miércoles, 7 de mayo de 2014

Equidad de género en México: una verdad de a mentiras

TECNOLÓGICO DE MONTERREY
Campus Guadalajara
“Equidad de género en México: una verdad de a mentiras”
Marcela Guadalupe Acosta Camacho
Grupo 12
Viernes 9 de Mayo de 2014

Abstract
La equidad de género debe de abarcar todos los aspectos que conlleva, es decir, mismos derechos, oportunidades y obligaciones para hombres y mujeres. En el caso de la sociedad mexicana en específico, aún no puede existir una completa igualdad de trato debido a que las mismas especificaciones sociales y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales lo restringen al no implementar o fortalecer las instituciones y normas que se han creado a lo largo del tiempo con la intención de eliminar la discriminación de género. Resulta satisfactorio darse cuenta que la lucha por una igualdad de derechos continúa en nuestro país cada vez con mayor intensidad, ahora las mujeres pueden gozar de leyes que las amparan en el aspecto laboral, social, cultural, político, social y familiar, teniendo la seguridad de que pueden sentirse plenas y desarrollarse en otros ámbitos que no tengan que ver estrictamente con el cuidado del hogar y de los hijos.  El empoderamiento de la mujer ha ido incrementando conforme la misma sociedad mexicana acepta e implementa los cambios sociales e institucionales necesarios para que las mujeres cuenten con el poder de tomar sus propias decisiones, de formar su vida tal y como la desean y de ejercer su autonomía como personas con derechos y obligaciones independientemente del género o de la esfera en la que se desarrollen.

Categorías analíticas: igualdad de género, Contrato Social, Ética Cívica, justicia social, rol de la mujer, estereotipos, dignidad humana, derechos humanos, empoderamiento, autonomía, Utilitarismo, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.

Desarrollo
            En el caso de la política en general (organizaciones gubernamentales), se plantea la obligación de los funcionarios públicos de contar con los conocimientos de leyes que avalen la equidad de género, además de garantizar una mayor participación de las mujeres en estos puestos (Maier, 2011).  Un ejemplo es el caso de PROIGUALDAD, parte del Plan Nacional de Desarrollo que se plantea una perspectiva de equidad de genero que sea aplicada en todos los sectores y acciones a nivel gubernamental, con lo que la Administración Pública Federal elabora programas institucionales en los que se busca reducir la desigualdad de género cumpliendo con el compromiso de incorporar a la mujer en cada una de las decisiones gubernamentales nacionales (PROIGUALDAD, 2013).
            De igual manera, el Programa de Cultura Institucional establecido por el Instituto de las Mujeres cuenta con el objetivo de garantizar la conciliación en la vida laboral, profesional, personal y familiar de los servidores públicos y las responsabilidades que éstos tienen en cada uno de los ámbitos mencionados, mismas que deben de ser independientes del sexo del funcionario público ( “Programa de Cultura Institucional para la Igualdad”, 2013).
            El papel de la ética cívica es de vital importancia en el caso de los derechos de las mujeres que se sustentan por medios políticos, la ética de mínimos es la que permite que se respete la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres como base de un proceso en el que se tengan los  requerimientos básicos para vivir en sociedad  (Cortina, 2001). 
            La teoría del Contrato Social propuesta por Hobbes es protagonista dentro de las organizaciones gubernamentales porque según su postulado, el Estado existe para hacer que se cumplan las reglas indispensables para la convivencia social (Rachels, 2013, p. 230). Las mujeres deben de sentir que el Estado les proporciona las herramientas y leyes necesarias para la validación de la equidad de género para que ellas reconozcan la autoridad del Estado y no caigan en la desobediencia civil como el último medio que tienen para hacer válida su voz.
            Las organizaciones gubernamentales tienen su base a partir de normas que permiten que todos los ciudadanos puedan convivir en paz y gozar de la protección y validación de sus derechos.  En el caso de las mujeres, se busca que tengan una mayor participación dentro de los asuntos políticos con la finalidad de demostrar que los dirigentes de un estado o nación, no tienen que ser de un sexo determinado para que sean dignos representantes de los ciudadanos (Maier, 2011).
