viernes, 10 de mayo de 2019

LA REALIDAD DETRÁS DE LA VIVIENDA SOCIAL Renato Andrés Aguilar García

Renato Andrés Aguilar García
   A01328654
LA REALIDAD DETRÁS DE LA VIVIENDA SOCIAL

PALABRAS CLAVE
Vivienda social
Asentamiento Irregular
Marginación
Felicidad
Derechos humanos
Dignidad
Equipamientos y servicios
Voluntad
México y Latinoamérica
Calidad de vida
Habitabilidad
Mínima capacidad adquisitiva






INTRODUCCIÓN
A pesar de tener más de un siglo desde su aparición, la vivienda social sigue siendo una problemática muy grande para los diferentes países de Latinoamérica y el mundo.  Sus antecedentes se remontan hacia mediados del siglo XVIII con la llegada de la revolución industrial. Cuando las clases obreras se vieron obligadas a trasladarse a las ciudades para convertirse en mano de obra en fábricas; “esta alta concentración de habitantes en los centros urbanos generó condiciones insalubres y de hacinamiento.” (Rugiero, 2000:67-99)
Es un hecho que la vivienda social ha tenido un progreso continuo. Sin embargo, no hay un agente o medidor que pueda asegurar que los hogares de esta tipología realmente cumplen con los estándares necesarios para que puedan ser habitadas por una familia. Por lo tanto, a pesar de que cada vez hay más políticas que permiten crear más viviendas sociales, no hay un parámetro que dictamine que las familias que las habitan tengan las mismas condiciones en cuanto a calidad de vida, habitabilidad y accesibilidad de las clases sociales más altas.
En algunos casos, la aproximación a equipamientos (salud y educación) y servicios básicos (agua y luz) es inaccesible para algunas de estas familias, ya sea porque viven en espacios muy alejados de la ciudad (periferia) o por habitar en asentamientos irregulares. Esto atenta contra sus derechos humanos que, como lo describen Hernández y Fuentes, “los derechos humanos son los que la persona tiene por su calidad humana y son privilegios fundamentales que el hombre posee por el hecho de serlo, por su propia naturaleza y dignidad […] han de ser consagrados y garantizados” (Hernández y  Fuentes, 1991;7) ya que las priva de sus necesidades básicas para vivir y del mismo modo sus derechos a la educación y a la salud por el difícil acceso a instituciones pedagógicas y hospitales.
Por otro lado, a pesar de que hay una mayor oferta para las clases sociales más bajas, el precio de los hogares es inalcanzable para el poder adquisitivo y patrimonio de dichas comunidades. Además, complementando que algunas de las ofertas de vivienda no cumplen con parámetros de calidad, el adquirir alguna de ellas no tiene una repercusión significativa para la calidad de vida de las familias. Y en el caso de que estas puedan acceder a un préstamo en bancos o instituciones, el costo termina siendo el doble del precio real de la vivienda.
Por último, las familias a las que les es imposible adquirir algún tipo de vivienda formal, como las viviendas económicas o sociales, se ven obligados a habitar en asentamientos irregulares. Con ningún tipo de servicio y difícil acceso a equipamientos de salud y educación. Esto repercuta en su intento por alcanzar la felicidad que como la describe Yepes, “es aquello a lo que todos aspiramos, aún sin saberlo, por el hecho de vivir” (Yepes, 1997:211)














