jueves, 22 de noviembre de 2012


Competencias del profesionista del siglo XXI: ¿ético?
Vivimos en un mundo cambiante, un mundo que se está renovando a cada instante. Actualmente es muy difícil que las cosas se mantengan y se queden estáticas: la información, la tecnología y los recursos se hacen obsoletos más rápido de lo que podemos imaginar. Este cambio se debe en gran parte a que vivimos en el tiempo de la modernidad líquida. Este término se debe al sociólogo polaco Zigmunt Bauman (Bauman, 2009) en el que se describe este efecto perfectamente. Algo similar está sucediendo en el ámbito profesional. En la actualidad, queremos todo en el momento, háblese de información, servicios o productos. Los clientes se vuelven cada día más exigentes, por lo que las empresas buscan tener mayor ventaja competitiva sobre sus competidores a través de la disminución de sus tiempos de respuesta, para que cuando un cliente solicita sus servicios se satisfagan sus necesidades al momento. Entonces, ¿qué habilidades y competencias deben poseer los profesionistas de la actualidad para poder resolver este tipo de situaciones? “El desafío del sujeto profesional es el de encontrarse con lo que sabe y de cómo operarlo sin dejar fuera la noción ética y moral de su hacer…” (Lagunas, 2010).
Si le preguntamos a un empresario cuál es el objetivo último de su negocio, qué respondería. Tal vez alguien pensaría que si la empresa hace ropa, el objetivo último del negocio sería vender ropa, algo muy lógico; ahora bien, dependiendo del sector en el que se mueva la empresa, éste será su fin. Sin embargo, el verdadero ser de las empresas es y ha sido siempre generar dinero, generar utilidades para los dueños. Entonces, en este contexto, ¿qué características debe poseer el profesionista moderno para poder lograr este fin? El profesionista, aparte de contar con el conocimiento necesario, debe saber manejar sus cualidades personales, como son la iniciativa, empatía, adaptabilidad, persuasión, pero en qué momento se le pide a los profesionistas tener un comportamiento ético, o acaso esta característica ya está intrínsecamente en las personas. Ser un profesional comprende, no sólo poseer competencias teóricas y prácticas, sino también tener una integridad personal y una conducta ética (Bolívar, 2005).
Existen un sinnúmero de casos que se viven día a día en donde existen injusticias, discriminación, abuso de poder que afectan a millones de personas en todo el mundo.  Tal es el caso de lo sucedido en la crisis financiera que se vivió en el 2009. Como muestra el documental Inside Job (Ferguson, 2010), gerentes y dueños de grandes firmas entraron a un juego en donde sabían que ellos tenían ventaja sobre los demás personas involucradas. Engaños y robos millonarios por el beneficio de un pequeño grupo de personas fueron la causa de lo que se desató ese año. Los dueños de las firmas, al estar frente al jurado decían que ellos no tenían conocimiento de la situación que se avecinaba, inclusive cuando algunos de los gerentes de las firmas les informaron los hechos. Entonces, esta situación qué nos dice. Los dueños de las firmas, en su mayoría, fueron profesionistas egresados de prestigiosas universidades de Estados Unidos, qué les enseñaron ahí. Lo que se puede observar es que es muy difícil que las universidades enseñen esta parte de la vida real, en donde las personas deben de tomar decisiones que no son fáciles, pero lamentablemente, siempre deciden en favor de las corporaciones, sin importar el daño social que esto pudiera traer. Se podría decir que la base del comportamiento de estas personas fue hedonista, es decir, buscaron su felicidad en el bien último de sus actos (Rachels, 2006, 166), sin importar las consecuencias a terceros. 
En las universidades todo lo que se les dice a los alumnos siempre es reducir costos e incrementar las ganancias, buscar el beneficio para la empresa, pero entonces en dónde queda la honestidad, el compromiso, la responsabilidad; lo que genera esta idea de negocio es que se están preparando personas que ocupan puestos importantes con características déspotas e injustas que nunca ven más allá del beneficio de la corporación. Esto es lo que sucede en muchas instituciones de nuestro país, las personas se convierten en corruptas, mentirosas y tramposas, pero quién paga estas actitudes negativas, las personas más humildes, las que no se pueden defender. Los empresarios no logran visualizar que actuando con ética y responsabilidad social lograrán tener una importante fuente de diferenciación y que podrán tener una ventaja frente a sus competidores (Cifuentes, 2012). Con este comportamiento generarán en los clientes una lealtad y compromiso ante ellos, que a pesar que tengan competencia, siempre los elegirán a pesar de todo.