            Organizaciones mexicanas como el Instituto Nacional de las Mujeres y la Promotora Acción Social Empresarial, están implementando políticas internas y públicas con la intención de brindar una igualdad de género en rublos como: salarios, acceso a puestos directivos y servicios de salud, entre otros. (Reforma , 2009) . De esta manera, se  garantiza el esfuerzo de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales por establecer una igualdad de género en el país de manera imparcial y objetiva.
            Las organizaciones no gubernamentales se han encargado de cubrir los requerimientos o preocupaciones sociales que no son avaladas por organizaciones del gobierno, es de esta manera que cada vez se crean más instituciones que están enfocadas en la defensa de igualdad de género y de los derechos de las mujeres. Ejemplos de estas organizaciones son: Equidad de Género: ciudadanía, trabajo y familia A.C. (Equidad de Género, 2014) y Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres, 2014).
            Este tipo de instituciones busca una equidad de género a través de la justicia social, misma que es definida como igualdad de derechos y posibilidades para todas las personas, no discriminación para que todos puedan beneficiarse del desarrollo económico y social del entorno en el que se desarrollan (Organización Internacional del Trabajo y de la Justicia Social, 2011).  Para que se pueda cumplir con los estatutos que requiere la justicia social, este tipo de instituciones no buscan que la mujer tenga privilegios o que se le exalte por encima de los derechos de los hombres, sino que su voz sea escuchada, sus opiniones tomadas en cuenta y sobre todo, que sus derechos sean válidos en cualquier ámbito en el que se desarrollen: en la escuela, trabajo, hogar y sociedad.
            El cambio de rol de la mujer en sociedad se empieza a dar desde las instituciones educativas, en donde se están rompiendo paradigmas en cuanto al acceso que tienen las mujeres a carreras profesionales que tienen que ver con la ciencia y la tecnología,  y no sólo en campos como la administración, educación y bienestar social. Las familias están consientes de que la sociedad mexicana muestra una inclinación por la igualdad de derechos y oportunidades, educando así a sus hijas para que gocen de los mismos beneficios que los hombres (Jiménez, 2013).
            El Instituto Nacional de las Mujeres inició en el 2001 una Cruzada Nacional por la Equidad con la finalidad de exponer a la sociedad mexicana la importancia del papel de la mujer dentro de las familias y empresas, además de que busca erradicar que a la mujer se le vea como un “objeto”, apoyando iniciativas como la división del trabajo doméstico y del cuidado de los hijos entre hombre y mujer. Otra de las acciones de esta cruzada es eliminar los estereotipos del rol de la mujer en México (González, 2001).
            En el caso de acciones más actuales, se tiene el registro de la encuesta IMO de Familia y cambios en los roles de género, en la que un 49% de los encuestados estableció estar de acuerdo con que el rol de la mujer estar estar en casa y cuidar de los hijos, mientras que un 84% aseguró estar de acuerdo con que tanto el hombre como la mujer pueden aportar al gasto familiar, el 26% de las mujeres encuestadas aseguró querer desarrollarse en el ámbito profesional aparte de cuidar a sus hijos (Al Momento Noticias, 2013).
             Estos porcentajes reflejan un cambio en la mentalidad de la sociedad mexicana en el que el papel de la mujer cambia de ser un ama de casa, a su incorporación en el mercado laboral con el objetivo de brindar ingresos a las familias, además de que las mujeres ya no sólo se sienten plenas al ejercer el cuidado de los hijos sino que buscan desarrollarse profesionalmente como una manera de demostrar que son capaces de desempeñar puestos laborales de manera exitosa.
            La encuesta ENDIREH realizada en el año 2011, en la que se estableció el objetivo de obtener información estadística sobre las dinámicas de los hogares y lo que respecta al maltrato y violencia contra la mujer en el aspecto escolar, laboral y comunitario dentro de nuestro país (INEGI, 2014).