VIVIENDA Y CALIDAD DE VIDA.  
Como puntúan Hernández y Velázquez, “La producción de vivienda social en México, en los últimos años, ha tenido un crecimiento sostenido, sin embargo, tendríamos que validar si esta masiva producción alcanza los parámetros mínimos de habitabilidad.” (Hernández, Velázquez, 2014, 2).  
La habitabilidad es un término usado para establecer si las condiciones de los espacios y del entorno son aceptables, y puede afectar directamente contra la calidad de vida de las personas que habitan una edificación. Cabe recalcar, que la mejora en la habitabilidad de un hogar o varios puede incrementar de manera significativa las condiciones de las comunidades que la habitan en el ámbito físico, social y psicológico. Como sugieren Zulaica y Celemín. “Mejorar la habitabilidad significa incrementar la calidad de vida de los usuarios” (Zulaica y Celemín, 2008:129-146).
Por lo tanto, el no contar con un hogar habitable, impactaría de manera inmediata con la felicidad a la que aspira una persona. Porque ella no sería capaz de realizar actividades cotidianas, tanto en su círculo familiar como en su vecindad, a su confort y en completa plenitud. Como cita Yepes a Leibniz “Felicidad significa para el hombre plenitud” (Leibniz: 2). Esta falta de confort en el hogar se debe a que la propia naturaleza de algunos conjuntos de vivienda social (dimensiones / ubicación / accesibilidad) no cumple con los parámetros básicos para vivir.
En muchos países de Latinoamérica y del mundo, el habitar un espacio se ha convertido en uno de los mayores retos a afrontar y solucionar. Como señalan Julián Salas y Felipe Colavidas, “El mayor reto […] se ha centrado en la satisfacción de sus necesidades vitales básicas: vestir, comer y habitar. Del habitar se desprende la habitabilidad, que se extiende no sólo a la vivienda en sí, sino también a las características del conjunto habitacional (infraestructura y equipamiento) y a las del entorno (nivel de servicios), formando los asentamiento urbanos o rurales” (Colavidas, Salas, 2005:226-229).
Habitar un espacio tiene un significado global y demanda ciertos requisitos que van más allá de la existencia de una vivienda habitable. Estos requisitos obligatorios, comprenden la existencia de una red de espacios públicos, sistemas de infraestructura y servicios, y un entorno seguro. El conjunto de estos espacios conforma, en su totalidad un asentamiento seguro y vital para cualquier comunidad que resida o permanezca en un lugar.  
Entonces, un hogar habitable es un derecho humano, porque si un espacio no cuenta con una red de movilidad, trasporte público, servicios de agua y luz, equipamientos de salud y educación accesibles, no tiene garantizados privilegios que tiene el ser humano por el hecho de serlo. Ya que se les priva de necesidades básicas para vivir y para desarrollarse. Como se mencionó antes,” los derechos humanos son los que la persona tiene por su calidad humana” (Hernández y Fuentes, 1991;7) Por lo tanto, podemos entender que una vivienda habitable es una condición indispensable para el ser humano.
Por otro lado, en países latinoamericanos y en México existen lagunas de información, que impiden el verdadero conocimiento del estado actual de algunos de los complejos residenciales sociales. Al mismo tiempo, esta laguna impide la creación de más y mejores medidores de habitabilidad que permitan y regulen las condiciones de las viviendas sociales. El señalamiento de Velázquez y Hernández es alarmante, “La falta de información sobre el comportamiento, nivel de calidad de vida y satisfacción alcanzados por los usuarios que habitan una vivienda, ponen de manifiesto la necesidad de implementar mecanismos de medición que validen esta situación […] Las viviendas sociales se diseñan bajo prototipos preestablecidos en donde se trata de llevar a los límites mínimos el diseño de los espacios. Tal es el caso de los prototipos estudiados dentro de los cuales encontramos viviendas con un solo dormitorio y hasta cinco personas interactuando en 33,5 metros cuadrados de construcción. El poco espacio que estas viviendas proporcionan a sus habitantes imposibilita el desarrollo de las actividades cotidianas produciendo que se improvisen espacios alternos que ayuden a mitigar esta carencia […] esta improvisación por falta de espacios adecuados va generando tensión entre los miembros de la familia limitando la interacción entre ellos y su hábitat.” (Hernández, Velázquez, 2014, 2).
Como Eusebio Fernández cita a Kant “lo que se halla por encima de todo precio y por tanto no admite nada equivalente, tiene una dignidad” (Fernández, 2001:13), adicionalmente “el reconocimiento de los derechos humanos es el medio de  garantizar la realización de una vida digna, su falta de reconocimiento significa vivir por debajo de la exigencia de esa vida digna”(ibid:13) Entonces, las condiciones de la vivienda social no atentan solamente contra la búsqueda de plenitud y los derechos humanos de una persona, sino también contra su propia dignidad. Porque un ser humano, ante todo, debe ser capaz de cumplir sus necesidades básicas en las condiciones adecuadas para realizarlas.

