viernes, 23 de noviembre de 2012

Una vida prestada

Una vida prestada
Diego Francisco Barrera Rivera
Me gustaría transportarme hace miles de años atrás cuando la única actividad económica que existía era el trueque o intercambio de bienes. El valor de los bienes se los daban por el uso o necesidad que cubrían dichos bienes, pero con el tiempo la sociedad se vio obligada a definir una moneda de cambio. La primera moneda conocida fueron y sigue siendo los metales preciosos que se empezaron a usar desde la antigua Mesopotamia (Eagleton, 1997, pág. 16). Poco a poco se fue industrializando el dinero con ello los servicios que de esto podían nacer de él, de ahí nacen los prestamos e interés.
            En la actualidad, no es indispensable llevar contigo un papel o metal precioso para realizar  una transacción, sino que lo único que necesitas es un pedazo de plástico de cinco por ocho centímetros, o en palabras más puntuales, una tarjeta de crédito. Pareciera que dicho pedazo de plástico que aparentemente no tiene un valor considerable, es más valioso que incluso los metales preciosos, ya que con ella se nos “abren” fenomenales oportunidades.
            ¿Qué es una tarjeta de crédito? ¿Para qué sirve? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de su uso? “Se trata de una operación bancaria que implica la celebración de varios contratos que están vinculados entre sí tras una finalidad económica en común. Mediante ella se pretende lograr, por una parte, que el cliente pague la adquisición de bienes o la prestación de servicios sin utilizar el dinero ni documentos representativos de dinero, difiriendo además el pago a una época determinada…”(Sandoval, 191, pág. 13). Como lo denota Sandoval la tarjeta de crédito no es dinero, ni equivalente de ello, sino que es un servicio bancario, por el cual estamos obligados a pagar lo que se adquiere con ella.
            La sociedad actual está cada vez más acostumbrada al uso de plástico en cualquier lugar. Esto se deriva al efecto “spending-facilitating stimuli” que tiene la tarjeta en los consumidores. Al no hacer la transacción en el momento y con dinero físico el consumidor siente como si no estuviera gastando, de esta manera la valoración de los productos y necesidad se vuelven totalmente relativos (Lie, 2010). Esto es una amenaza sobretodo para una población tan joven como en la que vivimos, en la que existen aproximadamente 4.6 millones de tarjetas de crédito contratadas por jóvenes (Sotiropoulos, 2012). Jóvenes, que buscan consumir cuanto más productos nuevos sean posibles, solo para satisfacer su “hambre” de comprar.
            Me gustaría poner un ejemplo muy puntual, la compra de unos tenis. La necesidad es clara, unos tenis, vas a determinada tienda en búsqueda de estos tenis, pero sólo cuentas con un presupuesto de diez dólares. Al llegar a la tienda elijes los tenis de tú preferencia y gastas 9 dólares de tu presupuesto, lo que te deja con un dólar restante, pero observas una camisa que te gustó con un precio de 5 dólares. Dicha camisa entra en la promoción de meses sin intereses, entonces te decides a comprarla dado que consideras una oportunidad muy buena de compra. ¿Qué paso? Te saliste de tu presupuesto dado que la tarjeta te permite pagar después por lo que puedes tener hoy, pero no puedes tener la certeza de que podrás cumplir con esa deuda, por lo que la compra lejos de ser una oportunidad se convierte en un eminente riesgo.
            Claro que en ejemplo pasado sólo se sobrepasó por 4 dólares, pero supongamos que este efecto se presente en todas las compras que se realicen, es ahí donde el verdadero riesgo está. Sin embargo, este efecto resulta ser más fuerte con los jóvenes, ya que no cuentan con una experiencia adecuada para el uso de este pedazo de plástico. (Sotiropoulos, 2012).
            Ahora es hora de voltear a quién nos está brindando el servicio crediticio, los bancos. El “banco es un intermediario entre los depositantes (quienes le prestan dinero) y los prestatarios (a quienes les presta dinero). Lo que paga por los depósitos, y lo que cobra por los préstamos que otorga, son en ambos casos intereses” (Gobat, 2012). La parte “jugosa” para los bancos es precisamente como lo menciona Gobat en su artículo,  los intereses. Además que los bancos cobran una parte proporcional de las ventas de los establecimientos que pretendan obtener una terminal o el servicio de cobro por tarjeta (Schuh, 2010).
            En México el mercado de tarjetas de crédito al igual que en el mercado mundial va en crecimiento, y es que muchas familias subsidian los gastos con dichos artefactos. De acuerdo con Correa en el artículo de Carrillo “Crece el crédito a través de tarjetas” (2010) el mercado más competitivo para los bancos son precisamente las tarjetas de crédito, ya que ahí pueden desarrollar nuevas e innovadoras estrategias para la otorgación de nuevos y mayores créditos.
            Según Carrillo una persona solicita un servicio crediticio con base a sus ingresos y gastos, suponiendo que hablamos de un escenario estable (2010). Entonces tendríamos que analizar por qué son los bancos los que proponen un aumento en crédito en gran cantidad de ocasiones, en lugar de los mismos solicitante de los créditos. Como Gobat (2012) nos explica un banco gana por intereses que cobra sobre un préstamo, y el efecto de una tarjeta de crédito como un estímulo de compra fácil se vuelve aun mayor con una capacidad que sobresale de nuestras capacidades económicas, ya que podemos satisfacer más y más placeres.
            Desde el punto de vista Ético, las tarjetas de crédito no son en sí el problema, sino el uso que se les puede dar. Es decir, hablamos de satisfacer placeres, que nos trae a la mente el Hedonismo, pero placeres que no están centrados. Entre más tenemos más queremos, los estímulos que nos causan una tarjeta de crédito hace que nuestros deseos de comprar incrementen. Ya no estamos hablando de satisfacer necesidades primarias, como comida, hogar o educación. En otras palabras nos hemos vueltos insaciables, incapaces de valorar las cosas, ni darle la debida importancia a ellas.
            Es necesario para saber bien dónde estamos situados en realidad hacer un examen racional, es decir, ver qué necesitamos realmente, cuál es nuestra capacidad económica para solventar deudas y diversificar los placeres entre válidos e inválidos. En otras palabras, ser una persona prudente, que como lo define Cortina; una persona prudente, es aquel que no sólo toma en cuenta el momento, sino todo su conjunto de vida (1996). Si somos prudentes al momento de usar el plástico como medio de pago, no tendremos problemas ni hoy ni el día de mañana, ya que tomamos en cuenta todo nuestro historial crediticio, posibilidades e ingresos. Porque generalmente actuamos de manera imprudente, “quien elige pensando sólo en el presente y no en el futuro” (Cortina, 1996). Actuar con mayor mesura al momento de realizar las compras, puntualmente, no dejar que otra persona o una promoción decida por ti.
            Los bancos son establecimientos que navegan con bandera de utilitaristas, pero en el fondo son más hedonistas, ya que velan por sus propios intereses. Cortina nos dice que el utilitarismo nace del hedonismo, pero con un sentido más social, donde se busca la mayor felicidad para el mayor numero de personas. Por otro lado, el hedonismo es más individualista, es decir, buscar mí felicidad (1996). Una educación crediticia adecuada ayudará que las personas actúen prudentemente, ya que si las personas saben cómo consumir, los bancos se verán obligados a cambiar sus estrategias de crédito, y se convertirían en instituciones realmente utilitaristas, pero con fines de lucro.
            Los bancos en muchas ocasiones utilizan a los consumidores como un medio para su fin, que es lucrar, aparentando oportunidades abstractas que impulsan el endeudamiento y por consiguiente producen intereses, esto va en contra de lo que Cortina relata sobre el pensamiento Kantiano donde las personas son absolutamente valiosas y son su propio fin, y no se pueden cambiar a ningún precio (1996). Lo que propondría es un tratado interbancario que se preocupen y velen por los intereses de ellos, pero sin ignorar la situación de sus clientes. No otorgar créditos a sus clientes sin ninguna razón argumentada, y promover  la educación crediticia, una vez más estamos hablando de actuar prudentemente, pero ahora desde el punto de vista de los bancos.
            Como conclusión, como un usuario vigente desde hace 2 años de una tarjeta de crédito, he tenido la oportunidad de entender mejor este efecto que causa dicho plástico. Sin embargo también he notado que los créditos son de gran utilidad si se pueden y saben manejar. Gran parte de mis transacciones son por medio de una tarjeta de crédito, ya que prefiero no cargar efectivo conmigo, pero tengo en mente tres cosas; solvencia, tiempo para pagar y necesidad real. Creo que teniendo estos tres factores en mente puedes tener una rendimiento provechoso de este servicio. Además es fructífero hacerte de un historial crediticio, más que por la imagen a la sociedad, porque forjas carácter.

