martes, 12 de mayo de 2015

Cuotas de género.

Kenia Romero Escalera


“Cuotas de género: las mujeres en la política”
            Por años hemos sido participes de una sociedad que se ha visto conducida por el hombre, forjando estructuras e ideales de participación en ámbitos tan diversos como la educación, las ciencias y las tecnologías, el periodismo y la política, por mencionar solo algunos, limitando a los mismos. El liderazgo masculino ha sido, por importantes etapas históricas a nivel mundial, un gran factor en el éxito o fracaso de proyectos e iniciativas, y sin el es probable que muchas cosas no funcionaran hoy en día como lo hacen. Sin embargo, y siendo la política una de esas cosas, esta esfera de influencia se ha perpetuado en el poder, imponiendo ideologías y obstaculizando el flujo de participación de un gran grupo influyente: las mujeres. “Hoy en día, el ámbito de la política ya no es sólo cosa de hombres y tal vez nunca lo  fue del todo” (Hernández, 2006, p.41).
            Si bien la cultura en los países es un factor de gran importancia e influencia a la hora de tomar decisiones en el ámbito político, hoy en día es importante considerar con el mismo peso a los derechos humanos. Un ejemplo claro de una sociedad que en el escenario cultural requiere un extenso trabajo de actualización y aceptación, es el caso de la sociedad mexicana. La sociedad mexicana se ha asentado y ha hecho legitima una cultura en la que el hombre tiene la decisión final, el acceso y oportunidades a los mejores puestos laborales, a los mejores salarios y su autoridad en los hogares es innegable. Por otra parte, recientemente se ha generado un importante empoderamiento de la mujer que data de tiempos y mentalidades distintas; un claro ejemplo de este fenómeno, son las cuotas de género y la inclusión de las mujeres en la política. Siendo el género la única diferencia entre hombres y mujeres, “la presencia de mujeres en los parlamentos es un claro signo de la evolución en  los países” (Carbonell, 2013). Es importante recordar cómo las costumbres y lo que ya está estipulado, transgiveran información y perpetúan en el ciudadano el pensamiento de que un hombre será más capaz que una mujer de desempeñar un papel político en el país. Precisamente es ese tipo de pensamiento, un claro ejemplo de lo que un cambio generado por las cuotas de género pueden evitar. “No hay diferencia entre la capacidad mental del hombre y la de la mujer que son iguales, pues en este caso es claro que la aptitud de la mujer para manejar los asuntos públicos es igual que la del hombre y que la República no correrá riesgos si ellas los manejan” (Villars, 2006, p.315). Por lo tanto, las cuotas de género corresponden a hacer válido el derecho humano a la igualdad, pero ahora incluyendo aspectos políticos; tanto hombres como mujeres deben contar con las mismas oportunidades de desarrollo y participación.

Es importante recordar, bajo el contexto planteado, que contrario a las criticas que reciben las cuotas de genero, estas no tratan bajo ninguna condición, de limitar al hombre y su inmersión a la vida política. En la esfera ética de la problemática, también es importante reconocer el hecho de que si bien el hombre ha liderado el ámbito político durante considerables lapsos de tiempo, la inmersión de la mujer en esta practica fortalece el sistema y le añade un tipo de liderazgo que no se ha considerado anteriormente. Por lo tanto, resulta interesante si quiera considerar el hecho de que incluir a las mujeres a los procesos políticos pueda estar mal o ser un error; “es un derecho político de las mujeres la representación formal tendiente a la equidad” (Fernández, 2011).
           
