Ética, profesión y ciudadanía
Alejandro Cuevas Magaña
Brechas sociales: un lastre
social y económico
Actualmente existen tratados,
reglamentos y leyes que dicen cuidar y velar por la dignidad humana, sin
embargo, aún existe una brecha enorme entre los que sí gozan del beneficio de
estos y los que no, entendiendo que los seres humanos tienen “un valor
intrínseco, es decir, dignidad”, porque son agentes racionales: esto es,
agentes libres, capaces de tomar sus propias decisiones, establecer sus propias
metas y guiar su conducta por la razón (Rachels, 2007, 206). Cuestión que reside
en si de verdad se puede mantener un desarrollo sostenible el cuál es el
desarrollo que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la
capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. (Comisión
Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1987, 23)
Así mismo, si la escasez del trabajo
decente, que es un concepto que busca expresar lo que debería ser, en el mundo
globalizado, un buen trabajo o un empleo digno (Somavía, 1999), obliga a las
personas a involucrarse en trabajos que ofrecen condiciones que los hunden en
situaciones dependientes a este. Se entiende que las brechas salariales y de
género son una barrera enorme por derribar, ya que afectan directamente a la
sociedad.
Por ello, todos los involucrados, como
estado, gobierno y sociedad deben tener en sus prioridades cerrar y aminorar
las brechas sociales para buscar ser un país desarrollado, tanto social como
económicamente, por ende, se debe garantizar el respeto a los derechos humanos
dado que son una colección reunida en milenios de proceso humanizador y
civilizador de los privilegios legales de todo ser humano (Barba, 1997, 4) con
el fin de proteger el pleno desarrollo de los individuos sin importar su sexo,
edad o posición socioeconómica.
El desarrollo sostenible es un tema que
involucra tanto lo social como económico, donde se discute si es rentable y
razonable a largo plazo. Por cuestiones culturales, en México se normaliza y
aceptan pésimas condiciones de trabajo como algo normal y por consiguiente los
empleados no suelen exigir un espacio de trabajo adecuado, ya sea por
ignorancia, indiferencia o apatía, y por otra parte a los dueños y directivos
no les interesa invertir en sus empleados o implementar sistemas de seguridad
y/o motivación que garanticen un trabajo decente, muchas veces porque creen que
es un costo o carga extra con la excusa de que la empresa no tiene presupuesto.
Esto agravia las brechas sociales entre
clases socioeconómicas, debido a que la industria menosprecia la dignidad de
los empleados, que son los que están hasta abajo en la pirámide. Sin embargo,
si se toma la importancia pertinente en el trabajo decente se dignifica a los
obreros y por consecuencia enriquece todo el tejido social. Como dice Sánchez
Ferrer, con la llegada de la sociedad industrial y la economía monetaria vino
el asalariado y trajo modificaciones en como se concibió el trabajo, las
relaciones sociales y como se organizaron los trabajadores para evitar las
condiciones de explotación, llegando a la formación de instituciones que vieran
por la protección social y laboral. (Sánchez Ferrer, 2014)
De la misma manera, nos menciona que el
trabajo decente está ligado a un tipo de desarrollo que se genere en
condiciones de sostenibilidad, ya que el desarrollo sostenible se concibe como
un conjunto de procesos orientados a equilibrar el crecimiento económico.
(Sánchez Ferrer, 2014) Gálvez y Gutiérrez hacen referencia a que el trabajo
decente es un modelo aplicable a todas las sociedades, ya que es voluntad general
de los pueblos oponerse al trabajo forzoso e infantil. (Gálvez, Gutiérrez,
Picazzo, 2011)
El trabajo decente ofrece a las personas
una posibilidad de desarrollarse, pero en ocasiones la oferta de este tipo no
existe o es escasa y pone en una posición vulnerable a las personas que tienen
la necesidad de laborar, sin embargo, hay la posibilidad de que las condiciones
que los hundan en situaciones dependientes o poco dignas. Por ejemplo, cuando
una persona encuentra en su posición socioeconómica un obstáculo, se ve
obligada a depender de un ingreso poco digno o una condición laboral poco
segura, debido a que no tienen otra opción se ven envueltos en un circulo
vicioso.
