Pilar Robles Lomelín
Ética, persona y sociedad
3 de Julio del 2014
ITESM
Un Cambio Muy Añorado:
EcoProvidencia
Introducción
Durante décadas, los
mexicanos hemos crecido con las palabras “así es México, nunca va a cambiar.”
Esas palabras han salido de la boca de políticos, empresarios, vecinos e
incluso de nuestros propios padres. Así es la “Ley de la Selva,” solo el más
fuerte sobrevive, un pequeño e indefenso ciudadano no puede cambiar las
costumbres que han lavado nuestros
cerebros durante años. Este pensamiento reina en las mentes de los mexicanos,
pero a veces hay personas que logran abrir sus ojos, que logran ver más allá
del conformismo y el desinterés social. Estas personas somos nosotros; treinta
alumnos del Tecnológico de Monterrey que decidieron hacer una intervención
ciudadana. Un acto que, por pequeño que sea, creará un cambio cultural y social
significativo. Llamamos a este acto EcoProvidencia, un proyecto que tiene como
objetivo recuperar los espacios verdes que tiene nuestra ciudad, por medio de
la replantación de al menos 60 árboles que fueron talados en la Colonia
Providencia. Buscamos que se logre la justicia y la igualdad para todos los
ciudadanos al fomentar el respeto a los espacios públicos, el mantenimiento de
la dignidad de banquetas y rampas para personas con discapacidad y el cuidado
al medio ambiente. Comenzamos con la participación en Camina Providencia, una
caminata para crear consciencia del estado de nuestras banquetas y parques. En
este evento identificamos, marcamos y adoptamos tocones de árboles talados para
mandar una lista al Ayuntamiento de Guadalajara y solicitar su ayuda para
removerlos. Finalmente, plantamos árboles nuevos en donde se encontraban los
tocones e hicimos un evento donde llevamos a cabo diferentes intervenciones
ciudadanas que ayudan a cambiar nuestra cultura indiferente. Ahora, el
siguiente paso es explicar éticamente las razones detrás de nuestros actos.
Palabras Clave
EcoProvidencia, tala de árboles, moral, ética,
ética cívica, derecho natural, Aristóteles, egoísmo ético, utilitarismo, teoría
Kantiana, dignidad humana, desarrollo sustentable.
Para lograr abordar el
problema de la tala de árboles excesiva en Providencia y la falta de dignidad
de las banquetas y rampas para personas con discapacidad se debe tener bien
diferenciados dos términos: la moral y la ética. Según Sánchez (1984, p.20) la
ética es “la teoría, investigación, o explicación de un tipo de experiencia
humana o forma de comportamiento: el de la moral, pero considerado en su
totalidad, diversidad o variedad.” En cambio, la moral es el “conjunto de
principios, preceptos, mandatos, prohibiciones, permisos, patrones de conducta,
valores e ideales que rigen una forma de vida, propia de un colectivo humano en
una determinada época” (Sánchez, 1984). Es por esto que, en este caso, el acto
moral es la decisión de los vecinos o del Ayuntamiento de Guadalajara de talar
árboles sin razones válidas o estacionarse en rampas para discapacitados, es lo
que ellos toman como lo “correcto,” nuestro acto moral es decidir denunciarlos y
plantar árboles nuevos para reforestar, es lo que consideramos que es justo y
bueno. Sin embargo, el problema ético aborda temas mayores: la justicia,
igualdad y responsabilidad que le debemos a nosotros y a nuestro medio ambiente
como ciudadanos.
Los temas
mencionados anteriormente forman parte de la ética cívica, o ética de mínimos
en una sociedad plural. Para que exista la convivencia pacífica y se respeten
los Derecho Humanos, es necesario que existan mínimos de justicia que sean
respetados por todos los miembros de la sociedad. Estos mínimos incluyen a la libertad, tolerancia,
solidaridad, igualdad y diálogo (Cortina, 2000). La tala de árboles en espacios
públicos va en contra de estos mínimos de justicia, todos los ciudadanos
tenemos la libertad de gozar de las áreas verdes que se encuentran en banquetas
y calles. Incluso, un estudio hecho a lo largo de 18 años a 10,000 personas ha
demostrado que las áreas verdes urbanas reducen el estrés, ansiedad y depresión
(White, Alcock, Wheeler & Deplege, 2013). En una época donde las ciudades
están infestadas de contaminación visual, auditiva y aérea, nuestro único
momento de paz y tranquilidad proviene de las áreas verdes, por más pequeñas
que sean. No es lo mismo esperar a un camión recargado en un poste de luz y
bajo el rayo del sol que debajo de la fresca sombra que nos ofrece un árbol.
