Erika Raquel Mora Medina
A01222910
Gritos ahogados en el bullicio de la ciudad
Tan
solo en Guadalajara, según datos del Instituto de Información Territorial del
Estado de Jalisco (2012), el 62 % de los habitantes de la ciudad viven en zonas
que se encuentran por debajo del mínimo recomendado por la OMS de áreas verdes
por habitante. Esto resulta preocupante debido a los múltiples beneficios que
los árboles nos brindan y de los que no nos damos cuenta, como son la captación
de partículas libres en el aire, generan oxígeno, la presencia o ausencia de
vegetación afecta considerablemente el microclima de la región, reducen el
ruido generado cerca, captan cantidades importantes de agua de lluvia, evitando
la erosión del suelo y de cierta forma, coadyuvando a evitar o al menos reducir
las inundaciones. Partiendo de esta situación, la clase de Ética se dio a la
tarea de realizar una intervención en Providencia, la cual consistió en exponer
a los árboles talados a través de hojas de adopción y posteriormente una
reforestación, de esto hablaremos más adelante. Sin embargo, aún cuando se
toman medidas de este tipo, la causa de esta problemática tiene un origen
multifactorial, por lo que a lo largo del presente escrito analizaremos algunas
de las causas subyacentes con el fin de poder llegar a una propuesta de
solución efectiva para la problemática tratada.
Palabras
clave: Áreas verdes, reforestación, ética, sustentabilidad, ambiente.
Con
el aumento de la población en general, aumenta también la demanda por espacios
habitables y es debido a esto que estamos siendo testigos de una reducción
galopante de espacios naturales, cada vez hay más edificios, nuevos complejos
habitacionales, nuevas colonias surgen de la nada a las afueras y demás. Si
bien esta situación repercute en múltiples formas en la vida de las personas,
hay un aspecto en específico que debido a que no muestra consecuencias
inmediatas se ha dejado de lado como algo, hasta cierto punto, irrelevante: la
tala indiscriminada de árboles en las zonas urbanas.
Como todos sabemos, el tener árboles dentro de la
ciudad trae consigo múltiples beneficios, algunos más notorios que otros pero
que no dejan de ser muy importantes para la vida que vivimos. Entre los más
identificables y directos se encuentra el que fungen como techos provisionales
en días con el clima desfavorable, pues durante las lluvias, pueden mantenerte
seco por un momento y en días de extremo calor, proporcionan un espacio fresco
para descansar un poco. Por otro lado, entre los que tal vez conocemos pero no
son tan tangibles, se encuentran la producción de oxígeno, la reducción de
contaminantes en el aire a través de la captación de partículas suspendidas, su
influencia sobre el microclima local reduciendo la temperatura en general,
reducen el ruido, por mencionar algunos (Instituto de Información Territorial
del Estado de Jalisco, 2012).
Aún cuando estos seres inertes nos proveen tanto,
muchas personas no logran ver a largo plazo el daño que causa la pérdida de uno
de ellos y se les hace fácil simplemente, si les parece “necesario”, mandar a
cortarlo. Entonces, además de la continua demanda por espacios habitables de la
que hablábamos, tenemos que sumar la tala provocada por los ya habitantes de la
ciudad, y que en la mayoría de los casos, se perpetua por razones estéticas, de
comodidad o sencillamente porque los pobladores creen que es mejor cortar el
árbol que tener que levantar las hojas que se caen.
Tomando en cuenta lo que previamente se mencionaba,
entramos a uno de los primeros conflictos que trae consigo esta problemática:
¿Quién es el verdadero responsable? Si bien los pobladores deciden que quieren
tirar un árbol, en la mayoría de los casos es el municipio el que aprueba el
proceso aplicando tan sólo una cuota mínima a cambio del permiso para derribar
a un ser vivo que lleva probablemente más tiempo viviendo allí que el mismo
ciudadano que pretende derribarlo (Ayuntamiento de Guadalajara, 2012).
Si analizamos esta situación desde la perspectiva del
egoísmo ético, en un análisis rápido y bastante superficial podríamos
justificar la conducta de los colonos pues están actuando en su beneficio,
ellos están llevando a cabo las citadas acciones con el fin de obtener un
beneficio propio. Sin embargo, si profundizamos un poco en las verdaderas consecuencias
de esas acciones, podremos ver que en realidad aquello que de primer momento
pareciera un beneficio a la larga va a terminar afectándole, puesto que al
acabar con la vida del árbol, éste deja de producir oxígeno que es fundamental
para la vida, la calidad del aire disminuye y muchas otras consecuencias que
previamente se han mencionado. Por lo que al talar ese árbol está actuando de
forma egoísta tal vez, pero no a través de un egoísmo ético, puesto que “El
egoísmo ético no implica que al favorecer los intereses propios uno deba
siempre hacer aquello que uno quiere hacer, o lo que le dará más placer a corto
plazo” (Rachels, 2006, 130).