EL IMPACTO DE LA CALIDAD DE VIDA EN LO COTIDIANO
Se pensaría que, la creación de complejos residenciales sociales en masa, los problemas sociales y de la vivienda se solucionarían, pero el problema de la habitabilidad es tan complejo, que estas condiciones pueden causar otros efectos en sus habitantes. Como puntúan Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes “en muchas ciudades del mundo la creación de grandes concentraciones homogéneas de pobreza crea a la larga problemas y tensiones sociales. Las políticas de vivienda social exitosas en términos cuantitativos tienden a crear estas concentraciones “(Rodríguez, Sugranyes, 2005, 18)
Algunas de estas zonas no tienen acceso a la mayoría de las necesidades básicas para vivir, es fácil entender por qué se detonan tensiones y problemáticas. Las personas que habitan un espacio en el que no pueden satisfacer sus necesidades básicas tanto individuales como grupales o familiares diariamente, se encuentran insatisfechos. Así lo describen Rodríguez y Sugranyes.  “Los residentes de estos conjuntos no están satisfechos con sus condiciones de vida, tienen problemas de convivencia que se expresan en distintas manifestaciones de violencia: intrafamiliar, delitos con lesiones en lugares privados.” (Rodríguez, Sugranyes, 2005, 18)
Por lo tanto, un ser humano que no es capaz de satisfacer sus necesidades básicas en su propio espacio no puede ejercer su voluntad a criterio propio. Entonces no existiría autonomía en su expectativa de vida porque esta no estaría regida por sus valores y deseos. Como define Kant “la voluntad de todo ser racional está atada a ella necesariamente como condición” (Kant, 2003:57). Por consiguiente, un ser humano que no puede ejercer su voluntad no sería más un ser racional, sino más bien un objeto.
Por otro lado, la realidad es que a pesar de que el mejoramiento de un desarrollo progresivo de la vivienda en términos cuantitativos y cualitativos ha sido abordado, muchas veces se pospone por algún otro proyecto que de una manera se califica como “exitoso” y que terminará en el mismo resultado. Como señalan Sugranyes y Rodríguez, “Si estos conjuntos son el resultado de una política habitacional implementada con algunas variaciones a lo largo de 25 años y que diversas autoridades han calificado de muy “exitosa”, hay dos preguntas. La primera es que obviamente algo no ha funcionado bien en dichas políticas de vivienda social, en términos de contexto urbano, de la calidad y tamaño de las viviendas, de la organización y convivencia social […] Las propuestas de innovación rara vez llegan a la práctica. El concepto de desarrollo progresivo de la vivienda y su entorno ha sido cíclicamente abordado y relegado.” (Rodríguez, Sugranyes, 2005, 18).
No es solamente una problemática social, esto abarca desde la política hasta lo cultural y lo empresarial. Es decir, es un fenómeno que ocurre en distintos lugares al mismo tiempo. La creación de modelos o conjuntos de vivienda social, deberían de ser planteados de la mano con los usuarios hacia los cuales están dirigidos. El no establecer una comunicación con los involucrados no presentaría una solución de gran impacto hacia su calidad de vida. Porque las personas que viven en estos complejos son los que mayor compresión tienen sobre sus propias necesidades insatisfechas y sus condiciones. Por lo tanto, se debe replantear los modelos, e identificar a las personas de interés y recurrir al diálogo para reconocer y desarrollar nuevas y mejores propuestas a través del modelo constructivista descrito por Raufflet como “la identificación de los stakeholders mediante un procedimiento del diálogo, el cual tiene como ejes fundamentales la comunicación y la transparencia” (Raufflet,2017:91)
LAS CONSECUENCIAS DE LA CAPACIDAD MÍNIMA ADQUISITIVA
En México, gran parte de las familias con escasos recursos, no cuentan con el suficiente poder adquisitivo para apropiarse de una vivienda. La mayoría de las viviendas, aunque sean de interés social, tienen un costo elevado para los alcances hacia el público al que van dirigido. Como señalan Edgar Barona y Fernando Sánchez “Una familia no debe pagar mensualmente por la vivienda más de 25 ó 30% de sus ingresos en ese mismo período. Como resulta evidente, al ser variables los ingresos y, por lo tanto, la capacidad de pago de la población, a medida que baja la escala de ingresos familiares, la familia puede aspirar a una vivienda de precio cada vez menor. Más aún, por debajo de un cierto nivel de ingresos, en el que lamentablemente se encuentran la mayoría de los habitantes, los costos de casi cualquier tipo de vivienda superan la capacidad de pago de las familias y, por lo tanto, requieren de subsidios para poder disfrutar de una vivienda adecuada.”  (Barona, Sánchez, 2005, 10).
La problemática no cuenta con una solución inmediata para la población que lo enfrenta. Al no contar con una respuesta a corto plazo, las familias que desean apropiarse de una vivienda social, que a su vez significa, el deseo de un desarrollo, tienden a adquirir un préstamo o crédito a alguna institución financiera. Como lo describen Barón y Sánchez, “una vivienda unifamiliar de Tipología A tiene un costo de unos 107 mil pesos, se vende al contado a 120,578.65 pesos, precio casi prohibitivo para la población a la que va dirigida ese tipo de vivienda, y de encarar créditos bancarios, el precio es más del doble del costo de producción ($ 256,229.00).” (Barona, Sánchez, 2005, 10). Las políticas de préstamos con respecto a vivienda funcionan de tal manera que el costo termina siendo el doble para la familia que lo solicitó. Por lo tanto, estas medidas impiden la consolidación económica y social de las comunidades más desfavorecidas.
Es imposible la consolidación y progreso de las comunidades más afectadas por que todas las posibilidades de una mejora están en su contra. Es una problemática aún más grande, el simple hecho de adquirir una vivienda social, la cual muchas veces no cuenta con los espacios y dimensiones mínimas para habitarse, resulta ser más perjudicantes que significativo para la calidad de vida de las familias.
Nuevamente la vivienda social, atenta contra la dignidad humana. Ya que adquisición de un hogar de acuerdo con el proyecto de vida o deseo de un ser humano es frustrado por el nivel de su capacidad económica. Por lo tanto, a pesar poder adquirir un hogar, este no se logra a partir de las condiciones más beneficiosas para el involucrado, sino más bien, para el prestamista. Entonces, el ser humano es reflejado como un objeto y un medio, cuando en realidad es un ser racional que debe ejercer su voluntad y ser capaz de adquirir sus privilegios por el hecho de su calidad humana. Así como lo mencionan Hernández y Fuetes “los derechos humanos […] son privilegios fundamentales que el hombre posee por el hecho de serlo”. (Hernández y Fuentes, 1991;7)

