Eduardo Merino.
A01630088
Instituto Tecnológico de
Estudios Superiores Monterrey.
¿Qué
más quiere que limpie seño? El trabajo doméstico en México y América Latina.
El trabajo domestico remunerado se ha vuelto uno de los trabajos
más populares en América Latina, el empleo es arduo y lleno de
responsabilidades. A cualquier trabajo se le trata con dignidad, es decir, es
valioso, pero al trabajo domestico remunerado no se le reconoce así, en mayor
parte por su estatus de informalidad. Sin prestaciones sociales y sin la
protección de la ley se presta para que a las mujeres que ejercen esta labor se
les trate como personas de segunda categoría. Los prejuicios y la
discriminación están presentes, y sus derechos humanos pasan desapercibidos.
Palabras clave: dignidad, derechos humanos, trabajo, prestaciones sociales.
Para regresarle la dignidad a estas personas, el trabajo domestico
remunerado debe de formalizarse y se deben proveer prestaciones sociales. “En
ningún lado se ve la importancia social del trabajo como base de la dignidad
personal, como fuente de estabilidad y desarrollo de las familias o como
contribución a la paz de las comunidades”(Somavia J., 2015). Al no estar formalizado, no se garantiza el
cumplimiento de las normas que defienden los derechos de los trabajadores.
Pero, ¿será realmente necesario? Después de todo esta actividad
tiene cientos de años de existencia y no es hasta ahora que se busca formalizar
ese tipo de trabajo. Para responder la pregunta es necesario observar la
situación de las trabajadoras domesticas. ¿Qué es lo que sucede con estas
mujeres? En el trabajo de Borgeaud-Garciandía, que estudia la dominación de las
trabajadoras domésticas y trabajadoras de maquiladoras, menciona que su vida
privada se ve anulada por la vida en el trabajo. “Al igual que para las
obreras, la dominación que sufre la trabajadora doméstica reposa sobre la
absoluta disponibilidad de su tiempo” (Borgeaud-Garciandía, Lautier, 2014, pág.
10). El trabajo toma completo control sobre sus vidas, quitándoles su libertad
y autonomía, que, según Kant, es una extensión de la dignidad, pues es una ley
independiente de los objetos del querer (Kant, 2003,pág 57) .Y eso sin
mencionar los prejuicios y discriminación que sufren las empleadas domesticas.
En América latina una gran mayoría de empleadas domésticas son
inmigrantes e indígenas, “En 2005, se calculaba que el 11.8% de las
trabajadoras del hogar que viven en los lugares donde prestan sus servicios,
eran mujeres indígenas”(CONAPRED, 2008),lo cual las posiciona en una situación
de desventaja social. “Estas poblaciones presentan niveles de acceso a la
salud, la educación, el empleo, los ingresos, la justicia y la deliberación
política muy inferiores a los de los blancos”(CEPAL, S.F.). En estudios
realizados a estudiantes universitarios de Lima Perú se demostró que la
orientación política conservadora influye en el trato discriminatorio a las minorías,
entre ellas las empleadas domesticas (Rottenbacer, Jan, 2015, pág. 7). También
demuestran que las personas de orientación política conservadora están de
acuerdo con que las empleadas domesticas deben de tomar un rol servil hacia sus
empleadores, y estos deben de tomar una actitud dominante y “ejercer un rol
paternalista, controlador y vigilante hacia el comportamiento de las empleadas
domésticas, que involucra percibirlas como menores de edad carentes de
cualquier derecho laboral y proclives hacia la haraganería, la deshonestidad o
incluso el robo”( Rottenbacer, Jan, 2015, pág. 12). Todos estos prejuicios impiden la legitimización
del trabajo doméstico como un empleo digno, y aunque estos estudios se realizaron
únicamente en la ciudad de Lima Perú, las tendencias de discriminación se
pueden observar en toda América Latina.
