viernes, 9 de mayo de 2014

La Naturaleza del Cambio Ético

Christian Ernesto Valencia Abundis
A01221904
La naturaleza del cambio ético
Resumen
Actualmente, la población humana experimenta una crisis ambiental que pone en riesgo la integridad de los individuos, por lo que es necesario desarrollar una conciencia en torno a la problemática planteada para incursionar en la toma de decisiones que contrarrestarán o mitigarán este escenario de peligro. A raíz de esto, el ensayo tiene el propósito de evaluar las implicaciones éticas que se generan cuando el espectro ambiental es tomado en consideración para establecer parámetros que encausen el comportamiento humano, así como una evaluación que establezca la legitimidad de los procedimientos que últimamente han sido asimilados por instancias de carácter político para solventar la contingencia ambiental.
En este sentido, los argumentos presentados tienen un enfoque ético que se respalda principalmente de las categorías analíticas de orden deontológico, por lo tanto, las conclusiones manifestadas pretenden concertar una actitud normativa que impugne la relativización de la moral. Por consiguiente, este trabajo servirá como parteaguas de un debate ambiental que progresivamente alcanzará cualidades más complejas que enriquezcan la postura ética de los seres humanos hacia su entorno.
Palabras clave: ética, medio ambiente, justicia, dignidad, antropocentrismo tecnocrático, contrato social, cambio climático, calentamiento global, ética de mínimos


Desarrollo
El cambio climático es un tema que ha adquirido una gran importancia en las discusiones de carácter internacional que pretenden dar solución a los distintos eventos que deterioran la convivencia entre todas las especies de la raza humana. Esta problemática ha sido difundida por un sinfín de medios de comunicación que dan por hecho la existencia de este fenómeno que es producto de las actividades humanas. Tanto ha sido el impacto que ha causado en el público en general, que el debate se ha explotado de tal forma que los políticos se ven tentados a utilizar recursos publicitarios para obtener opiniones aprobatorias de los diferentes sectores que conforman a las sociedades, por no mencionar la amplia gama de perspectivas distorsionadas que se caracterizan por no contar con toda la información necesaria para poder hacerse de una idea clara y efectiva de todo el panorama que abarca el espectro del cambio climático.
            Es de suma importancia comprender que existen diversos puntos de vistas encontrados entre científicos que estudian la procedencia del fenómeno climatológico que acongoja a todos los elementos que componen al planeta Tierra. Comúnmente se afirma que las emisiones de dióxido de carbono producidas por actividades humanas relacionadas a la quema de combustibles, son la principal causa de este problema. Sin embargo, cabe mencionar que estos procesos no son los únicos que representan gases de efecto invernadero en la atmósfera, también hay circunstancias en donde estas emisiones son de origen natural, considérese el metano producido por los procesos digestivos de ciertos animales (Durkin, 2007), así como la constante evacuación de gases contaminantes provenientes de los volcanes y zonas que presentan algún tipo de actividad subterránea.
            Por otra parte es crucial tener en cuenta los antecedentes históricos que pudieran dar evidencias, incluso explicaciones del cambio climático que actualmente damos por hecho que es responsabilidad de los seres humanos. Uno de los ejemplos más claros es la Era de Hielo, momento en la historia del mundo en donde hubo un cambio climático que evidentemente no existían las máquinas a las cuáles les atribuimos nuestro fenómeno climatológico. Además, estudios han demostrado que existe una relación casi directa entre la radiación recibida por la estrella solar y la oscilación de temperatura global a lo largo de miles de años (Durkin, 2007).
