Si se
quiere entender la realidad ética de la ciudad actual, sus problemas, sus
métodos e instrumentos de planificación, no se puede escapar de confrontarse
con su desarrollo histórico.
Uno de los cambios más
importantes de la visión de la ciudad es a partir de la primera revolución
industrial, es decir, a partir del primer cuarto del siglo XIX. El violento
crecimiento demográfico, facilitado por los avances en la productividad
agrícola y la higiene, hizo crecer las ciudades. Simultáneamente con estos
cambios de la población se desarrollaron los medios técnicos para la
transformación del medio ambiente. Pero, al mismo tiempo, el Estado se retiró
cada vez más de ejercer influencia sobre estos acontecimientos. El liberalismo
de Adam Smith basado en la tesis de la "mano invisible", en la cual
"los egoísmos individuales" conducirían, por último, al ascenso del
bienestar común, le dejaba al Estado sólo la tarea de la defensa ante el
peligro.
Característica de esta idea
básica, es la ley general estatal prusiana en 1794 en la que se afirma: que por
regla general "cada propietario está facultado, para ocupar sus terrenos
con edificios y también para transformar sus edificaciones"
(Fernández,1989). Pero a esta libertad en la construcción sigue una
restricción, según la cual, para "que los cambios no afecten el bien
común, a la estética urbana y los espacios públicos, no se deben realizar
construcciones ni transformaciones" (Fernández, 1989).
Es evidente, que esta
formulación se puede prestar para todo tipo de interpretaciones, lo que
individualmente puede conducir a daños, inseguridad y transformación, y que no
es tan simple de ser normada. Bajo estas interpretaciones los métodos de diseño
eran los siguientes: por un lado, la idea de formar la calidad de los edificios
(estructura, accesibilidad) la higiene y técnica de calles y de la
infraestructura en general (agua, luz, gas, alcantarillado). Por otro lado, el
aporte del arquitecto que quería vencer, superar la fealdad, el desorden, la
falta de espíritu de la ciudad industrial, mediante la belleza y la armonía de
las nuevas construcciones. Sin embargo, el constante cambio de la sociedad y de
las nuevas ideas no permitió que estas premisas de diseño formaran una ciudad
homogénea y funcional, lo que provocó todo un elenco de problemas enraizados en
consideraciones éticas y políticas, tales como la recalificación de suelos, el
diseño de los impactos ambientales o la suspensión y modificación de planes.
Palabras
clave: desigualdad, dignidad, felicidad, urbanismo, diseño urbano, ciudad,
bienestar, calidad de vida.
De igual manera todos estos
cambios llevaron al crecimiento de la mancha urbana. Este crecimiento en
extensión de la ciudad compacta se había podido controlar hasta entonces, a
través de la incorporación de esas nuevas áreas al límite urbano, pero en el
momento en que la extensión de algunas áreas significó el encuentro de varias
ciudades, aparecieron, como es obvio, nuevos problemas, tales como la
descentralización y las comunas que no tienen una clara definición o límite de
la vida urbana afectando la dignidad en la calidad de vida de las personas.
Entendiendo la dignidad como la autonomía moral de una persona, es decir, la
capacidad de realizar tareas y actividades de una manera independiente. Según Kant,
si se lesiona la dignidad del otro afecto también la dignidad en mi propia
persona. El respeto a la dignidad debe ser absoluto e incondicionado. (Michelini,
2010). Si los usos urbanos de la ciudad no están diseñados para satisfacer a
todos sus habitantes de manera equitativa y en su lugar se continúa diseñando
una ciudad fracturada y con grandes extensiones de calles por las que no se
puede caminar, se priva a más de la mitad de la población de muchos servicios
básicos.
El nuevo siglo trae consigo
una serie de renovados y nuevos impulsos de desarrollo urbano. Las grandes
ciudades rigen en este momento como el camino para obtener un verdadero
desarrollo de una cultura social. Sin embargo, la gran ciudad también está en
el centro de la crítica, debido a las problemáticas sociales y ambientales que
el crecimiento de la mancha urbana ha generado. Si se prolonga el desarrollo de
las últimas décadas al futuro, no se le puede dar ninguna posibilidad de
sostenibilidad a la ciudad. Delante de nosotros está el fantasma construido que
se extiende por muchos km2, cubierta por un lado con masas de hormigón fuera de
escala, por otro lado, a través de una construcción absolutamente monótona que
devora parte del paisaje, de autopistas, de cruces, de pasos bajo y sobre nivel,
de gases provenientes de los automóviles y de las industrias.
Nos encontramos ante una
situación nueva respecto al desarrollo de nuestro medio ambiente. Nueva, en el
sentido de tener profundas diferencias por un cambio cualitativo en relación
con otras etapas de desarrollo. Si uno decide explorar estos aspectos en forma
individual, aparece a primera vista, una transformación física fundamental de
la ciudad: el automóvil, que ha significado desbordar por mucho los antiguos
límites administrativos. Ya no es el área de influencia de los medios de
transporte masivo la que caracteriza este crecimiento, sino la libertad de
movimiento del transporte individual.