Pero los prejuicios y desigualdad no solo se ven reflejados en
casos tan obvios, como el de explícitamente prohibirles el acceso a un
balneario publico. Sino también se observa en las situaciones mundanas del día
a día. La doctora de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires
describe en su trabajo que el trabajo doméstico no es intrínsecamente
degradante, sino que esta característica surge de la dinámica de las relaciones
interpersonales entre empleadas y empleadores(Gorbán, 2013, pág. 68), y esto se
ve reflejado en la comida, ya que a la trabajadora domestica, que se le trata
como inferior, la mayoría de las veces solo se le da de comer lo que es
considerado sobra o innecesario. Habrá quien diría que la diferencia en la
comida no es tan importante, pero “La identidad se construye a base de semejanzas,
el sentido de pertenencia que genera seguridad está en gran medida vinculado a
la sensación de formar parte de una comunidad que reconoce a sus
integrantes”(Azuela M., 2015, El Universal), todas las diferenciaciones que le
hagamos a la persona resultan en la perdida de la dignidad, generarían la sensación de no ser merecedoras
a los mismos derechos humanos que gozan los demás. Otra causa de este problema
es la misma terminología que usamos para referimos al trabajo de estas mujeres.
Una de las mayores dificultades para la formalización del trabajo doméstico es
la ambigüedad del trabajo. Se les refiere como si fueran parte de la familia,
lo cual “disfraza la relación laboral que existe entre ella y sus patrones. Se
define su actividad como ayuda, no como un trabajo que requiere de capacitación
para su desempeño o que es regido por obligaciones y derechos
laborales”(Goldsmith, 1992, pág. 8) “Esta ambigüedad es patente en la inclusión
de los trabajadores domésticos en el censo de 1930 en el rubro de la población
económicamente inactiva (al lado de estudiantes, menores, amas de casa y
desempleados)”.
La formalización del empleo dará reconocimiento al trabajo de
estas mujeres, y en consecuencia, sus derechos humanos. “En la mayoría de los
países latinoamericanos las trabajadoras domésticas están aún sujetas a una
legislación especial que las pone en desigualdad de condiciones en relación con
el resto de los ocupados.”(Valenzuela,
Mora, 2009, pág. 12). Por lo menos en México se está progresando para
que estos derechos humanos se defiendan. Recientemente se registró el Sindicato Nacional de Trabajadores y
Trabajadoras del Hogar el pasado 17 de septiembre del 2015 ante la Junta Local
de Conciliación y Arbitraje del Distrito Federal (Animal Político, 2015). Esto no
es resultado del esfuerzo reciente. Mary Goldsmith Corelly, de la Universidad Autónoma
Metropolitana, encontró alrededor de 30 sindicatos de trabajadoras del hogar en
diferentes estados de la Republica Mexicana
desde el año 1920 hasta 1950 (Goldsmith M., 1992, pág.76).
Pero la formalización del trabajo domestico
también tiene sus desventajas. Muchos empleadores pagan una cantidad
considerablemente mayor al salario mínimo a sus empeladas. Pero con la
formalización del trabajo existe la posibilidad de que se le pagara a muchas
empleadas domesticas no más que el mínimo. También habrá quien se resista
porque con el trabajo formal, también llegan los impuestos. Muchos argumentan
que las condiciones de trabajo de las empleadas domesticas en la actualidad son
más que buenas, y en algunos casos podrían serlas, sumándole la falta de
impuestos. Mary Goldsmith habla que durante su investigación se topó con varios
casos en los que las mismas empleadas se resistían a la sindicalización porque
sus patrones las trataban bien, “Lo
mismo que tenían los del sindicato me daban los patrones... las horas de
trabajo y los días de descanso... Teníamos derecho a desayunar, a comer. Yo no
comprendí por qué querían formar un sindicato, decían que deberíamos de
trabajar pocas horas. (B.H., 67 años, separada, trabajadora de entrada por
salida, originaria de Morelos)”(Goldsmith M., 1992, pág. 86). Pero cual es el
precio de los derechos humanos, por más justos que sean los empleadores, sin un
contrato, no hay garantía de que se respeten los derechos humanos. No nos tenemos que andar
dando palmaditas en la espalda a nosotros mismos diciendo, ‘yo si les pago muy
bien y les doy de comer …’ tenemos que reconocer que se les está faltando al
respeto a estas personas, que de manera implícita se les dice que, por difícil
que sea el trabajo, no es lo suficiente para ser un empleo digno de
prestaciones sociales y es menor que el empleo de los demás. Azuela
nos hace reflexionar: “Quienes asumen que las trabajadoras del hogar son receptoras
de beneficencia […] hace falta que imaginen a uno de los “suyos” en condiciones
similares. Lo menos que esperan las empleadoras para sus hijos y esposos es que
cuenten con contratos de trabajo que les garanticen los derechos mínimos:
horario, seguro médico, pago justo, vacaciones, jubilación, [etc.]” (Azuela,
2015, El Universal).