            La idea de la dignidad humana a partir de la Ética Kantiana defiende que los seres humanos se consideran distintos a otras creaturas porque son seres racionales, por lo tanto se debe de tratar a la persona siempre como un fin y no como un medio (Rachels, 2013, p. 209). Por lo tanto, a través de principios educativos que permitan cambiar la visión que se tiene sobre el rol de la mujer dentro de la sociedad, se busca enaltecer su dignidad como un ser que tiene la misma racionalidad, inteligencia, habilidades, conocimiento y valor que puede poseer un hombre. Es muy importante que se evalúe la situación de la mujer como un ser humano independiente, que tiene el derecho de tomar sus propias decisiones con el fin de que sea vista como un fin en sí, es decir que cuenta con la autonomía necesaria para ejercer su racionalidad.
            De acuerdo a los estudios y teorías de  Carol Gilligan, el rol de los hombres está concentrado en lo formal y lo abstracto, desenvolvimiento en el ámbito individual y en las reglas, mientras que las mujeres han sido educadas en un contexto en el que tienen cierta responsabilidad hacia los demás, concentración en las relaciones y percepción global en donde la autonomía no está presente (“La Teoría de Carol Gilligan” , 2014).
            Tratados Internacionales han sido creados con el propósito de defender esta causa, un ejemplo es el CEDAW (Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer). Creada el 18 de diciembre de 1979 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, es reconocida actualmente como la Carta Internacional de los derechos humanos de las mujeres, formada por 30 preámbulos entre los que se define la discriminación contra la mujer y la agenda de actividades que se tienen como una solución ante este conflicto. En CEDAW se defiende que la participación de las mujeres  en todos los ámbitos de la vida nacional, es clave para el desarrollo integral del país, por lo que en sus artículos estipulan que todos los estados deben de establecer un compromiso para promover la equidad de equidad de género a través del establecimiento y fortalecimiento de instituciones que se encarguen de la equidad, el establecimiento de medidas legislativas con las sanciones correspondientes en los casos de discriminación hacia la mujer, brindar protección jurídica en el caso de desigualdad o violencia y eliminar todas las prácticas de discriminación en el ambiente social, político, laboral y cultural.  (“CEDAW”, 2014).
            Otro Tratado Internacional que ha sido un estandarte para la defensa de los derechos de las mujeres es la Convención de Belém Do Pará (Convención Interamericana Para Prevenir, Sancionar y Erradicar Y Erradicar la Violencia Contra la Mujer) , establecida el 9 de junio de 1994 en Brasil y adoptada por México el 19 de junio de 1998, aparte de contar con la misión de defender los derechos humanos de las mujeres, se enfoca en la protección de las mujeres que sufren violencia en el ámbito público o privado, además de la erradicación de las situaciones que promuevan este tipo de ataques contra las mujeres teniendo como bandera la idea de que toda mujer tiene el derecho de vivir libre de violencia (“Convención de Belém Do Pará”, 2014).
            En la sociedad mexicana actual, aún queda un largo camino por recorrer en cuestión de equidad de género, debido a que se tiene una cultura en donde se relaciona a la mujer en espacios privados en áreas como la política, situación que las aleja de oportunidades que permiten el desarrollo de la ciudadanía y la toma de decisiones. De igual manera, se destaca el concepto de empoderamiento de la mujer en diferentes aspectos sociales como una de las principales problemáticas al identificar al hombre como el jefe de familia o de la empresa, concluyendo que él es el único que puede tomar decisiones e iniciativas. La definición de empoderamiento de acuerdo a Margaret Schulet se define como un proceso por el que las mujeres aumentan su capacidad de establecer sus propias vidas, ejercer sus propias capacidades, aumentar la concientización sobre sí mismas en su status y en las relaciones sociales que ejercen (Schulet, 2012). La doctora Alicia Ocampo complementa la definición al establecer que los cambios que las mujeres realizan para ejercer su empoderamiento individual son los siguientes: formular y expresar ideas y opiniones, participar e influenciar nuevos espacios, interactuar fuera del hogar y en sentimiento de que las metas y cambios son posibles de alcanzar (2009, pág. 19). Por lo tanto, la sociedad mexicana aún cuenta con un estereotipo de la mujer muy arraigado en cuento a obligaciones y actividades que están exclusivamente destinadas para ellas (Varela, 2012).
