jueves, 9 de mayo de 2013


La Muerte que no fue Instantánea
Fredele Sentíes Lozano
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          Son los instantes los que nos definen; como un abanico de sentimientos y experiencias plasmados en un momento. La vida en sí es tan sólo un instante que para muchos pasa cuando menos se dan cuenta. La conciencia de nuestra mortalidad hace de este momento algo efímero, frágil e incierto. Se dice que es imposible conocer el cuándo y el por qué de nuestra muerte, sin embargo hay quienes deciden cambiar esta incertidumbre y convertirla en una decisión; ellos son los suicidas. En mi vida conocí varios suicidas. Hubo uno en específico que me marcó y es inspiración para la redacción del presente ensayo. 

          Identificar a un suicida no es cosa fácil. Por lo general existen dos tipos: quienes expresan su deseo mortal y quienes prefieren mantenerlo en secreto. La persona a la que haré referencia decidió quedarse callado. Lo que él pensó que sería el fin de su vida sucedió el cinco de noviembre del año 2010. El día transcurría como cualquier otro, alumnos en clase, profesores calificando. El estruendo se escuchó durante el receso. Prácticamente nadie pudo identificar el sonido de una pistola detonando; no pasó mucho tiempo para darnos cuenta de lo que sucedía, el olor era muy penetrante y como testigo presencial vi cómo fue sacado del salón en una camilla cubierto de sangre de la que pensé que no volvería a levantarse. Fue una mañana trágica a lo largo del día esperamos en el hospital el anuncio de una muerte que nunca llegó. Resulta increíble el daño que unas cuantas milésimas de segundo pueden causarle a tantas vidas. Fuimos afectados alumnos, maestros, padres de familia, sin contar la devastadora circunstancia por la que se encontraba atravezando su familia. Su estadía en este mundo se ha prolongado hasta la fecha; esfuerzos increíbles por salvar su vida han sido cosa de todos los días: más de treinta cirugías, meses de rehabilitación, altas y bajas, momentos de gran esperanza hasta llegar a la realidad. Actualmente no puede moverse ni hablar, reacciona ante estímulos y reconoce a las personas, pero no puede expresar pensamientos. Entramos en un dilema ético por el hecho de que estas condiciones de vida atentan contra su dignidad como persona, su estadía en el mundo se ha prolongado hasta hoy. Sin embargo, es inevitable cuestionarnos si es lo más adecuado para él y su familia dadas sus condiciones médicas.

          Después de experiencias fuertes la perspectiva cambia, en mi caso despertó muchas dudas, desde el típico ¿Por qué? hasta pensar que quizá fue una buena decisión en su caso. La pregunta en la que me baso para escribir este ensayo está muy relacionada con este último planteamiento, ¿Es correcto decidir el momento y las condiciones en las que culminaremos con nuestra vida?

     Suicidas han habido a lo largo de la historia, desde los famosos hasta los que pasaron desapercibidos. En las guerras muchos se suicidaron con honor atacando al enemigo. Hay otro tipo de esquema para terminar con la vida de forma humanitaria al cual se le conoce como eutanasia.

          Para poder hablar de eutanasia, debemos primero comprender lo que significa el concepto, lo que abarca y la legislación en el país. De acuerdo con la Real Academia Española, la eutanasia es el “acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una enfermedad incurable, para poner fin a sus sufrimientos” (RAE). 

          Cabe aclarar que existen dos tipos de eutanasia, la activa o directa y la pasiva o indirecta. El primer caso es cuando se aplican métodos específicos para lograr la muerte de una persona para no prolongar su sufrimiento. El segundo, es cuando se deja de aplicar algún tratamiento determinado y esto permite que la vida termine de manera natural. Existe también la no voluntaria que, de acuerdo con Singer, es “la aplicación de la eutanasia en aquellos seres incapaces de dar su consentimiento, como lo serían los infantes incurables o con malformaciones, o adultos, que ya sea por su enfermedad, accidente o edad, hayan perdido la aptitud de comprender acerca de su estado y de su futuro”. (citado por Kraus, 1996). 

          A partir del 2008, se modificó la ley en México para que la eutanasia pasiva pudiera tener lugar; “el objetivo es que los pacientes terminales tengan derecho a pedir la suspensión de su tratamiento” indicó el presidente de la comisión de Salud de dicho año, Ernesto Saro Boardman. De esta forma los enfermos tienen la oportunidad de morir junto a sus familias y en la comodidad de sus casas. 

          ¿Qué opina la ética al respecto?

          La ética no es una ciencia exacta, no tiene verdades absolutas, por lo que se basa en teorías. Cada una tiene su punto de vista respecto a la eutanasia, algunas a favor y otras en contra. Dados los conceptos generales que las teorías éticas tienen sobre la vida en general, son pocas las que favorecen la idea de la eutanasia como una decisión válida y adecuada; el utilitarismo es una de ellas.

          Según el utilitarismo “la moral no es cuestión de complacer a Dios, ni es cuestión de fidelidad a reglas abstractas. La moral es simplemente el intento de producir tanta felicidad en este mundo como sea posible”. (Rachels, pp.151). De acuerdo con esta teoría, tenemos que decidir nuestras acciones basándonos en cuál traiga las mejores consecuencias globales para los involucrados. Siguiendo este principio, la eutanasia sería posible y debería aplicarse en casos que el sufrimiento exceda la felicidad de manera considerable.

          De acuerdo con Stuart Mill, uno de los principales exponentes de esta teoría, “el respeto por la libertad individual es parte de un principio escencial y tiene un valor intrínseco” (citado por Iracheta, 2011. p. 32). Las decisiones en sí tienen un valor, por tanto si la decisión en cuestión es la muerte, se debe respetar aunque no se comprenda el por qué. 

