Introducción
El presente ensayo plantea como objetivo exponer los principales argumentos en contra y a favor del testeo en animales para el beneficio de los seres humanos así como mi postura en contra y la razón por la cual esta práctica debe parar, hablando desde el punto de vista bioético.
El uso de animales en la investigación y testeo de productos ha sido un tópico muy debatido por años. Es decir, de todos los debates sobre nuestras obligaciones morales con los animales, no hay ninguna más disputada que la experimentación con animales. La investigación en esos seres vivos ha tenido un rol vital en muchos avances científicos y médicos. Alrededor del mundo las personas disfrutan de una mejor calidad de vida debido a estos avances y el subsecuente desarrollo de nuevas medicinas y tratamientos ha sido posible gracias a la investigación y testeo en animales. No obstante, el uso de los mismos en investigaciones científicas y médicas ha sido tema de debate por muchos años (Festing & Wilkinson, 2007).
El debate parece estar polarizado en dos campos opuestos: uno, exigiendo un cese a lo que consideran como retrógrado y uso bárbaro de animales en laboratorios; el otro afirma que los experimentos con animales deben continuar para aliviar el sufrimiento humano.
Por otra parte, la elección no es entre animales y personas sino que no hay garantía de que los medicamentos sean seguros solo porque se han probado en animales, esto, a causa de las diferencias fisiológicas entre animales y humanos por lo tanto, los resultados de las pruebas en animales no se pueden extrapolar con precisión a los humanos, lo que nos deja vulnerables a la exposición a medicamentos que pueden causar efectos secundarios graves y que a su vez, se acabe con la vida de animales indefensos de decidir su destino (Doke & Dhawale, 2015).
Desarrollo
Hay mucho desacuerdo en cuanto a si los animales tienen derechos y qué se entiende por derechos de los animales y hay mucho menos desacuerdo sobre las consecuencias de aceptar que los animales no tengan derechos.
Por lo anterior, entiéndase como derechos a todas aquellas normas establecidas que engloban un concepto de justicia y orden para instaurar la relación armoniosa entre seres humanos así como con su entorno (Valcárcel Medina, 2016).
Seguidamente, se deben de entender a los animales como sujetos morales, haciendo énfasis en esto último al hecho de que no solo los seres racionales están sujetos a la consideración moral ya que esto no depende de la capacidad del raciocinio sino de la sensibilidad y de si son capaces o no de padecer alguna clase de sufrimiento, y debido a que un cometido de la moral, desde un enfoque utilitarista, es maximizar los intereses de todos, los animales también poseen el interés de no pasar por dicho sufrimiento (Hall, 2016, p.205). Debido a lo anterior, los animales poseen la misma consideración moral a un trato respetuoso.
Pensadores como Tom Regan han desarrollado teorías basadas en los derechos. Estos teóricos toman una postura sobre la abolición de los experimentos con animales donde argumentan que los animales tienen el derecho moral de no ser utilizados como herramientas en los experimentos. Este derecho, objetan los pensadores, no se puede anular simplemente cuando los beneficios de un experimento superan sus costos, ya que los derechos deben actuar como límites morales sobre lo que se puede hacer a un individuo en nombre del bien social (Regan, 1986).
Sin embargo, este valor inherente no es respetado cuando los animales son reducidos a simples herramientas científicas de experimentación, donde son sometidos a pruebas que a menudo son dolorosas o causan daños permanentes o la muerte, y nunca se les da la opción de no participar en el experimento.
Hoy en día, muchas industrias usan pruebas con animales para diferentes productos, incluyendo cosméticos, medicamentos, artículos para el hogar y pesticidas. Según la Hoja informativa de la Humane Society sobre pruebas cosméticas, durante la experimentación, “los productos químicos se frotan en la piel afeitada o se gotean en los ojos sin aliviar el dolor”. Otras pruebas, como las de posibles carcinógenos, implican dañar animales embarazadas y sus fetos, mientras otros usan el mismo animal repetidamente durante un período prolongado de tiempo (DoSomething.org, s.f.). Además, según la Humane Society, el registro de un solo pesticida requiere más de 50 experimentos y el uso de hasta 12,000 animales (Moxley, 2009). Este abuso excesivo de animales muestra claramente cómo les afecta las pruebas y muchas veces para obtener resultados poco satisfactorios.
Por lo tanto, la experimentación animal es moralmente incorrecta, no importa cuánto puedan beneficiarse los humanos porque se infringen los derechos básicos del animal, específicamente los artículos 1, 2 y 3 de la Declaración Universal de los Derechos del Animal, adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animal y las Ligas Nacionales afiliadas en la Tercera reunión sobre los derechos del animal, la cual fue celebrada en Londres en 1977. Fue aprobada por la UNESCO y posteriormente por la ONU. Los artículos anteriormente mencionados proclaman los siguiente:
Artículo No. 1
Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia.
