La grandeza de un hombre está en relación directa a la evidencia de su fuerza moral. John Fitzgerald Kennedy (1917-1963)
Numerosos tratadistas de la tradición política occidental, a lo largo de los siglos han establecido intelectualmente las relaciones existentes entre la ética y la política, dos campos del ser humano en apariencia tan distantes entre si para nosotros contemporáneos del siglo XXI, donde contemplamos desde todas las aristas de la esfera pública, a una política contraída de su significado previo y humanista, cercana a la moral en sus principios.
Donde ahora se encuentra en decadencia sometida a los caprichos del libre mercado y de la economía, al servicio de las elites mundiales y de sus oligarquías nacionales, no sirviendo para el fin humanizante con el que fue creada en su origen clásico hace XXVI siglos.
Sin embargo antes de acercarnos a nuestro objeto de estudio, se debe puntualizar semánticamente el significado de ambos conceptos, por supuesto, a grandes rasgos, ya que en ciencias sociales las categorías de análisis, adquieren un valor polivalente, sin embargo para nosotros legos de la ética y la política, podríamos definir a la primera como a aquella ciencia teórico-práctica de índole normativa encargada de encaminar todos nuestros actos humanos en orden al bien.
Pues bien ya decía Aristóteles, no se estudia a la ética para saber que es el bien, sino para ser buenos”, y a la segunda como a aquella actividad eminentemente humana, que consiste en la búsqueda, conquista, conservación y control del poder político, con el objetivo de conquistar en la psique del individuo sus fines de realización personal, y socialmente hablando, con miras a crear normas vinculantes para la convivencia pacifica de una sociedad, en un marco de relaciones democráticas y consensuadas, dotadas de los criterios de legalidad y legitimidad.
Por desgracia no hay nada mas despreciado en la sociedad actual, que la actividad política, considerada por muchos en su escala de valores a la par de las actividades delictivas, aunque diferente de estas, al gozar del criterio de la legalidad y la necesidad social de su reconocimiento, como un mal necesario para el funcionamiento de la cuestión social, de la res publica que da vida a la comunidades políticas del mundo, en especial al Estado-Nación moderno.
La política al gozar de una autonomía en el campo del conocimiento, ha quedado huérfana, aislada de sus orígenes teóricos, de Sócrates, Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomas, relegada en sus orígenes al pensamiento hobbesiano y maquiavélico, desembocando en un ética protestante y de esfera privada, que dejo a la política como una herramienta neutra, capacitada para hacer el bien y el mal, pero indistintamente el uso que se le de, se le concibe como carente de un fin universal que dignifique al hombre, al ser invocada y manoseada por todos, con el fin que les plazca por los diferente regímenes políticos del planeta.
Dicha problemática adquiere un carácter más dramático al relacionarla con su hija la ética, pues ante la dictadura del relativismo y del existencialismo, construimos una torre de babel multicultural que nos impide construir actualmente una visión sistémica, que explique la necesaria dependencia de ética y política.
Los antiguos Griegos consideraban a la política como la actividad suprema por excelencia del intelecto, encima de la ética, era el filosofo Rey, quien gobernaría con prudencia al mas puro estilo de Solón, lo asuntos de la polis, con el advenimiento del cristianismo la política se convertiría en sierva de la teología, al servicio de la pax cristiana y al cumplimiento de los elevados propósitos de la justicia divina.
El renacimiento cambio la visión de la política, con los nuevos vientos del iusnaturalismo racionalista y el humanismo, pero especialmente con Maquiavelo, que le daría una autonomía de lo religioso y lo moral, sometida al mundo secular y a los caprichos de los gobernantes para la búsqueda del control del poder y de sus fines por todos los medios posibles, sin tomar en cuenta la ética pública y privada.
La reforma protestante, con sus revoluciones liberales e industriales en los siglos sucesivos fue haciendo de la ética y la política mundos más lejanos, haciendo de la política en el mundo capitalista una actividad sujeta no tanto al interés común, sino a una triada de vialidad- costo-beneficio, en las sociedades industriales, la construcción de los estados de bienestar, obedecieron más a una cuestión social y al fantasma de la revolución, que a una actitud ética de sus dirigentes y políticos.
Toda ética lleva implícita una antropología, del concepto de hombre que tengamos, se desprenderá el concepto ético y las normas morales que apliquemos, sea nuestra visión teísta, atea, existencialista, hedonista, utilitarista etc.
La ética y la política han contribuido a la equidad y la justicia social a través de los valores de la cultura nacional, con sus propias notas de nacionalismo, y sentido propio de la noción del bien común, expresado en la función del Estado, cómo unidad política encargada de proteger la libertad, la seguridad, la integridad física, la propiedad privada y la vida humana, como elementos básicos de una noción básica del bien moral.
Sin embargo el libre mercado con sus estructuras de poder, ha secuestrado a la actividad política, convirtiéndola en un brazo de la política económica, des-construyendo el viejo estado de bienestar, creando una nueva gerencia administrativa donde lo secular y utilitarista, se torna en sinónimo de lo inmoral, edificando una política como herramienta y actividad, más no como un fin, una filosofía, un ethos de vida, una antropología y una dignidad distributiva de equidad y justicia social, al servicio del desarrollo y bienestar de la comunidad.
En el marco internacional la situación se torna preocupante, se ha invocado a los principios del derecho internacional y a la carta de las Naciones Unidas, así como al derecho humanitario como los arietes que utilizan los poderosos para derribar gobiernos hostiles a sus intereses, y hacer de la política internacional, un mundo muy alejado de la paz perpetua entre las naciones que soñaba Kant.
El nuevo orden mundial se ha tornado menos ético y político, y más pragmático, donde en las relaciones internacionales puede más el utilitarismo, la realpolitik y la raison de etat, que los imperativos morales en la conducción de la política exterior, para asegurar la paz y la seguridad mundial.
La batalla es intelectual, propia de filósofos, es posible construir una ética planetaria, basada en la dignidad central del hombre, su libertad, el dialogo, el respeto al derecho ajeno, la tolerancia, la libertad de creencias y el derecho de petición, así como el respeto a su vida desde su concepción, como pilares de una nueva arquitectura política.
Donde se entienda que es imposible separar a la ética de la política, pues si eso pasase, la última se convertiría en un banal juego de poder al servicio de unos cuantos, y en detrimento del bienestar de millones.
El hombre debe regresar a sus orígenes para construir una ética planetaria, a sus grandes sistemas religiosos y filosóficos, para nutrir a la política de aquellos elementos comunes a todos, entendiendo que la verdad es el juego de pocos y el lamento de muchos.
Referencias.
1º Vallespín., F. (1997). Historia de la teoría política: La reestructuración contemporánea del pensamiento político.. (Vol. 6, p. 648). Madrid, España.: Alianza Editorial.
2º Wolin, S. (2005). Hobbes y la tradición épica de la teoría política. . (p. 155). Madrid, España.: Foro Interno.
3º Wolin., S. (2004). Política y perspectiva.. (p. 482). Buenos Aires, Argentina.: Amorrortu.
4º Leftwich, A. (1985). ¿qué es la política? la actividad y su estudio.. México.: Fondo de Cultura Económica.
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