Actualmente, miles y miles de mujeres tienen la necesidad de
utilizar el transporte público en México; ya sea para llegar a sus trabajos,
para ir a comprar algo, para ir por los hijos, o simplemente para llegar de un
punto de la ciudad, a otro. Me llamó la atención un artículo del Informador,
donde se dice que 7 de cada 10 mujeres tienen miedo de utilizar el transporte
público por el acoso que se sufre día con día, lo cual me puso a reflexionar (Arenas,
2016)… Eso es un porcentaje altísimo considerando todas las mujeres que usan el
transporte público, así que decidí vivir en carne propia lo que era viajar en
transporte público. Le pedí a mi novio que me acompañara (él a su distancia)
para cuidarme si es que algo salía mal o en caso de que yo me sintiera muy
incómoda o en riesgo.
Dentro de las ramas de transporte público se incluyen los
camiones, el tren ligero, el metro, trolebús, entre otros (FACUA, 2007). Yo
decidí tomar primero el camión de la ruta 619 que va por López Mateos Sur y
entra a Periférico Sur, para luego hacer transbordo en el tren ligero que tiene
como destino el centro histórico de Guadalajara.
Lo primero que pasó fue que al estar esperando en la parada
del camión, hubo varios automóviles que bajaban la velocidad solamente para
verme y alguno que otro emitió algún tipo de expresión o sonido, tales como
chiflidos o un “ay chiquita”. Después al subir al camión, fue grata mi sorpresa
al ver que la cantidad de mujeres en él era alta, no eran puras mujeres, pero
sí había varias; el chofer fue muy respetuoso y no volteo a ver ni mi escote ni
mis piernas ni nada, su vista permaneció en mis ojos (cabe mencionar que yo iba
con unos pants Adidas y una blusa roja de tirantes que se ajusta a la forma de
mi cuerpo).
Me empecé a sentir un poco más tranquila y segura hasta que
llegó la hora de bajarme en la parada de periférico sur (por la Plaza Centro
Sur), en ese momento mi sensación de seguridad se esfumó. Todos los hombres que
pasaba tanto de lado como de frente, no podían parar de verme, podía ver sus
ojos dirigirse hasta mi busto y ellos sin la menor intención de detenerse o de
disimular. Era un poco difícil grabar el recorrido puesto que había personas
que no parecían reaccionar bien ante una cámara. Finalmente crucé el puente
peatonal y llegué a la estación del Tren Ligero, a lo largo de ese transcurso
pasé por lo mismo que cuando me bajé del camión, incluso hombres volteaban la
mirada para poder seguir contemplando mi cuerpo.
El trayecto del Tren Ligero fue bueno en términos de que no
sentí un acoso latente, mi novio iba un poco más cerca de mí pero no era
evidente que venía conmigo. Todos los muchachos y señores que iban en mi vagón
iban en sus asuntos y ninguno me faltó al respeto de ninguna manera. Lo que sí
noté fue que a las personas no les importaba respetar los asientos designados
para discapacitados, mujeres embarazadas o personas de la 3era edad, pero ese
es otro tema. Llegando a la estación del Tren Ligero: Juárez, bajamos para
hacer transbordo de línea a la 2 que nos llevaría a nuestro destino final, San
Juan de Dios. En el proceso del transbordo, sí hubo hombres que se me quedaban
viendo y no a mi cara, incluso después mi novio me comentaba que había quienes
incluso giraban la cabeza para poder seguirme viendo mientras seguía mi camino;
esto naturalmente me perturbó y me hizo sentirme insegura de nuevo. Ya en el
segundo Tren Ligero, la cantidad de gente había aumentado, sin embargo cada
quien mantuvo su distancia y no hubo problemas. En San Juan de Dios, las cosas
se volvieron a tornar un poco grises para mí; podía sentir las miradas
grotescas de varias personas mientras yo trataba de caminar lo más rápido
posible y salir de donde estaba.
Decidí dirigirme hacia otro lado del centro,
puesto que no me gustaba mucho la sensación que me daba quedarme en San Juan de
Dios, me fui hacia el Teatro Degollado por la Calle Paseo Hospicio, donde
tampoco me libré de algunas miradas feas y perturbantes, pero lo peor fue
cuando me detuve a la altura de la fuente de los niñitos desnudos que sacan
agua. Estando ahí parada, una bolita de 4 hombres de aproximadamente 20-23
años, pasaron junto de mí pero se acercaron tanto que lograron rozarme el
costado del cuerpo, mientras uno de ellos me dijo “mamita vente para acá” y los
demás me veían sin parar. Traté de mantener la calma y no reaccionar en lo
absoluto, a pesar de estarme muriendo de miedo, con la esperanza de que al ver
mi indiferencia, decidieran seguir su camino, y así fue. No puedo realmente
describir el miedo que sentí, estaba aterrada, en verdad pensaba que me iban a hacer
algo, no sabía qué hacer; me sentí completamente frágil y vulnerable, como si
estuviera completamente sola ante las garras de estos hombres.
En ese momento
decidí que mi visita al centro había terminado, lo único que quería hacer, era
volver a casa, así que mi novio y yo tomamos el mismo camino por el que
llegamos, pero esta vez para salir de ahí. Al volver el camino fue un poco más
tranquilo, sin embargo no paraba de ver a todos los hombres que estaban, de
manera sospechosa; como si ellos también me fueran a hacer algo. Llegué al
final del tren ligero y cambié al camión, que también estuvo bien, no me sentí
acosada, caminé hasta mi casa y fue el fin de la experiencia.
Como conclusión puedo decir que ahora yo también soy parte
de esas 7 de 10 mujeres que se sienten con miedo al tener que utilizar el
transporte público; y honestamente, no me gustaría repetirlo. Me da mucha
tristeza y coraje tener que decir que el transporte público no defiende a las
mujeres, que la sociedad sigue siendo igual de violenta, agresiva y sucia. Que
no hay lugar en donde una pueda sentirse completamente segura, lo cual es una
gran injusticia. Nosotras también deberíamos de poder utilizar estos medios sin
la presente amenaza de que algo malo pueda pasar, o que me tenga que ir con
sudadera y pantalones de mezclilla enormes sólo para reducir el riesgo a que me
acosen (aclaro, ni siquiera eliminar, sólo reducir) . Esto está mal, las cosas
no deberían ser así.
A todos aquellos que lean este blog y en específico esta
entrada, les quiero pedir que si usan el transporte público cuiden y respeten a
las mujeres; y no sólo a quienes conocen o los acompañan, si no a todas
aquellas que viajan solas, que se sienten desprotegidas. Crezcamos como
comunidad y como humanidad. Respeto a las mujeres; ¡hoy, mañana y siempre!
Ana F. Guadarrama R.
Referencias:
Arenas, V. (Agosto 31, 2016). Mayoría de mujeres temen ser
agredidas en el transporte. El
Informador. Recuperado de http://www.informador.com.mx/jalisco/2016/679935/6/mayoria-de-mujeres-temen-ser-agredidas-en-el-transporte.htm
FACUA Andalucía. (2007). El Transporte Público. FACUA. Recuperado de http://www.facua.org/es/guia.php?Id=77
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