lunes, 22 de octubre de 2012

¿EL MUNDO NECESITA MÁS GENTE QUE AME LO QUE HACE?


¿Y ahora qué sigue? Es probablemente la pregunta que nos haremos algunos al concluir nuestros estudios profesionales si no nos ponemos a pensar en nuestro futuro y empezamos a planear lo que haremos con nuestra vida. Pero ¿cómo lograrlo si el mundo en que vivimos es tan cambiante?

Estamos pasando por una época en la cuál preferimos vivir el momento y preocuparnos después por el futuro, y dicho fenómeno lo podemos ver reflejado en el trabajo y la vida profesional de nuestros tiempos. Antes se vivía en un tiempo lineal, dónde el único fin del trabajo era servir a la familia y ser 100% leales a una misma empresa. Tal cómo lo vimos en “La corrosión del carácter” de Sennet con el caso de Enrico y Rico, estamos viviendo “a la deriva” laboralmente, viviendo a corto plazo lo que ocasiona que no desarrollemos compromiso alguno con nuestro trabajo. Al existir tantos caminos, posibilidades, cambios y expectativas, no es posible que se desarrolle el compromiso tal como en otras generaciones. Desgraciadamente al vivir en este mundo tan liberal, inestable y volátil, terminamos buscando solamente lo que nos hace felices a nosotros mismos, es decir, nuestro propio beneficio sin importar los demás.

Este tiempo que estamos viviendo, en el cual predomina el capitalismo y la globalización, Bauman lo llama “modernidad líquida”. Es una época dónde se esta dificultando mantener los sistemas institucionales para poder de alguna forma controlar las sociedades. Predomina el individualismo y la exclusión social, nos olvidamos de valores como la solidaridad y la lealtad.

En este mundo capitalista  y globalizado, los valores y el sentido del trabajo han cambiado radicalmente. Necesitamos trabajar para pertenecer a una sociedad, para ser alguien en la vida, pues el trabajo nos puede brindar seguridad, prestigio, dinero, poder y reconocimiento. Pero al mismo tiempo se priva de nuestra libertad pues nos vemos forzados a cumplir con un trabajo para subsistir y muchas veces se aceptan los trabajos menos renumerados y con las peores condiciones por el simple hecho salir adelante.

Camps nos habla en “El sentido del trabajo", de la mercantilización del trabajo, es decir, ya no existe un trabajo que valga más que otro: vale más el que mejor se paga. La calidad de vida se mide por las cosas que tienes o por cuanto dinero tienes para poder adquirir los productos o satisfacer las necesidades del mundo moderno. Se crean dos grupos en este sistema: la clase obrera y los profesionistas, dónde uno no puede existir sin el otro y funcionan como un engrane. Pero los profesionistas se convierten en término medio entre el individualismo capitalista         y la colectivización, ya que al querer estudiar una carrera y prepáranos profesionalmente, la mayoría de las personas buscan su felicidad personal, en vez de servir a la sociedad con su trabajo.

En empresas como Google, sus empleados viven felices en el lugar que trabajan por que les brindan los servicios necesarios para poder sentirse como en casa y les permiten desarrollar su creatividad al máximo, pero tendríamos que pensar hasta que punto están privando de su libertad al reclutarlos al grado de no dejarlos convivir con otras personas fuera de Google, pues su vida es su trabajo y nada más. Es aparentemente un arma de doble filo pues podremos estar felizmente esclavizados con algún trabajo, pero en realidad nunca seremos 100% libres.

El mayor problema que tenemos actualmente es: sólo buscamos vivir el presente buscando el beneficio propio sin importar las consecuencias. Pero ¿qué pasa cuando este tipo de actitudes se ven reflejadas en la forma en la que cuidamos nuestro planeta? Actualmente esta surgiendo la necesidad de implementar medidas sustentables en todo lo que hagamos. Se les invita a las comunidades a participar colectivamente en pequeñas acciones que podrían hacer la diferencia como usar la bicicleta o reciclar. Y no deberíamos esperar que alguien más tome la iniciativa, por qué como lo dice Oscar Motomura en sus “Principios éticos para hacer que las cosas pasen”, en la sustentabilidad se necesita una ética del movimiento, que tenga un nivel de acción para poder ver resultados. Debemos buscar lo mejor para todos sin la intervención de intereses personales. Si no tarde o temprano nosotros mismos seremos los asesinos de nuestra humanidad. Pero para eso se necesita de la participación de las personas, se necesita desarrollar un sentido de pertenencia a su comunidad para que se animen a participar en los aspectos que involucren su ciudad. Si nosotros mismos no empezamos a actuar ¿quién lo hará?

Vivimos “felizmente esclavizados”, dónde necesitamos satisfacer necesidades falsas creadas por el consumismo, cuando en realidad deberíamos preocuparnos por nuestro planeta. Nosotros debemos aprender a escoger en nuestra propia vida, debemos reflexionar qué tipo de trabajo y de vida queremos tener los próximos años. Al entrevistar a Karina Echave me di cuenta que en realidad debemos buscar aquello que nos apasiona pues estaremos disfrutando cada momento de nuestro trabajo y seremos plenamente felices.  Si logramos hacer lo que nos apasiona y al mismo tiempo brindar un servicio a nuestra comunidad con lo que amamos, estaremos triunfando no sólo como personas, sino cómo ciudadanos y profesionistas éticos y socialmente responsables. 

Michelle Quiroz.



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