            El Utilitarismo es una teoría que se pone en práctica dentro de este pensamiento del estereotipo de la mujer que se tiene dentro de la sociedad mexicana. Esta teoría es incompatible con el ideal de justicia porque para ejercer la justicia se requiere de un trato equitativo según las necesidades que se tengan,  en el caso de la sociedad mexicana, aún se tienen fijos los roles del hombre y la mujer, en donde el trato no es equitativo porque se priva a la mujer de tener la misma oportunidad que el hombre de ser la fuente de ingreso de la familia (cabe destacar que lo anterior no es generalizable y existen nuevos órdenes familiares en donde los roles de “papá” y “mamá” se invierten obteniendo una dinámica exitosa) (Rachels, 2013, p. 173).
            De igual manera, el Utilitarismo aún es puesto en práctica en algunos sectores de la  sociedad mexicana que presentan un enfoque de desigualdad de género debido a que están en desacuerdo con la idea de que la gente tiene derechos que son inalienables y que sin importar qué tan buenos puedan ser los resultados de pasarlos por alto, se deben de respetar (Rachels, 2013, p. 175). Para algunas familias mexicanas, les proporciona mayor felicidad el conservar el papel de la mujer como ama de casa y responsable de cuidar a los hijos, por lo tanto pasan por alto los derechos que tienen de ejercer su autonomía a través de actividades que las puedan llevar a sentirse realizadas en el ámbito profesional, personal o social tal y como lo estipula Gilligan cuando declara que es necesario que la mujer no sólo se base en las relaciones que tiene y en su contexto global, sino que tenga el poder de ejercer su autonomía (“La Teoría de Carol Gilligan” , 2014). Según el Utilitarismo, al saber que sus hijos y su esposo están felices con que la mamá sea la que hace de comer, limpia la casa, cuida a los niños y atiende al marido, debe de bastar para no tomar en cuenta los derechos y posibilidades que tiene de tratar de superarse o de ejercer otra práctica que esté fuera de las labores que le han sido impuestas como estereotipo social.
            La teoría de Kant también se manifiesta en el caso de la equidad de género debido a que su idea se basa en la que se establece que cuando se ponga en práctica una determinada regla social, se haga por la razón que cualquiera estaría dispuesto a aceptar si estuviera en la misma posición que nosotros, es decir, que la mayoría de nosotros estaríamos de acuerdo con esa regla (Rachels, 2013, p. 207). Por lo tanto, invita a posicionarse en el papel de la mujer en México y a la desigualdad de derechos y oportunidades a la que se enfrenta con el objetivo de establecer normas y leyes que permitan que tenga los mismos derechos que los hombres desde la perspectiva de que esa regla será aceptada por los demás y estarían de acuerdo con la implementación de medidas de equidad de género.
            A través de variables de fácil medición se puede analizar el avance que ha tenido México en cuanto a desigualdad social, dando como resultado un enorme vacío en materia de igualdad de oportunidades y acceso a los servicios básicos. A pesar de que algunas instituciones gubernamentales y no gubernamentales se han esforzado por obtener certificaciones que garanticen la aplicación de políticas de igualdad de derechos, en algunas ocasiones no se aplican estas reglas o no tienen los resultados deseados  (Zamudio, 2010).           Según el Índice de Desarrollo Relativo al Género (IDG), elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), las políticas públicas y organizacionales respecto a la equidad de género  son deficientes debido a que en áreas rurales todavía se cuenta con un  bajo índice de acceso a la educación, mayor ingreso y mejores condiciones de salud para las mujeres (Gutiérrez, 2008). Aunque estas instituciones brinden una imagen positiva y de igualdad ante la sociedad, es claro que no cuentan con una constante supervisión que permita afirmar que las acciones que plasman en un documento o reglamento, en realidad se ponen en práctica.
