Por Edgar Alejandro Moreno Díaz
Nuestra capacidad para juzgar los acontecimientos diarios, el razonamiento moral, nos permite determinar si son buenas o malas las decisiones que conllevan a las acciones que ejecutamos. Como es el caso de los dilemas éticos que se nos presentan día con día, sobre los que tenemos que determinar una obra, lo que pensamos y creemos que es mejor según nuestro juicio. Pero el problema se presenta cuando no podemos llegar a la mejor respuesta, una que esté del todo bien, en especial cuando se encuentra en riesgo nuestra vida o la de alguien a quien estimamos. Al encontrarnos en una situación de peligro, como reacción natural, tomamos la decisión de pelear o huir para salvarnos, pero en casos en los que esto no es posible y debemos quedarnos a pelear por nuestra vida o por la de otros que nos importan, en casos extremos, necesitamos tomar la decisión de matar o morir, estos casos no son exagerados ya que se presentan desde mucho tiempo atrás y se siguen suscitando en la actualidad con más frecuencia de lo que se pueda imaginar, como son y lo han sido las batallas campales, en las que los defensores de alguna nación confrontan a las fuerzas militares de la nación enemiga o el hecho de terminar con la vida de un agresor que amenaza nuestra existencia o la de algún familiar. ¿Pero el simplemente hecho de matar nos convierte en una persona ruin? Simplemente depende mucho del como abordemos ésta situación; si es tomada de forma utilitarista, donde se busca el mejor bien y lo que produzca mayor felicidad para los demás generando el menor sufrimiento hacia los otros, entramos en un conflicto de intereses porque de algún modo somos egoístas buscando lo mejor para nuestra causa, ya sea una patria o nuestra propia existencia, arrebatando la vida de otro ser humano, pero de otra manera simplemente seguimos nuestro impulso instintivo de sobrevivir y no permitir, o aplazar, nuestro deceso; siguiendo la ética del cuidado, donde nuestros objetivos son mucho más personales tanto nosotros mismos o nuestros allegados, el terminar con la vida de alguien que atenta contra la nuestra sería correcto al defender los ideales propios. Sin embargo existen formas de pensar muy abstractas y poco flexibles para temas como éste donde se tratan de universaliza las acciones para aplicarlas así a cualquiera de los casos semejantes ya que al momento de romper la regla, aunque sea una vez, pierde su fuerza y es más propensa a rupturas siguientes, tal caso del kantismo.
Existen además muchas otras formas de pensamiento ético, cada una con sus características distintivas, como el contrato social, que nos mantiene en un estado de “paz” social en el cual dejamos nuestro estado natural en el que el egoísmo nos gobernaría para entrar en un estado social, o la ética de las virtudes, que señala que a mayor cantidad de virtudes mayor éxito en la vida se tendrá, las cuales nos guían para ejecutar lo mejor.
Pero es así como es que no se puede generar una respuesta concreta y correcta en los dilemas de ésta índole, debido a que todo es muy subjetivo, donde para algunos nuestras acciones pueden ser tomadas como exageradas y son acreedoras de un castigo con un peso igual a la acción cometida, a manera de retributarismo a manera de la pena capital, mientras que para otros se tomó la mejor decisión para la circunstancia que se produjo en el momento. Simplemente nos queda seguir nuestra moral y nuestra cordura acerca de lo bueno y lo malo al momento que se nos presenten estas situaciones.
Fuentes consultadas:
Rachels, J. (2003).Introducción a la Filosofía Moral. Nueva York: Breviarios.
Cortina, A. (1996) Ética. La vida moral y la reflexión ética. Madrid: Santillana.
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