Cecilia Mariana Iglesias Palomares
A01228190
Ética, persona y sociedad
Maestra: Dra. Alicia Ocampo Jiménez
ITESM Campus Guadalajara
05 de julio 2014
Detrás de una intervención ciudadana:
#EcoProvidencia
Introducción
George Bernard Shaw dijo: “El hombre razonable se adapta al mundo; el irrazonable intenta adaptar
el mundo a sí mismo. Así pues, el progreso depende del hombre irrazonable”.
Me niego a pensar que somos todos irrazonables; pero si de verdad ponemos
atención a los detalles, y los analizamos nos daremos cuenta que estamos
siguiendo un curso de acción que se aleja por completo de ser sensato. La RAE
define al progreso como avance, perfeccionamiento. Estamos de verdad
progresando en muchos aspectos –la tecnología, por ejemplo–, pero parece que en
la urbanización de las ciudades vamos para atrás.
Debemos ser razonables y, como dice Shaw, renunciar a la
idea de tratar que el mundo se adapte a nosotros, porque, si seguimos así,
pronto dejaremos de tener mundo al que adaptarnos. En este ensayo abordaré las
razones desde una perspectiva ética detrás de la intervención ciudadana que mis
compañeros y yo realizamos en la colonia Providencia, con el propósito de
renovar el capital verde de este lugar, de intentar que las personas tomen
conciencia y que adopten principios de cívica ética, con el deseo de que se
pueda repetir en otras partes de la ciudad y hasta del país.
Palabras clave: contaminación, coches, árboles, ética, justicia social,
desigualdad social, derechos, intervención ciudadana.
En la ley de los derechos de la Madre Tierra se estipula
que las personas tenemos el deber de “participar de forma activa, personal o
colectivamente, en la generación de propuestas orientadas al respeto y la defensa de los derechos de la Madre
Tierra”. Puntos como derecho a la vida, al aire limpio, a vivir libre de
contaminación, entre otros, son cosas que como ciudadanos debemos ayudar a
defender. Una de las tantas formas que existen es realizar una intervención
ciudadana, en la que elijamos un aspecto de la sociedad que creemos es
incorrecto y tratar de solucionarlo, haciendo conciencia de paso en las demás
personas. El aspecto que nosotros elegimos fue la cada vez menor cantidad de
árboles en la colonia Providencia de la ciudad de Guadalajara, debido a que las
personas los mandan a talar y el Ayuntamiento no los multa. Tomamos parte en el
evento Camina Providencia, en el que nos dimos cuenta de más cosas que estaban
mal, y además decidimos realizar nuestra propia intervención: #EcoProvidencia.
Según datos recientes de la Organización Mundial de la
Salud (2014), casi el 90 por ciento de las ciudades que miden su contaminación
superan los niveles de calidad establecidos por la ONU, lo que provoca un
aumento en el riesgo de las enfermedades respiratorias y de otra índole. Por
otro lado, está comprobado que la plantación de árboles en las zonas más
contaminadas de una ciudad puede ayudar a la calidad del aire en el futuro,
pues estos limpian no solo el dióxido de carbono, sino otras partículas en
suspensión, como nitratos y sulfatos, que afectan a la salud de la población
(Tallis et al., 2011).
Es muy difícil darse cuenta de esta situación dado ese
centralismo y esa moral basada en la Teoría del derecho natural, en la que a su
vez está basada la teología moral de la Iglesia Católica, de las religiones con
más poder en México. Uno de los principios de la Teoría del Derecho Natural es
que todo tiene un propósito, incluidos los animales y las plantas, y ese es el
bienestar del hombre (Rachels, 2007). Bajo este principio, no importa cuántos
árboles talemos, cuántos animalitos matemos, mientras sea para nuestro
beneficio. Pero lo que este principio no ha tomado en cuenta es, que si nos
acabamos a las plantas y a los animales, ya no habrá en el futuro más plantas y
animales que sirvan a nuestro bienestar.
En este aspecto, el Gobierno no está cumpliendo con la
parte que le toca. Según la teoría del Contrato Social, “el Estado existe para
hacer que se cumplan las reglas más importantes indispensables para la
convivencia social…” (Rachels, 2007, p. 230). En Guadalajara, el Gobierno
(Estado) está permitiendo que los árboles sean talados y, al mismo tiempo, no
está haciendo nada para reforestar los que ya están talados. Igualmente, no
promueve campañas para reparar el daño que provoca tener cada vez menos
árboles. Tal vez la tala indiscriminada de árboles, en los ojos del Estado, es
parte del llamado “progreso”; pero para que podamos convivir todos en sociedad,
tenemos que ser una sociedad sana y con espacios públicos dignos, y eso no se
puede lograr si cada vez hay menos árboles.
Otro pensamiento antropocentrista que está repercutiendo
seriamente en la contaminación ambiental es el uso masivo del coche. Es
entendible que el ritmo de vida actual es rápido y estresante; pero, si somos
sinceros, el coche es mucho más cómodo que el transporte público o que una
bicicleta o incluso caminar. La mayor fuente de contaminación atmosférica en la
Zona Metropolitana de Guadalajara es el transporte, con 73.5% del total de las emisiones (GEJ, SEMARNAT
1997). Los relativistas culturales
dirían que esta práctica no es mala, pues es lo que se “acostumbra” en nuestra
cultura, pero si tomamos en cuenta que no es la única cultura que la lleva a
cabo y que las consecuencias negativas de ella, ya inminentes, repercutirán en
todas las culturas, ¿deberían seguir diciendo que no es mala? Tal vez las cosas
cambien cuando ya no fuera tan cómodo trasladarse en automóvil.
