A01220038 - Alfredo Espinoza Rhoton
Conforme una persona se desarrolla en las complicadas esferas cotidianas todo tipo de retos aparecen en su vida. En los antiguos campos de batallas las luchas se llevaban a cabo con acero y flechas. Hoy en día, lo que se intercambia en los campos de batalla nos son golpes, sino argumentos y feroces ideas que cambian nuestra manera de pensar sobre el medio en el que nos desarrollamos. La lucha dejó de tener enemigos claros, ahora el peligro se esconde dentro de cada persona.
Los seres humanos son complejos entes y por lo tanto es muy posible que la elección de una corriente ética en particular no ocurra, sino que se tomen ciertos elementos de cada una para formar una moral algo inconsistente, con reglas particulares para cada situación que el individuo ha experimentado, y nuevas situaciones pueden tener nuevas respuestas dependiendo de los favorable que hayan sido las reacciones a ese ambiente.
La idea de idealizar la felicidad o el placer como una máxima moral responde a una necesidad profunda del ser humano de poder obtener lo que quiere. La postura difiere en cuanto a qué es lo que un ser quiere sobre todas las cosas, en otras palabras su propósito de vida. Si se mantiene este concepto de tener un fin de máxima satisfacción, sea emocional, intelectual o física, entonces se está ante una postura en la que se pondrá más valor a acciones que produzcan ese fin y lo malo se convierte en aquellas cosas que podrían alejarnos de esa satisfacción. Sin embargo, este modo de pensamiento puede llegar a limitar el grado de pensamiento de la persona, por considerar de alguna manera un pensamiento egocéntrico en el que toda acción necesariamente es hecha analizando las situaciones y viendo cual es la que le produce mayor felicidad o placer a la persona. Es una auto justificación decir que las cosas que pueden hacer a la persona feliz sean en verdad benéficas, cuando dentro de la persona en verdad solo se preocupa por el placer que tal acción le va a producir. Es posible mitigar ligeramente estas críticas cuando se busca la satisfacción de una mayor cantidad de personas (utilitarismo). Sin embargo, se podría razonar que la ética ahora se vuelve una disciplina matemática y calculadora. Si lo correcto es lo que beneficia a la mayor cantidad de personas, entonces es posible calcular numéricamente lo correcto de la acción y descartarla frente a otra que sea más correcta. ¿En verdad la humanidad debe buscar tales comportamientos? No se debe confundir una moral política con una moral individual. Se debe buscar trascender de tales paradigmas del pensamiento para expandir las esferas de acción de la moral.
Hasta hoy en día no ha sido posible establecer algún principio como merecedor de toda la atención de la ética. Esto parece indicar que la realidad (si es que realmente contiene principios) apoya un espectro más o menos amplio de conceptos que deben ser aplicables en todo momento. Esto nos lleva a las ideas de Immanuel Kant. A través del razonamiento se puede llegar a una colección de normas que no solo buscan la felicidad o el placer, sino que buscan lograr un comportamiento más "humano". Es poco ambicioso, (y a la vez muy ambicioso) solamente buscar la felicidad de las personas. Aunque no se puede negar la verdad de que buscar la felicidad es bueno, el no buscar otras formas de lo bueno definitivamente es una deficiencia. De aquí surge la pregunta de qué es lo que es bueno que haga una persona. La recursividad del planteamiento solo puede ser superada al regresar al principio y razonar las actividades que hacen las personas, tomando en consideración que puede ser posible que una persona haga una acción por razonamiento y no por razones emotivas o egoístas. El espectro al que se abre la ética ahora deja campo para otro concepto "la dignidad humana". ¿Pero qué es la dignidad humana? ¿Realmente vale la pena respetarla? Tal como ocurre con muchas otras cosas, la búsqueda de la libertad termina restringiendo esa misma libertad que se acaba de descubrir. Nuevas formas de expresar la creatividad, ingenio y chispa del alma humana terminan siendo reguladas para protegerlas.
Si existiera una pequeña sociedad aislada en la que todas las personas que la conforman tuvieran un algo grado de autonomía (y hayan crecido dentro de esa misma sociedad) entonces es muy posible que hayan creado sus propias ideas respecto a lo que es digno para una persona. Esta expresión individual puede ser muy favorable al ser una parte de la existencia de la sociedad y tiene valor por el mero hecho de que sus habitantes declaran que tiene valor frente a ellos. Lo interesante es ver que los juicios éticos de valor son igualmente válidos para las acciones de dignidad y valores, y además legítimas si fueron el producto de razonamientos lógicos. Siguiendo con la idea de esta sociedad hipotética, considérese por un momento la idea que las personas hicieran la declaración de verdad suficiente que son felices en sus vidas desde que se dan cuenta de su vida en la sociedad, hasta su muerte. Por lo tanto sus principios morales no serían la defensa de lo los hace feliz sino una serie de principios más reflexivos sobre aspectos que deben ser considerados buenos en la sociedad, pero también ante ellos mismos. Habiendo logrado la honestidad en el diálogo al no tener intereses de bajo nivel, los principios que se deberían de seguir son aquellos que impulsan a que las personas sean dignas de experimentar su felicidad y aquello cuanto sean capaces de proponerse. En tal caso que una persona de ésta sociedad se encontrara con una persona convencional promedio de nuestra sociedad actual, es muy posible que se escuchara una frase tal como "nosotros no buscamos la felicidad, somos felices al declarar por nosotros mismos que estamos satisfechos con lo que somos”.
La relación tan intrínseca entre los propósitos de la vida misma y la ética son indiscutibles. Tal vez es egoísta hasta creer que somos capaces de razonar tal propósito, pero ello hoy en día es una razón propia para luchar por mejores ideas y poder justificar ante nosotros mismos nuestra propia existencia.
Bibliografía
Martínez, A. C. (2001). Ética. Madrid: Akal.
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