Las relaciones económicas internacionales del mundo multilateral de la post-guerra fría, han experimentado cambios asombrosos en las estructuras del libre mercado, repercutiendo de manera directa en la gramática económica y democrática, de los actores sociales que participan en la elaboración de la política domestica y exterior de nuestro país.
Tal como diría a mediados de la década de los noventas el prestigiado Hennry Kissinger, democracia, liberalismo y libre mercado, serían los nuevos paradigmas dominantes a nivel global de las relaciones exteriores, siendo México el ejemplo con las reformas económicas del Consenso de Washington a finales de década de los ochentas, y con la debacle del régimen priista, que abriría las puertas a la democracia en el año 2000, con la llegada de un nuevo morador a los Pinos no perteneciente al partido tricolor.
Estos cambios trajeron consigo repercusiones y nuevas responsabilidades para el diseño de la política exterior de nuestro país, dónde los gobiernos panistas, tuvieron que des-construir la vieja diplomacia Priista, y crear un nuevo discurso democrático y activista, que diera nuevos bríos, a la presencia internacional de México en los foros internacionales y en sus relaciones con los demás países, sin embargo dicha “evolución”, se hizo una “mutación”, pues la política exterior de México, quedó atrapada entre el mundo post-revolucionario de la guerra fría, y el mundo globalizado e interdependiente del post- 11-S.
Este vacio ideológico sustentado en viejos principios ya desgastados, ha hecho que el país pierda liderazgo en la región, y fortaleza en su relación bilateral frente a los Estados Unidos, a casi doce años de gobiernos panistas a nivel federal, nuestra diplomacia no ha podido resolver los principales temas de la agenda internacional de México, como lograr por parte de Washington un acuerdo migratorio, así como una reinterpretación de ciertos puntos del tratado de libre comercio, diversificar nuestro comercio exterior hacía otras partes del mundo, y tratar de decrecer de manera paulatina nuestra enorme dependencia hacía los mercados de la unión americana, explotando los numerosos tratados internacionales que tiene México con otros países.
No somos ni del norte ni del sur, el norte anglosajón nos ve como sus socios, más no como aliados, nuestros hermanos del sur, como el hermano mayor y senil, alejado de la familia latinoamericana, a cual pertenece por historia, lengua, religión y cultura, más no en términos de intercambio comercial e integración económica.
Nuestra política exterior pareciera regirse mas por dogmas que por principios jurídicos, siendo incapaces de salir del modelo neoliberal, de gestionar mas ayuda al desarrollo hacía las regiones más pobres del país, México debe participar en las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, mantener una actitud más condenatoria hacía los regímenes opresivos del mundo, y anteponer los intereses nacionales a los de la alta banca mundial, las grandes trasnacionales, los lobbies, los capitales industriales y especulativos, que hacen de la política exterior de México, un brazo de su política económica.
2012 será un año de elecciones, esperemos a que el nuevo presidente marque su hoja de ruta, y veremos si habrá un cambio de rumbo, o el águila mexicana seguirá volando aturdida y atrapada en los tiempos.
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