A pesar de que es un ingreso y
técnicamente les ayuda a subsistir, las personas que les ofrecen trabajo están
aprovechándose de su necesidad. Por ejemplo, si una madre soltera con estudios
de primaria gana un salario mínimo se ve en la situación de vivir al día sin la
posibilidad de explorar mejores opciones para mejorar su calidad de vida, ya
que si no trabaja un día se quedan sin comer al día siguiente. Hay que entender
que no es decente el trabajo que se realiza sin respeto a los principios y
derechos laborales fundamentales, ni el que no permite un ingreso justo y
proporcional al esfuerzo realizado” (Somavía, 1999).
La protección social permite que los
trabajadores puedan adquirir derechos que les brinden las condiciones para un
desarrollo humano y así el trabajo realizado se encuentre amparado por la
seguridad social y pensional. (Vargas, Fernández, 2013) Las relaciones entre el
trabajador y el empleador están mediadas por la retribución económica del
trabajo realizado. Esta situación sucede a pesar de que en muchos los
disminuido de los salarios reales en el país no da para una subsistencia digna.
(Vargas, Fernández, 2013)
Ahora bien, viendo por las mujeres.
Ellas son, han sido y serán un pilar social y económico, y debe ser un pilar
político, sin embargo, esto no ha garantizado su justa incorporación al mercado
laboral y mucho menos a su remuneración por la misma calidad y esfuerzo
dedicado. A lo largo de historia económica las mujeres han tenido obstáculos
que han violado sus derechos humanos, a pesar de que se han organizado para
defender sus ideales y derechos. A través de varios periodos históricos las
mujeres han reclamado lo que por derecho les pertenece, aunque en alguna época
ni siquiera se les consideraba sujetos merecedores de estos. Antes se les
prohibía trabajar y hoy la mujer es parte vital de una economía sana y
competitiva, pero sin gozar de los mismos beneficios que tienen los hombres
solo por el hecho de ser varones.
Con base en datos de la ENEU (Encuesta
Nacional de Empleo Urbano, INEGI) del tercer trimestre de 1995, encontraron que
existe mayor desigualdad entre personas con alta y baja escolaridad, así como
entre aquellas con mayor experiencia. Por su parte, elaboraron una
descomposición del tipo Oaxaca-Blinder mediante la ENIGH (Encuesta Nacional de
Ingresos y Gastos de los Hogares) 2000, corrigiendo por sesgo de selección con
la metodología de Heckman (1974, 1979). Los autores fueron los primeros en
incluir en su análisis zonas urbanas y rurales. Hallaron que 85% de la brecha
se debe a diferencias en retornos y que ésta es mayor en zonas rurales; de
hecho, el efecto de las dotaciones otorga una ventaja a las mujeres.
(Arceo-Gómez, Campos-Vázquez, 2014)
También hay resultados indican que las
mujeres se seleccionan positivamente en el mercado laboral mexicano: aquéllas
con mayores salarios son las que deciden trabajar. La caracterización de la
brecha. A pesar de haber un decrecimiento en la brecha se encuentra dominado
por una caída en la brecha en la parte alta de la distribución salarial, lo
cual contrasta con los resultados de Popli (2008), quien atribuye los cambios a
la parte baja de la distribución. Encontramos clara evidencia de efectos de
“pisos pegajosos” entre aquellos con baja escolaridad y de “techos de cristal”
en la parte alta de la distribución salarial y particularmente aquellos con
alta escolaridad. (Arceo-Gómez, Campos-Vázquez, 2014).
