lunes, 2 de mayo de 2016

Vivienda social en México, arquitectura, sociedad y ¿ética?



Vivienda social en México, arquitectura, sociedad y ¿ética?
Oscar Manuel Cardoso Santos
 
La problemática que genera el mal desarrollo de la vivienda social en México, es un tema ante el cual se gira el cuello al ser mencionado seriamente ante instituciones y compañías pertinentes. La trascendencia del tema resulta innegable al contar con 45.5% de personas en condiciones de pobreza (Langner, 2015, 1) y un crecimiento urbano que exige cada vez más viviendas. El oportunismo adoptado por sectores privados y gubernamentales nos guía a un cuestionamiento sobre si el plan de desarrollo de viviendas para el sector menos favorecido es realmente la única alternativa ante la demanda de hogares para la clase baja.
En el desarrollo de la vivienda social en México, la mala planeación urbana e inmobiliaria y  la ausencia de diálogo provoca un atentado en contra de la dignidad humana, los derechos civiles y la ética planteada, casi por unanimidad, de los principios de la arquitectura. La ausencia de dialogo deriva en el desconocimiento de la condición real de los habitantes de la urbe y, por lo tanto, sus necesidades; la dignidad humana es desplazada al pasar por alto el derecho universal a la vivienda digna, derecho plasmado en distintas organizaciones mundiales y en la Carta Magna mexicana; los derechos civiles se ven acosados y atados a sus condiciones socioeconómicas que les limita a una rango de opción estrecho y la arquitectura se ve despojada de sus principios elementales de contribuir al buen desarrollo de la sociedad y exaltar la belleza del espacio.
Palabras clave: arquitectura, sociedad, vivienda social en México, desarrollo urbano, ética, vivienda digna, espacios públicos, responsabilidad, ciudadanía.
Una de las fallas principales en el desarrollo de viviendas de interés social es el aislamiento hacia la periferia de la zona metropolitana de las ciudades sin considerar las necesidades reales de los usuarios y las consecuencias a largo plazo que este distanciamiento provocará en la mecánica diaria de los habitantes. El argumento principal que se da para justificar la locación de los predios en dichas zonas es que el precio de la tierra es menor, lo cual, reduce el costo de los inmuebles. Aunque esto sea innegable, las consecuencias que se desprenden al no planificar concienzudamente y con prudencia aristotélica (Cortina, 1996, p.2-3) los efectos a futuro que tendrá, tanto en aquellos que van a habitar las casas como en el crecimiento urbano, provoca un fallo en el objetivo principal de las viviendas y, más aún, de la arquitectura.
En México, al igual que en muchas ciudades latinoamericanas,  este aislamiento ignora los largos trayectos que se tienen que hacer todos los días, la carencia de seguridad en la zona y (derivado de los dos factores anteriores), un eventual abandono de la propiedad (Sánchez, 2012, p.27). Sin embargo, la locación no es en realidad una acción insana per se, pues existen proyectos del mismo tipo en donde, aunque se encuentren los predios en la periferia, cuentan con establecimientos dentro de las mismas comunidades que les permiten desarrollo, autosuficiencia ajena a la zona metropolitana y seguridad, erradicando cualquier tipología de gueto urbano y lunar de violencia. En la perspectiva del arquitecto, dotado de los conocimientos teóricos y prácticos de su profesión, complementado por la ética que exige su visión, no le es permisible cegarse ante las consecuencias venideras que sus proyectos traerán a la población, pues, si la escuela aristotélica del hombre virtuoso demanda la aplicación de los principios morales a casos concretos, es decir, prudencia (Cortina, 1996, p.2), el arquitecto, como agente de progreso para la comunidad, tiene un actuar ligado a actuar con dicha prudencia para impulsar la autorrealización de las ciudades. Abordado desde otra perspectiva, el utilitarismo en la ética del arquitecto debe obrar en el buen diseño, en la estrategia y en la presentación de una propuesta que desemboque en el bien común. (Cortina, 1996, p.3)
