viernes, 10 de mayo de 2013

Democracia y corrupción: El dilema de la libertad

                                                         Por: Ana Patricia Pérez Albo 

La democracia es una forma de organización que tiene como objetivo el dirigir a la sociedad mediante el criterio de la participación ciudadana. Es por esto que se dice que ésta nace del pueblo, se ejerce por el pueblo y  se debe al pueblo (Andrade, 2005). Sin embargo, es precisamente esta característica la que la hace vulnerable a los intereses personales. La democracia, así como las demás formas de gobierno, involucra diversas limitaciones y problemas ya que ninguna se compone únicamente de bondades. La limitación, en este caso, de la democracia, es un grave problema ético conocido como corrupción; corrupción que nace del egoísmo del individuo quien en aras de satisfacer sus intereses personales antepone su individualidad por encima de la colectividad perforando así, la libertad y el ser de la democracia. Así pues, en los siguientes párrafos se mostrarán las distintas razones del porqué la corrupción es un problema ético que atañe nuestro día a día y cómo es que ésta es una de las causas de la situación actual.
Thomas Hobbes, filósofo inglés, decía que el hombre por sí solo no es capaz de velar por el bienestar social debido a su carácter egoísta y malévolo que lo convierte en su propio enemigo –homo homini lupus– Es por esto que, para evitar una guerra de todos contra todos este necesita dejar a un lado su naturaleza y apegarse a un contrato social, en el que, de manera voluntaria se someta al control del Estado quien fungiría como autoridad, autoridad cuyo objetivo principal sería asegurar el bienestar social de una manera justa, legítima y eficaz (Rachels, 2007). Así pues, en una democracia existe una lucha entre individuos por detentar el poder, por ser ese Estado que ejerza el control sobre la sociedad, una sociedad en la que cada uno ve por sus propios intereses.
Si bien es cierto que existen leyes, acuerdos y regulaciones que se encargan de asegurar una justa representación, también es cierto que en cada sexenio hemos sido testigos de cómo la corrupción ha imperado en nuestro sistema.
            En las elecciones del 2000 se podría decir que por primera vez se dio una transición bajo el marco de la democracia, democracia que la insistencia civil, no el gobierno, se dedicó a impulsar (Villoro, 2003, pág. 21).  Se vislumbró la llegada de un gobierno abierto y transparente, gobierno encabezado por un personaje que terminó siendo mejor candidato que Presidente. Si bien es cierto que México no es el mismo, que ahora existe una mayor pluralidad, una mayor oferta ideológica para la ciudadanía, una mayor confiabilidad de las elecciones y una autoridad electoral que goza de autonomía e independencia (Villoro, 2003, pág. 21).  También es cierto que la corrupción sigue presente, esa corrupción que involucra a los distintos sectores de gobierno, que desgasta y retrasa el progreso y que se da de diversas y descaradas formas. Desde actos que quedan impunes por no afectar intereses personales, hasta actos que no aparecen a la luz pública, pero sabemos existen; por ejemplo, la inacción y complicidad del Estado en actividades ilícitas tales como: el narcotráfico, la prostitución infantil, el asesinato a periodistas inconformes, los feminicidios en Juaréz, etc. Asimismo tenemos el caso de los partidos políticos que en aras de tener el poder se olvidan del por qué y para qué de su existencia, enfocándose en satisfacer sus intereses particulares, mientras el Estado deja que la corrupción fluya descaradamente. Caber mencionar que como una vez dijo Fernando Savater, si la corrupción es preocupante, lo es aún más la impunidad descarada de la misma (1999). 
El bienestar social que el Estado debe asegurar, necesita de hombres que se rijan bajo principios éticos que les permitan tomar las decisiones adecuadas que impulsen la colectividad y la lleven al crecimiento, que garanticen vivir en lo que realmente se puede llamar democracia, vivir en libertad. Pues “la captación reflexiva de lo ético es nuestra; pertenece a nuestra especie tan sólo (…) este instinto (…) es valioso motor de la cultura y de la convivencia del hombre político” (Arnaiz, 1999, pág. 75).  
Ahora bien, esta corrupción no porta una etiqueta que diga que es exclusivamente mexicana. Ya que en sistemas en los que la libertad es el núcleo del ser, evidentemente, existirán personas que la ejerzan de un modo incorrecto al abusar de ella, porque si no fuera así la libertad no sería eso, libertad (Savater, F. 1999, p. 71). Sin embargo, como seres racionales tenemos la capacidad de elección, la capacidad de elegir entre lo que es moralmente correcto y lo que se aleja de serlo, decisiones que debemos tomar con base en nuestros principios y valores morales. Es por esto que la democracia se vuelve incorruptible cuando las personas actúan bajo el marco de la ética al respetar, realmente, los intereses de los demás, al tomar en cuenta que: “La reflexión es el medio de que se vale el sujeto para captar las valoraciones implícitas en lo ético y en lo racional” (Arnaiz, 1999, pág. 51).
