Kenia Romero Escalera
“Cuotas de género: las mujeres en la política”
Por años hemos sido participes de una sociedad que se ha visto conducida por el
hombre, forjando estructuras e ideales de participación en ámbitos tan diversos
como la educación, las ciencias y las tecnologías, el periodismo y la política,
por mencionar solo algunos, limitando a los mismos. El liderazgo masculino ha
sido, por importantes etapas históricas a nivel mundial, un gran factor en el
éxito o fracaso de proyectos e iniciativas, y sin el es probable que muchas
cosas no funcionaran hoy en día como lo hacen. Sin embargo, y siendo la
política una de esas cosas, esta esfera de influencia se ha perpetuado en el
poder, imponiendo ideologías y obstaculizando el flujo de participación de un
gran grupo influyente: las mujeres. “Hoy
en día, el ámbito de la política ya no es sólo cosa de hombres y tal vez nunca
lo fue del todo” (Hernández, 2006,
p.41).
Si bien la cultura en los países es un factor de gran
importancia e influencia a la hora de tomar decisiones en el ámbito político,
hoy en día es importante considerar con el mismo peso a los derechos humanos.
Un ejemplo claro de una sociedad que en el escenario cultural requiere un
extenso trabajo de actualización y aceptación, es el caso de la sociedad
mexicana. La sociedad mexicana se ha asentado y ha hecho legitima una cultura
en la que el hombre tiene la decisión final, el acceso y oportunidades a los mejores
puestos laborales, a los mejores salarios y su autoridad en los hogares es
innegable. Por otra parte, recientemente se ha generado un importante
empoderamiento de la mujer que data de tiempos y mentalidades distintas; un
claro ejemplo de este fenómeno, son las cuotas de género y la inclusión de las
mujeres en la política. Siendo el género la única diferencia entre hombres y
mujeres, “la presencia de mujeres en los
parlamentos es un claro signo de la evolución en los países” (Carbonell, 2013). Es importante recordar cómo las costumbres y lo que ya está estipulado,
transgiveran información y perpetúan en el ciudadano el pensamiento de que un
hombre será más capaz que una mujer de desempeñar un papel político en el país.
Precisamente es ese tipo de pensamiento, un claro ejemplo de lo que un cambio
generado por las cuotas de género pueden evitar. “No hay diferencia entre la capacidad mental del hombre y la de la mujer
que son iguales, pues en este caso es claro que la aptitud de la mujer para
manejar los asuntos públicos es igual que la del hombre y que la República no
correrá riesgos si ellas los manejan” (Villars, 2006, p.315). Por lo tanto, las cuotas de género corresponden a hacer válido el derecho
humano a la igualdad, pero ahora incluyendo aspectos políticos; tanto hombres
como mujeres deben contar con las mismas oportunidades de desarrollo y
participación.
Es importante recordar, bajo el
contexto planteado, que contrario a las criticas que reciben las cuotas de
genero, estas no tratan bajo ninguna condición, de limitar al hombre y su
inmersión a la vida política. En la esfera ética de la problemática, también es
importante reconocer el hecho de que si bien el hombre ha liderado el ámbito
político durante considerables lapsos de tiempo, la inmersión de la mujer en
esta practica fortalece el sistema y le añade un tipo de liderazgo que no se ha
considerado anteriormente. Por lo tanto, resulta interesante si quiera
considerar el hecho de que incluir a las mujeres a los procesos políticos pueda
estar mal o ser un error; “es un derecho político de las mujeres la
representación formal tendiente a la equidad” (Fernández, 2011).
Aunado a la importancia y gran fortaleza que incluir a la mujer al
escenario político pudiera generar a esta importante área de labor, la opinión
de la comunidad ha ido tomando una forma más flexible y ha cambiado los
patrones establecidos a lo largo de los años en el país. Un ejemplo claro de
cómo la población considera que la inclusión de mujeres a la política podría
ser efectiva, es el siguiente, “según los resultados de la Encuesta Nacional de
Cultura Constitucional, el 68% de la población encuestada está de acuerdo o
totalmente de acuerdo con que la cámara de diputados debe de estar integrada
por partes iguales de hombres y mujeres”. (Madrid, 2012 ,p. 34), reporte en el
cual podemos percatarnos que la sociedad comienza a tomar un enfoque ético en
la cuestión de los géneros. De ser una sociedad, como lo mencionábamos
anteriormente, arcaica y conservadora, el empoderamiento de la mujer y el
acceso de la misma a puestos que para el hombre se consideran normales,
significa un gran progreso en la esfera ética y moral de la población. “No se puede entrar ya en las antiguas discusiones
respecto a si la mujer tiene o no capacidad para el voto político o si es o no
merecedora de él. El solo hecho de que ahora lo tienen, en distintos países
civilizados del mundo, demuestra que lo merece[…]” (Villars, 2006). Esto último debido a la importancia del reconocimiento de los derechos
humanos, del libre albedrío, de la participación ciudadana y la libertad de
expresión, entre otros factores importantes que moldean nuestro carácter y la
existencia misma, al ser acreedores de garantías individuales de este tipo.
