Alan F. Lozano Pérez
Si
nos ponemos a reflexionar un poco, apenas el siglo pasado, estas tres palabras parecían
no guardar relación entre ellas en un contexto laboral, ya que el principio
capitalista moderno, que incluso hoy en día constituye la base del desarrollo
económico de muchas sociedades, no daba cabida a la ética y mucho menos a la
sustentabilidad cuando se trataba de trabajos de producción, distribución y
ventas en masa.
Actualmente
se vuelve más y más evidente que continuar con esta proyección capitalista, no
solo acabaría con recursos indispensables para el desarrollo, sino que además generaría
índices altísimos de desigualdad en todo el mundo y todo esto en conjunto, se
convierte en una espiral que nos muestra un panorama bastante desalentador. Sin
embargo, ya se está despertando, en buena medida, el interés por la
sustentabilidad dentro de las grandes empresas productoras y se están buscando
principios prácticos que encaminen a dichas empresas a ser sustentables, un ejemplo
de esto es el trabajo de Enrique Leff, Principios
para la ética de la sustentabilidad, donde el autor nos invita a
implementar y mejorar estos principios de forma que lleguen a convertirse en
una piedra angular en los paradigmas de producción de todas las empresas, con
lo cual, además de mejorar mucho el panorama tan desalentador que tenemos, también conseguirían una ventaja competitiva
gracias al prestigio que generado al implementar estos sistemas.
Con
lo anterior, se atiende a la problemática de la sustentabilidad, pero ¿qué hay
de la ética en este ámbito?, ¿Por qué es importante ser éticos en nuestro
trabajo? Por el lado negativo, al no ser éticos, se tienen prácticas que solo
benefician a un sector muy reducido de la sociedad y fomentan la desigualdad,
sin mencionar, que pueden llegar a afectar a muchas personas de forma negativa,
como fue el caso de la crisis de las hipotecas subprime en E.U.A. en 2007. Por
el lado positivo, ser éticos, genera ambientes de trabajo confiables y también
se obtiene un prestigio de mucho valor para la empresa. Dicho esto podríamos
preguntarnos ¿Qué dificultad tiene el ser éticos en el trabajo? Para esta
pregunta se pueden tener varias respuestas que dependen de factores tales como
el trabajo que se está desempeñando, el tiempo que se lleva desempeñando ese
trabajo, presiones sociales y sobre todo los valores inculcados en la persona.
Por ejemplo, una persona que lleva trabajando varias décadas en la misma
empresa en un puesto de bajo perfil, no tiene mucha presión social y ha
desarrollado una lealtad muy fuerte por la empresa, por lo cual se vuelve
relativamente sencillo realizar su labor sin caer en prácticas deshonestas, por
el otro lado si la persona está cambiando constantemente de ámbito, con un
trabajo de perfil alto, la presión que se ejerce sobre esta persona es mucho
mayor, así como la incertidumbre, con lo cual muchas veces no se tiene una
claridad en cuanto a si lo que se hace es ético o no.
Ahora,
con respecto a la incertidumbre que se mencionó, es interesante observar que
actualmente es mucho mayor que hace apenas 40 o 50 años debido a lo que llaman
la modernidad liquida, en donde el flujo de trabajo en la industria y el
mercado es tan cambiante que nada nos asegura que vayamos a estar trabajando en
la misma empresa durante varias décadas, por ello nos estamos acostumbrando a
buscar y experimentar distintos ambientes con mayor frecuencia y a consecuencia
de esto podemos percibir una falta de valores que no se logran desarrollar por
el poco tiempo que se le dedica a desarrollarse en estos ambientes, sin
embargo, podemos encontrar casos donde esto es falso, un ejemplo de ello es
Google, en donde las personas desarrollan una lealtad (entre otros valores) muy
fuerte por esta empresa desde que se vuelven parte de ella debido a la
filosofía de trabajo y la estructura tan particular de dicha empresa.
Con
el ejemplo anterior, surge una paradoja con respecto al trabajo en donde las
personas son tan felices con su trabajo que no realizan otras actividades
sociales, convirtiéndose hasta cierto punto, en esclavos de él. A esto,
Victoria Camps lo denomina el esclavo feliz. Junto con lo anterior, se tiene
otro fenómeno socio-cultural en donde las personas se posicionan en distintas
clases sociales con base en su trabajo, de tal forma que el trabajo que
realizamos (o realizaremos) se convierte en una escalera de clases sociales y
su longitud dependerá entonces de lo que ganemos y hagamos dentro de este
puesto y todo esto es, justamente, factores de la presión social que nos pueden
motivar a realizar cualquier actividad, ya sea o no ética, con el fin de ser
felices y tener un buen estatus social.
Finalmente
llegamos a la conclusión de que no es trivial combinar estas tres palabras
dentro de nuestro ámbito laboral, sin embargo, hemos visto que más que
favorable, este triangulo se está volviendo cada vez más una necesidad para
cualquier persona y a pesar de que también es una necesidad el saber adaptarse
a todos los cambios que nos esperan, estas tres palabras deben permanecer
firmes para no hundirnos en la corriente de la modernidad liquida.
Trabajos citados
Camps, V. (s.f.). Paradojas
del individualismo.
Leff, E. (2002).
Ética, vida, sustentabilidad. México, México D.F., México.
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