lunes, 7 de marzo de 2011

Daniela Alvarez Contreras

Desde el mercado hasta el congreso.

“Creer en la alcachofa” es el título que porta el artículo de opinión publicado por Eduardo Caccia en el periódico Mural el lunes 7 de marzo de 2011, en el que evidencia uno de los problemas sociales más serios característicos de la idiosincrasia mexicana: la ingenua credulidad.

Caccia pone al descubierto esa constante fe en los milagros que el pueblo mexicano viene teniendo desde hace mucho tiempo; esa esperanza de que algún día todos los problemas desaparecerán como por arte de magia y sin mover un solo dedo. Él señala lo siguiente “Los mexicanos somos proclives a los milagros, no tanto a hacerlos sino a esperarlos” (Caccia, Mural 9). Y tiene razón. El pueblo mexicano, en la generalidad, tan fácil de oídos y tan lento de análisis resulta muy fácil de convencer de las falsas promesas hechas quizá con el ánimo de lucrar o de beneficiarse uno mismo. Ejemplos de lo anterior se pueden observar desde los llamados ‘productos milagro’, hoy en día tan en boga, hasta las campañas políticas que rara vez cumplen.

Y bien pues se vuelven parte de la jerga cotidiana las frases ‘llévelo para la artritis, osteoporosis, colesterol, para el hígado y los pulmones, y por qué no hasta para bajar de peso’ o bien ‘hecho de productos 100% naturales recientemente descubiertos en la selva amazónica con propiedades curativas’. Frases engañosas que sirven de anzuelo para los consumidores y que rara vez son ciertas. Miles de personas se ven estafadas comprando tamaña cantidad de productos que presumen servir para todo y que resultan sumamente inútiles e incluso, en algunos casos, hasta perjudiciales. Mientras, en la otra cara de la moneda, vendedores inescrupulosos llenan sus bolsillos con dinero fácil salido de unas manos ingenuas que buscan satisfacer sus carencias, como afirma Caccia.

Pintemos un mundo donde todas las personas actúan según su conveniencia siguiendo un modelo egocéntrico y en donde importa poco el bienestar del prójimo, mientras exista esa esencia ilusoria de hacer feliz a quien compra y a quien vende. Quizá el utilitarismo consideraría todo este proceso moralmente correcto. Profundicemos. Abaratar los procesos y crear productos deficientes y de mala calidad resulta bueno pues no se invierte ni el dinero ni el tiempo y se puede obtener un producto que parece confiable y fidedigno para así venderlo a 10 veces lo que costó producirlo. La gente que lo compra vive en un mundo de fantasía y fe ciega creyendo que el producto que acaba de comprar va a solucionar todos sus problemas. Pero este mundo de fantasía se resquebraja cuando aparecen la urticaria, la hipertensión, la disfunción eréctil, las náuseas, y demás efectos secundarios que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) señala. O cuando se pone en riesgo la profesión, como en el caso de la gimnasta rítmica Rut Castillo quien, por consumir alcachofa para adelgazar, resultó positiva en las pruebas de dopaje porque ésta contenía sibutramina.

Pero ¿qué pasa si este mundo de fantasía no sucumbe y la persona sigue viviendo bajo la ilusión de que invirtió su dinero de manera sabia? ¿qué pasa si la persona vive en la ignorancia de que lo que compró no sirve o que le hace daño, pero vive feliz creyendo que no es así? ¿resultaría éticamente correcto este efecto placebo? Finalmente todos son felices mientras no haya algo que evidencie la farsa.

La cuestión se apuesta a favor del kantiano y en contra del utilitarista. Un mundo donde la universalidad que predomina es la de mentir a las personas para así beneficiarse uno es altamente indeseable. Kant habla sobre aquellas leyes morales que adquieren tal valor porque se espera que todos los seres humanos, y por lo tanto racionales, se comporten según éstas. Entonces las acciones de una persona se ven determinadas por ésta misma razón: uno actúa como espera que los demás actúen. Por lo tanto todos estos vendedores que ofertan productos que no sirven para nada, y que lucran a base de mentiras, dan por sentado que es correcto mentir para sacar dinero, que es correcto estafar a las personas que con ingenuidad compran tales productos. Entonces, siguiendo el modelo de la tradición Kantiana, estas personas actúan de manera muy poco ética porque nadie esperaría que todo el mundo lo estafase y ciertamente a nadie le gusta ser engañado. Pero ellos lo hacen rompiendo con éste criterio de universalidad. Una vez que se descubre el engaño se acaba la felicidad.

De la misma manera los vendedores y creadores del producto ven en el comprador un mero medio para alcanzar la solvencia económica sin importarles realmente los efectos que éste pueda tener sobre estas personas. Entonces se rompe el segundo de los criterios de la tradición kantiana que habla tajantemente de ver a los seres racionales como fines y no como simples medios. Parece como si a los involucrados en la venta y producción de los ‘productos milagro’ no les importara en lo más mínimo el impacto que su producto pueda tener en la vida del consumidor mientras lo pague. Esta es la segunda razón propuesta por Kant, por la que estas mismas personas no actúan de manera ética.

En tercera instancia nos topamos con la idea de una convicción propia de principios que lleva a una autonomía moral completamente firme y establecida sobre lo que es moral y lo que no. Pero si los primeros dos componentes kantianos faltan, no se puede esperar que el tercero exista.

Lo malo de la situación no es que los atletas mexicanos no puedan participar en los eventos deportivos internacionales, ni que todas las personas que compran la alcachofa no van a poder adelgazar; la quintaesencia del problema ético y social radica en la costumbre con la que el pueblo mexicano ve estos hechos y en la indiferencia a levantar la voz en contra de ellos. La sociedad permite y alimenta a este problema que como se ha mencionado antes no se reduce a los ‘productos milagro’, sino que va desde el mercado hasta el congreso, con propuestas utópicas que parecen satisfacer a todos pero que nunca se concretan. Y mientras las personas sigan creyendo ciegamente sin tomar en cuenta la capacidad racional, habrá gente con pocos principios éticos que se siga aprovechando de esta ingenuidad para obtener lo que desea. ¿Queremos vivir realmente en un mundo utilitarista?

Bibliografía

(2010). COFEPRIS. Productos Milagro [Slide program]. Mexico

http://www.youtube.com/watch?v=lpYWynNS6Vk&feature=player_embedded

Caccia, E. (2011, Marzo 7). Creer en la alcachofa. Mural, p. 9.

Ficha Técnica de Productos Milagro. (n.d.). COFEPRIS. Recuperado el 7 de Marzo , 2011, de

www.cofepris.gob.mx/nom/doc/fichas_tecPM.pdf

Productos Milagro. (n.d.). COFEPRIS. Recuperado el 7 de Marzo, 2011, de www.cofepris.gob.mx/nom/doc/

Rachels, J., Millán, G. (2007). Introducción a la filosofía moral . México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.

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