Conclusión:
En el contenido de este ensayo
no observamos la situación en la que las mujeres que se dedican al trabajo
domestico no solo son discriminadas, sino también son privadas de los
beneficios básicos del empleo. Cualquier otro empleado tiene un numero de
derechos y beneficios que le dan seguridad, dignidad y , sobretodo, le protegen
sus derechos, sin embargo a las mujeres que trabajan en el hogar no se les protege
así. La formalización del trabajo domestico no es un capricho, no es una escusa
para pedir más dinero y vacaciones. Es un grito desesperado para que se
reconozcan sus esfuerzos; para mantener su dignidad; para que se les considere
por lo que realmente son, parte de la clase trabajadora que, igual que todos,
lucha todos los días para sacar a sus familias adelante y contribuir en su
país. No estamos lejos de que este trabajo se vuelva un verdadero empleo digno,
ellas ya cumplen con todas las obligaciones, solo faltan beneficios.
REFERENCIAS
Principales:
Borgeaud-Garciandía, N. Lautier, B. (2014). La personalización de
la relación de dominación laboral: las obreras de las maquilas y las empleadas
domésticas en América Latina. Revista Mexicana de Sociología, Enero-Marzo,
89-113.
Goldsmith, M. (1992). Sindicato de trabajadoras domésticas en
México: (1920-1950). Política y Cultura, otoño, 75-89.
Gorbán, D. (2013). El trabajo doméstico se sienta a la mesa: la
comida en la configuración de las relaciones entre empleadores y empleadas en
la ciudad de Buenos Aires.Revista de Estudios Sociales, Enero-Abril,
67-79.
Rottenbacher de Rojas, Jan Marc. (2015). Trato discriminatorio
hacia empleadas domésticas y segregación socio-espacial en balnearios de
Lima. Revista de Psicología, . 242-275.
Valenzuela, M. Mora, C. (Eds.).(2009) Trabajo doméstico: un largo camino hacia el trabajo decente.
Santiago, Chile: Oficina Internacional del Trabajo.
De apoyo:
Azuela M. (2 de febrero del 2015). Sushi para la sirvienta.
Recuperado el 25 de octubre del 2015, de EL UNIVERSAL Sitio web:
http://m.eluniversal.com.mx/notas/articulistas/2015/02/74625.html
Dr. Juan Somavia. (2015). Valorar la dignidad del trabajo.
Recuperado el 25 de octubre del 2015, de UNITED NATIONS DEVELOPMENT PROGRAMME
Sitio web: http://hdr.undp.org/es/content/valorar-la-dignidad-del-trabajo
Kant I. (2003). Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
México DF: Porrúa.
S.A. (2000). La Discriminación Étnica y Racial en América Latina y
el Caribe. Recuperado el 25 de Octubre del 2015, de CEPAL Sitio web: http://www.cepal.org/cgi
bin/getProd.asp?xml=/prensa/noticias/comunicados/0/5550/P5550.xml&xsl=/prensa/tpl/p6f.xsl
S.A.(18 de septiembre del 2015). Las trabajadoras del hogar ya
tienen sindicato. Animal Político.
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