Esto lo viví durante la experiencia de Camina Providencia y llegué a la
conclusión de que tengo el derecho a caminar por banquetas que me ofrezcan
alivio y un cambio a lo inhóspita que ha llegado a ser nuestra ciudad. Así
mismo, debemos ser tolerantes con las personas que se mueven en silla de ruedas
y necesitan las rampas para poder ir a donde quieran, no debemos privarlos de
su libertad de ir a cualquier lugar de la ciudad por nuestra propia
conveniencia. La única manera de llegar a la verdadera igualdad entre nosotros
es mediante la empatía, y formar parte de Camina Providencia me permitió
hacerlo. Una vez que sentí lo que es caminar por banquetas derrumbadas e
infestadas de vehículos estacionados y comercios que invaden el espacio público
logré sentir solidaridad con las personas discapacitadas y darme cuenta de cómo
algo tan simple como cruzar una calle se les puede privar con la ignorancia y
egocentrismo.
Aristóteles menciona, de acuerdo a la teoría del
derecho natural, que “el mundo es un sistema ordenado y racional, en el que
cada cosa tiene su propio lugar y sirve a un propósito especial propio. Hay una
clara jerarquía: la lluvia existe para las plantas, las plantas existen para
los animales y los animales existen, por supuesto, para el hombre, cuyo
bienestar es el propósito de todo este ordenamiento” (Rachels, 2006, p.94). Esta
postura es totalmente antropocentrista, es por esto que los seres humanos nos
hemos deslindado de las consecuencias que tiene nuestra constante destrucción y
contaminación del medio ambiente. El hombre tala árboles para sus viviendas,
mata animales para su comida y contamina el aire para su industria, no se da
cuenta del daño que se está haciendo a si mismo al hacerlo. Todo lo que nos
rodea contribuye a darnos la vida, sin las plantas no habría oxígeno para
respirar, pero insistimos en que son seres inferiores e indispensables.
Aristóteles tenía razón en cierto modo, las plantas tienen el propósito de
ayudarnos a sobrevivir, pero creo que la forma en como lo interpretamos es el
problema. En vez de destruir debemos luchar por mantener lo que nos está dando
la vida; ¿para qué nos sirve ser un humano superior y racional si eventualmente
nuestras prácticas acabarán con lo que nos permite llevar a cabo procesos
biológicos tan primitivos como respirar?
Otra teoría prominente en el
Siglo XIX es el egoísmo ético, la cual menciona que “nuestro único deber es
hacer aquello que es lo mejor para nosotros mismos” (Rachels, 2006, p.128).
Pero, ¿es realmente beneficioso para nosotros hacer lo que está en nuestro
propio interés a largo plazo? Tal vez cortar uno, o miles de árboles para
construir una casa grande y moderna suena como un sueño hecho realidad en el momento
en que se hace, pero en 20 años será una casa anticuada y el ser humano, que
debe buscar lo mejor para él de acuerdo al egoísmo ético, querrá otra casa más
grande y con un consto ambiental aún mayor. Este es el ciclo vicioso en el que
se encuentra nuestra sociedad actualmente, no nos satisfacemos fácilmente; pero
si pensamos en el futuro podemos darnos cuenta que estas acciones son las que
nos van a perjudicar de la peor manera. Nuestra vejez se verá ensombrecida por
una ciudad sin áreas verdes ni zonas naturales, estaremos rodeados por
monumentos inservibles que erguimos en nombre de nuestro “merecido” egoísmo y
habremos desechado aquello que existió desde el principio de los tiempos para
darnos la vida y el bienestar: la naturaleza.
Es por esto que nuestro propósito como ciudadanos al hacer una
intervención como EcoProvidencia es ver al futuro y tratar de cambiar la
mentalidad de la sociedad mientras hay tiempo, el egoísmo no debe estar basado
en metas a corto plazo o deseos del momento, debe ver hacia el futuro y nuestra
protección como seres humanos.