Creo que estamos viviendo un gran dilema a nivel mundial. Si vamos a ejercer nuestra vida profesional como empresarios, qué se espera de nosotros. Es cierto que las personas no vivimos del aire, y lamentablemente todo en este mundo se mueve por el dinero, pero tampoco esta situación justifica que por el beneficio de pocos se afecte el bienestar de otras personas. Ante estas situaciones, se deberían realizar acciones que produzcan el mayor balance posible de felicidad sobre la infelicidad, es decir guiarse por una corriente utilitarista (Rachels, 2006, 165), la cual busca el mayor beneficio, para un mayor número de personas. Por otro lado, si la vida laboral que queremos ejercer será como empleado en alguna empresa, qué se espera de nosotros. Lo más obvio es que siempre se vea primero por las necesidades y beneficios de la empresa, pero y los beneficios personales en dónde quedan. Si por conservar un trabajo tengo que ser corrupto, ¿acepto el trabajo?
Lamentablemente toda esta situación es un encadenamiento de acciones que es muy difícil, pero no imposible romper. Con frecuencia, los empleados de las empresas realizan actividades ilícitas en favor de la empresa en la que laboran porque esa es la única manera que ven viable para conservar su trabajo, y porqué quieren conservar su trabajo, porque es muy difícil encontrar otro. De acuerdo a cifras del INEGI, para diciembre de 2011 el 40.8% de la población de 14 años y más en el país se ubicó en la población no económicamente activa. (INEGI, 2012). Casi la mitad de la población; existen pocas opciones de trabajo para un gran número de personas. Nos tocó vivir en un mundo donde existe mucha competencia, en donde no sólo se compite contra personas de tu misma ciudad, sino que se compite con personas de todo el mundo, así que es necesario sobresalir de alguna manera.
Otro caso que me impactó, en donde considero que las personas encargadas de la toma de decisiones en grandes empresas siguen este mismo patrón, es en las manufactureras. Tal vez las personas que están en estos cargos son las más idóneas para ocuparlos, tienen todas las competencias necesarias, conocimientos, maestrías y estudios, pero no creo que se justifiquen los ahorros que le hacen a la empresa con la mano de obra exageradamente barata que consiguen. En este caso, estas personas tienen una ventaja sobre las personas necesitadas que trabajan para ellos. No logro entender cómo existen personas a las que no les importe abusar de la ignorancia y necesidad de otras. De acuerdo con el documental The Corporation (Bakan, 2003), escrito por el profesor de leyes de la Universidad de British Columbia, Joel Bakan, existen manufactureras en países en vías de desarrollo, en donde se les paga a los empleados 3/10 del 1% del total del valor de la prenda. Manuel Velázquez, en su libro Ética en los negocios, afirma: “Mayores beneficios para algunos no justifican las injusticias para otros. De todas formas, parece que también sostenemos que si las ganancias son suficientemente grandes, sería legítimo tolerar cierto nivel de injusticia” (Velázquez, 2006, 88).
Parte de este problema es la concepción que tenemos que el valor de una personas se da de acuerdo a lo que posee. Pero eso no es verdad, todas los seres humanos, por el simple hecho de pertenecer a la raza humana se nos debe respeto, no importa nuestra condición económica. Lo que nos hace diferente son nuestras capacidades. La diversidad que existe debería ser vista como una ventaja no como algo negativo. Es así como cada persona se especializa o dedica a diferentes profesiones, pero que sin ellas nuestro mundo no sería como lo conocemos. Debemos de entender que todos necesitamos de todos, pero también que se debe pagar lo justo para cada servicio que prestemos, por lo que se genera otro dilema, qué es justo y cuánto es lo justo. Para responder esta pregunta, podríamos enfocarnos en el tipo de justicia llamada distributiva y realizar un análisis, en la que, de acuerdo con Velázquez, es la justicia encargada de la distribución equitativa de los beneficios y las cargas de una sociedad (Velázquez, 2006, 88).
La falta de compromiso que se vive hoy en día pudiera ser una de las causas por las que no se le paga lo justo a los trabajadores. El empleador no quiere pagar más de lo que se merece o darle mayores prestaciones, debido a que el empleado en cualquier momento renuncia y se va con la competencia. Los empleadores creen que son los capacitadores de otras empresas. Esto a su vez, crea el descontento en sus empleados, en donde no se sienten valorados y no crean ese compromiso y lealtad hacia su empresa, por lo que después de un tiempo, se van. Entonces cómo se puede generar esa lealtad, ese sentimiento de pertenencia, en donde el empleador es consciente que sin sus trabajadores no puede lograr sus objetivos, pero que valora y se da cuenta de las necesidades de ellos, y en donde los trabajadores saben que las actividades que realizan son importantes para la empresa, que son una parte fundamental para la organización y que el empresario remunera justamente por sus servicios prestados.
Este tema es de interés para mí, debido a que estoy a punto de terminar mis estudios universitarios y debo analizar cómo se mueve el mundo real, para así saber a qué me estoy enfrentando. Es importante crear conciencia que para toda acción existe una reacción, por lo que se debe pensar qué estamos haciendo y si tiene algún efecto negativo hacia las personas con las que nos relacionamos, para siempre buscar el mayor beneficio para más personas.  

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