Artículo No. 2
a) Todo animal tiene derecho al respeto.
b) El hombre, como especie animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a los otros animales o de explotarlos, violando ese derecho. Tiene la obligación de poner sus conocimientos al servicio de los animales.
c) Todos los animales tienen derecho a la atención, a los cuidados y a la protección del hombre.
Artículo No. 3
a) Ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles.
b) Si es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no generadora de angustia (SEMARNAT, 2019).
Los riesgos no son moralmente transferibles para quienes no eligen tomarlos. Los animales no eligen sacrificarse voluntariamente por el avance del bienestar humano y las nuevas tecnologías. Ellos no pueden decidir el destino de sus vidas porque no pueden vocalizar sus propias preferencias y elecciones. Cuando los humanos deciden el destino de los animales en los entornos de investigación, los derechos de los animales se eliminan sin pensar en su bienestar o la calidad de sus vidas. Por lo tanto, la experimentación con animales debería detenerse porque va en contra de sus derechos (Orlans, 1993).
En contraste, existe el argumento a favor, el cual se basa en la definición de derechos entre humanos y animales la cual es diferente. Los animales no tienen algunos derechos como humanos porque no hay moralidad para ellos; los animales no hacen mal moral, y los conceptos de mal, y de derecho, son totalmente extraños (Cohen, 2001). Por lo tanto, es imposible otorgar los mismos derechos a los seres humanos y a los animales, y los animales no deben considerarse para la misma posición que los humanos. Por ejemplo, las leyes del ser humano nos proporcionan una garantía de que cada persona tiene el derecho de no ser lastimada. Si la aplicación también es adecuada para el animal, por supuesto, a los científicos no se les debe permitir usar animales en los experimentos, pero las leyes del mundo animal no pueden ofrecer eso, debido al hecho de que los animales salvajes se aprovechan de otros animales para su alimento. Es concebible que los animales no tengan un sentido del deber como las personas, por lo que no deben ser equiparados con los seres humanos.
Sin embargo, el uso de animales para experimentos científicos no debe ser discutido. Decir de un cerdo o un conejo que tiene derechos es confundir categorías, aplicar a su mundo una categoría moral que puede tener contenido solo en el mundo jurídico humano. Usar animales no es un maltrato. El uso de animales en la investigación científica tiene un propósito más significativo y esencial (Cohen, 2001). Este argumento se fundamenta en la teoría kantiana, la cual afirma que la autonomía es una propiedad necesaria para ser el tipo de ser cuyos intereses deben contar directamente en la evaluación moral de las acciones. Las acciones moralmente permisibles son aquellas que podrían ser deseadas por todos los individuos racionales en las circunstancias. La voluntad es muy importante. Tanto los animales como los humanos tienen deseos que pueden obligarlos a la acción, pero solo los humanos son capaces de apartarse de sus deseos y elegir qué curso de acción tomar. Como los animales carecen de esta habilidad, carecen de voluntad y, por lo tanto, no son autónomos.
Singer (1985) otorga a los intereses de los animales el mismo peso que a los intereses de los humanos. Afirmando que la igualdad es meramente una idea moral, no una simple afirmación de hecho: si poseer un mayor grado de inteligencia no da derecho a un ser humano a usar a otro para sus propios fines, ¿cómo puede dar derecho a los seres humanos a explotar a los seres no humanos? Habla sobre lo que él llama el "Principio de igual consideración de intereses", que describe a continuación: La esencia del Principio de igual consideración de intereses es que damos igual peso en nuestras deliberaciones morales a los intereses similares de todos los afectados por nuestras acciones (Singer, 2011).
Del otro lado de la moneda tenemos el argumento más común presentado por los partidarios de la experimentación con animales, el argumento del beneficio. Es decir, los beneficios de la experimentación con animales son simplemente demasiado grandes para justificar cualquier pensamiento de su descontinuación. La Asociación de Investigación Biomédica de California afirma que casi todos los avances médicos en los últimos 100 años han resultado directamente de la investigación con animales (CBRA, s.f.).
Por supuesto, la validez fáctica de esta afirmación es negada por muchos defensores de los derechos de los animales que argumentan que no solo se han exagerado los beneficios de los experimentos con animales, sino también que su uso ha obstaculizado los avances médicos.