Mucho se ha argumentado acerca de cómo la inclusión de la mujer en el ámbito
laboral ha reducido significativamente las oportunidades de trabajo; “se habla
de un mercado laboral que ha colapsado y ya no tiene lugar para todas y todos”,
que la inclusión de la mujer al trabajo ha causado un aumento en el desempleo y
ofertas laborales (Anzorena, 2008), “es
contra del principio de la igualdad de oportunidades, siendo discriminatorio, e
incluso, antidemocrático.” (Fernández, 2011). Resulta
pues, alarmante que se considere que un ser humano reduce al ser laboralmente
activo, las oportunidades de desarrollo de otro ser humano. En realidad lo que
argumenta quien mantiene una postura en contra de las cuotas de género, se
encuentra basado en un miedo latente a perder el liderazgo y empoderamiento
incuestionable que caracterizaba al hombre en el pasado, ya que la inmersión de
la mujer al trabajo y sobre todo a la política, no representa mayor riesgo.
Esto, no porque la mujer no sea capaz, sino porque las capacidades del hombre y
la mujer para laborar y llevar a cabo proyectos e iniciativas coherentes y
efectivas, son exactamente las mismas.
En el caso que propicia la condición política del Estado de derecho Mexicano,
se puede realizar un análisis de eficacia al sistema gubernamental actual.
Hemos sido participes por años de políticas y reformas injustas, poco éticas,
corrupción y malos tratos y desempeño de la labor de regulador de quienes hacen
y deshacen la política en el país. Por lo tanto, es bastante claro afirmar que
un cambio, más que recomendable, se ha vuelto necesario, “la mayor participación política de las mujeres está
ordenada por tratados internacionales firmados por el Estado mexicano, tanto en
el ámbito de la ONU como el de la OEA, […] se le tiene que dar cumplimiento a dichos
compromisos” (Carbonell, 2013). Si en la administración actual
abunda el género masculino y la situación en el país es precaria, como data
serlo, una inclusión femenina podría representar una apertura al cambio de gran
impacto al país. El no reconocer esta gran área de oportunidad, sería
discriminatorio e inclusive separatista.
En
conclusión, es importante reconocer que el mundo ha cambiado en importantes
sentidos; de ser el género masculino el hegemón en la esfera política, el
reciente empoderamiento de la mujer ha traído al escenario una nueva propuesta
de desarrollo en la que se demanda igualdad, una actitud más ética e inclusive
incitante a la participación del género femenino. Es importante por lo tanto,
reconocer la importancia de que la mujer se vea inmersa en los procesos
políticos, siendo las cuotas de género una estrategia ejemplar para llevar a
cabo este objetivo. “[…] se aduce que la
introducción de cuotas asume que el género es una categoría más importante que
otras cualidades de las potenciales candidatas, como la capacidad o
experiencia” (Madrid, 2012), tanto el hombre como la mujer
cuentan con las aptitudes de desarrollarse en ambientes y estructuras
políticas, al tiempo que son capaces de reformarlas. Si bien el desarrollo y
nivel educativo de la sociedad fungen como importantes factores decisivos a la
hora de aceptar o rechazar iniciativas como las cuotas de género, nos
percatamos de una sociedad más consciente y adaptable, que no sólo acepta, sino
que también exige igualdad de oportunidades, igualdad de albedrío, igualdad
cuando de libre expresión se trata.
Referencias
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cuotas de género y la representación política femenina en
México y America Latina. Scielo. org. Vol. 24, no. 66.
Hernández, A. (2006). ¿Son
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político?. El Cotidiano, vol. 21, núm 139. Redalyc. org. 2006.
Recuperado de:
Ibarra, J. (2013). Cuota
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Villars, R. (2006). Exclusión
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Rivera, R. (2006) Las
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Recuperado de:
Carbonell, M (2013). A
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Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. (2012). Reporte sobre la
discriminación en México. México, D. F: Ricardo de la Madrid.
Recuperado
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