Por otra parte, ¿Quién se encarga de defender los
derechos de los gigantes verdes? En nuestra ciudad existen autoridades que se
encargan de salvaguardar la integridad de todos los habitantes sin importar de
dónde vengan o quiénes sean, pero ¿qué pasa cuando estos habitantes pertenecen
a otra especie? Nuestra sociedad se aterroriza al ver una fotografía de una
persona asesinada, de un perrito atropellado, perros de pelea, un policía
baleado, son situaciones que son lamentables y hay que estar consciente de
ello, pero es necesario ser justos, pues existen otras formas de vida que no
son capaces de gritar de dolor, ni tampoco sangran pero también sufren, los
árboles sufren en silencio en medio de esta selva de concreto a la que fueron
condenados. Ellos no decidieron estar enfrente de una cochera o “tapando” el
sol de una terraza, entonces, si ellos estaban aquí desde antes que nosotros,
tanto en tiempo de vida como en la cadena evolutiva, ¿por qué son ellos los que
tienen que adaptarse a nuestra vida o morir?
Como ya se mencionó, se supone que las autoridades
deben velar por el bienestar de la sociedad en general, no obstante cuando un
ciudadano tala un árbol, no sólo se esta afectando a sí mismo, sino que también
nos afecta a todos, porque, retomando el ejemplo del oxígeno, todo ese O2 que
el árbol producía regularmente ahora ya no va a estar disponible, no sólo para
la persona que lo taló, puesto que el oxígeno al ser un gas se dispersa por
todo el espacio disponible, por tanto al permitir la tala de árboles de está
reduciendo la cantidad de fuentes de oxígeno de la ciudad en general entre
otros factores que nos conciernen a todos. Y es que al aceptar vivir en
sociedad estamos aceptando un contrato social preestablecido que nos hace
obedecer una serie de leyes para que la convivencia se lleve a cabo de manera
armónica y podamos obtener algunos beneficios, pero éstos tienen que favorecer
a la sociedad en general, no es posible particularizarlos a un individuo, por
tanto es importante hacer conciencia en los ciudadanos de que sus acciones nos
afectan a todos (Rachels, 2006, 238).
Ahora bien, como se había mencionado, el grupo de
ética de verano implementó acciones para tratar esta problemática en
Providencia, se buscó hacer un poco más notorio para los colonos como para los
habitantes en general las verdaderas dimensiones de éste problema y de igual
forma se realizó una reforestación de los árboles que habían sido talados. A mi
parecer, creo que este tipo de campañas son importantes pues se crea conciencia
en la gente acerca de lo que de verdad está pasando y que requiere atención,
vivimos en un mundo en el que la mayoría de las cosas se hacen por obligación o
miedo al castigo, sin embargo, sería mejor que en vez de pensar en obligaciones, deberes
y castigos o correcciones, buscáramos encontrar la virtud en todo aquello que
hacemos (Rachels, 2006, 267). He de confesar que si bien al
principio me involucré en esta actividad sólo porque era necesaria para la
clase, al llegar y ver la situación de frente, cambié mi forma de pensar y me
comprometí cada vez más con esa causa. No obstante y como Rachels (2006)
menciona, para poder alcanzar la virtud es necesario, en primer lugar comenzar
a realizar acciones encaminadas a ello y posteriormente mantenerlas, puesto que
la virtud no es algo que se gane por un día o un rato. Hay que notar que al
realizar acciones de este tipo son muchas las virtudes que podemos desarrollar,
entre estas se encuentran: la civilidad,
el cooperativismo, la empatía, justicia y la compasión.
Tomando en cuenta todo lo que se mencionó
anteriormente, creo que es indispensable hacer conciencia en la población en
general acerca de lo que representa en realidad la tala de árboles y lo
importantes que estos colosos silenciosos son para nosotros, hacerles ver que
ellos también son seres vivos que sufren y que necesitan de protección puesto
que se encuentran totalmente indefensos ante la acción humana. Retomando al
egoísmo ético, hay que buscar la manera de replantar esos árboles caídos pues
nos beneficia a todos y “puede suceder que ayudar a otros sea un medio eficaz
para crear algún beneficio para ti mismo” (Rachels, 2006, 129). Para casos
futuros, creo que las autoridades deberían tomar bien su rol en esta situación
y comprometerse con la causa analizando más a fondo las solicitudes de derribo
y estableciendo que en caso de que fuera realmente necesario derribar un árbol,
que el responsable se encargue de plantar otros en algún otro lugar y que se
encargue de protegerlos para asegurar que crezcan. En conclusión, es importante
ampliar este tipo de intervenciones y buscar la manera de llegar un poco más
allá dentro de las conciencias de las personas
Referencias:
Instituto de Información Territorial del
Estado de Jalisco (2012). Cantidad de áreas verdes de Guadalajara y Tlaquepaque
por abajo de lo recomendado. Recuperado el 3 de julio de 2014, de: http://transparencia12.tlaquepaque.gob.mx/sites/transparencia12.tlaquepaque.gob.mx/files/Informe%20Áreas%20Verdes%20Tlaquepaque.pdf
Rachels, J.
(2006). Introducción a la filosofía moral. México: FCE
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