            Debido a esta disparidad que hay entre los científicos que examinan el cambio climático, entra en duda la responsabilidad que los humanos tenemos que tener hacia la naturaleza, es decir, ¿acaso nosotros somos los causantes del deterioro ambiental en el planeta? Claramente hemos hecho una marca irreversible por el uso indiscriminado que día con día se realiza impunemente. Desde la deforestación y contaminación química de agua, hasta el mero acto de construir, las personas hemos desarrollado la idea de que, por el simple hecho de ser entidades racionales que pueden actuar por autonomía, somos el derecho a apropiarnos de lo que queramos. La mejor forma de entender esta idea es a través de la concepción de nación. México, por ejemplo, utiliza conceptos en la Constitución en donde se proclama la existencia de un territorio nacional en el cual los ciudadanos tienen derecho a la propiedad (Carbonell, 2003).
Entonces, no solamente las personas tenemos un impacto con nuestro entorno, sino que nos apropiamos de él indiscriminadamente al no haber ningún ser o fenómeno que nos impida el dominio y manipulación del ambiente. Esta relación que existe entre humano y naturaleza se analiza en la categoría analítica del antropocentrismo tecnocrático, cuyo punto de partida es el pensamiento de Descartes sobre el conocimiento. A partir de la Edad Moderna se percibe al humano como un ente que precisa ser autosuficiente, por lo que se llega a la conclusión en donde el dominio de la naturaleza es clave. Los recursos naturales debían estar a nuestra disposición y debido a los principios mercantiles de oferta y demanda de una gran cantidad de personas, la explotación a escalas industriales resultaba imprescindible, condición que fomentó el descuido del medio ambiente (Ballesteros, 1995). Dada esta circunstancia de poderío autoproclamado, ¿existe algún deber ético hacia nuestro entorno?
La situación contemporánea de los humanos, más que enfocarse en repartir responsabilidades y culpas en torno a las causas del cambio climático, ya sea por la complejidad y hasta cierto punto ignorancia del tema, debe tratar la cuestión ambiental desde una perspectiva ética que valore el peso que pudiera tener todo lo que no es humano con lo humano y a partir de esto, establecer principios razonables que respondan a la evaluación anteriormente planteada. Cabe aclarar que las conclusiones obtenidas de estas consideraciones éticas, deben ser contempladas para el existente problema global del cambio climático.
            Uno de los problemas que enfrenta el debate ético se relaciona con los criterios que debemos tener para analizar la ética como tal, es decir, ¿en torno a qué se empieza el estudio de la moral? A partir de esta cuestión, dos categorías analíticas son planteadas: los humanos y los no humanos. El primer término reconoce que en el mundo existen seres que son capaces de razonar mediante una conciencia propia. La segunda clasificación busca englobar y generalizar todo lo que es ajeno a estos seres, en otras palabras, al entorno de los humanos.
Una corriente de pensamiento ético sostiene que los humanos no pueden dar las bases para una ética ambiental ya que el estatus moral humano se deriva de una posición independiente al espectro del cosmos (UNESCO, 2010). Es por esto que no se puede pensar en un marco para conciliar las distintas perspectivas, humano y no humano, por lo que no podemos declarar un criterio universal que marque los principios básicos hacia la convivencia entre el humano y su entorno. Sin embargo, esta perspectiva aborda el tema ético de una forma que va más allá del pensamiento humano, en donde las valoraciones extraídas del razonamiento humano son incompatibles con una clase de moralidad que aparentemente ya es intrínseca en todo lo que es ajeno a nosotros. ¿Cómo es posible concebir la moralidad sin que se le atribuya su mera “existencia” a las personas? No se puede, es decir, la concepción de la moral es producto del proceso de razonamiento que desarrollan los humanos, en otras palabras es una consecuencia de nuestra capacidad interpretativa del ser.
Cuando un fenómeno natural, ya sea un huracán, terremoto, tsunami, entre otros, se manifiesta, por sí solos, estos eventos van más allá del paradigma encauzado por el fenómeno humano. Estos acontecimientos, en esencia, no cuentan con moralidad alguna, a menos que fueran engendrados por un ser que precede a la comprensión terrestre, por lo que claramente no se le puede asemejar a la categoría ética de los humanos. Pero necesitamos dar constancia del origen de la moral y consecuentemente de la ética: estas prácticas son concebidas por la conciencia humano. Entonces, cualquier tema ético le concierne únicamente a los seres racionales. Aclarando esto, ¿por qué es importante tener criterios universales para la promulgación de una ética razonable?
