martes, 23 de octubre de 2012


José Miguel Reyes Castro

Sobre los conceptos de libertad, independencia y autonomía en la idiosincrasia moderna

O también: "De esas reflexiones largas, largas"

Es curioso, como al reflexionar sobre los temas tocados durante el último parcial de Ética, siempre llego a alguna controversia con la libertad. ¿Se ha cuestionado, estimad@ lector/a, sobre los límites de su libertad? ¿Se considera usted un individuo libre en plenitud? Sea cual sea su respuesta, por favor acompáñeme a través de las siguientes introspecciones, y veamos si pensamos de maneras muy distintas.

La primera escala es el tema del trabajo: ¿hace usted lo que quiere en la vida? Es una pregunta importante pues, como explica Camps en sus ensayos sobre el sentido del trabajo, existe todo un paradigma de civilización alrededor de este constructo social; el trabajo es más que el medio de subsistencia: es una cuasi-religión. Es la excusa perfecta para justificar nuestra existencia. Ser ingeniero o licenciado no sólo define tu sector de especialidad: es como irle a tu equipo de futbol. Y al respecto opino lo mismo que opino sobre irle a algún equipo de futbol (y que me disculpe quien sea): que es una reverenda estupidez. Creo que es una limitante autoimpuesta de la índole más superflua y un motivo de conflicto innecesario: como el caso del cholo del barrio rojo, que mató a un hombre por usar una camisa azul... Y cuando no se tiene el trabajo deseado, o por lo menos uno socialmente respetado -pues este paradigma genera también "categorías" en las labores-, la persona se vuelve presa de la frustración, de la discriminación, de la humillación...

Y al respecto, Cortina y Conill traen una solución con la que estoy bastante de acuerdo, la "desmitificación del trabajo": ver al trabajo como lo que es, una actividad que satisface necesidades sociales, sin más pena ni gloria que la que trae aportar a la comunidad; reducir la cantidad de horas de trabajo por jornada, y conseguir que la identidad del individuo deje de depender de su estatus laboral. Esto, en el aquí y el ahora, nos ayudaría a confrontar a la clase política: desvestirlos de su estatus de gobernantes y verlos como lo que son, empleados del Estado, meros funcionarios ejecutivos ocupando un puesto cada vez más socialmente innecesario desde la llegada de las redes sociales.
De el punto anterior se elabora la cuestión de la libertad frente a la seguridad laboral en la "modernidad líquida". De alguna forma, por la constante movilidad laboral moderna, nuestra identidad está menos formada por nuestro trabajo que la de un par de generaciones atrás, donde -salvo algunos casos- el paradigma continuaba siendo en del trabajo de por vida dentro de una empresa. Así pues, este desapego ¿nos hace más libres, o sólo menos sólidos?

" 'Cambio' sólo significa 'a la deriva' ", menciona Sennett en uno de sus trabajos. A ese respecto mantengo una postura bastante neutral: creo que la transmigración de valores "sólidos" -como el compromiso y la confianza- a valores "líquidos" -la inmediatez y la adaptación- son, para bien o para mal, parte de un proceso de transformación social, y que la sensación de "decadencia", como la que expresa el personaje Rico al referirse a su situación con los valores de sus hijos, no es más que la disonancia entre los valores percibidos y los idealizados. Eso es, también, parte del problema que se está percibiendo con la reforma laboral, donde la nueva dinámica contrasta con las percepciones y esquemas de seguridad laboral actuales. Creo que eventualmente la sociedad aprenderá, de forma colectiva e intuitiva, a conjugar ambos juegos de valores, que no tienen porqué ser mutuamente excluyentes. Y como forma regulatoria, para evitar que la "liquidez"  de la época relativice a todos los valores y los vuelva inefectivos, los objetivos de estos valores deben ser lo más universales posibles. En ello, dictámenes como el Manifiesto por la Sustentabilidad y los 10 Principios para una Ética de la Sustentabilidad se vuelven especialmente valiosos: ambos escritos ofrecen -en una simetría de retórica y práctica- líneas guía en el establecimiento de una Ética verdaderamente universal, que incluya a las leyes sistémicas naturales como parte integral de nuestra concepción de lo bueno y digno.

Pero revisitando la pregunta: ¿el desapego nos hace más libres? Pienso automáticamente en los conceptos de autonomía e independencia: pienso en el caso Google, donde los trabajadores son jóvenes que generan una gran independencia de sus anteriores formas de vida, pero a la vez se vuelven profundamente dependientes de la empresa Google. No se trata precisamente del desarrollo de una autonomía, sino de una transmigración de heteronomía; y sin embargo, trabajar en Google o una empresa con modelos similares es una meta para muchos: aquí es donde se descubre que la autonomía del individuo ha dejado de tener un atractivo aspiracional.