Sin duda, los experimentos con animales pueden proporcionar amplios beneficios médicos y ser moralmente inadmisibles. Supongamos entonces, por el bien del argumento, que la experimentación dolorosa en animales puede aportar alguna contribución al progreso médico. Esta suposición no puede justificar por sí misma la experimentación dolorosa en animales, porque si estuviéramos interesados únicamente en el progreso médico, entonces deberíamos comenzar programas al por mayor de experimentos en seres humanos. Esto se debe a que los sujetos humanos proporcionan los mejores modelos experimentales para investigar enfermedades humanas o probar los efectos de las drogas en los humanos (LaFollette & Shanks, 1997).
Un experimento en una rata puede proporcionar pistas sobre el efecto de un medicamento en particular en los humanos, pero un experimento en un ser humano proporcionará pruebas mucho más duras y más confiables. Entonces, si aceptamos que los experimentos dolorosos en animales pueden contribuir al progreso médico, también debemos reconocer que los experimentos dolorosos en seres humanos otorgarán beneficios aún mayores. Por supuesto, la mayoría de nosotros creemos, con bastante razón, que tales programas de experimentación humana dolorosa serían inadmisibles, incluso frente a los beneficios potencialmente enormes.
Muchos, incluyendome, considerarían los programas de experimentación humana dolorosa una violación a los derechos humanos importantes; y dichos derechos están destinados a actuar como restricciones laterales en la búsqueda de bienes sociales como el progreso médico (Waldron, 1986). Por supuesto, todo esto plantea la pregunta: ¿Por qué los animales, pero no los humanos, pueden ser experimentados dolorosamente por el bien social?
No se puede justificar la experimentación dolorosa en animales apelando a su contribución al progreso médico. Los experimentos humanos normalmente son moralmente injustificables porque los seres humanos tienen derechos a no ser sometidos a procedimientos dolorosos e invasivos. Dado que los animales también tienen un gran interés en no sufrir, no está claro por qué este interés animal tampoco puede traducirse en un derecho a no ser sometido a una experimentación dolorosa.
Conclusión
Los animales experimentales son virtualmente torturados hasta la muerte, y todas estas pruebas se realizan en beneficio del bienestar humano, sin pensar en cómo se trata a los animales.
Sin embargo, muchas personas creen que las pruebas con animales se justifican porque se están sacrificando para hacer que los productos sean más seguros para el uso y consumo humano. El problema con este razonamiento es que la seguridad, el bienestar y la calidad de vida de los animales generalmente no son una consideración. Otros responden que los animales mismos se benefician de la investigación con animales. Pero el valor que asignamos a la calidad de sus vidas está determinado por su valor percibido para los humanos. Mejorar la vida de los humanos no debería ser una justificación para torturar y explotar a otro tipo de seres vivos. El valor que los humanos asignan a sus propias vidas debe extenderse también a las vidas de los animales. Por lo tanto las pruebas con animales deben eliminarse porque violan sus derechos, causan dolor y sufrimiento a los animales experimentales, y existen otros medios para probar la toxicidad de los producto en cuestión. Los seres humanos no pueden justificar la mejora de la vida por sí mismos al torturar y ejecutar al azar miles de animales por año para realizar experimentos de laboratorio o probar productos.
Además del daño innecesario que enfrentan los animales, las pruebas con animales también son perjudiciales para las humanos y el medio ambiente. Cada año se descartan millones de animales que han sido utilizados en las pruebas. De acuerdo con los informes de recolección de desechos de la división de Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Intramural Research Laboratories, en solo 18 meses, desde el año 2011 hasta el 2013, solo estos laboratorios produjeron más de 1.5 millones de libras de cría de animales, excremento y exceso de desperdicios de alimentos. Los desechos animales están contaminados con químicos tóxicos o peligrosos, virus y enfermedades infecciosas. La incineración es uno de los métodos más comunes de eliminación en los laboratorios de EE. UU. Cuando las empresas incineran animales y suministros, el proceso emite gases y partículas finas al aire.
La New England Anti-Vivisection Society (NEAVS) informó que: "un estudio reciente descubrió que 2.1 millones de muertes se asociaron con partículas finas producidas por el hombre, un componente principal del smog" (Alternatives in testing, s.f.). Por lo tanto ¿ Es el testeo de animales una forma segura de probar productos? Aunque las pruebas en animales pueden decirnos cómo el uso de estos productos puede afectar a los seres humanos, el proceso de prueba en sí mismo causa un daño excesivo a las personas y al medio ambiente. Los animales deben ser tratados con respeto y dignidad, y este derecho a un trato decente no se respeta cuando son explotados para beneficio humano egoísta. Después de todo, los humanos también somos animales.
Referencias
Primarias
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Festing, S., & Wilkinson, R. (2007). The ethics of animal research. Talking Point on the use of animals in scientific research. EMBO Reports, 8(6), 526-530. doi: 10.1038/sj.embor.7400993
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Secundarias
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