martes, 3 de mayo de 2011

GABRIELA ARELLANO GONZALEZ 1222845

Abstract

"If wealth is lost, nothing is lost. If health is lost, something is lost. But, if character is lost, everything is lost." “Si se pierde riqueza, nada se habrá perdido, si se pierde salud, algo se ha perdido, pero si se pierde el carácter, todo está perdido.” (Cita anónima)
Es precisamente esta cita, la que nos lleva a reflexionar sobre la importancia de la educación del carácter en el ser humano. Una persona sin carácter no podrá decidir por sí misma, sino que se dejará llevar por la opinión de la mayoría, y no tendrá la capacidad de discernir entre una buena y una mala decisión, o al menos, de optar por lo que realmente desea. La falta de carácter está afectando no sólo a nuestro país (simplemente vemos como la “democracia” no muchas veces es realmente democracia, ya que las personas no deciden lo que quieren, sino se dejan llevar) pero también al mundo entero.

La educación del carácter: determinante para el desarrollo humano

La importancia del carácter en las personas radica en la capacidad, conocimiento y habilidades para tomar decisiones responsables y éticas a lo largo de la vida.
Desde que somos pequeños, se nos presentan opciones, y comienza un sinfín de decisiones que habremos de tomar a lo largo de nuestras vidas. Inicialmente son nuestros padres los que deciden por nosotros y nos orientan en base a sus creencias y valores. Al llegar a la escuela nuestro panorama social y emocional se amplia, y nos enfrentamos a diferentes educaciones, valores, perspectivas y formas de pensar. El número de decisiones a tomar también crece, a pesar de que seguimos bajo la dirección de padres, maestros, tutores, etc. Ellos son nuestros modelos a seguir por los roles que desempeñan, y no debemos olvidar que se educa también a través del ejemplo. Es una gran responsabilidad para éstas personas el ser congruentes entre lo que predican y los ejemplos vivos que día a día nos van manifestando.

Desafortunadamente la importancia de “pertenecer” o sentirse parte de un grupo, hace que las personas no tomen muchas veces las mejores decisiones, ya que su popularidad o aceptación por los demás se vería afectada. Esto se agrava por supuesto en la adolescencia, cuando el niño/joven tiene la necesidad de independizarse de quienes han regido su existencia, pero también de ser aceptado por sus similares, de probar cosas nuevas, de rebelarse, de encontrarse e ir forjando su personalidad hacia la edad adulta.
El tipo de decisiones a las que se enfrentan, incluyen, alcohol, drogas, abandonar o no el estudio, iniciar su vida sexual, experimentar con su cuerpo a través de piercings, tatuajes, moda, etc. Es difícil que un adolescente tenga carácter o esté preparado para la toma de este tipo de decisiones que desafortunadamente marcaran su vida, aunque en el momento, no parezcan a sus ojos decisiones trascendentales.
Una vez superada la etapa de la adolescencia, vienen innumerables decisiones como la elección de una carrera, de la pareja, de la actividad profesional a desarrollar, y en general de una forma de vida presente y hacia el futuro. La forma de conducirse en la vida personal, profesional, social, emocional, y hacia la comunidad a la que pertenecen.
Nuevamente, si se tiene carácter, habilidades, conocimientos y un esquema solido de valores se podrán tomar las mejores decisiones. Decisiones no solo bien razonadas, sino regidas bajo una ética y moral conforme a lo que se ha vivido y experimentado a través de los años. Las experiencias previas, buenas o malas, sencillas o traumáticas, irán moldeando el carácter de una persona, y lo convertirán en un adulto capaz y sano emocionalmente o en alguien sin carácter.

Todas las personas tenemos rasgos de bondad y de maldad a la vez, es parte de la naturaleza humana. Esta dualidad es lo que logra un equilibrio y nos permite alcanzar la armonía.

A través del desarrollo moral de la persona, apreciamos diferentes etapas y motivos para conducirnos de cierta manera. Los seis estadios del juicio moral descritos por Kohlberg, muestran las motivaciones y explican las razones por las que actuamos de cierta forma.