Analizado desde el punto de vista utilitarista, la actual
política de urbanización de la ciudad va por el camino incorrecto. Rachels
(2007) cita el principio de utilidad de Bentham, el cual nos dice que, al
momento de elegir políticas sociales, debemos elegir la que tenga “las mejores
consecuencias globales para todos los afectados”. Dado que Guadalajara es de
las ciudades más contaminadas de Latinoamérica (Clean Air Institute, 2013) y
que el nivel de contaminación elevado provoca enfermedades de las vías
respiratorias y de otra índole (OMS, 2014), es claro que han tomado la decisión
incorrecta en cuanto a implementar medidas para planear la urbanización de la
ciudad.
Igualmente, visto desde la perspectiva de la justicia
social, es evidente que en México no existe ninguna justicia; pues al parecer, para
la sociedad mexicana, los automovilistas son merecedores de más derechos que
los demás. Malo (2003) afirma que la justicia se afirma como una virtud que
busca no perjudicar al otro, conculcando o violentando cualquiera de sus
derechos. Sin embargo, cada vez vemos más carriles, más árboles talados para
construir avenidas, menos espacio para el peatón y más medidas para que a los
que conducen un coche les tome menos tiempo llegar a su destino. Pero, ¿qué
pasa con las personas que nos movemos en transporte público, en bicicleta o
caminando? Parece que al querer beneficiar al sector de la sociedad que posee
automóviles, los derechos de la otra parte se ven afectados, creando una gran
injusticia social.
Sustentabilidad y justicia social son dos términos que
creo van de la mano. Si hubiera más campañas para mejorar una, la otra
mejoraría de forma proporcional. Si hay más oportunidades de transporte para
las personas que no tiene coche, las emisiones contaminantes bajarían su nivel
inmediatamente.
El evento de Camina Providencia y la intervención
#EcoProvidencia me permitieron darme cuenta, además, del estado deteriorado de
las banquetas, en las que sería muy difícil moverse sin ayuda para una persona
en silla de ruedas, invidente o muy anciana. Uno de los mínimos de justicia que
Cortina (2000) explica que deben de existir, para llegar a convivir todos
pacíficamente, es la “igualdad de oportunidades respecto al resto” que permitan
vivir dignamente. Otro de los mínimos es la solidaridad con quien lo necesite
para que puedan lograr autonomía y una vida digna, eliminando la discriminación
y las desigualdades. Kant afirmaba, asimismo, que “los seres humanos tienen un
valor intrínseco, esto es, dignidad, que los hace valiosos sobre cualquier
precio”. (Rachels, 2007, p. 209). Los dos mínimos de Cortina y el enunciado de
Kant están claramente siendo ignorados, con las condiciones decadentes de las
aceras y de las rampas para discapacitados, que son inexistentes o son muy
angostas o inclinadas, en el mejor de los casos. ¿Cómo podría una persona
discapacitada conservar su dignidad tratando de pasar por ellas?
Considero que debemos empezar a pensar con bases de una
ética para la sustentabilidad. En el Manifiesto por la vida: por una ética para
la sustentabilidad (2002) se expresa que la ética para la sustentabilidad “plantea
necesaria la reconciliación entre la razón y la moral, de manera que los seres
humanos alcancen un nuevo estado de conciencia, autonomía y control sobre sus
mundos de vida, haciéndole responsables de sus actos hacia sí mismos, hacia los
demás y hacia la naturaleza en la deliberación de lo justo y de lo bueno”. Si
todos adoptáramos medidas basadas en los planteamientos de la ética para la
sustentabilidad podríamos ser más conscientes de lo que hacemos y del daño que
causamos a los demás, provocando así una sociedad más sostenible y en la que
hay menos injusticia y desigualdad social.
Conclusión
Visto desde varias perspectivas éticas, las intervenciones
ciudadanas son necesarias para cambiar el curso de las cosas. El Gobierno, por
sí solo, con el monopolio del poder y la fuerza que se le ha otorgado, no está
haciendo su parte de prevenir que más árboles sean talados, multando a las
personas que lo hacen ilegalmente, o reforestando los que ya están cortado. Además,
la urbanización actual atenta contra los derechos y la dignidad de la mayor
parte de la población, con cada vez menos espacio y de menor calidad para el
peatón, para los ciclistas y para las personas discapacitadas; y esto sin
considerar a la población mundial, a la que afectan las consecuencias de toda
la contaminación producida por los autos. Esto se debe, entre otras cosas, a la
gran injusticia social que encontramos en nuestra cultura, donde el automovilista
disfruta de más comodidades que el resto de las personas a la hora de
trasladarse de un lugar a otro. Si hubiera más justicia social, las prácticas
sustentables mejorarían invariablemente, pues las emisiones de los autos
bajarían al beneficiar más al peatón y al ciclista. Es por estas razones que
apoyo la aplicación de una ética para la sustentabilidad para guiar nuestras
acciones, pues esta no solo se preocupa de las relaciones personales, sino
también del ambiente y del mundo que le dejaremos a las generaciones futuras.
Bibliografía
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Rachels, J., & Millán, G. (2007). Introducción a la
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