El modelo democrático que tenemos es un modelo representativo, en el que la sociedad se limita a intervenir cada que introduce una boleta en la urna, y al regresar a su casa no tiene ningún control sobre el poder, pues este se ejerce por un grupo de delegados. En una auténtica democracia participativa, los individuos tienen la capacidad de intervenir en las decisiones al abrirse la posibilidad de que los representantes electos puedan ser llamados a cuenta. Así pues, esta última democracia debe ser el complemento de la primera (Villoro, 2003, pág. 34). Pues esto abriría las puertas a un panorama en el que la transparencia fluya y la impunidad disminuya, para así mediante la verdadera participación ciudadana se garantice el bienestar social para que exista, retomando las palabras de Luis Villoro, “libertad de realización para todos y, entre todos, comunidad” (2003, pág. 34). Asimismo, es importante que recordemos que de nada sirve una democracia en la que todos participen si la corrupción sigue imperando, pues al final del día eso nos regresa a un estado de naturaleza, a una guerra de todos contra todos, pues la corrupción, a mi parecer, es una enfermedad que si no se cura se convierte en plaga. Y si la autoridad no es capaz de ejercer su papel de garante de los intereses colectivos y el bienestar social, este se convierte en el monstruo que perfora su propio destino.
La ONUDD (United Nations Office on Drugs and Crime) dice que la corrupción representa un complejo fenómeno que se da en lo social, lo político y lo económico que afecta a todos los países del mundo en diferentes contextos, en donde ésta perjudica, especialmente, a las instituciones democráticas, pues desemboca en un declive del desarrollo económico y una política inestable (2013). Así pues, dentro de este marco un poco más claro del qué y el cómo afecta la corrupción se abre el cuestionamiento de si algún día México, podrá librarse de esta corrupción o seguirá viviendo bajo su sombra. Para esto, vale la pena mencionar que la corrupción no se encuentra únicamente dentro de la esfera política o gubernamental, pues para mí, ésta existe en todas aquellas acciones en las que las personas abusen de su poder. Asimismo, en una sociedad en la que tanto el gobierno como la población son corruptos, es claro que no se puede avanzar y es aún, más claro, que la democracia como de manera utópica, la vemos, está lejos de alcanzarse.
Ahora bien, Javier Sicilia, activista mexicano, retoma las palabras de Douglas Lummis, en su libro Estamos hasta la madre, al decir que la democracia al no ser un aparato que represente el poder del pueblo, sino la lucha del pueblo por el poder del pueblo, ésta resulta sumamente corruptible, tanto que ocasionalmente llega a transformarse en su contrario (2011). Es por esto que la ética del individuo es pieza clave en el caminar de la democracia, pues una democracia no puede sostenerse si cada individuo y, sobre todo aquellos a los que se les otorgó el poder, actúan conforme a intereses propios y pasan por encima de tanto los derechos como las leyes que rigen un país.
Finalmente, es importante que cada uno de nosotros reflexionemos acerca de qué es lo que realmente implica vivir en democracia, pues una sociedad que se vuelve cómplice del mal que sufre, es una sociedad que perfora y lastima su ser. De tal manera que la corrupción solo podrá ser erradicada si la sociedad, en su conjunto, actúa de una manera ética que permita que los intereses personales dejen de formar parte del cuadro. Así pues, hay que recordar que vivir en sociedad implica un compromiso social que es sumamente necesario para poder vislumbrar todo aquello que hoy, parece utopía pero que mañana, puede convertirse en realidad.  















Referencias

Andrade, E. (2005). Introducción a la ciencia política. México: Oxford.
Arnaiz, A. (1999). Ética y Estado. México: Universidad Autónoma de México.
Delgadillo, V. (2003). Tareas de la democracia en México. México: Centro de       Investigaciones Jurídicas, Universidad Autónoma de Zacatecas. 
Rachels, J. (2007). Introducción a la filosofía moral. México: FDE.
Savater, F. (1999). Los caminos para la libertad. México: Ariel.
Sicilia, J. (2011). Estamos hasta la madre. México: Planeta.
Villoro, L (2003). De la libertad a la comunidad. México: FDE
Villoro, L. (2001). Perspectivas de la democracia en México: conferencias. México: El      colegio nacional.
(s.a.). (2013). UNODC y Corrupción. United Nations Office on Drugs and Crime. Recuperando de http://www.unodc.org/southerncone/es/corrupcao/index.html

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