LOS ASENTAMIENTOS IRREGULARES
Un asentamiento irregular está conformado por un grupo de personas a las cuales les es imposible adquirir una vivienda permanente. Son establecimientos auto construidos por una comunidad o individuo que además de no cumplir con parámetros básicos de habitabilidad, son ilegales. Así como lo describen Andrés Mosquera y Angela Ahumada, “La connotación social responde a la incapacidad que tienen las familias de adquirir los recursos para acceder de manera regular a vivienda y servicios. La manifestación de estos asentamientos en las ciudades se puede apreciar en zonas de decadencia (centros de la ciudad) y en la periferia hoy denominados barrios subnormales, vecindad, entre otros.” (Mosquera y Ahumada, 2005: 14) Adicionalmente “los asentamientos irregulares son el acceso al suelo, la producción de la vivienda y la apropiación/obtención de bienes colectivos asociados a vivienda y servicios urbanos. Durante este proceso de lucha para obtener estos servicios, la población de manera ilegal logra dotarse de algunos”. (ibid:14)
Estos cuentan con las peores condiciones para vivir y las personas que se consolidan en estos lugares, generalmente no tienen oportunidad de crecimiento o progreso continuo. Como señala Bertha Caraveo “el hacinamiento, la ubicación de la vivienda en sitios peligrosos (arroyos, basureros, lugares cercanos a focos de contaminación, diques de contención de agua, etcétera), son algunos indicadores de la existencia de ese déficit cualitativo en la producción de vivienda” (Caraveo, 2009, 159).
Como lo describe Caraveo “Por una parte, tenemos que existe una mayor demanda de vivienda debida al crecimiento de la población, la incapacidad económica en la adquisición de esta, la pérdida del poder adquisitivo del salario de los trabajadores, que no sólo afecta a éstos, sino que engloba un proceso de proletarización y empobrecimiento de las clases medias. Esto repercute en la calidad de vida y, por ende, en las condiciones generales de su reproducción.” (Caraveo, 2009, 162).
La creación de vivienda irregular como este tipo de asentamientos, ocurre cuando las personas a las que aspiran a un hogar, digno y habitable no pueden adquirirla por sus propios medios, por lo tanto, recurren a este tipo de vivienda temporal. Un ser humano sin oportunidad de progreso, renuncia a sus aspiraciones y deseos propios, por lo tanto, afecta la felicidad y desarrollo de este, así como lo menciona Yepes, “la felicidad es aquello a lo que aspiramos” (Yepes, 1997:211).
Por otra parte, este tipo de asentamientos es atenta contra los derechos humanos, debido a que las condiciones que se viven dentro de ellas pueden ocasionar problemas contra la salud y vida de sus habitantes. Así como antes se ha mencionado, el ser humano debe de ser capaz de cumplir sus necesidades, por el hecho de su propia naturaleza. Así como como lo describen Hernández y Fuentes, “los derechos humanos son privilegios fundamentales que el hombre posee por el hecho de serlo, por su propia naturaleza” (Hernández y Fuentes, 1991;7)