Nivel 1 o preconvencional- En su estadio I es cuando se acatan las reglas por temor a un castigo o por obediencia misma, ya que existe una autoridad superior (padres o tutores). Esto funciona en etapas tempranas de la vida, y genera confusión de la perspectiva de la autoridad, con la propia perspectiva de la persona.
En el estadio II ya se contemplan los diferentes intereses de las personas involucradas, y se siguen reglas para cumplir los propios intereses, y dejar a los otros hacer lo mismo. Implica un acuerdo o pacto.
Nivel 2 convencional En el estadio III se contemplan expectativas interpersonales mutuas, que implican ponerse en el lugar del otro, y que se nos vea como buenas personas.
El Estadio IV ya incluye decisiones con un mayor compromiso hacia la sociedad o el grupo al que se pertenece. Se rige bajo un sistema de leyes a respetar, ubicando el lugar que se ocupa en el sistema.
Nivel 3 Postconvencional El Estadio V es de principios sociales en los que existe un compromiso social que respeta el bien común, basándose más en los valores.
El estadio VI contempla principios éticos universales de respeto a la persona, viéndola como un fin por sí misma, y tomando en cuenta que como tal se le debe de tratar. Este es el grado máximo al cual todos los seres humanos debemos aspirar y que nos aseguraría una convivencia armónica.
La falta de carácter en jóvenes y niños a nivel mundial los orilla a tomar decisiones equivocadas, lo que afecta a la sociedad en general, y ha sido motivo de guerras, y enfrentamientos entre culturas diferentes por motivos religiosos, étnicos, económicos, etc. Algunos casos son La Segunda Guerra Mundial incluyendo la limpieza étnica que deseaba Hitler, los enfrentamientos entre musulmanes y occidentales que ahora se pueden recrudecer con el fallecimiento de Osama Bin Laden a manos de un comando norteamericano, etc. Si los jóvenes no tienen carácter ni un esquema de valores bien cimentados, se dejaran llevar por líderes elocuentes, carismáticos y poderosos, con fines maquiavélicos en muchos casos.
En la actualidad es tanta la desorientación y falta de educación del carácter, que vemos a jóvenes terroristas homicidas, y peor aún, suicidas, que matan por seguir a su grupo o los ideales de su grupo, sin un análisis propio. No analizan las consecuencias, ni la falta de ética y valores en sus acciones. Son prácticamente autómatas dirigidos por líderes con ideales y propósitos negativos y peligrosos que están llevando a la humanidad a la autodestrucción.
No se detienen a pensar moralmente “¿qué debo hacer?”, ni éticamente “¿por qué debo hacerlo?”. Su juicio moral esta distorsionado de lo que son los principios universales de respeto a la dignidad humana, y al no haber reflexión ética no se tiene la capacidad de razonar de una manera positiva. Así, vimos a jóvenes kamikazes estrellar aviones contra las torres gemelas hace casi 10 años, y destruir familias y esperanzas. Los hemos visto también en España, como miembros de la ETA, inclusive hace menos de tres meses se vio en el aeropuerto Internacional Domodédovo en Moscú, con la explosión de una bomba que terminó con la vida de 35 personas; estos son tan sólo unos ejemplos ya que la lista de bien podría seguir y seguir y difícilmente podría terminar.
En México afortunadamente no hemos tenido graves problemas de terrorismo como tal, pero sí vemos problemas de: deshonestidad creciente (robo de exámenes en escuelas, robo hormiga en empresas, etc.), aumento de violencia general (violencia intrafamiliar, asaltos, secuestros, extorsiones), falta de respeto hacia figuras de autoridad (de hijos a padres, de alumnos a profesores, de subalternos a superiores, etc.). Se vive también el egoísmo y materialismo (fraudes, engaños, actividades ilícitas como el tráfico de drogas, lo que lleva a las personas a actuar sin pensar en los demás para conseguir lo que se desea). También está creciente la actividad sexual prematura, consumo de droga y alcohol (falta de carácter en su máxima expresión). Todos estos “pequeños” problemas parecen no tener repercusión alguna ya que pueden ser sencilleces, pero precisamente de estas sencilleces es como se forja el carácter de la persona; el carácter de la sociedad.
