor, injusticias, carencias, lástima, debilidad, dependencia… En realidad, todas las etiquetas que definen a la mujer como un ser colocado en una esfera diferente a la del hombre, y por supuesto, un ser inferior. Sin embargo, existe también un origen en el que se nos llama Diosas, y nuestra definición da un giro de 360 grados, porque bajo ese concepto nuestro nombre hace resonar palabras como: vida, crecimiento o destrucción, fertilidad y muerte, libertad, decisión… Y un sinfín de palabras que nos empoderan y nos recuerdan que nuestra presencia en este país, desde el inicio fue decisiva. Pero, ¿Por qué entonces, centrarnos en una definición que nos debilita?, ¿Por qué hemos soportado la manera en la que somos exhibidas, modificadas y tratadas por nuestra sociedad (y muchas veces, por nuestra misma familia)?, retomemos nuestro origen.
En nuestra cultura y desde la vida primitiva, las mujeres fueron catalogadas como seres más débiles que los hombres, y al mismo tiempo, al no existir una consciencia moral, se nos trataba como mero centro de entretenimiento. No había concepto de dignidad y como lo enuncia Engels “…desde los primeros asentamientos primitivos, existía la promiscuidad, sin embargo, es a partir de restringir la procreación (para garantizar que su descendencia es suya) cuando el hombre percibe que la mujer puede ser parte de su propiedad por medio del matrimonio.” (Engels en Capítulo II- La Mujer Mexicana a través de los años, s.f., 2). Que me disculpe Engels, pero, ¡¿Propiedad?! ¿De qué estamos hablando? ¡¿De un objeto?!... Estoy de acuerdo que el origen de la familia fue un gran paso para el crecimiento social y el desarrollo moral de la humanidad, ya que se promueven valores como el respeto, la tolerancia, el amor, entre otros… Sin embargo, citando de nuevo a Engels, en el momento en el que la familia se vuelve la unidad básica económica de la sociedad; la mujer y los hijos, se convierten dependientes de un solo hombre. Es decir el matrimonio originó la aparición de la propiedad privada… la cual estuvo caracterizada por el vencimiento del derecho de la mujer (Engels en Capítulo II- La Mujer Mexicana a través de los años, s.f., 2).  Y siendo mexicanos, nos hemos tomado muy en serio lo que marca esta definición de familia, en la que la mujer aparte de ser etiquetada como un ser que no hace valer sus derechos, se vuelve de nuevo, en un símbolo de pertenencia y exhibición. Todo lo mencionado anteriormente obtiene un sentido al complementar que la familia mexicana y la educación que es impartida, es un factor determinante para carácter el mexicano y de la mexicana, en realidad todo surge desde el punto de vista en el que la mujer es juzgada como el personaje de la Malinche. Tal como lo cuenta Octavio Paz, en su ensayo Los hijos de la Malinche, “La mujer; otro de los seres que viven aparte, también es figura enigmática…Es la imagen de la fecundidad, pero al mismo tiempo de la muerte” (Paz en Bartra, 2005, 157-176) dicho esto, Octavio Paz revela que la actitud de macho que refleja el mexicano, se debe a un profundo miedo que le tiene a ser conquistado, comenta que el verdadero mexicano es aquél que se atreve a ser sólo en la obscuridad de su soledad y protege su hombría con el grito tan representativo que caracteriza a nuestra cultura: “¡Viva México, hijos de la Chingada!”. Y en su mismo ensayo, aclara que los hijos, son a quienes teme, a un enemigo imaginario siempre presente; y la chingada, es la Madre; pero “… no una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica… como La Llorona, o la sufrida madre mexicana que festejamos el 10 de mayo” (Paz en Bartra, 2005, 157-176).
