por Santiago Santana
En
los últimos años hemos tenido la fortuna en un tanto sarcástica de conocer un
poco más de cerca el cómo funciona el sistema capitalista en el que vivimos, las
oportunidades se limitan a las necesidades del flujo financiero que mantiene a
“flote” las expectativas de una vida bien lograda y con los recursos
suficientes para salir adelante; sin embargo, la realidad es un poco más cruda,
ya que cada vez hay más egresados de universidad y menos oportunidades en
general y sin tomar en cuenta el trabajo ideal para cada individuo.
Como
egresado entusiasta y próximo a ser profesionista puedo ser testigo de aquella
transición que sucede en el subconsciente comúnmente identificada por una
pregunta muy sencilla: ¿Qué vas a hacer cuando te gradúes?; los sueños y
pensamientos nocturnos, que solían ser exámenes y entregas comienzan a
desvanecerse entre las noches de juerga y las actividades personales, hasta que
en un punto la ausencia aterroriza, y a cambio, hay una cierta incertidumbre de
lo que te depara en el futuro.
Todo
esto crea un panorama algo borroso y escalofriante para los estudiantes, sin
embargo todo puede ser prevenido con una buena preparación, ¿Qué tengo que
hacer como futuro a graduarme para evadir los obstáculos que podrían frenar mi
desempeño?
Los
sistemas laborales emergentes resultado del déficit de los que actualmente se
utilizan nacen del concepto de una modernidad líquida, donde la facturación con
una sola empresa no debe crear tal punto de lealtad y confianza hacia tu compañía
que podría resultar contraproducente, ya que actualmente existen aspectos como
la inestabilidad y la reestructuración corporativa que definen el manejo de las
empresas hacia los empleados, dándoles términos de trabajo más pequeños, con
menos facilidades o con despidos inesperados.
La
seguridad de un sustento es vital, sin embargo ya no es factible el depender de
una empresa, la que te guiará y te favorecerá hasta tu retiro; la flexibilidad
y el espíritu de cambio sustituirán la rutina y los hábitos de la vida laboral
cotidiana, suena riesgoso, pero debemos considerarlo un regalo de la nueva era,
ahora las oportunidades de planeación en el trabajo son ilimitadas y ya no es
necesario depender del lugar, del horario o del sistema en el que trabajaremos
a futuro.
Lo
interesante viene cuando nos percatamos que la fluidez que ha causado el choque
entre sistema e intereses provoca a su paso mezclas interesantes dentro de las
maneras que uno puede trabajar, como por ejemplo Google y su amplio plan de
beneficios a cambio de mentes activas o mayores jornadas laborales, todo
circunda en lo que uno busca, lo que necesita y lo que está dispuesto a
sacrificar.
Es
aquí donde el término Emprendedor nos podría venir a la mente, ya que si uno se
mueve entre diferentes empleos o decide tener su propia empresa, en ambos
panoramas estamos hablando de una preparación y planeación más personal; tus
servicios o productos tienen un valor que irá cambiando con el tiempo y si se
maneja de forma inteligente y el desarrollo continúa siendo una prioridad
(crecer tu empresa, seguirte preparando…) , podría ser una fórmula para el
éxito o sencillamente la aceptación de un futuro menos estructural.
La
parte más complicada es el saber el proceso que se tendrá que llevar a cabo o
los sacrificios que deberán hacer; en un planteamiento hipotético nos podemos
encaminar haciéndonos preguntas como ¿Qué tanto tiempo le quiero dedicar a mi
trabajo?, ¿Qué tan arriba en mis prioridades está el obtenerlo?, ¿Estoy
dispuesto a afectar a otros en el proceso?, Cuando la necesidad se interpone
¿Mis sueños siguen siendo válidos?, los dilemas éticos y personales comienzan a
surgir cuando empezamos a concretar nuestros deseos y necesidades como iguales
en la toma de decisiones, y en donde la responsabilidad puede ser un factor
determinante en el desenlace.
He
tenido la oportunidad de conocer profesionistas exitosos que actualmente ya
utilizan una mentalidad donde se asimilan los cambios y se preparan para evitar
riesgos mayores, gente que busca innovar y proveer a la comunidad de productos
o servicios que no son tan fáciles de encontrar, uno de ellos tiene por nombre
Eugenio Galindo, que decidió poner una tienda basada en productos no
perjudiciales para el medio ambiente, o Karina Echave, que tiene estéticas de
belleza de diferentes estatus socio-económicos sin embargo en todas el servicio
está el nivel del negocio, y además tiene una academia para entusiastas del
gremio con pocos recursos (todos mujeres). Personas como ellos nos pueden
demostrar que el ser privilegiados como emprendedores y el tener una
estabilidad mayor que otros te puede permitir aportar a la comunidad de maneras
diversas e interesantes, y por parte del empleado ya existen modelos laborales
tipo “freelance” donde en vez de vender un servicio o producto, se intercambia
el trabajo y el nombre del sujeto. Así es como se puede percibir que no importa
el camino que tomes, la innovación, la capacitación y la perseverancia siempre
serán los mejores aliados para salir adelante después de la universidad. La
capacidad productiva de cada uno también es un valor muy importante, y el saber
que es parte de nuestro trabajo responder por aquellos que ya no pueden
contribuir, o que la vida no le ha dado las facilidades.
Piensa
en tus opciones, revisa la demanda del mercado, investiga las mega-tendencias analiza
las diferentes variables y ten en cuenta tu relación con tu entorno, no
solamente con el medio ambiente y con el impacto que tendrás hacia el
desempeñando tu labor, sino también hacia la gente y cómo tendrás que
interactuar con la sociedad dependiendo del puesto que busques o el negocio que
emprendas; todo esto tiene que ver con un resultado favorable en la vida
profesional, y entre más rápido nos demos cuenta de esto previo a nuestra
graduación, muchas y mejores opciones nos aparecerán en el camino.
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