Los techos de cristal es un término
empleado desde finales de los años ochenta del siglo XX para designar una
barrera invisible que impide a las mujeres altamente cualificadas, alcanzar
puestos de responsabilidad en las organizaciones en las que trabajan (Morrison,
White y Van Velsor, 1986; Ramos, Barberá y Sarrió, 2003). También es definido
cómo un entramado de obstáculos invisibles que impide a las mujeres
cualificadas alcanzar posiciones de poder dentro de las organizaciones
(Roldán-García, Leyra Fatou y Contreras-Martínez, 2012). Y los pisos pegajosos
cuando se refieren a tomar una decisión en cuanto a decidir por un futuro
desarrollo profesional o domestico. Por ejemplo, en México, el INEGI calcula
que las mujeres dedican 28.8 horas a la semana a cuidar a otras personas y al
trabajo doméstico, mientras que los hombres dedican 12.6 horas.
Ahora en el ámbito científico y
tecnológico se plantea que la educación científica de las mujeres se asemeja a
una ‘tubería que gotea’, en palabras del Informe de la Unión Europea (COMISIÓN
EUROPEA, 2001), pues conforme avanzan en su recorrido desperdician su
capacidad. La velocidad a la que nuestras vidas se vuelven dependientes de las
tecnologías de la información y la comunicación supera el ritmo con que las
mujeres rompen barreras, tradicionales y de nuevo cuño, en busca de un lugar
equitativo en el sector. El sesgo de género viene de lejos y sus causas se
localizan en una red de factores sociales, económicos, culturales, psicológicos
y educativos interrelacionados. (González-Palencia, Jiménez, 2016, 744)
Después de esta información se puede
concluir que la dignidad de las mujeres está siendo violentada, ya que su valor
como persona se ven subestimad, ya que hay un sector que no puede ver
satisfecho su valor intrínseco. Por esto, las brechas existentes afectan
directamente la dignidad de las mujeres porque no les permite cumplir sus
deseos y metas, incluso a veces ni siquiera intentar emprender la realización
de sus proyectos; su felicidad y pleno desarrollo se ven frustrados.
Así mismo sus derechos humanos se ven
menospreciados porque no ven la posibilidad de crecimiento real al no
garantizarse la correcta entrega de lo que les pertenece por derecho. Su
incorporación a la sociedad aún se ve limitada aún cuando por derechos son
igual de merecedoras que los varones.
En México es bien sabido que hay mucha
desigualdad. Existen muchos tipos de brechas como los son de género, digital,
salarial, económica, entre otras, las cuales traen un rezago en la sociedad y,
sobre todo, el problema es que divide a la sociedad en dos; “hay dos Méxicos,
uno para los ricos y otro para los pobres”.
Al no cumplirse los cuatro objetivos
estratégicos del trabajo decente: los derechos en el trabajo, las oportunidades
de empleo, la protección social y el diálogo social. Las brechas sociales
seguirán siendo un lastre y existiendo a pesar de los esfuerzos aislados de
sociedad, gobierno y empresa. Por esto, los derechos humanos de los sectores
más vulnerables serán violados de manera constante. Por ende, el desarrollo
sostenible no será prioridad para nadie de los involucrados, ya sea el empleado
o empleador. Esto quiere decir que la dignidad humana se ve menospreciada
porque las personas están siendo utilizadas como medio económicos, sociales y
culturales para el beneficio de unos pocos.
Por último, para poner en perspectiva,
de acuerdo con el informe "Desigualdades en México 2018", editado por
El Colegio de México, "si una persona proviene de un hogar en situación de
pobreza, tiene una alta probabilidad de permanecer en una situación similar
cuando alcance la edad adulta". La probabilidad de que un mexicano nacido
en uno de los hogares más pobres del país alcance a lo largo de su vida
elevados ingresos es de solo 2.1 %, mientras que en Canadá es de 13.5 % y en
Estados Unidos de 7.5 %, reveló hoy un estudio académico. El estudio contempla
además que 53 % de los mexicanos que nace en una familia rica mantiene su
condición socioeconómica a lo largo de su vida. En otras palabras, si naces
pobre, mueres pobres y si naces rico mueres ricos.
Sánchez Ferrer, Y. (2014). Trabajo decente y desarrollo
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