Este crecimiento en extensión,
no se debe sólo al aumento de la población en la ciudad, fenómeno tan común en
los países del Tercer Mundo, sino que también a una disminución de la población
en las ciudades y regiones metropolitanas del mundo desarrollado, pero cuyas
periferias han seguido creciendo. Se trata también de un aspecto cualitativo,
cual es el aumento de la superficie edificada por habitante. Los motivos de
este aumento son multidimensionales. Por un lado, ha aumentado la superficie de
las edificaciones nuevas en forma bastante considerable y al mismo tiempo, la
densidad en la ocupación de estas viviendas por sus habitantes ha disminuido,
generando una desigualdad entre la sociedad. Por lo general el termino desigualdad
es definido por una combinación de indicadores económicos referidos a los
ingresos y la riqueza. Sin embargo, es inseparable de diferencias sociales de
otro tipo, una interdependencia que es particularmente evidente en el
suministro de vivienda. Más que una mera tipología edificatoria o un sector del
mercado, la vivienda es un acto arquitectónico primario.
Entendemos desigualdad como el
acceso cada vez más diferenciado a las oportunidades, al ingreso y consumo, a
los espacios y servicios públicos, a la educación y tecnología, al empleo,
entre otros factores. En los últimos años esto ha pasado a ser la norma, no la
excepción por lo que se ha convertido en una preocupación universal.
En las últimas décadas se ha
trasladado el peso de la actividad laboral del área industrial-artesanal, al
así llamado "sector terciario", es decir, áreas de la administración,
distribución y comunicaciones. Lo que los sociólogos han llamado del
blue-collar al white-collar. Esto es importante para el tema, porque el sector
terciario ejerce una fuerte presión sobre el centro de la ciudad, por el
emplazamiento privilegiado. Por supuesto que a través de esto son desplazados
otros usos, que no pueden concurrir económicamente. En esto, radica uno de los
principales motivos del por qué ha disminuido la actividad residencial en los
centros de las ciudades, que ha significado, en muchos casos, el despoblamiento
del centro urbano.
“La desigualdad, más allá de
cierto nivel tolerable, lesiona los principios básicos de integración social,
en cualquiera de las dos principales corrientes de pensamiento (la
individual-contractual y la comunitarista-solidaria) que explican por qué los
seres humanos preferimos vivir juntos, en sociedad o en comunidad. Por esta
razón la desigualdad debería ser considerada un problema social fundamental.”
(ONU Habitat, 2014, 22)
El diseño urbano interviene
directamente en la felicidad de las personas. “La felicidad o autorrealización
exige la plenitud del desarrollo de todas las dimensiones humanas, es decir,
contar con las condiciones materiales para alcanzar un bienestar” (Yepes, 214) Desde
la ubicación del equipamiento de manera estratégica para que satisfaga a la
mayoría de las personas, o la ubicación de las áreas de industria para que las
personas tengan las mismas oportunidades, hasta que las personas cuenten con
espacios verdes y abiertos para la recreación. El espacio público y las calles son
el mayor punto de encuentro de las personas, por lo que se vuelve el punto más
importante para la creación de comunidad. Si la ciudad es el punto de encuentro
de las personas por excelencia, la ciudad es el espacio público peatonal. Los
humanos no pueden interactuar en el espacio de los automotores, ni en los
espacios privados que no les pertenecen. La cantidad y la calidad del espacio
público peatonal determinan la calidad urbanística de una ciudad, es decir la
calidad de vida de las personas.
Una forma de mejorar la
calidad de vida de las personas es incluir la salud física y psíquica, el
cuidado del cuerpo y de la mente, y la armonía del alma por lo que promover la
capacidad de caminar como una medida clave para llevar a las personas al
espacio público, reduce la congestión e impulsa la economía local y las
interacciones. Una vida en la calle vibrante anima a la gente a caminar o andar
en bicicleta, mientras que una red racional de calles permite que la ciudad tenga
los servicios administrativos necesarios. Si se ofrece poca distancia a pie o
en bicicleta se garantiza seguridad, alta densidad, uso mixto del suelo y una
mezcla social. Además de proximidad al trabajo, hogar y servicios posibles. Las
calles transitables ayudan a reducir la dependencia del automóvil y, por lo
tanto, a aliviar problemas de congestión, contaminación del aire y agotamiento
de recursos. Los peatones añaden una increíble cantidad de vitalidad para la
vida de la ciudad. (ONU-Habitat, 2014, 2)
Debido al desarrollo de la
sociedad parece ser que sólo la gran ciudad, la región urbana con sus varios
miles o millones de habitantes, cumple con las condiciones para agotar el
potencial de producción que es necesario para asegurar la base económica. La
planificación debería estar orientada de tal manera de mantener elementos de
identidad en su definición hacia afuera, en su estructura y en su apariencia.