EN LOS PIES DE LOS INVOLUCRADOS. NARRATIVAS SOBRE HABITAR EN UNA VIVIENDA SOCIAL.
Una parte de la problemática ante la falta de soluciones para mejorar la calidad de vida y habitabilidad de la vivienda social se debe a que realmente es imposible comprender la situación actual en la que viven algunas de las familias. Este último capítulo consiste en una reflexión personal para ser generar empatía.
“[…] aquí el agua sale sucia cosa, que no pasaba allá en Trincheras (nombre de la colonia anterior), en casa de mis suegros, lo que pasaba allá era que no usaba el agua a gusto, aunque les cooperábamos, no era lo mismo, aquí es mi casa y es mi agua, y yo la uso como quiera y nadie me dice nada” (Rosa, 29 años, 2015).
“Sí hay problemas, sí hay inseguridad, pero pues es como en todos lados y ya uno se acostumbra, como uno no se mete con nadie, además en toda la ciudad hay inseguridad, bueno si quisiera estar bien seguro pues viviría en Altozano (fraccionamiento destinado
a los sectores altos) pero pues como ahí es para los ricos ahí sí hay seguridad” (José, 35 años, 2015).
En estas anteriores citas, nos damos cuenta de que hay falta de servicios básicos para las actividades cotidianas. “aquí el agua sale sucia”, a pesar de ser una necesidad básica no se encuentra en las mejores condiciones, lo cual priva a los inquilinos de ese asentamiento, de sus derechos humanos. Privilegios a los cuales cada ser humano debe de tener acceso.
Por otro lado, el hecho de que exista inseguridad en el propio contexto de un hogar abstiene a las personas a realizar actividades a voluntad, y como se mencionó anteriormente “la voluntad de todo ser racional está atada a ella necesariamente como condición” (Kant, 2003:57). Por lo tanto, una vecindad que condiciona la voluntad de los demás, es un lugar inhabitable y sin condiciones de vida.
“Pues hubo un caso muy sonado por los periódicos de un asesinato de un muchacho que al parecer se metieron a su casa varios sujetos y lo apuñalaron, y sí se supo por aquí, pero pues a nosotros no nos ha pasado nada gracias a Dios” (Rafael, 41 años, 2015).
Como señalan Fabricio Espinosa, Antonio Vieyra, Claudio Garibay. “La valoración que tienen los habitantes sobre su entorno habitacional, no se puede entender al margen de los procesos que provocan precisamente esta valoración. Los habitantes pueden sentir y pensar muchas cosas acerca de su vida en ese lugar, y si no se conocen las razones del porque piensan y sienten así, no es posible tener los elementos para hacer las intervenciones urbanas propicias para que los habitantes hagan de estos espacios lugares para habitar.” (Espinosa, Vieyra, Garibay, 2015, 80).
Si las personas que habitan este espacio viven insatisfechas por las condiciones en las que se encuentran, las mismas no pueden alcanzar una plenitud en sus vidas. Por lo tanto, estas condiciones afectan la felicidad de quienes viven en este tipo de conjuntos. Un espacio, en donde una familia se priva a ella misma de sus aspiraciones y voluntades por causas externas, no es un hogar.

CONCLUSIÓN
La vivienda social puede parecer una solución a corto plazo ante una problemática de déficit de vivienda. Sin embargo, es mucho más que eso, ella debería de representar y asegurar un lugar seguro y digno para cualquiera de sus aspirantes. Un espacio en donde tanto en su interior como en su entorno, sus habitantes puedan ser capaces de cumplir sus aspiraciones y tener plenitud.
Una buena calidad de vida es indispensable para cualquiera residente de una comunidad. Un hogar digno mejora el pensamiento y estimación de sus habitantes. Es necesario un cambio en los parámetros y políticas para la creación de mejores condiciones. El diálogo con los involucrados es una forma de lograr una mejora en la vivienda social. Las personas de interés podrían aportar un cambio en el diseño e innovación de una política de vivienda que no ha podido resolver el problema de una manera adecuada.
La mejora de las condiciones y calidad de vida debe de ser el principal objetivo de la creación de la vivienda social. Un hogar que aporte y contribuya al desarrollo de las personas con menos recursos.



FUENTES.  
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Colavidas, Felipe, Salas, Julián, Por un Plan Cosmopolita de Habitabilidad Básica. Revista INVI [en línea] 2005.
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