          Arnoldo Kraus escribe en su artículo Suicidio: notas y alegatos para la revista Letras Libres sobre las implicaciones filosóficas del suicidio. En dicho texto, cita a varios autores con respecto al suicidio y se enfoca en la cuestión de la autonomía. Esta “se refiere a la libertad del individuo para ejercer alguna acción de acuerdo a su forma de pensar” (Kraus, 2011), consta de dos componentes: la capacidad de distinguir alternativas y la capacidad de realizar la acción. Para que una persona pueda ejercer de manera adecuada su autonomía, las acciones deben estar previamente razonadas y de preferencia no afectar a terceros. Un suicida está practicando su autonomía al momento de decidir que la muerte es el mejor camino para él. 

          Por otro lado, está la moral bíblica. Esta es un tanto más conservadora y no acepta la práctica de la eutanasia, debido a que los principios empleados están dictados por mandamientos divinos y dogmas de fé. Desde esta perspectiva, la dignidad humana  es obtenida por todas las personas ya que los hombres están hechos a imagen y semejanza de Dios. “No quieras ser demasiado justo ni demasiado sabio; ¿para qué quieres destruirte? No hagas mucho mal ni seas insensato; ¿por qué has de querer morir antes de tiempo? Bien te estará esto sin dejar aquello, que el que teme a Dios saldrá con todo.” (Eclesiastés 7:16-18). Por lo tanto cada vida humana es sagrada y terminar con ella es considerado un pecado.

          Otra teoría ética importante que cabe mencionar en este ensayo es la teoría kantiana. Kraus en su artículo habla sobre la postura de Kant ante el suicidio, “su manifiesto a favor de la dignidad del ser humano es el core de su argumento: la dignidad suprema de la persona representa un fin en sí y es fuente y razón de sus actos morales [...] el suicidio atenta contra la dignidad del ser humano; Kant agrega que los individuos están obligados a preservar sus vidas.” (Kraus, 2011). De acuerdo con la teoría, para tomar una decisión correcta es necesario pensar en nuestra acción como si fuera una ley universal, de igual manera nos habla de la dignidad humana como valor intrínseco. Tomando en cuenta ambos conceptos, nos damos cuenta que la teoría kantiana no está  a favor de la eutanasia ya que al momento de aplicarla entra en conflicto, la convertiríamos en ley universal y atentaría contra el principio de la vida. Por lo tanto, se anula a sí misma.

          Retomando el caso de mi amigo, personalmente desconozco los motivos que lo incitaron a quitarse la vida, pero para él eran suficientes. Unos cuantos días antes escribió un análisis filosófico referente al significado de la vida, aquí presento un fragmento de éste: 

“Sobre el sentido de la vida, vuelvo a apoyar la teoría de los existencialistas (Camus, Nietzsche y Sartre), la vida carece de un sentido. No me impresiona esta teoría simplemente porque, irónicamente, es la única que tiene “sentido” (jaja). ¡Pero qué afán de buscarle sentido a todo! ¿Es tan inseguro de sí mismo el ser humano que necesita explicarse todo? Qué miserables somos. No es necesario encontrar un sentido, es absurdo pensar que lo hay. Los que aseguran que lo hay y hasta aseguran haberlo encontrado no se dan cuenta que sólo están haciendo uso de su libertad para guiar su vida pero son sólo sus decisiones, no es ningún sentido divino mucho menos.”

          Al leerlo, nos damos cuenta de su postura con respecto a la vida; más específicamente, en cuanto al sentido de ella misma. ¿Puede esta ser la razón por la que decidió terminar con algo carente de significado? Asumir no lleva a nada concreto, la cuestión aquí es definir si tenemos el derecho a terminar de manera voluntaria con nuestras vidas; dado que vivimos en una sociedad.

          Por ley y por consenso general, sabemos que es incorrecto, pero tomando en cuenta las teorías éticas que se analizaron, puede o no ser adecuado por razones que van más allá del “no está bien”. Cada teoría impacta de distinta manera la dignidad humana por el simple hecho de que cada una tiene concepciones distintas de esta. El utilitarismo nos habla sobre la felicidad como fin, por lo que la dignidad se basará en ello. Kant, por otro lado, nos expone un concepto específico, nos dice que nacemos dignos, por ende el terminar con la vida implica terminar con la dignidad. Desde un punto de vista religioso, la vida es un regalo de Dios, es sagrada y ponerle fin es desobedecer a Dios.

          En sí, cada persona es libre de decidir si el acelerar el fin de una vida es correcto o incorrecto dependiendo de la situación, convicciones propias, entorno social, etc. En este escrito intento comparar el suicidio con la eutanasia ya que su única diferencia es que una involucra la ayuda de alguien más para llegar a la muerte (sin que se considere asesinato). 

          Respecto a mi pregunta inicial, no pude encontrar una respuesta concreta; quizá por el hecho de que la mente no siempre es concreta. Cada cabeza es un mundo. El suicido tal cual, es una situación muy delicada y personal. Dependiendo del enfoque ético que se le dé, será qué tan correcto o incorrecto sea. Puede darse por cobardía, un ego excesivo, falta de motivos para vivir o simplemente por no tener un modelo ético que seguir. Personalmente, no llevaría a cabo un acto suicida. De cualquier forma, puedo entender los motivos y razones subyacentes a los deseos mortales. La vida es un instante, radica en cada uno de nosotros disfrutarla por el tiempo que nos esté dada, o ponerle fin bajo alguna premisa que puede ser única para cada individuo. 

          Profundamente deseo que si su vida está causando tanto sufrimiento a él y a los que lo queremos, tenga un fin más digno que el esperar el inefable deterioro del cuerpo.


Bibliografía

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