Y ahora que he puesto a la mujer mexicana en contexto, y se develó el porqué de la situación; queda ahora exponer el caso en el que muchas mujeres nos vemos actualmente inmersas: nuestra objetivación y la manera en la que somos convertidas en objetos sexuales al modificar nuestro concepto de belleza con el que la sociedad capitalista y consumista impone. Pero antes, explicaré la definición de cosificación sexual por Francisca Expósito, quien dice: “La cosificación sexual interpersonal es la reducción de una mujer a su cuerpo o partes de éste. Este fenómeno puede ser considerado como una forma de discriminación sexista, en la que una mujer es tratada de manera diferente minimizando la importancia de sus atributos internos” (Expósito, F. 2012, 41). La mujer siendo considerada como un ser inferior, tiene a ser fácilmente manipulada por los medios por el valor de sus partes, y la manera en la que éstos son exhibidos. Pero más allá de ver caras bonitas en las revistas, y cuerpos realmente imposibles que abundan en las redes sociales,  nos vemos reflejadas a nosotras mismas, pero no tal cual somos, sino un ‘ideal’ un ‘ojalá fuera..’ , ‘ojalá tuviera…’. Sin darnos cuenta que del daño que nos hacemos a nosotras mismas, de la manera en la que nosotras restamos nuestro verdadero valor y lo convertimos en un objeto a la venta, con un precio, perdiendo así nuestra autonomía y nuestra verdadera esencia; citando de nuevo a Expósito, nos muestra que  La teoría de la cosificación (TC), es algo real y “…subraya la importancia de las experiencias de socialización de género, en concreto, aquellas experiencias que exponen a las mujeres a ser valoradas exclusivamente por su cuerpo. El punto central de esta teoría es la gran presencia de la cosificación sexual de las mujeres en la sociedad y cómo afecta a su bienestar, físico, psicológico y social… (Fredrickson y Roberts, 1997)” (Expósito, F. 2012, 42).  Y definitivamente, desde el momento en el que nacemos, hasta el momento en el que dejamos de vivir, somos factores activos y seres que forman parte decisiva del desarrollo social e intelectual del país; sin embargo, como a cualquier otro individuo le pasaría; si no nos sentimos conformes con nuestro ser y por lo tanto, no sentimos comodidad con nosotros mismos y nosotras mismas, no podemos desenvolvernos en nuestra totalidad y en consecuencia, mermamos nuestro sano desarrollo y al mismo tiempo, el desarrollo de nuestra sociedad. Para fundamentar mi punto, ahí es donde entra la teoría del Sexismo Ambivalente que fue formulada por Glick y Fiske (1996), “resalta la idiosincrasia del prejuicio contra las mujeres, debido a los sentimientos positivos que existen hacia ellas y que coexisten con sentimientos negativos, hostiles o de rechazo. El sexismo benévolo se convierte en una ideología legitimadora del estatus quo incrementando la satisfacción de la mujer con el sistema social (Jost y Kay, 2005), limitando su participación en acciones colectivas en contra de la discriminación sexista (Becker y Wright, 2011), y reduciendo la percepción de determinados comportamientos como sexistas en hombres y mujeres por no tratarse de un comportamiento hostil (Barreto y Ellemers, 2005). Las consecuencias del sexismo benévolo para las mujeres ha sido suficientemente mostrada, tanto en el ámbito de aspiraciones laborales y situaciones de discriminación (Moya, Glick, Expósito, de Lemus y Hart, 2007), como en las relaciones interpersonales, llevándolas a aceptar en mayor medida la discriminación sexista, reforzando las diferencias de poder entre hombres y mujeres (Glick y Fiske, 1996) e incluso aumentando la tolerancia hacia el maltrato (Expósito, Herrera, Moya y Glick, 2010; Lila, Gracia y García, 2010)” (Expósito, F. 2012, 44). A continuación, presento los datos de desarrollo humano e índice de igualdad en México que se generó en el periodo del 2008 al 2012, datos que fundamentan el punto que anteriormente se mencionó sobre el desarrollo social y el índice discriminatorio en el país: 
Y ahora, en el 2013 se expuso una lámina que nos muestra el panorama de México en comparación con otros países sobre la discriminación y desigualdad de género:
Es preocupante la situación actual en la que vivimos, porque a pesar de ser el número 69 evaluado y por poco cruzar la brecha de la desigualdad, aún no se siente como si estuviéramos realmente del otro lado. La manera en la que medios masivos de comunicación influyen con la percepción de nuestro concepto de belleza y por lo tanto en la manera en la que nos juzgamos a nosotras mismas y mermamos nuestra capacidad y dejamos que la sociedad nos etiquete, es justo la manera de guiar al desarrollo social y a nuestra consciencia moral colectiva hacia el otro lado; promoviendo comerciales sexistas, promoviendo la cosificación sexual y la objetivación de la mujer, es lo menos que necesita una sociedad regida por un sistema patriarcal, como México.