Para controlar esta problemática debemos fomentar el respeto, que no es sino mostrar consideración por el valor de una persona o cosa y la responsabilidad, que es el cumplir con las obligaciones y asumir las consecuencias de las propias acciones
La responsabilidad implica comprometerse y tener valentía moral. Esta valentía moral es parte de la educación del carácter. Una parte fundamental que define el carácter de una persona es su preocupación por los demás y su manera de relacionarse a ellos. Un ser completo o que cumple con las características necesarias para fungir como líder debe de tener preocupación por los demás y eso se refleja en sus acciones. El utilitarismo está presente en este aspecto, ya que se busca la felicidad de la mayoría, no sólo en la felicidad misma, lo que a la larga beneficiará a un mayor número de personas. Una persona que tenga bien desarrollado su carácter moral, cumpliría con esta teoría pero además sabría balancearla bien sin irse a los extremos.
Desde la mitad del siglo 20, las escuelas relajaron la educación del carácter, debido al auge del positivismo lógico (No hay una verdad moral, un bien y un mal objetivo) y también al auge del relativismo moral (todos los valores son relativos)
Se tomó muy en cuenta el “personalismo” (cada persona debe ser libre de escoger sus propios valores) y hubo un pluralismo creciente (¿los valores de quien, son los que debemos enseñar?)
Asimismo, los colegios empezaron a ser laicos, y a evitar la enseñanza de valores que pudiera confundirse con enseñanza religiosa.
Sin embargo ahora las escuelas nuevamente están comenzando a implementar programas de educación del carácter que buscan forjar personas con criterio, y autoconfianza para la toma de decisiones. Con esto se lograran generaciones más sólidas en sus valores y ética de vida.
El Dr. Thomas Lickona, es un psicólogo y profesor de educación en la Universidad Estatal de Nueva York, que ha sido reconocido por sus investigaciones en lo referente a programas de educación del carácter en niños y jóvenes, y que asesora a escuelas en este tema. En Mexico por ejemplo, ha impartido cursos a los profesores del ESBIN del ITESM en Chihuahua y en su libro Educating for Character: How Our Schools Can Teach Respect and Responsibility (1991) define: “When we think about the kind of character we want for our children, it’s clear that we want them to be able to judge what is right, care deeply about what is right, and then do what they believe to be right—even in the face of pressure from without and temptation from within.” (Dr. Lickona), que se traduce “Cuando pensamos acerca del carácter que queremos para nuestros hijos, está claro que deseamos que sean capaces de juzgar lo que es correcto, que les importe profundamente lo que está bien, y que hagan lo que ellos consideren correcto, aun a pesar de la presión externa, y las tentaciones inherentes.”
Conclusión
Concluimos por lo tanto, que lo importante es que nuestros niños y jóvenes mexicanos tengan la capacidad para definir lo que es correcto en una situación, defender su punto de vista y comprometerse, a pesar de las presiones de sus similares, o de los beneficios económicos, sociales y demás que pudiera redituarles el no actuar conforme a sus convicciones. Esto nos llevará a ser una sociedad armónica y funcional. Si se combate este problema, o más bien se enseña y educa desde el principio, se forjarán personas seguras de sus creencias y convicciones que guiarán a la sociedad en general, a ser mejor. A continuación, les dejo una cita textual, y los invito a reflexionar y sacar sus propias conclusiones.
“Aunque las circunstancias influyen mucho sobre nuestro carácter, la voluntad puede modificar en nuestro favor las circunstancias.” (John Stuart Mill)










BIBLIOGRAFIA

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Lickona, T. (1991). Educating for character: how our schools can teach respect and responsibility. New York: Bantam Books.
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