Bibliografías

·      Carrillo, L., & Becerra, J. (2010, Nov 05). Crece el crédito a través de tarjetas. Reforma. Retrieved from: http://search.proquest.com/docview/762440655?accountid=11643

·      SOTIROPOULOS, V., & D'ASTOUS, A. (2012). Social Networks and Credit Card Overspending Among Young Adult Consumers. Journal Of Consumer Affairs, 46(3), 457-484. doi:10.1111/j.1745-6606.2012.01239.x

·      Lie, C., Hunt, M., Peters, H. L., Veliu, B., & Harper, D. (2010). THE "NEGATIVE" CREDIT CARD EFFECT: CREDIT CARDS AS SPENDING-LIMITING STIMULI IN NEW ZEALAND. Psychological Record, 60(3), 399-411.

·      Schuh, S., Shy, O., & Stavins, J. (2010). Who Gains and Who Loses from Credit Card Payments? Theory and Calibrations. Research Review, (14), 4-6.
·      Gobat, J. (2012). ¿Qué es un banco?. Vuelta a lo esencial, Retrieved from http://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/spa/2012/03/pdf/basics.pdf
·      Eagleton, C., & Williams, J. (2009). Historia del dinero. (3rd ed., Vol. 1, p. 273). British Museum: Paidós.
·      Sandoval, R. (1991). Tarjeta de crédito bancaria. (3rd ed., Vol. 78, p. 101). Santiago, Chile: Jurídica de Chile.
·      Aguirre, J. (2004). Ética del placer. México D.F., México: Trillas.
·      Cortina, A., & Matínez, E. (2008). Ética. (4ta ed., Vol. 1, p. 185). Madrid, España: Akal.
·      Cortina, A. (1996). Ética. la vida moral y reflexión ética.. Madrid: Santillana.


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