Me es irresistible remarcar la relación que existe entre la carencia por seguridad social y la carencia por calidad y espacios en la vivienda y por acceso a los servicios básicos de la vivienda, en donde, según datos del CONEVAL, se nota que cuando los números de la primera carencia suben, los números de las últimas dos bajan y cuando la primera desciende en cifras, las últimas dos ascienden (CONEVAL, 2014). Esta relación de datos es un factor que debe tomarse en cuenta al diseñar los tipos de espacios privados y públicos que se generarán entre calles, casas, establecimientos de comercio y espacios comunitarios. El fallo gubernamental, en cuanto a seguridad pública se refiere, es evidente cuando su jurisdicción presenta un alcance tan pobre en el territorio. Sin embargo, el arquitecto no debe depender de esta falta como un argumento de defensa en caso de que el proyecto resulte en un nido de violencia. Jane Jacobs, teórica del urbanismo y activista político-social, describe en su obra más influyente, Muerte y Vida de las Grandes Ciudades (1961), que una ciudad segura no es aquella en la que haya cámaras y policías en cada esquina, sino en la que los vecinos tengan un acercamiento y convivencia cotidiana, en la que exista una confianza en el vecindario y un conocimiento mutuo (p.9). De esta forma, se puede establecer una atmosfera pacifica en los vecindarios sin la necesidad de que las ciudades aparenten un estado de Ley marcial. Esto se logra mediante el desarrollo de espacios públicos, espacios de convivencia, pues son en estos lugares en donde el individualismo y la anomía social encuentran una reducción al fomentar el civismo y el respeto mutuo (p.9).
Este planteamiento, que en un punto de vista personal me recuerda al Ágora griego, es una solución al tema de seguridad que en ningún grado atenta la dignidad de los ciudadanos, pues se erradica la necesidad de acosos de cuerpos de seguridad y promueve el desarrollo integral de la comunidad al dar, de manera sensorial, un entorno de bienestar al individuo. Otro aporte esencial de la visión de Jacobs es el de concebir a la manzana como un ente celuloide que conforma las ciudades. Esta jerarquía logra dar el grado de importancia que este conjunto merece, pues la ciudad, cual Leviatán, es un ser formado por distintos actores particulares que dirigen su actuar, entonces, al ser vista la ciudad como una conglomeración de unidades, cada aspecto celuloide influirá de manera terminante en el  desarrollo de ésta (p.9).
Ahora, en el aspecto arquitectónico, una parte muy criticable de los proyectos de vivienda social es la inflexibilidad que el diseño encierra. Aunque en menor medida que la de años anteriores, las familias de clase baja se componen de un mayor número de integrantes que las familias de clase media, pues las familias extendidas son más abundantes en el sector socioeconómico bajo. Esta inflexibilidad de diseño solamente refleja el total desconocimiento o, peor aún, la ignorancia del arquitecto hacia el cliente al que está destinada la obra. En el escrito hecho por el arquitecto e investigador José Fernández-Llebrez Muñoz, La dimensión humana de la arquitectura. Aprendiendo del Team 10., se hace un énfasis importante en la “interdependencia” que la arquitectura y la sociedad tienen, en palabras del autor, el “recorrido de ida y vuelta entre la arquitectura y sus usuarios (…) el arquitecto percibe y reflexiona (…) sobre los condicionantes (…) de éstos para, posteriormente, (…) mejorarlos.” (p. 67). Además, se atienden los rasgos particulares de los clientes y su cambio en el espacio y tiempo (p.67). Otro punto importante que cita Muñoz en su texto del libro, Después del movimiento moderno: arquitectura de la segunda mitad del siglo XX de Joseph Maria Montaner es el de proyectar arquitectura “para un hombre concreto, individual, con todas sus carencias (…)” y dejar atrás la proyección “para el hombre genérico e ideal (…)” (p. 68).
