martes, 9 de mayo de 2017

La Ética de la selección de pareja

Abstract
            La elección de parejas es relativamente nueva. No ha pasado mucho tiempo desde que, en la sociedad occidental, específicamente en México, existía de manera habitual los matrimonios arreglados. Además, en el país ha existido un paradigma machista que desde hace muy poco, menos de 10 años, parte de la sociedad está luchando por acabar con este, y al mismo tiempo buscan apoyar la equidad de género, eliminando los estereotipos de género. Estas situaciones y/o paradigmas han afectado como hemos ido cambiando nuestras actitudes y acciones hacia ciertos temas. Por ejemplo, la elección de parejas, sin embargo, a pesar de que actualmente se está promoviendo la eliminación de los estereotipos, algunas personas utilizan ciertos estereotipos para buscar y elegir a su pareja, aun cuando estas características no sean relevantes como fundamentos de sustento para la sociedad.
            Es por ello que el presente ensayo busca analizar de manera ética si la elección de parejas, de la manera en que se lleva usualmente a cabo en nuestro país (México) es ética o no.

Keywords: parejas, eros, orden natural, felicidad, Kant, Aristóteles, moral.

La Ética de la selección de parejas

El objetivo de una pareja es la procreación, según la [1]teoría del Orden Natural. Esta es una de las premisas más importantes del tema, la cual es, el motivo por el que se necesita la formación de parejas. Las parejas son necesarias para la supervivencia de nuestra especie; esto incluye la procreación, cuidado y desarrollo de las siguientes generaciones. Aunque en la mayoría de los animales, la supervivencia depende principalmente de la procreación, en las personas es necesario ir más allá debido a que los hijos necesitan del apoyo de su familia para poder crecer y desarrollarse. Sin embargo, cuando elegimos conscientes a la persona que queremos como pareja, pensamos en muchos motivos, pero que esa persona sea la persona indicada para ayudar a la supervivencia de la especie no es algo que nos pase por nuestra mente, ya que si esto fuera así, nos preocuparía en primera instancia la fertilidad de la otra persona, dando pie al argumento del orden natural, en el que se invalidan todas aquellas parejas que no puedan procrear, así como las parejas homosexuales. Dicho esto, podemos asumir que esta premisa (las parejas son necesarias para la supervivencia y desarrollo de la especia) a pesar de ser cierta, no es relevante para la elección de una pareja.
La siguiente premisa que está a favor de que la elección de pareja es éticamente incorrecta es que la gran mayoría de parejas heterosexuales tienen la capacidad de procrear, por lo que la elección de una persona por sus cualidades o atributos que se valoran en su respectiva cultura no es algo determinante para este fin. Por lo que el hecho de elegir a alguien por los estándares (en este caso, estándares de la cultura mexicana) no se consideraría correcto usando la perspectiva del orden natural.