Ser egoístas es
contraproducente para nosotros como personas que viven en una sociedad, por lo
que una mejor opción es hacer lo que produzca la mayor felicidad posible, como
dicta la teoría utilitarista. Jeremy Bentham, conocido como “padre del
utilitarismo,” desarrolló esta doctrina y menciona como confrontaría el tema
del papel del gobierno y la ley: “El propósito de la ley es el mismo que
el de la moral: debe promover el bienestar general de los ciudadanos. Bentham
pensó que era obvio que si la ley iba a servir a este propósito, no debería
restringir la libertad de los ciudadanos más de lo necesario. En particular,
ningún tipo de actividad debía prohibirse a menos que, al realizar tal
actividad, se esté dañando a otros” (Rachels, 2006, p.154). La ley no debe
privar la libertad de las personas, pero aquellos que obstruyen los pasos
peatonales y los espacios públicos deben ser castigados. Yo puedo tener la
libertad de usar mi vehículo para transportarme por la ciudad, pero si al
estacionarme tapo un paso peatonal, estoy privando la libertad de aquellos que
las necesitan para cruzar la calle de forma segura y cuando se les plazca. Es
aquí donde la ley debe interferir, porque como un ente imparcial puede ver por
aquellos que sean discriminados o poco valorados y darles la justicia que
merecen como seres humanos. En una encuesta que realizó la empresa Parametría
(2013), se encontró que 16% de las personas usaban un auto propio. Si la ley
busca promover la mayor felicidad posible, para cumplir con las propuestas de
la teoría utilitarista, se debe cambiar la actual prioridad que se le da a los
autos y promover el transporte público y la mejora de las banquetas y pasos
para el peatón. De esta forma se beneficiará a la mayor cantidad de personas
posibles.
Un razonamiento que vela más
por los individuos que el beneficio de la mayoría es la teoría Kantiana. Ésta
se enfoca en el concepto de la “dignidad” humana, explica que respetar la
dignidad implica que “los seres racionales deben ser tratados siempre como
un fin y nunca solamente como un medio. Esto significa, en el nivel más
superficial, que tenemos un estricto deber de beneficencia hacia otras
personas: debemos esforzarnos por promover su bienestar; debemos respetar sus
derechos, evitar dañarlos, y de modo general esforzarnos, en lo que
se pueda, por fomentar los fines ajenos” (Rachels, 2006, p.207). Kant
menciona que no debemos ser tratados como medios, pero al aceptar la excesiva
tala de árboles y la cultura de consumo que existe actualmente en México
estamos siendo usados como medios. Medios para los fines de los empresarios que
buscan enriquecerse con nuestra excesiva compra de autos y tala de árboles para
la construcción de casas y edificios que no benefician a última instancia a los
consumidores. Empresas constructoras y de autos buscan vender “beneficios” para
los ciudadanos, pero tienen como fin su la ganancia económica. ¿En qué nos
beneficia tener un auto para cada miembro de una familia?¿En qué nos beneficia
hacer calles más grandes que acaban con las pocas áreas verdes de nuestra
ciudad? La solución para nuestros problemas no son estas; son plantar más
árboles y construir más espacios públicos y medios alternos de transporte. Lo
mismo sucedió bajo el gobierno de Enrique Peñalosa en Bogotá, la creación de
espacios públicos y ciclovías permitieron a los ciudadanos vivir en igualdad y
dignidad. Esto es lo que hacemos en el movimiento de EcoProvidencia, respetamos
la dignidad de las personas y les damos la oportunidad de ser un fin en sí
mismos. Debemos tener la libertad de escoger que medio de transporte usar, sin
tener diferencias en la calidad de las rutas de cada uno, que cada persona use
su libertad y escoja entre la bicicleta, el auto o la caminata. Así mismo, les
damos la opción de disfrutar de las áreas verdes en la ciudad, y de decidir por
sí mismos el ambiente en el que quieren vivir.
Durante
siglos, teorías como las mencionadas anteriormente han sembrado la idea de que
la naturaleza existe para el uso del hombre, que el desarrollo como cultura
civilizada implica acabar con ella y usarla para nuestras ciudades y
tecnologías. Pero ahora los científicos se han dado cuenta que necesitamos otra
forma de desarrollo: la sustentabilidad. La Comisión sobre el Ambiente y
Desarrollo sacó el Informe Brundtland en 1987, donde define al desarrollo
sostenible como “el desarrollo que
satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la
capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”
(Vilches, A., et al., 2012). De esta manera podemos vivir
cómodamente, pero evitar los excesos. Los excesos son los que nos dañan a
nosotros y a las generaciones del futuro. En vez de que la contaminación se
sigue esparciendo por los continentes debemos mantenerla, o incluso
disminuirla, por medio del desarrollo sostenible. Si talas un árbol, planta
otro en su lugar; ésta es la idea básica de la sustentabilidad y del proyecto
EcoProvidencia. Así, mantenemos las áreas verdes que tenemos y permitimos que
sigamos viviendo en una ciudad armoniosa y saludable. La nueva forma de
desarrollo es una que se utiliza con inteligencia, razonamiento y más que nada
responsabilidad. Responsabilidad hacia lo que nos rodea, el futuro y nosotros
mismos.