En efecto: la autonomía se ha convertido en casi una ilusión, perdida debajo de la hipnosis social: cuando la gente cae en el estatus quo por miedo o comodidad, y dice que es libre porque puede elegir entre muchas formas de lo mismo; que es autónoma porque hace lo que le dicen con gusto. Algunos tratan de defender este punto con una máxima nietzscheana : que sólo el que es esclavo busca desobedecer. Sin embargo, es una defensa incompleta, pues Nietzsche también afirmaba que el hombre libre era el que obedecía su propia ley; y así, no obedece las órdenes de otros, sino que las vuelve sus propias órdenes, y toma responsabilidad sobre ellas. Y ese es el gran problema de la modernidad: nadie quiere hacerse responsable. El ciudadano responsabiliza al Estado, que a su vez responsabiliza a las Empresas, que ultimadamente responsabilizan al Mercado (en toda regla una deidad de la modernidad). Y son las reglas que este Mercado impone en la sociedad las que producen en el ciudadano la ilusión de escasez y competencia hostil, ilusión a la que responde alienándose de las necesidades de otros; esclavizándose más al Mercado y al Estado, creyendo fielmente que el trabajo "lo hará libre". Y así, en la búsqueda de una ilusión de bienestar, se cierra un círculo que nos vuelve a todos más heterónomos por un lado, y más egoístas por el otro.

Así pues, mi postura ante la libertad en esta sociedad se resume de la siguiente manera: nuestro concepto de libertad como independencia está tan mal definido que la misma búsqueda de libertad nos hace menos libres. La independencia que buscamos es una independencia egoísta,  nos vuelve solipsistas, menos humanos y más infelices; y aún actuando con autonomía, quien se obedece de esa manera es el tirano de sí mismo. Es importante reflexionar en que no existen soluciones individuales a los problemas colectivos, y en un mundo donde siempre dependeremos de algo más, y algo más dependerá de nosotros -sea el entorno, otros seres vivos, otros seres humanos- la independencia del yuppie es la más vana de las ilusiones. Y así concluyo: que la libertad egoísta no es libertad; más aún, no puede haber libertad donde hay egoísmo.

Pienso, para concluir, que la libertad consiste en vivir conforme a la propia naturaleza, y realizarse en plenitud como ser viviente y ser humano. Y parte de esta plenitud es, precisamente, ser consciente de que la vida termina. Que nada de lo que acumulemos o logremos en esta vida se queda en nuestras manos: todo es un regalo que recibimos y que damos. Es una idea maravillosa: sencilla, fácil de transmitir y que, como los valores, tiene la capacidad de permear en nuestras acciones y decisiones, y consecuentemente impactar en la dinámica social. De hecho, ya lo está haciendo, y demostrando que es una idea que se puede conjugar con la productividad.

Tomo como ejemplo a Carina de Cari's Estudio, o a Eugenio de la Ecotienda; existe, detrás de sus labores como empresarios, una poderosa motivación y sentido de "legado"; Carina hace una labor social formando personas, transmitiendo su conocimiento, compartiendo su pasión por la belleza, y Eugenio está activamente involucrado en la transformación social, en búsqueda de una dinámica sustentable. Cuando les preguntas cómo se sienten al respecto, ellos dicen que son felices, y que están satisfechos con lo que hacen, y hay un motivo muy humano para ello: sean conscientes de ello o no, sea o no su principal motivación, están viviendo en congruencia con las necesidades de su tiempo y de las personas a su alrededor, están generando y transmitiendo conocimientos críticos para el desarrollo de otros, y sus acciones tienen el potencial de impactar la vida y consciencias de otros por generaciones; socialmente son valiosas, personalmente son trascendentes, pero genética y evolutivamente, estamos diseñados para sentir satisfacción al hacerlas. Y mientras tanto, tienen la motivación para hacer crecer exitosamente su empresa. A esto es a lo que me refiero, cuando digo que vivir conforme a nuestra naturaleza es lo que nos vuelve libres; y en una sociedad plenamente funcional con la naturaleza, la productividad debería estar íntimamente ligada a esta libertad.

Y al final me quedo con la pregunta: estimad@ lector/a, ¿somos, usted y yo, plenamente libres?



Bibliografía:
Sennet, Richard (1998) La Corrosión del Carácter. Recuperado el 23 de Octubre de 2012, de http://cursos.itesm.mx/bbcswebdav/courses/GDA.H2002.6.1213.8380/A%20la%20deriva_Sennett.pdf
Camps, Victoria (1993) "El Sentido del Trabajo". Paradojas del Individualismo. Recuperado el 23 de Octubre de 2012, de http://cursos.itesm.mx/bbcswebdav/courses/GDA.H2002.6.1213.8380/z-%20Sentido%20del%20trabajo_Camps.pdf

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