Analizando el tema desde la corriente ética Kantiana, pero no sin antes mencionar dicha postura en sí; Kant señalaba “que las personas son absolutamente valiosas, fines en sí, dotadas de dignidad y no intercambiables por un precio” (Cortina, 1996, p.7), esto lo reafirma en el segundo punto del test imperativo, el cual establece que “ha de proteger a seres que son fines en sí mismos por tener valor absoluto y que, por lo tanto, no deben ser tratados como simples medios” (Cortina, 1996, p.6). Entonces podemos decir que cuando elegimos a alguien porque queremos intentar tener una relación de pareja con esa persona es algo éticamente correcto, siempre y cuando, esta no sea solo un medio para alcanzar cierto objetivo, si no que sea ambas personas sean tratadas con dignidad al mismo tiempo que ambas son fueron el fin desde el inicio. Sin embargo, Valdez Medina et al parafrasean en su investigación, La Elección Real e Ideal de Parejas: Un estudio con parejas establecidas, a Buss:
“los hombres prefieren estar con una mujer por su atractivo, apariencia y belleza física, por su estado de salud y por su capacidad de reproducción, en contraste con las mujeres que fundamentalmente optan por un hombre que tenga interés por invertir sus recursos en ella y en los hijos que pudieran tener, es decir, prefieren un buen proveedor”. (Buss, D. 1994, 2004).
Suponiendo que las personas que buscan estas características (a las se refiere Buss) en su pareja, no piensen de qué manera ellos podrán aportar a la vida de esa persona, sino que solo busquen esas características por satisfacer sus expectativas, entonces usando la teoría ética Kantiana para analizar esta situación, se consideraría éticamente incorrecto el elegir a una pareja de esta forma, ya que se está usando a la persona como un medio.
            El resultado del estudio de Valdez Medina et al obtuvo como conclusión “que los hombres[2] tomaron en cuenta características físicas, de atención hacia ellos y de abnegación, y las mujeres se orientaron más por características de formalidad, estatus y de buen proveedor” (Medina et al, 2007, p310), para poder elegir a sus respectivas parejas. Cabe mencionar que dicho estudio se llevó acabo en la Ciudad de México. Por lo que se podría concluir que, aunque existe una manera ideal en la que elección de pareja sea correcta éticamente desde la postura de Kant, en la mayoría de los casos en México, no se lleva a cabo dicha elección de una manera ideal, si no que las personas deciden basándose en sus propios intereses para beneficio propio, que curiosamente esos intereses tienen relación con los estereotipos de género que han existido en el país.
Por otro lado, la teoría ética Aristotélica dice que “los seres humanos realizamos nuestras acciones y elecciones por un fin — ser felices— y, por tanto, la felicidad es el fin último que nos proponemos por naturaleza” (Cortina, 1996, p.2), por ello resulta lógico que al elegir a la pareja, se buscará que esta cuente con ciertas características que creemos contribuirán a nuestra felicidad, además, podemos afirmar que cuando dos personas se corresponden entre sí y deciden ser pareja, es porque ambos están de acuerdo porque se hacen felices mutuamente, por lo que en ese caso, debido a que ambos buscaron su felicidad, sin afectar a terceros, se puede considerar que es éticamente correcto bajo la lupa de Aristóteles.
Conclusión
Podemos concluir que las elecciones que hacemos sobre nuestras posibles parejas tienden a ser una elección moral, ya que, al momento de elegir, estamos buscando principalmente nuestro beneficio, convirtiendo a la persona en un medio para nuestra felicidad, que, aunque posteriormente la felicidad de ambos se convierte en el fin común, inicialmente la satisfacción propia fue el fin. Vale la pena mencionar que existe una tendencia de aumento en el número de divorcios en el país, según estadísticas del INEGI; al año 2000 se registraron 52,358 divorcios y en 2015 la cifra aumentó a 123,883. Aunque no existan evidencias de que haya una relación entre los divorcios y los parámetros que utilizamos para escoger a nuestras parejas, se pudiera concientizar a las personas para que traten de realizar su búsqueda y elección de pareja de manera ética, esto implicaría el reflexionar cual sería el objetivo de la relación y de qué manera podemos generar valor en la vida de la otra persona, más allá de pensar sobre que ganaríamos nosotros con esa persona como pareja, lo cual pudiera tener como consecuencia.
Hans Gallardo. 
  
Referencias Básicas
Cortina, A. (1996). Ética. La vida moral y la reflexión ética. Santillana, Madrid.  
Rachels, J. (2006). Introducción a la filosofía moral. Fondo de cultura económica. México.

Valdez Medina, J L; Sánchez Valdovinos, Z P; González Arratia López, N I; (2005). Elección de pareja en universitarios mexicanos. Enseñanza e Investigación en Psicología, 10() 355-367. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=29210210

Referencias Complementarias
INEGI (2013). Estadísticas de Nupcialidad. México. Recuperado de http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/myd.aspx?tema=P




[1]“Describen cómo son las cosas, y cómo deben ser las cosas. Las cosas son como tienen que ser cuando sirven a sus propósitos naturales” (Rachels, 2006, p.97).

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