Contenido
En orden de introducirlo al dilema principal de este trabajo, es preferible establecer los conceptos que se estarán utilizando y los que se proponen. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, “unidad” se define como “Propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere.” (Real Academia de la Lengua Española, 2010). Tomándolo desde la perspectiva que se propone, quien utiliza la noción de “ser” aplica a la sociedad, ya que una sociedad no puede dividirse sin que ésta se vea alterada y/o destruida. Obviamente el propósito de esto no es dar a entender que no existe unidad entre las sociedades actuales, lo cual sería completamente falso, sino que se menosprecia esta temática al no considerarla de tanta importancia. La historia nos ha demostrado que cuando dicha unidad se emplea correctamente, las posibilidades de crecimiento y desarrollo no sólo son superiores, sino que ayuda a superar situaciones que sin ella hubiesen sido imposibles. La revolución egipcia que ocurrió hace un par de meses, es un ejemplo actual que ilustra el grado de cambio social que puede alcanzar una sociedad cuando usa la unidad como base de sus acciones. Tras 30 años de dictadura, la sociedad egipcia se unió para enfrentarse al tirano de Hosni Mubarak y gracias a la ayuda de las redes sociales como Twitter, lograron organizarse y conseguir su renuncia. No está de más mencionar que la situación en este país era una problemática que difícilmente se pensó, que pudiese ser resuelta en manos del pueblo pero el detalle clave -y la razón de este ejemplo- es dar a entender que hay una diferencia entre ser parte de un conjunto y actuar en conjunto. Más adelante se retomará este ejemplo, pero la idea es precisamente poder diferenciar entre esos tipos de unidad y entender que los intereses propios se vuelven colectivos, estos tienen más posibilidades de cumplirse.
La manzana generalmente no cae lejos del árbol, y lo interesante de esto es que no sólo los hechos, también los intelectuales han resaltado la importancia de la unidad en las sociedades; la cual irónicamente se menciona en su definición que es “Agrupación natural o pactada de personas, que constituyen unidad distinta de cada uno de sus individuos, con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o alguno de los fines de la vida.” (Real Academia de la Lengua Española, 2010). En “El Contrato Social”, trabajo realizado por Tomas Hobbes, el filosofo británico ilustra que a falta de reglas o un sistema, el ser humano se encuentra en lo que él llama “estado de naturaleza”, que es básicamente el estado natural donde el ser humano es egoísta y vela por sus propios intereses en busca de la supervivencia. Según Hobbes, la forma de escapar de ese estado de naturaleza es que “…la gente debe estar de acuerdo en que se establezcan reglas para gobernar las relaciones mutuas, y convenir en que se establezca una agencia, un Estado, con el poderío para hacer que se cumplan esas reglas. […] Este acuerdo, del que forma parte cada ciudadano, se llama contrato social.” (Rachels, 2007: 229-230). Tras meditar un poco la pasada cita, es evidente que la unidad forma un papel fundamental en dicha teoría ya que busca que la sociedad actué como un conjunto. Por otro lado se puede observar que los sistemas actuales intentan imitar dicho modelo aunque dependiendo la región o las ideas, no se alcanza dicho equilibrio que propicia la armonía. Contrastando dos de las teorías distributivas, Socialista y Capitalista, se observa que generalmente, es ese desequilibrio la barrera que impide lograr dicha unidad. El sistema socialista, entregándole el poder a “el Estado” para distribuir los bienes, tiende a dar lugar a abuso por parte de este, impidiendo así dicha unidad. Por otra parte la doctrina capitalista, se basa en la casi inexistente, o hasta nula, participación de “el Estado”, siendo el trabajo y esfuerzo los factores determinantes para esta teoría. Desafortunadamente esta propicia un poder desmesurado entre los activistas poderosos y una exclusión para ciudadanos no tan capaces. Un “común denominador” es “el Estado”, el cual es precisamente parte fundamental en esta teoría del contrato social y existe un error típico, el cual es pensar que “el Estado” no es parte de la sociedad, independientemente que los anteriores sean ejemplos distributivos. Siguiendo la idea de Hobbes, que es la base de este trabajo, el Estado “…existe para hacer que se cumplan las reglas más importantes indispensables para la convivencia social,..”(Rachels, 2007:230), por lo que lo ideal sería que la participación de el Estado tuviera como fin de promover y mantener dicha unidad. Fue Nicolás Maquiavelo quien en su obra “El Príncipe” propone una guía a futuros gobernantes con el fin de preservar su “reinado”. Precisamente un problema de actualidad, que aparentemente ha sido error continuo de muchos gobernantes, es no mantener la unidad en su pueblo al no reaccionar de manera adecuada a situaciones de adversidad, tanto económicas como políticas –perdiendo así la confianza/unidad de su pueblo-, o por miedo a las consecuencias de realizar dichas acciones. Ser un líder no es nada fácil, en si ninguna responsabilidad lo es, y la razón de un gobierno es que este sea un individuo, o grupo de individuos, capaz de tomar las decisiones necesarias para mantener el orden y Maquiavelo lo ilustra en su obra en un apartado donde según su criterio, explica porque es preferible ser temido que amado. Esto tiende al malentendido de que un gobernante debe ser un tirano en orden de mantener su reinado y no es el punto de Maquiavelo, en su obra este dice “Por lo tanto, un príncipe no debe preocuparse porque lo acusen de cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos”(Maquiavelo, 2009: 72), claro que los términos “príncipe”, “crueldad” y “súbditos” pueden parecer un poco fuertes pero es sólo contexto de la época. La interpretación que importa y la que es aplicable para nuestros tiempos, es que hace énfasis en el dilema de cualquier líder donde deben tomar decisiones que son para el bien del pueblo, aunque el mismo pueblo no lo sepa. Parafraseando las palabras de un héroe ficticio de mi infancia, no es ser el héroe que quieren sino el que necesitan, obviamente aplicado a líder. Lamentablemente el concepto de líder se ha pervertido mucho y es muy difícil confiar en las autoridades, y mucho menos en una persona, para tomar decisiones que a la mayoría no le parecen adecuadas, por lo que las sociedades actuales –la gran mayoría que no busca mejorar la sociedad-, a no ser por fines lucrativos, tienden a distanciarse de su gobierno.