En lo que respecta al diseño, esta estructura debería desarrollar un paisaje
urbano mucho más variado y diferenciado, en el cual se pudieran representar los
espacios de vida humana en sus distintas escalas. La relación con las áreas
verdes debería estar orientada, no tanto a la higiene, sino que a los aspectos
síquicos; las impresiones espaciales deberían ser multiformes, variadas y de
acuerdo con las posibilidades con características individuales.
Para entender la ciudad
contemporánea y que el planificador urbano pueda diseñar una ciudad para todos
es necesario caminar las calles y compartir con la gente, poner en común
experiencias, colectivamente saberes y reconocer que no sólo las instituciones,
sino todos, ciudadanas, ciudadanos, organizaciones y grupos más o menos
mayoritarios, construimos la ciudad. Los problemas presentes y acumulados deben
enfrentarse con nuevas metodologías de análisis. El mejoramiento urbano debe
ser reconceptualizado sirviendo a la construcción de un modelo de ciudad más
justa social y espacialmente. “Hasta ahora, las medidas adoptadas han generado
beneficios que a menudo han resultado inasequibles para los habitantes, de modo
que, en lugar de constituir una solución, han provocado su expulsión y han
multiplicado sus problemas. Se debe apoyar a los habitantes de más bajos
ingresos y construir en condiciones de igualdad, espacios para su vida y para
el ejercicio pleno de sus derechos” (UNC, 2012, 2).
Con toda seguridad habrá que
tratar de prevenir la expansión de los grandes centros urbanos, si uno quiere
evitar desarrollos económicos errados. “Los procesos de mejoramiento no pueden
ser pensados como asistencialistas ni como coyunturales, no deben guiarse por
intereses inmobiliarios, no deben constituir acciones finalistas sino
procesuales. La prioridad política no debe ser la intervención aislada sobre
barrios sino la estructuración de una perspectiva de acción global de
reequilibrio y desarrollo social y urbano” (UNC, 2012, 2). Buscar una nueva
dirección para el diseño, no sólo sobre los aspectos materiales y funcionales,
sino también de la vida urbana. Con ella se espera, no eliminar, pero mejorar
el despoblamiento de la ciudad y proporcionarle a esta multifacética vida
urbana un nuevo espacio.
El crecimiento descontrolado
de la mancha urbana ha afectado directamente la dignidad y calidad de vida de
las personas, debido a que la ciudad ha crecido sin orden alguno. A pesar de
que a lo largo de la historia se han generado planes de diseño urbano, estos
planes, aunque en su tiempo resolvieron algunos problemas con el paso del
tiempo más que resolver, han generado más problemáticas como la desigualdad. La
desigualdad se manifiesta debido a que una persona no es capaz de realizar sus
actividades con autonomía, esto se ve fracturado en el sentido de que, si las
necesidades básicas de una persona no están a una distancia caminable, no las
puede realizar con completa autonomía. Además, una ciudad diseñada para el
automóvil es una ciudad gris, llena de grandes planchas de concreto y altos
edificios de hormigón, esto afecta directamente a la salud de las personas, no
solo física pero mentalmente también. Si las personas no se pueden desarrollar
con autonomía, tanto física, mental y económicamente se ve afectada su
felicidad. Es por eso que al diseñar la ciudad se debe pensar en la escala
humana, una ciudad caminable, visible, verde, equitativa, en la que se pueda
desarrollar y crecer, diseñar una ciudad más humana.
Referencias:
1.- Asistentes al II Seminario
Internacional de Procesos Urbanos informales. Septiembre, 2012. Extraído de: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=74830874001,
Colombia, Bogotá. Universidad Nacional de Colombia.
2.- Fernández, Manuel. (1989).
La ética y el urbanismo. Chile. Cuadernos de la Universidad de Chile No. 8
pp.103-139
3.- Gehl Jan. (2004). La
Humanización del espacio urbano. Barcelona, España. Editorial Reverté.
4.- Reinhold M, Moore J, Schindler
S. Agosto,2016. Definiendo la desigualdad. Extraído de: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-69962016000200005
5.- Michelini D. Junio, 2010.
Dignidad humana en Kant y Habermas. Extraído de: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-94902010000100003
7.- ONU-Habitat. 2014. A new
strategy of sustainable neighbourhood planning: Five Principles. Nairobi.
ONU-Habitat.
8.- ONU Habitat, 2014,
Construcción de ciudades más equitativas. Colombia, ONU Habitat.
9.- Fernandez M. 1989. Cuadernos
de la Universidad de Chile. La Ética en el Urbanismo. Extraído de: https://web.uchile.cl/vignette/revistaurbanismo/n1/6.html
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