Hoy
en día son 15 mil los decesos que se deben a la contaminación del aire
ambiental (Ureste, 2013), pero si seguimos creciendo exponencialmente también
incrementará ese número. Nuestro futuro está en riesgo, al incrementar el uso
inconsiderado de recursos estamos disminuyendo poco a poco nuestra vida. “Nada
es sostenible ad in eternum… el Sol se apagará algún día. Pero cuando se
advierte contra los actuales procesos de degradación a los que estamos
contribuyendo, no hablamos de miles de millones de años sino, desgraciadamente,
de unas pocas décadas” (Vilches, A., et al., 2012). Tal vez no nos toque a nosotros,
pero sí a nuestros nietos o bisnietos. Es por esto que debemos empezar a actuar
como ciudadanos responsables y cambiar nuestras prácticas actuales. Plantar
árboles donde estaban los anteriores es una forma de hacerlo. Los árboles son
una manera natural y fácil de combatir la contaminación y evitar que nuestro
destino sea un suicidio mundial, porque nosotros mismos nos estamos condenando
a muerte con nuestras prácticas. En nuestras ciudades hay pocos lugares nuevos
dónde hacer zonas verdes, pero si talamos lo que queda en un futuro estaremos
rodeados de concreto y ladrillo.
La
teoría de la sustentabilidad nos permite tener el conocimiento necesario para
encontrar formas de cambiar nuestros estilos de vida actuales y mejorarlos.
Pero, ¿por qué no estamos aplicándola? La respuesta nos la aporta la
Organización de Estados Iberoamericanos (2014) al explicar que nuestra
población sufre un “entumecimiento psíquico, [término
que explica] cómo
las personas y las sociedades bloquean sus conciencias o minimizan los peligros
de cuestiones cuya comprensión les resulta demasiado dolorosa.” El
entumecimiento psíquico es lo que evita que las personas cambien su estilo de
vida actual. Piensan solo en las consecuencias a corto plazo, y evitan pensar
en el terrible futuro que nos espera si seguimos así. Esta mentalidad debe
cambiar inmediatamente, y la educación es el medio por el que puede llevarse a
cabo. Educación enfocada principalmente en el desarrollo sostenible, porque es
importante que los niños y jóvenes confronten su futuro con una nueva
mentalidad. Las escuelas deben preparar y formar ciudadanos éticos y activistas
que actúen directamente para resolver los problemas. Esto es parte de la
finalidad del proyecto EcoProvidencia; el curso de Ética ya no es meramente
teórico, ha tirado las paredes del salón de clases y expandido el campo del
aprendizaje a las calles y parques de la ciudad. Si todas las escuelas hicieran
lo mismo, cada alumno sería capaz de ver como sí se pueden hacer cambios con
sus propias manos. Cada ser humano podría quitarse la venda de los ojos y darse
cuenta de que hemos vivido “entumecidos” y mirando solamente lo que queremos
ver, no lo que está delante de nosotros.
Conclusiones
Cuidar de nuestro medio
ambiente es beneficioso para nosotros, los que nos rodean y los seres vivos que
habitan en nuestro planeta. Nos permite crecer en un ambiente saludable,
amistoso y seguro; un ambiente incluyente con una sociedad que se rige por la
justicia y la equidad. Desgraciadamente, la ciudad de Guadalajara no ha llegado
a tener estos aspectos, las personas siguen indiferentes a lo que pasa a su
alrededor y siguen talando árboles desconsideradamente. Los automovilistas son
los apoderados, mientras que los ciclistas y los peatones se ven marginados y
sometidos a las dificultades de transitar por nuestra ciudad. Pero durante la
intervención EcoProvidencia, esta situación se vio muy diferente. Logramos
crear una sociedad responsable en la Colonia Providencia, una sociedad que vela
por los derechos de los demás y busca preservar la dignidad humana. Una sola
intervención puede desencadenar miles de ellas, las personas pueden emular lo
que hicimos y trabajar para tener una mejor vida, de esta manera podemos
promover una cultura más ética y cambiar la mentalidad que ha paralizado
nuestro progreso. Así se logra el cambio, así se logra el desarrollo moral de
una población; desde adentro, desde actos que logran los ciudadanos que la
conforman. Si en tan solo un mes logramos hacer esos cambios tan radicales;
imagínense lo que pasará cuando todos los integrantes de una ciudad decidan
vivir de esta manera.
Referencias
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abstract
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