Por otro lado, esto no depende únicamente de la relación líder/gobierno con pueblo/ciudadanía sino viceversa. Octavio Paz, escritor, poeta, ensayista y diplomático mexicano, dedicó muchas de sus obras a resaltar la importancia entre las personas. Precisamente en un discurso de apertura que dio en la ciudad de Sevilla en el año 1991, habla de la democracia moderna y el giro que ha tomado con respecto a la pasada, este dice “La democracia griega había conquistado para el ciudadano el derecho de participar en la vida pública. La democracia moderna invierte la relación: el Estado pierde el derecho de intervenir en la vida privada de los ciudadanos. El valor central, el eje de la vida social, ya no es la gloria de la polis, la justicia o cualquier otro valor meta histórico sino la vida privada, el bienestar de los ciudadanos y sus familias.” (Paz, 1991:4). La sociedad evoluciona, es un proceso natural y no necesariamente malo, el problema es que al dividir la energía del pueblo, éste pierde su fuerza. De igual manera habla de cómo las tendencias modernas provocan una falta de unidad y las consecuencias de esta “Sin ella, no seriamos libres ni alcanzaríamos la única dignidad a que podemos aspirar: la de ser responsables de nuestros actos; con ella, caemos en un abismo sin fin: el de nosotros mismos. Esto último es lo que ocurre en las modernas sociedades liberales: la comunidad se fractura y la totalidad se vuelve dispersión. A su vez, la escisión de la sociedad se repite en los individuos: cada uno está dividido, cada uno es fragmento y cada fragmento gira sin dirección y choca con los otros fragmentos. Al multiplicarse, la escisión engendra la uniformidad: el individualismo moderno es gregario. Extraña unanimidad hecha con la exasperación del yo y de la negación de los otros.” (Paz, 1991:4). Finalmente se menciona la situación moderna donde el pueblo es soberano pero con una variación donde el Estado no es privado de su obligación como tal y en efecto podría ser una situación idealista:“El pueblo es rey y, como verdadero rey, no tolera opiniones contrarias a las suyas. Para fortificar la cohesión de la voluntad general, el Estado debe tener una religión. No una religión conocida sino la religión civil, hecha de pocos y claros mandamientos. La religión civil está fundada en la virtud de los ciudadanos, en un sentido de la palabra virtud que recuerda, por una parte, a Maquiavelo y, por otra, a la antigua piedad grecorromana. El Estado tiene el derecho -y más: el deber- de castigar con el ostracismo e incluso con la muerte a los impíos que violen esos mandamientos.” (Paz, 1991:5). Lo que debería rescatarse de los fragmentos anteriores, es que la relación del pueblo con el gobierno y en especial con el mismo pueblo, son base para la unidad de la sociedad, la cual puede verse fácilmente amenazada y desviada de su objetivo.
Un detalle importante, quizá el punto clave de todo esto, es el hecho de que dichas barreras o razones previamente descritas que separan a la sociedad, no necesariamente lo hacen literalmente y es ahí donde se malinterpreta el concepto de unidad. Con el debido respeto a quienes opinen diferente, el ser humano es una criatura más de este planeta y como tal, comparte características con otras criaturas semejantes a él. Una de esas características es la necesidad de sobrevivir, en parte lo que Hobbes llamaría estado de la naturaleza, y en ocasiones esa necesidad básica se convierte en motivo de unidad. Desencadenada por muchos factores como el miedo, el asilo, entre otras. El detalle es que en el caso especifico de la sociedad, la mayoría tienen a recurrir a los grupos en momentos de crisis, miedo u opresión, y muy pocas buscan solucionar el problema, simplemente sobrevivir. Es ahí donde no se debe confundir los tipos de unidad, la cual tiene una diferencia fundamental. Básicamente el titulo de este trabajo se pone en orden de ilustrar dicha diferencia comparando el modo de unidad entre esos dos animales. En primer lugar tenemos al lobo quien a lo largo de los años ha demostrado que su fortaleza yace en la unidad que mantiene con los miembros de su sociedad, donde sabiendo que es perfectamente capaz de sobrevivir por su cuenta, optan por mantenerse juntos en orden de ser mas fuertes, colaborando entre todos para lograr sus objetivos y más importante, cuidarse los unos a los otros. Por otro lado tenemos a la oveja, quien también tiende a estar en sociedad pero por el simple hecho de sobrevivir, puede o no dedicar su vida a sus propios intereses y se mantiene cerca de las demás ovejas por comodidad o por miedo a una adversidad. ¿A qué sistema se parece más nuestra sociedad?
La pregunta anterior es el dilema fundamental de este trabajo. Esa es la idea de mencionar el contrato social, lo mejor sería lograr dicha unidad manteniendo a nuestras sociedades pero no con una unión inútil. La razón por la que la sociedad egipcia logró su cometido fue porque dejaron de ser ovejas que se mantenían unidas temiendo al dictador y se convirtieron en lobos quienes utilizaron dicha unidad para aumentar su fuerza y tomar acción en orden de conseguir un cambio velando por los intereses que los beneficien tanto a cada uno, como a la sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario