Con los Juegos Panamericanos a la vuelta de la esquina, los cambios se empiezan a sentir en la ciudad. Aquel espíritu panamericano que tanto promovíamos se empieza a manifestar, no siempre de manera agradable, o al menos no como esperábamos que fuera. Como a cualquier otro ciudadano, la curiosidad y las ganas de asistir a algunos eventos nacieron en mí. Surgió el deseo de ir a apoyar a mi país a distintas competencias.
Investigué que días eran los eventos, a que hora y donde comprar los boletos. Rápidamente marqué a Ticketmaster, empresa encargada del boletaje para los eventos, y recibí una muy mala noticia. Todos los boletos para todos lo eventos y competencias estaban agotados y no recientemente sino desde meses atrás cuando salieron a la venta al público. No pude hacer nada al respecto pues si los hubiera comprado con anticipación, y no una semana antes, tendría los boletos en mi mano.
A los pocos días me encontré con un amigo que trabaja en Ticketmaster. Le conté mi trágica historia. Él, riendo, me dijo, “No eres el único, miles de personas han marcado en el último mes y ninguno ha conseguido boletos.” Seguimos platicando de los juegos. Quince minutos mas tarde ya me había contado todo. Me contó que la primer semana que estuvieron los tickets a la venta hubieron personas que llegaron a los distintos puntos de venta y que compraban decenas de boletos para el mismo evento. Eran revendedores, y estos revendedores vendían esos boletos que ellos compraron meses atrás al doble o triple de su precio oficial.
¿Cómo era posible que por un grupo de personas, sin moral y sin valores, yo no podría asistir a los Juegos Panamericanos? Según la interpretación que James Rachels le dio, el filósofo alemán, Immanuel Kant, en una de sus obras dictaba, “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio (Rachels, 2006; 205)”
Los revendedores, visionarios a su modo, vieron una oportunidad de negocio. Si compraban los boletos en cuanto salieran, al precio oficial, meses mas tarde, los podrían revender a un precio mucho mayor al oficial y así, sacarle provecho a su inversión, sin autoridad o poder alguno que los detenga. Capitalismo puro. La desesperación del público, al ver que todos los boletos para todos los eventos están agotados, los haría recurrir a ésta practica legal e inmoral en la que unos individuos se aprovechan de la vulnerabilidad de otros y obtienen una ganancia de ésta. Tal practica y mentalidad va en contra de lo que Kant planteaba pues unos humanos están usando a otros como medios, medios con los cuales harán dinero. Los compradores, las víctimas, participan en un círculo vicioso pues para los próximos eventos, los revendedores tendrán un mayor capital para reinvertir. Aprovecharse de los humanos, usarlos como medios y así conseguir unos pesos más, pone a los revendedores en un estado de nula moralidad y notable ilegalidad.
Como en cualquier otro problema social, todos aquellos que participamos en él, sea como sea que nos justifiquemos, nunca habrá un fin a menos que se tomen cartas en el asunto. Entre menos personas participemos, entre menos personas promuevan la reventa, menor será el problema y estaremos un paso más cerca a un estado de convivencia ideal.
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