“El hombre es un lobo para el hombre” afirmó el filósofo inglés Thomas Hobbes (Rachels, 2007) para referirse al estado de naturaleza que está presente en todos los humanos y que se contrapone al estado civil. Con base a esta dicotomía, podemos entender cómo es que las personas pueden convivir de tal forma que no se maten los unos a los otros. El resultado de este acuerdo es conocido como el Contrato Social y nos sirve como fundamento para estudiar la moral de los ciudadanos de una sociedad. Este argumento, posteriormente desarrollado con mayor complejidad por Kant y teorizado por la corriente utilitarista, parte de una perspectiva ética de mínimos en donde las personas necesitan principios básicos que controlen y guíen la conducta proveniente del estado natural. Por lo tanto, la sobrevivencia es uno de los fundamentos que dan lugar al próximo planteamiento: ¿cuál es el papel que juega el medio ambiente en el panorama ético?
Desde la primera Revolución Industrial a la fecha, la emisión de gases de efecto invernadero ha tenido un incremento anual prácticamente exponencial, de tal fortuna que científicos pronostican un daño elevadamente alto para el 2050 (Fresco, 1995). Esta situación, a pesar de estar contrastada con las otras teorías ambientales previamente expuestas que deslindan la responsabilidad humana del cambio climático, no sólo se enfoca en los efectos de las actividades humanas, sino que también busca hacer hincapié en las propias actividades y lo que esto representa: la negligencia por parte de los humanos hacia su entorno (UNESCO, 2010).
Es claro que el cambio climático está sucediendo, sin importar las causas de este fenómeno. Ya sea por la quema de combustibles fósiles o no, la humanidad está experimentando una etapa en la historia que posiblemente marque en destino del planeta. Consecuentemente, es importante considerar dos categorías éticas que expresarán el papel que juega el medio ambiente en el panorama ético, estos son: el contrato social y la justicia.
Retomando el contrato social de Hobbes y los criterios universales, el referente humano es imperante para asumir y solucionar cualquier problemática ética. Entonces, teniendo en cuenta que las personas tienen un valor absoluto por el hecho de ser nosotros mismos lo que engendramos el concepto de valor, ¿cómo podemos ser negligentes a nuestro entorno si es a través de éste que podemos preservar nuestra vida, en otras palabras, sobrevivir? Kant decía que las personas debían ser tratadas como fines, siendo el entorno un medio para alcanzar un fin (Rachels, 2007). De acuerdo a este planteamiento, nosotros los seres autónomos y racionales podíamos hacer lo que queramos con el medio ambiente para mantener la dignidad de la gente. Sin embargo, esta libertad no debe ser desmedida ya que si el entorno nos da la posibilidad de existir, por consiguiente tenemos que interpretar al medio ambiente como una entidad que por sí misma cuenta con una dignidad propia. Por lo tanto, esta dignidad merece ser respetada para su prevalencia.
Otro aspecto que se desarrolla en la teoría kantiana es el imperativo categórico, esto es, cada vez que vayamos a actuar, tenemos que hacerlo de tal forma que deseemos que esta acción se convierta en una ley universal. Además, esta idea pretende que la gente sea su propio moderador para la toma de decisiones ya que la autonomía es de suma importancia para alcanzar el estado de respeto hacia la dignidad de las demás personas. Con base a esto, se crea un sentido de justicia debido a que cada acción que realizamos autónomamente, es el equivalente a aceptar que las demás personas actúan de igual manera, por lo tanto, si llegas a matar a alguien, tú mismo aceptas que matar es una acción permisible, bajo este criterio, sería justo que otra persona te mate por haber matado. Sin embargo, ¿qué nos garantiza que la gente va a ser justa si la justicia surge de una disciplina de autorregulación? Hasta cierto punto, el sentido de supervivencia podría garantizarnos esa justicia, pero todavía es una consideración personal, por ello, necesitamos establecer normas que sirvan como referente y garantía para que haya justicia: la consciencia no castiga, las leyes sí.