            Los resultados que se presentan en el IEG de Social Watch destacan que en el caso de México, se encuentra en el lugar 80 del ranking mundial de equidad de género con 0.64 puntos; sin embargo es uno de los países con mayor acceso a la educación para las mujeres al contar con 0.98 puntos del 1.00 posibles. La participación de las mujeres en la actividad económica registra un 0.37 y el empoderamiento de la mujer 0.64, ambas cifras teniendo como límite superior 1.00 (“Índice de Equidad de Género”, 2012).
            Por su parte, el Foro Económico Mundial impuso por primera vez en el año 2011, una cuota de género entre 100 de sus socios más importantes, misma que consiste en que se incluya a una mujer entre los cinco delegados. Se pretende que de los 2,500 participantes del foro, el 20% sean mujeres y que del total de ministros y miembros del Parlamento, 17% sean mujeres (CNN Expansión, 2011). Con lo anterior, se fortalece la participación de la mujer en las decisiones económicas y políticas, impulsando la equidad de género entre los empresarios más importantes que participan en este Foro.
            El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), tiene entre sus objetivos el empoderamiento de la mujer, lo anterior debido a que se tiene una relación entre la equidad de género y el empoderamiento de la mujer en cuestiones de reducción de pobreza, democracia en los gobiernos, cuidado del medio ambiente y desarrollo sostenible. Se tiene la certeza de que estos rubros mejorarán en base a que las mujeres podrán tener voz y voto en las decisiones que conciernen al desarrollo de sus países y familias. El 60% de la población más vulnerable son las mujeres, por lo que se tiene como Objetivo del Milenio lograr una equidad de género como una forma de alcanzar las otras metas establecidas (PNUD, 2014).
            A pesar de que aún falta un largo trecho para lograr la completa equidad de género en la sociedad mexicana, el Instituto Nacional de las mujeres presentó en el año 2003 el Modelo de Equidad de Género (MEG) que busca certificar a las empresas que implementan un modelo de igualdad para hombres y mujeres, además una mejora del manejo del área de recursos humanos a través de asesoría y talleres que promueven la equidad laboral (“Modelo de Equidad de Género MEG”, 2013). En el año 2003 el Instituto Nacional de las Mujeres certificó a 120 empresas Jaliscienses con el MEG, lo que convirtió al estado en el tercer lugar nacional en esta certificación. La principal filosofía de esta certificación es que los puestos laborales se asignen de acuerdo a sus capacidades y conocimientos y no en base al sexo (Camacho, 2013).
            El Programa de Cultura Institucional para la Igualdad (PCI) establecido por el Instituto Nacional de las Mujeres es otra de las medidas que están siendo exitosa en materia de equidad de género, este programa busca ser referencia para la Administración Publica Federal con el objetivo de establecer Planes de Acción que permitan transformaciones de fondo en cuanto a la perspectiva y transversalidad de género logrando así, una igualdad entre hombres y mujeres ( “Programa de Cultura Institucional para la Igualdad”, 2013).
            El sentido de la responsabilidad en base a esta problemática se puede analizar desde la perspectiva personal, profesional y cultural. Personalmente, como mujer debo de agradecer los sacrificios y la lucha a la que se enfrentaron las mujeres a lo largo de la historia con el propósito de obtener igualdad de derechos y oportunidades, yo gozo de tener educación y que mi voz sea escuchada gracias a ellas. Ahora yo tengo la responsabilidad de aprovechar esos derechos de manera correcta, hacerlos valer y sobre todo, no dejar que la lucha de esas mujeres del paso quede en vano, en mí y en todas las mujeres de mi generación está la responsabilidad de cambiar poco a poco la perspectiva de la inequidad de género en México.
             Profesionalmente, me concierne el desarrollo de este tipo de organizaciones, certificaciones y tratados que me garantizan que en el mundo laboral voy a recibir el mismo trato que los hombres, siendo merecedora de mi puesto debido a mis capacidades y conocimiento contando con imparcialidad en materia de género. Tengo la responsabilidad de  reconocer mis habilidades laborales y ejercerlas de una manera que me haga merecedora pos mis propios méritos del puesto que quiero obtener dentro de una empresa o en el establecimiento de mi propio negocio.