Continuando con la interdependencia arquitectura-usuario y haciendo hincapié en el último argumento mencionado, en el libro Proyectos Arquitectónicos Habitacionales (2014), del arquitecto y profesor José Manuel Falcón Meràz, menciona la necesidad del habitante por diferenciar su hogar de los modelos estandarizados que la vivienda social representa. En el escrito del Dr. Juan Carlos Siurana Aparisi, Ética de la arquitectura y del Arte, se habla de la responsabilidad del arquitecto ante la “deshumanización urbana” y la falta de identidad de las obras, pues es la finalidad de la arquitectura crear un “medio habitable (…) producto humano cuya misión debería ser ordenar y mejorar nuestras relaciones con el entorno” teniendo siempre en cuenta el valor artístico (p. 2-3). Si analizamos proyectos desarrollados por instituciones como INFONAVIT, podemos encontrar modelos homogéneos ausentes de genius loci y del objeto de la ética artística mencionada por el Dr. Siurana, que es, expresar belleza. 
Ahora, en 2015, habitantes de la Ciudad de México, protestaron “con una corona y ramos de flores colocadas en (…) la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (…) por la fallida política de desarrollo urbano, que expulsa a 100 mil personas cada año de la ciudad.” (Gómez, 2015) Además del gran interés en la oportunidad de ganancia económica de las constructoras privadas y del gobierno en el desarrollo de viviendas sociales y de la violación y mala estructuración de las leyes mexicanas, los pobladores señalaban responsable de la falla del desarrollo urbano a la omisión de la opinión de la ciudadanía al momento del diseño y desarrollo de estos proyectos (Gómez, 2015). Este hecho, aunque particular, representa la falta del diálogo entre el sector empresarial privado-gubernamental-social.
La vivienda no es el único sector que sufre esta falla de comunicación en México, más el enfoque del ensayo me delimita a este tema. “El sector de la vivienda representa 14.1% del Producto Interno Bruto del país, emplea a más de 3 millones de personas e impacta en 78 ramas de la economía.” (Gutiérrez, 2016). Si la arquitectura habitacional es un pilar económico, la desatención de la opinión comunitaria, la desinformación de los usuarios en cuanto a diseño y condiciones de los predios y el desplazamiento (casi forzoso) de ciudadanos a estos establecimientos que, por diseño, son posibles nidos de violencia, presentan violaciones jurídicas, en cuanto a estado de derecho se refiere y éticas en cuanto a dialogo nulo (en estrategia de diseño y formulación de leyes correspondientes) y al atentado directo (con o sin conciencia de los actores) de los derechos civiles y dignidad humana (vivienda digna).
Existe un tercer actor que hasta ahora solamente se ha señalado víctima: la sociedad. Etienne Louis Boulleè, sublime arquitecto del S. XVIII, escribe en su Ensayo sobre el Arte que “Hay pocos artistas que se ocupan de la arquitectura, pero, de todas formas, nadie puede dejar de conocer su utilidad.” (p. 33), esto lo menciona luego de resaltar la importancia de que la enseñanza de la arquitectura sea para el pueblo en general y que la profesión se distinga en el perfeccionamiento de técnicas de dibujo, música, idiomas, entre otras artes. Boulleè, al igual que Muñoz (2013, p. 67), habla de la conexión inherente entre la arquitectura y la sociedad y considera casi de forma imperativa el conocimiento general de esta práctica que tiene un efecto determinante en la mecánica diaria de la sociedad. Asimismo, la “iluminación de la sociedad ante la arquitectura acarreará el ascenso en la calidad de los pedios, pues, como menciona Adela Cortina en su escrito sobre teorías éticas, en específico, en el apartado de “La razón calculadora”: “cuanto más conscientes y cul­tos, necesitamos más para ser felices” (1996, p.4).
Después de haber hablado de las carencias y las malas condiciones que se viven en los proyectos de vivienda de interés social, efectuados por dependencias del gobierno y empresas privadas, aunadas a la ignorancia social, el círculo vicioso continúa con el abandono de los predios y los asentamientos informales dentro y fuera de la ciudad.  En el escrito, La vivienda social en México pasado-presente- futuro? de 2012,  se habla de los procesos y cifras de la autoconstrucción en la cual “(…) más del 60% de la población con ingresos menores a tres salarios mínimos, está excluido de los Programas Institucionales de Suelo Urbanizado y de Vivienda.” Por lo que su condición los fuerza a desarrollar “procesos irregulares de poblamiento y autoproducción de su hábitat. (…) este poblamiento representa más de 65% de las viviendas de todo el país.” (Sànchez, p. 39).
Esta cifra alarmante se respalda con el 46.2% de población en condiciones de pobreza, según el último reporte de medición de pobreza del CONEVAL en el país de 2010 a 2014 (CONEVAL, 2014, Gráfica 1). Esto ocurre, posiblemente, por la falta de capital y de expansión que, como se ha mencionado antes, ocurre en predios. En el escrito de Dayra Gelabert y Dania González, Vivienda progresiva y flexible Aprendiendo del repertorio, se explica que en los sectores de bajos ingresos, la autoconstrucción, por razones económicas, “permite reducir la inversión inicial necesaria para hacerla habitable y a la vez, irla mejorando y completando poco a poco según las necesidades y posibilidades.” (p. 49). Así pues, con estos datos y reacciones a los fallos de los proyectos, se percibe la nula libertad y autonomía de los habitantes (Sánchez, 2006, p. 97) , pues sus condiciones externas les obliga a marchar hacia comunidades que, al no ser contempladas en el plan de desarrollo urbano, rompen con el esquema y el buen desarrollo de la ciudad en situaciones actuales y, consecuentemente, futuras, cosa que, según el análisis en diversas teorías arquitectónicas y éticas, es un incumplimiento y una falla a la moral y los principios del arquitecto y la arquitectura.
En conclusión, el objetivo de las viviendas de interés social no radica en el hecho de “no importa dónde o cómo vivan las personas siempre y cuando tengan un techo”. Como ya he puntualizado anteriormente, el desarrollo de estos proyectos resulta trascendental en el buen desenvolvimiento de las ciudades, la responsabilidad compete a todos los actores involucrados en dichos proyectos: al gobierno, en su responsabilidad frente al estado, a las compañías, en su responsabilidad frente a las condiciones socioeconómicas del país, al arquitecto, frente a las responsabilidades inherentes de su profesión para con el arte y la sociedad, a la sociedad, frente a su involucramiento a consciencia de los cambios que experimenta su entorno y, desde luego, su mecánica, al individuo, frente a su papel de ciudadano que conforma, actúa y transforma una comunidad.
Referencias
Boullée E. L. (1985). Arquitectura. Ensayo sobre el arte. Barcelona: Gustavo Gilli
CONEVAL. (2014). Medición de la Pobreza, Estados Unidos Mexicanos, 2010 – 2014. Cd. De México: INEGI
Cortina, A. (1996). Ética. La vida moral y la reflexión ética. Madrid: Santillana
Falcón, J.M. (2014). Proyectos Arquitectónicos Habitacionales. Monterrey: Biblioteca Digital Tecnológico de Monterrey
Fernández-Llebrez Muñoz, José. (2013). La dimensión humana de la arquitectura. Aprendiendo del Team 10. Arquitectura y Urbanismo, 34(1), 64-72. Recuperado en 03 de abril de 2016, de http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1815-58982013000100006&lng=es&tlng=es.
Gelabert Abreu, Dayra, & González Couret, Dania. (2013). Vivienda progresiva y flexible. Aprendiendo del repertorio. Arquitectura y Urbanismo, 34(2), 48-63. Recuperado en 04 de abril de 2016, de http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S181558982013000200005&lng=es&tlng=es.
Gòmez, L. (2015). Protestan habitantes del DF en la Seduvi por el desorden urbano. La Jornada, 1.
Gutiérrez, F. (2016). Precios de vivienda, sin razón para subir. El Economista, 1.
Jacobs, J. (1961). Muerte y Vida de las Grandes Ciudades. España: Capitán Swing
Langner, A.. (2015). Niveles de pobreza en México sin cambios en últimos 20 años: OCDE. El Economista, 1.
Sànchez, C. J. (2012). La vivienda social en México pasado-presente- futuro?. México, D.F: Jsa
Sánchez, V. (2006). Responsabilidad Moral, Determinismo y Libertad. Monterrey: ITESM
Siurana, J. A. (2004). Ética de la arquitectura y del Arte. Monterrey: ITESM
 

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