Necesitamos un verdadero cambio que nos recuerde al tipo de Diosa que somos y que describí al principio de este documento; a aquella mujer, que, cómo bien me ha descrito mi profesora; no es la misma que de hace unos años. No es la misma Malinche que Octavio Paz menciona como una mujer abnegada; sino como una Malinche convirtiéndose en un personaje clave para el desarrollo de nuestra nación, como ese mapa que abrió nuestra brecha hacia nuevos mundos; como aquella madre que quedándose sola por consecuencia de la revolución, se convirtió en Adelita y luchó por su país y sus derechos, como aquella mujer indígena que día a día lucha por preservar nuestras raíces y nuestra cultura, como aquella mujer mexicana que luchó contra la adversidad y el mestizaje y pudo superar todo tipo de cambios, volviéndose una mujer fuerte y capaz de llevar las riendas del país. Como todas las madres solteras que conocen que sus límites van más allá de lo que imaginaron, día con día.  Es este tipo de mujeres al que debemos mostrar en la publicidad, al tipo de mujer que no representa solamente una etiqueta y un estándar de belleza para la sociedad; sino una mujer que enriquezca a nuestra cultura y nos recuerde día a día la realidad por la que muchas mujeres soñamos. No por un ideal, sino por una realidad en la que todos podamos compartir las mismas oportunidades. En la que las mujeres mexicanas, sin importar nuestro color de piel, nuestra clase social o nuestra situación, recordemos siempre nuestros verdaderos orígenes y dignifiquemos nuestro verdadero valor. Necesitamos un país que dignifique a la mujer y promueva su respeto; un México donde la discriminación sea solamente una palabra y no acciones, un México en el que los derechos humanos y su promoción sean pan de cada día. Yo, siendo mexicana, creo, vivo y lucho por un México así.
“Identitaria, digna e independiente,
 sin dejar de ser bella, has conquistado finalmente la condición igualitaria;
 y ahora que del hombre te has emancipado,
osada y competente en las distintas esferas en las que te desenvuelves (educativa, laboral, intelectiva)
demuestras día a día tu valor y tus capacidades miles,
lo que hace de ti un ser física, social y humanamente imprescindible.” (Nava, V. 2009, 63)

Referencias
- Expósito, Francisca; Valor-Segura, Inmaculada; Sáez, Gemma; (2012). ¿Empoderamiento o Subyugación de la Mujer? Experiencias de Cosificación Sexual Interpersonal. Psychosocial Intervention, Abril-Sin mes, 41-51. 
- Nava Marín, Víctor; (2009). Tercera mujer (mujer reivindicada). La Colmena, . 61-63. 
- Olivia Izaguirre Fierro, Rosario; (2010). Un retrato de la mujer mexicana. La Colmena, Enero-Junio, 107-111. 
-Paz, O. en Bartra R; (2015). Los hijos de la Malinche. La Anatomía del mexicano. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A. de C.V. (157-176.)
-U.D.L.A.P, (s.f.). Capítulo II. La mujer mexicana a través de los años. Repercusiones laborales como factores de empuje en la migración internacional.U.D.L.A.P. Recuperado de: http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lri/rojas_g_i/capitulo2.pdf
Imágenes obtenidas de: http://www.adnpolitico.com/ciudadanos/2013/10/25/ranking-wef-mexico-lugar-68-de-136-en-equidad-de-genero http://www3.diputados.gob.mx/camara/content/download/332099/1180237/file/indice_desigualdad2_INFO.pdf


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