            Culturalmente, a pesar de que nos encontramos en un siglo en donde la apertura de pensamiento es una frase constante,  las leyes están muy desarrolladas y se tiene un cierto orden social, aún se tienen muchos perjuicios en cuanto al rol de la mujer, yo lo he experimentado en mi propia Universidad con comentarios o actitudes de mis compañeros hacia el sexo femenino.
            Un ejemplo de lo anterior, es cuando mis compañeros hombres señalan que no entienden por qué las mujeres estamos estudiando en el Tecnológico de Monterrey cuando al final de cuentas, terminando la carrera nos vamos a casa y a tener hijos, por lo que consideran que nuestros padres están haciendo un gasto en vano al gastar en la educación de nosotras. Otro de los comentarios que he escuchado por parte algunos hombres de mi Universidad es que la razón por la que estudiamos en una de las mejores instituciones de México es porque queremos encontrar un buen marido y un diplomada de una carrera por parte del Tecnológico de Monterrey, lo garantiza.
            Personalmente, me llena de rabia el escuchar este tipo afirmaciones porque aunque reconozco que tengo compañeras que sólo están pensando en casarse, en tener un buen marido y en ser las perfectas amas de casa, también en esta institución existimos  mujeres que estamos preparándonos académicamente para ser empresarias exitosas, ser mujeres independientes que no necesitan tener un marido que las mantenga, no sentirnos realizadas por el hecho de cuidar a los hijos o atender a un marido y sobre todo, mujeres que apreciamos el esfuerzo que nuestros padres están haciendo al pagarnos una de las mejores escuelas del país haciendo caso omiso de los comentarios de desigualdad de género a los que están expuestos por parte de algunos miembros de la sociedad.
            Reside en mí la responsabilidad de no permitir que se continúen con este tipo de comentarios que van fomentando estereotipos erróneos sobre el valor de la mujer frente al hombre, con respeto y bajo la tutela de un criterio de mínimos, debo de mostrar mi desacuerdo ante comentarios o actitudes discriminatorias, promoviendo un cambio de actitud para una convivencia más equitativa.
Conclusión
            En conclusión, al ser mujer y sentirme identificada con situaciones de discriminación que aún se practican en México en pleno siglo 21, me enorgullece el saber que las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales están haciendo un excelente trabajo al establecer leyes, normas y espacios para que las mujeres cuenten con los mismos derechos y oportunidades que los hombres. Es admirable reconocer el trabajo de mujeres que forman parte de este tipo de instituciones, mismas que han luchado para hacerse escuchar en un mundo en el que desde el principio de los tiempos, el hombre ha sido la figura más importante en el orden social.
            Personalmente, analizo que el trabajo de todas estas instituciones no puede ser totalmente efectivo si no existe un cambio de mentalidad respecto al rol de la mujer en la sociedad, sin embargo, a diferencia de opiniones de varias personas con las que convivo a diario, creo que este cambio debe ser implementado específicamente en nosotras mismas. Las mujeres somos las primeras en encasillarnos en roles que nos exige nuestra misma sociedad sin llegar a analizar que somos seres autónomos que no tenemos por qué casarnos para no ser “quedadas”, tener hijos para no ser “amargadas”, no tener muchos novios para no ser “fáciles”, no gustarnos el fútbol o ser “machorras”, o simplemente el terminar una carrera para conseguir un título que se verá precioso colgado en las paredes de una casa en la que el marido es el jefe y nosotras: las abnegadas esposas y madres.
            Es el momento de aprovechar todas estas leyes que se están implementando para darnos la oportunidad a nosotras mismas de salir de estos estereotipos y tomar las decisiones que nosotras queramos respecto a cuestiones laborales, culturales, sociales y políticas. Depende de nosotras el establecer que la equidad de género en México es una realidad y no simplemente una verdad de a mentiras.
Referencias
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