viernes, 7 de octubre de 2011

Aborto por María Fernanda Toral.

De indiscutible importancia es la batalla jurídica que se libra actualmente en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dónde sobre los hombros del Ministro Jorge Mario Pardo, penden los destinos de millones de futuros niños mexicanos que podrían nacer o morir, si con su voto se echa abajo la reforma al artículo 7 de la Constitución de Baja California del año 2008, “Que tutela el derecho a la vida, al sustentar que desde el momento que un individuo es concebido, entra bajo la protección de la ley”.
Si el Ministro Jorge Mario Pardo cercano al presidente Calderón, votase en contra de la legislación de Baja California, derrumbaría la legislación antiaborto de los otros 17 Estados de la Federación que lo han criminalizado, dejando las puertas jurídicas abiertas, para que prácticamente la interrupción del embarazo pudiese ser legal en todos los Estados de la Federación.
Dicha embestida legal que ha involucrado en la opinión pública a casi todos los actores políticos y sociales del país, incluidos a grupos feministas, liberales-progresistas e instituciones conservadoras como la iglesia Católica, han dejado de lado en su debate público, la arista intelectual del problema, favoreciendo aspectos ideológicos, factores poder, luchas políticas y conquistas electorales, en detrimento de un autentico análisis lúcido sobre el problema del aborto en la legislación mexicana.
El problema más que político, ó de representación, o aparente dignificación y exaltación absoluta de la libertad de las mujeres, es una cuestión de índole filosófica, que abarca aspectos éticos, antropológicos, ontológicos, e incluso pudiendo llegar a alcanzar hasta la esfera teológica, por la misma composición cultural de la Nación Mexicana.
El Estado Mexicano debe ser de ente amoral, en el sentido de una sana laicidad, y no abanderar una determinada postura bioética de “avanzada”, dada la multiculturalidad de los mexicanos y su mismo pluralismo ideológico, las leyes del País deben permanecer con la postura humanista tradicional de México sobre la materia, dónde concibe, otorga derechos y cualidades de persona, a la vida desde su concepción en el seno materno.

Toda ética lleva implícita una antropología, bajo que ¿Concepto del hombre?, el Gobierno mexicano impondrá el que una persona pueda decidir si extingue o no la vida de otra, ¿Qué sistema ético y de valores de pretensión universalista para todo el país impondrán?, ¿Acaso será una ética utilitarista, que siga la idea de buscar la felicidad ante todo, a pesar de la vida de un bebe indefenso y sin culpa?
No debemos olvidar la tradición occidental de nuestras leyes, ni nuestros grandes valores nacionales, dentro de la multiculturalidad de nuestro Estado, somos administradores de nuestras vidas, no dueños de ellas, y el hombre es partícipe del prodigio biológico de la creación de una nueva vida, mas no su artífice, el aborto masificado como método de control natal, es éticamente inaceptable, representa una degradación del valor y la dignidad de la persona humana.
Nos horrorizamos de Darfur, Ruanda, Senebrika y Auswitch, más no de las repercusiones de estas leyes, que podrían matar a más inocentes que todos los crímenes de la humanidad del siglo XX, juntos.
El problema del aborto no se resolverá, con legrados, sino con una educación sexual solida y humanista, la responsabilidad, en la prevención, en rehabilitar el ejercicio de una sexualidad responsable e informada, no en la existencia de una cultura actual hedonista y sexista, que ha desfigurado el verdadero rostro de una sexualidad y maternidad humanista, el mal moral del aborto se circunscribe a la ausencia de una palabra, “Educación”.

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