J. Carolina Gil Olvera
A01333904
¿Y tú, eres feminista?
Tras preguntarles a 20 mujeres si se
consideraban feministas, recibí respuestas que me hicieron reflexionar en torno
a este tema. Y es que después de haber investigado las variables que repercuten
en el feminismo me di cuenta de que el problema a veces no es provocado
precisamente por las personas que no nos dan nuestro lugar sino
las mujeres mismas, quienes no abren sus ideologías hacia otros horizontes, ésto
debido a la ignorancia. La semana pasada me tomé la libertad de platicar con 10
jóvenes provenientes de una zona humilde (pongámosle grupo A) y con 10
compañeras de la universidad (grupo B), Al preguntar si se consideraban
feministas en el caso del grupo A fueron 8 las que me dijeron que no y en el
caso del grupo B fueron 6. Admitiré que antes de empezar con esta mini encuesta
esperaba que más de mis compañeras de universidad respondieran que sí se
consideraban feministas.
Lo interesante es que ambos grupos
comparten variables, las cuales son independientes a su condición económica, la
falta de conocimiento es una de ellas, es decir, no saben qué es o se quedan
con la idea de que esta teoría representa la inversa del machismo: un grupo de
mujeres locas que quieren aplastar al hombre, fue lo que comentó una jóven del
grupo A. En la segunda variable y la que considero la más alarmante es la de
aquellas jóvenes que comentaron que conocían la teoría feminista pero que
simplemente no se consideraban parte de ello, pues el plan de vida opta por
algo más “tradicional” conocer a alguien, casarse, tener hijos; otras se ven
más atraídas por sus ideologías argumentando que el deber de la mujer es el
establecido por la sociedad e inclusive otras que dicen que la mujer no tiene
la capacidad de ejercer ciertas cosas por su cuenta.
El feminismo no es lo antagónico al
machismo, el machismo consiste en la discriminación basada en la creencia de
que los hombres son superiores a las mujeres; el feminismo, por otra parte, ampara
que mujeres y hombres somos iguales tanto en derechos como libertades, es
decir, hasta un hombre puede ser feminista y abogar por las libertades que se
le niegan sólo por ser hombre: como lo es la supresión emocional. Comparar
machismo con feminismo es como argumentar que la pobreza y la lucha contra la pobreza son la misma
teoría.
El feminismo ha tenido presencia a
lo largo de la historia, de no ser así hoy por hoy nosotras como mujeres no
podríamos usar pantalones, no podríamos votar, no tendríamos siquiera la
oportunidad de ir tras nuestra independencia económica pues ni siquiera
tendríamos acceso a una educación formal, tendríamos inclusive negado el uso de
analgésicos durante el parto; como dice el dicho: no tendríamos voz ni voto. Es
por eso que es de vital importancia que la sociedad (no solo las mujeres) en la
actualidad sigan apelando por esta teoría, no sólo por nosotras sino por ellos.
El contexto histórico que tomaré será el del feminismo social.
El feminismo social es una corriente
en la cual “se consderaba que la situación de las mujeres es el indicar clave
del nivel de progreso y civilización de una sociedad” (Ocampo, 2009, p.135). Ahora
bien, según el índice de desigualdad de la UNDP, México se encuentra
posicionado en el lugar 71, en cuanto a la participación de mujeres de más de
15 años comparada con la de los hombres es alarmante, la tasa de mujeres es de
45 mientras que la del hombre es de 80. Dichos datos confirman que la
desigualdad de género en México es aún un problema real.
“El género es una construcción cultural sobre el sexo, esto es, que la
feminidad y la masculinidad son formas de ser mujer y hombres determinadas por
la cultura y la sociedad” (Beauvoir 1949, 9.873), aunque una gran parte de ésta
misma sea víctima de este tipo de relatividad cultural y no cuente con los
recursos para hacerse de una ideología más amplia, me parece más lamentable
cuando una mujer tiene las armas y el conocimiento para formarse de manera
independiente y profesional y aún así no tienen intención de ejercer ese
derecho. Ahora bien, optar por esto no hace referencia a que las mujeres no
deban formar una familia o tener hijos. Sin embargo, nos enfrentamos a un
problema de desarrollo, pues las mujeres no participamos tanto en la sociedad.
Esta falta de aportación permite la entrada de la feminización de la
pobreza, “a pesar de que la mayoría de las mujeres se
incorporan al mercado de trabajo, un gran porcentaje lo realiza en condiciones
de desigualdad, obteniendo una remuneración mucho menor que los varones, aunque
cumplen la misma tarea” (Varela, 2005).
En México nos enfrentamos
a un gran problema en cuanto a este tema, pues hay mujeres que no están
interesadas en el asunto en lo más mínimo y quienes lo están no tienen las
mismas oportunidades que los hombres. Es evidente que México necesita más
integración como sociedad, en la que la ideología se sus ciudadanos no se vea
nublada por una cultura que limita no sólo a la mujer sino a toda la población en general.
A pesar de que los
derechos humanos nos proporcionan un marco universal de estándares para la
integridad y dignidad para toda la población, es evidente que la cultura aún
sigue siendo un obstáculo para lograr una equidad de género real. Empezando por
aquellas personas que de manera voluntaria y con una preparación no ejercen
todos los privilegios con los que cuentan.
¿Es
posible afrontar los efectos simultáneos de la división sexual, social e
internacional del trabajo? ¿Cómo pensar la solidaridad altermundista sin
invisibilizar a las mujeres y relegar a un segundo plano el género en las
luchas? ¿Cómo reconocer las contradicciones de raza y clase del feminismo sin
disolver este proyecto de transformación social y convertirlo en una miríada de
identidades fragmentadas? (Masson, 2011).
No se trata de abogar sólo
por las mujeres, de hecho, si así ha sido (en su mayoría) es porque la sociedad
(es decir, tanto hombres como mujeres) hemos permitido que se nos vea con
inferioridad. Nos hemos creído inclusive la mentira de que no podemos hacer más
de lo que la sociedad nos impone. El feminismo es una teoría que
indiscutiblemente merece ser adoptada por todos, no sólo para darle fin a una
cultura que minimiza a la mujer sino a una cultura que se ha encargado de
reprimir a la sociedad en general.
Es momento de que la población
se abra a un tipo de ideología distinta, en la cual haya igualdad para todos, es momento de hacer
uso de aquellos derechos y libertades que nos fueron otorgados por gente que
luchó y sigue luchando por un trato equitativo de géneros, es momento que como
mujeres le demos fin a esta desigualdad, la erradicación de ésta es controlado
por sus víctimas. “Solamente cuando las mujeres empiezan a sentirse en su
casa sobre esta tierra demuestran con brillantez que no es la inferioridad de
las mujeres lo que determina su insignificancia histórica: su insignificancia
histórica las condena a la inferioridad” (Beauvoir, 1949, p.215). Dejemos de
ser parte del grupo que se limita a hacer las labores impuestas por nuestra
cultura, somos seres racionales y con capacidades, merecemos ser tratados con
igualdad.
El feminismo nos incumbe a todos,
aunque se trate de una mujer cuyo plan de día sea formar una familia y tener
hijos, no debería considerar que la igualdad de géneros no es parte de su
ideología. Ser feminista es ser independiente, equitativo, es no estar
estructurado ni pensado por preceptos sociales, es luchar por los derechos que
por nacimiento adquieres, ¿te consideras feminista?
Referencias.
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