La justicia indudablemente es un tema que implica un desarrollo extenso y complejo, aun así, la esencia de esta categoría ética es: darle a cada persona lo que merece en función de sus acciones. En este sentido, el imperativo categórico de Kant nos sirve como referencia para definir qué medidas deben ser empleadas para ser justos con las personas, de otra forma resultaría arbitraria la decisión determinada para retribuir las acciones que estén en juicio. Entonces, ¿cómo podría ser abordado el tema de justicia en la problemática del medio ambiente? Previamente se manifestó que es necesario contar con criterios universales básicos que representarían los mínimos de la ética, pero ¿qué pasaría si se perpetran estos principios? Justamente aquí es donde se despliega el debate sobre la categoría ética de la justicia en torno al medio ambiente.
Hasta el momento, dos enfoques se pueden identificar respecto al tema en cuestión: a nivel macro que se enfoca en la relación ética que hay entre los humanos y su entorno; a nivel micro que analiza las implicaciones éticas que traerían las acciones emitidas por instancias de corte gubernamental e internacional para mitigar los efectos negativos del cambio climático. En este punto, la pregunta previamente manifestada cobra un nuevo significado ya que ésta puede ir dirigida a los dos niveles expuestos: macro y micro. Si bien, a nivel macro las consideraciones de justicia requerirían una reflexión más compleja, a nivel micro se pueden analizar las propuestas que actualmente están sido difundidas para canalizar las actividades humanas que aparentemente son causantes del cambio climático.
Alrededor del mundo, se ha hecho una categorización de países en función de su capacidad económica. Desde las naciones de tercer mundo hasta las desarrolladas, es claro el contraste que hay de un país a otro, evidentemente en términos monetarios. Ya que vivimos en un mismo planeta, los impactos ambientales que pueda tener una nación también afectan al resto de la población mundial (Gardiner, 2011). Además, es importante tener en cuenta que estas actividades no solo repercuten en la actualidad, también puede dañar a las futuras generaciones: ¿qué culpa tienen los no nacidos de pagar por nuestros errores? (Brown et al., 2006).
Sin embargo, no todo es tan sencillo. Las soluciones para solventar la crisis ambiental presentan de obstáculos que los humanos tenemos que superar para siquiera estar hablando de soluciones: las medidas de mitigación tienen un enorme costo para hacerle frente al efecto invernadero; el tema de la ciencia climatológica es muy amplio y complejo, por mencionar la incertidumbre que hay sobre las verdaderas causas del cambio climático anteriormente expuestas; en los medios todavía hay campañas que buscan desacreditar los esfuerzos llevados a cabo por personas para combatir el problema; por último, la falta de compromiso social y político, además de habilidad, que giran en torno al tema (Sachs, 2010).
Conclusión
Uno de los aspectos más importantes para comprender al ser humano es su sentido de sobrevivencia. Desde los albores del tiempo, las personas se han visto envueltas en una constante tarea de desarrollo e innovación tecnológica para confrontar los peligros y fenómenos naturales que ponen en riesgo su existencia. Evidentemente, no podemos confiar en nuestra mera voluntad para seguir con vida, también es necesario adaptarse a las condiciones en las que nos encontramos y aprovechar los recursos naturales que tengamos a nuestro alcance. Al llegar a un punto de estabilidad con el entorno, fue posible engendrar nuevas generaciones de humanos, sin embargo, cada persona con ánimos de vivir equivale a cierta cantidad de recursos que son indispensables para su existencia. El problema surge cuando la población mundial crece en un ritmo incontrolable, situación que se traduce en una gran cantidad de recursos.
A partir de la Revolución Industrial a la fecha, la raza humana ha experimentado cambios bastante marcados en la forma que va a conseguir los bienes para sobrevivir, esto es, a través de los procesos de industrialización y globalización. Retomando la cuestión de una sobrepoblación, la demanda es simplemente enorme y los mercados internacionales deben y quieren satisfacer esta demanda ya que en pocas palabras significa más dinero. Al no haber ningún obstáculo que evite que los humanos nos apropiemos indiscriminadamente de la naturaleza, nosotros hacemos lo que nos plazca con ella, pero nuestro dominio no pasaría desapercibido.
El calentamiento global es un tema que tiene varias perspectivas respecto a su origen: las máquinas que usamos los humanos y producen una gran cantidad de emisiones de dióxido de carbono que afectan la atmósfera; la industria ganadera que genera metano, un compuesto que es todavía peor que los gases de CO2; las olas de radiación solar provenientes del espacio y son causantes de nuestras variaciones térmicas globales. Estas investigaciones realizadas por expertos, entre otras, sin duda nos pueden llegar a plantear cuestiones éticas, sin embargo, está tan difuso el panorama sobre el calentamiento global que es complicado considerar una problemática que sea clara y precisa. No obstante, dentro de este tema del cambio climático y aludiendo a la explotación de recursos naturales, sí existe un problema ético que requiere ser evaluado: nuestra relación con el medio ambiente.
Claro está que los humanos interpretamos nuestro entorno y desarrollamos un sentido moral hacia él, es por ello que nosotros somos los únicos que podemos decidir lo que es correcto o no hacer con la naturaleza. Pero, ¿existe algún punto de partida para esta consideración moral? Sí lo hay: el sentido de sobrevivencia. Kant estipuló que al ser los humanos los autores de la moral, cualquier persona tiene un valor absoluto que no debe ser transgredido, es decir, las personas tenemos dignidad. Partiendo de este razonamiento, ¿no es acaso la naturaleza nuestro único sustento de vida? Como es evidente que sí, que el medio ambiente tiene un valor absoluto para nosotros, éste también debe tener su propia dignidad, aspecto que al igual que con las personas, debemos respetar y cuidar para su prevalencia. Por consiguiente, la justicia no solamente se limite entre seres humanos, sino que también debe extenderse hacia nuestro entorno.
Referencias básicas
o   Gardiner, S. (Octubre, 2011). The Ethical Dimension of Tackling Climate Change. Yale Environment 360. Recuperado de http://e360.yale.edu/feature/the_ethical_dimension_of_tackling_climate_change/2456/
o   Sachs, J. D. (2010). Making Sense of the Climate Impasse. Project Syndicate. Recuperado de
http://www.project-syndicate.org/commentary/making-sense-of-the-climate-impasse
o   United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization, The Ethical Implications of Global Climate Change. (2010). Recuperado de
http://unesdoc.unesco.org/images/0018/001881/188198e.pdf
o   United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization, Towards an Ethical Framework for Climate Change Policies. (2010). Recuperado de
http://unesdoc.unesco.org/images/0018/001893/189396e.pdf
o   Brown et al. (2006). White Paper on the Ethical Dimensions of Climate Change. Penn State University. Recuperado de
http://www.psu.edu/dept/liberalarts/sites/rockethics/climate/whitepaper/edcc-whitepaper.pdf
o   Rachels, J., & Millán, G. (2007). Introducción a la filosofía moral. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.
o   Ballesteros, J. (1995). Ecologismo personalista: fundamentación antropológica. España, Madrid: Tecnos.
Referencias complementarias
o   Fresco, J. (1995). The Venus Project: the redesign of a culture. EE.UU: Global Cyber-Visions.
o   Carbonell, M. (2003). Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos (145a. ed.). México, D.F.: Editorial Porrúa.

o   Durkin, M. (Director). (2007). The Great Global Warming Swindle [Documental]. Reino Unido: [Estudio Independiente].

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