Aunado a la importancia y gran fortaleza que incluir a la mujer al escenario político pudiera generar a esta importante área de labor, la opinión de la comunidad ha ido tomando una forma más flexible y ha cambiado los patrones establecidos a lo largo de los años en el país. Un ejemplo claro de cómo la población considera que la inclusión de mujeres a la política podría ser efectiva, es el siguiente, “según los resultados de la Encuesta Nacional de Cultura Constitucional, el 68% de la población encuestada está de acuerdo o totalmente de acuerdo con que la cámara de diputados debe de estar integrada por partes iguales de hombres y mujeres”. (Madrid, 2012 ,p. 34), reporte en el cual podemos percatarnos que la sociedad comienza a tomar un enfoque ético en la cuestión de los géneros. De ser una sociedad, como lo mencionábamos anteriormente, arcaica y conservadora, el empoderamiento de la mujer y el acceso de la misma a puestos que para el hombre se consideran normales, significa un gran progreso en la esfera ética y moral de la población. “No se puede entrar ya en las antiguas discusiones respecto a si la mujer tiene o no capacidad para el voto político o si es o no merecedora de él. El solo hecho de que ahora lo tienen, en distintos países civilizados del mundo, demuestra que lo merece[…]” (Villars, 2006). Esto último debido a la importancia del reconocimiento de los derechos humanos, del libre albedrío, de la participación ciudadana y la libertad de expresión, entre otros factores importantes que moldean nuestro carácter y la existencia misma, al ser acreedores de garantías individuales de este tipo.
            Mucho se ha argumentado acerca de cómo la inclusión de la mujer en el ámbito laboral ha reducido significativamente las oportunidades de trabajo; “se habla de un mercado laboral que ha colapsado y ya no tiene lugar para todas y todos”, que la inclusión de la mujer al trabajo ha causado un aumento en el desempleo y ofertas laborales (Anzorena, 2008), “es contra del principio de la igualdad de oportunidades, siendo discriminatorio, e incluso, antidemocrático.” (Fernández, 2011). Resulta pues, alarmante que se considere que un ser humano reduce al ser laboralmente activo, las oportunidades de desarrollo de otro ser humano. En realidad lo que argumenta quien mantiene una postura en contra de las cuotas de género, se encuentra basado en un miedo latente a perder el liderazgo y empoderamiento incuestionable que caracterizaba al hombre en el pasado, ya que la inmersión de la mujer al trabajo y sobre todo a la política, no representa mayor riesgo. Esto, no porque la mujer no sea capaz, sino porque las capacidades del hombre y la mujer para laborar y llevar a cabo proyectos e iniciativas coherentes y efectivas, son exactamente las mismas.

            En el caso que propicia la condición política del Estado de derecho Mexicano, se puede realizar un análisis de eficacia al sistema gubernamental actual. Hemos sido participes por años de políticas y reformas injustas, poco éticas, corrupción y malos tratos y desempeño de la labor de regulador de quienes hacen y deshacen la política en el país. Por lo tanto, es bastante claro afirmar que un cambio, más que recomendable, se ha vuelto necesario, “la mayor participación política de las mujeres está ordenada por tratados internacionales firmados por el Estado mexicano, tanto en el ámbito de la ONU como el de la OEA, […] se le tiene que dar cumplimiento a dichos compromisos” (Carbonell, 2013). Si en la administración actual abunda el género masculino y la situación en el país es precaria, como data serlo, una inclusión femenina podría representar una apertura al cambio de gran impacto al país. El no reconocer esta gran área de oportunidad, sería discriminatorio e inclusive separatista.
           
En conclusión, es importante reconocer que el mundo ha cambiado en importantes sentidos; de ser el género masculino el hegemón en la esfera política, el reciente empoderamiento de la mujer ha traído al escenario una nueva propuesta de desarrollo en la que se demanda igualdad, una actitud más ética e inclusive incitante a la participación del género femenino. Es importante por lo tanto, reconocer la importancia de que la mujer se vea inmersa en los procesos políticos, siendo las cuotas de género una estrategia ejemplar para llevar a cabo este objetivo. “[…] se aduce que la introducción de cuotas asume que el género es una categoría más importante que otras cualidades de las potenciales candidatas, como la capacidad o experiencia” (Madrid, 2012), tanto el hombre como la mujer cuentan con las aptitudes de desarrollarse en ambientes y estructuras políticas, al tiempo que son capaces de reformarlas. Si bien el desarrollo y nivel educativo de la sociedad fungen como importantes factores decisivos a la hora de aceptar o rechazar iniciativas como las cuotas de género, nos percatamos de una sociedad más consciente y adaptable, que no sólo acepta, sino que también exige igualdad de oportunidades, igualdad de albedrío, igualdad cuando de libre expresión se trata. 

Referencias

Fernández, A. (2011). Las cuotas de género y la representación política femenina en
México y America Latina. Scielo. org. Vol. 24, no. 66.

Hernández, A. (2006). ¿Son las mujeres diferentes a los hombres en el ejercicio
político?. El Cotidiano, vol. 21, núm 139. Redalyc. org. 2006. Recuperado de: 

Ibarra, J. (2013). Cuota de género vs. Regla de mayoría: el debate constitucional.
Cuestiones Constitucionales, núm. 28. Redalyc. org. 

Villars, R. (2006). Exclusión e inclusión de la mujer en el concepto de ciudadanía
política en las constituciones hispanoamericanas. Valparaíso, vol. 2, núm. XXV.
Redalyc.org. pp291-337 recuperado de:

Anzorena, C. (2008). Estado y división sexual del trabajo: las relaciones de género en
las nuevas condiciones del mercado laboral. Utopía y Praxis Latinoamericana. Vol. 13, núm 41. Redalyc.org. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=27904103

Rivera, R. (2006) Las cuotas de género para el empoderamiento de las mujeres. El
cotidiano, vol. 21, núm. 138. Redalyc.org. Recuperado de:

Carbonell, M (2013). A favor de las cuotas de género. El Universal. Recuperado de:

Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. (2012). Reporte sobre la
discriminación en México. México, D. F: Ricardo de la Madrid. Recuperado


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