sábado, 11 de mayo de 2013

Revolución Sustentable


Roberto Castañeda García


En las últimas décadas, el Calentamiento Global ha sido de los temas más preocupantes para la humanidad. La verdad es que se dicen muchas cosas pero se hace muy poco. En realidad, ¿deberíamos preocuparnos? ¿preocuparse es la solución? No. Preocuparse no ayuda en nada mientras no hagamos algo para prevenirlo; la solución es ocuparse de lo que está sucediendo en la actualidad, hacer algo al respecto, comenzar a actuar.
La pregunta reflexiva de la ética es muy simple: ¿por qué debemos hacer esto? Pero lo es aún más la  respuesta: porque estamos acabando con el mundo, con nosotros mismos. Es posible que muchos de nosotros no nos demos cuenta de este problema, ya que no nos ha afectado directamente. Pero en muchos lugares se han visto cambios significativos que a la larga pueden convertirse en trágicos.
Un ejemplo es el de los arrecifes de coral. Estos seres se han visto muy afectados por el cambio climático alrededor del mundo, como tal es el caso en las Islas Vírgenes. Resulta ser que, los aerosoles emitidos al cielo por actividades antropogénicas, alteran la formación de nubes; de esta manera, los rayos solares llegan directamente a la Tierra, causando a la vez que el Efecto Invernadero aumente sobre esta. Cuando esto pasa, los océanos también se calientan y el ciclo de vida de los arrecifes de coral se ve afectado, pues se sabe que estos organismos requieren de una temperatura en el agua relativamente fría.
Una vez que los arrecifes de coral desaparezcan, lo harán también los demás animales marinos. Las Islas Vírgenes se quedarán sin su reserva natural más preciada, afectando, al mismo tiempo, a la economía de este lugar, ya que está basada en el turismo. Fui testigo de lo que está ocurriendo con los arrecifes actualmente. Puedo asegurar que esta experiencia dejó en mí un sentimiento de amor y respeto por estos organismos. Se trata de una razón más por la que es importante dejar de emitir aerosoles a nuestro medio ambiente.
Los culpables de esto no es nadie más que el ser humano, pues “nunca una sola especie fue capaz de introducir tantas modificaciones en tan poco tiempo” (Ramírez, 2012, p. 60). El Profesor Ramírez nos explica que los niveles de dióxido de carbono, al igual que la temperatura global, han aumentado exponencialmente en la última década -actualmente supera las 300 ppm, evento nunca antes presenciado en los últimos 650 mil años-.
Nadie está completamente decidido a hacer lo correcto aunque sabemos que hacemos mal. Es por eso que propongo implementar medidas más drásticas en las que la gente esté obligada a reducir la cantidad de recursos naturales que usa y la cantidad de desechos que emite. Una especie de revolución sustentable en la que por fin todos actuemos en conjunto, pues es evidente que no se puede confiar en la humanidad de no ser por amenazas a castigos, y menos aún en la actualidad, en la situación que presenciamos.
El desarrollo sustentable sólo se convierte en realidad a través de la acción” (Leff et al., 2002, p. 28). Cada vez estoy más convencido de que establecer leyes a favor de la sustentabilidad es la única manera de “hacer que las cosas pasen”, pues, como comenta Motomura en el artículo Ética, vida, sustentabilidad (p. 27), disponemos de todo lo necesario para comenzar: conocimiento suficiente (teorías y evidencias razonables) y tecnologías avanzadas que nos proporcionan la capacidad de tomar decisiones apropiadas sobre cómo actuar en la dirección de la sustentabilidad. Pero claro, esto sólo se puede cumplir respetando la ética de la intención-verdad (o no-manipulación) que se aparta de los conflictos de interés y auto-engaño, y se realiza con la intención de garantizar el bien común de la forma más transparente y constante posible.
Es a partir de este punto en que podemos basarnos en la teoría del utilitarismo de Immanuel Kant, tal como la describe Rachels en su libro titulado: Introducción a la filosofía moral. Kant pensaba que el ser humano, a diferencia de otras especies, tiene un valor intrínseco: la dignidad, ya que tiene la capacidad de razonar y entender lo que debe hacer; de esta manera, se entiende que tenemos el deber de beneficencia hacia otras personas. Es así como introduce su teoría acerca del Imperativo Categórico, la cual expresa: “Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal” (Rachels, 2009, p. 210). ¿No es esto lo que buscamos: el bien para todos? ¿No es la sustentabilidad la mejor opción para la sociedad? Hay que actuar en base a las reglas que queremos que sean universales. Al contaminar y dañar nuestro planeta estamos siguiendo la premisa “está permitido contaminar”; pero dañar al medio ambiente nos perjudica a todos, por tanto, no debe permitirse esta acción, no es correcta. En cambio, el cuidar nuestros recursos naturales es una regla moral que debemos seguir. Sin embargo, muy poca gente lo practica.
Como se describe en el Manifiesto por la vida por una ética para la sustentabilidad, la inteligencia no debe centrarse en la razón lógica o la creación productiva como únicas funciones; es necesario orientar de manera sabia el comportamiento y dar sentido a la vida. El bien común toma en cuenta la autonomía y la dignidad de los seres humanos como derechos fundamentales de su existencia. “La Ética de la sustentabilidad es la Ética de la vida y para la vida” (Leff et al., 2002, p. 3).
La pobreza y la desigualdad social expresan claramente la injusticia que presenciamos en todas las regiones del mundo. Estas injusticias se encuentran directa o indirectamente relacionadas con el deterioro ambiental. Estamos hablando del reto más grande que enfrenta la sustentabilidad y el riesgo ambiental, ya que es la división entre países ricos y pobres, que crece constantemente, la que recae en la ambición de seguir creciendo económicamente por parte de los países desarrollados, sin importarles el daño que causan a la ecología.
Para poder realizar el cambio a una sociedad sustentable, debemos incluir que la nueva civilización esté basada en el aprovechamiento de fuentes de energía renovables, que sean eficientes económicamente y amigables al medio ambiente, como lo es la energía solar. Este cambio está ocurriendo actualmente; se da en los valores, la ciencia y actitudes individuales y colectivas. Los patrones de organización social y las nuevas estrategias productivas se van transformando. La justicia social es condición sine qua non de la sustentabilidad, es decir, sin justicia no puede llevarse a cabo la sustentabilidad. Sería imposible construir sociedades ecológicamente sostenibles y socialmente justas si omitimos la equidad en la distribución de bienes y servicios ambientales (Leff et al., 2002, p. 4).
Basémonos un poco en la teoría aristotélica de la felicidad. La felicidad es el fin último que se propone el ser humano -ser capaz de razonar- por naturaleza. Si en vez de actuar de manera precipitada, tomamos decisiones con inteligencia,  utilizando los medios que nos conducen a la felicidad, estamos actuando conforme la virtud de la prudencia; es así como nos lo explica Cortina en su artículo sobre las principales teorías éticas:
Es prudente quien, al elegir, no tiene en cuenta sólo el momento concreto, sino lo que le conviene para el conjunto de su vida. Por eso sopesa los bienes que puede conseguir y establece entre ellos una jerarquía, para obtener en su vida el mayor bien posible. Quien elige pensando sólo en el presente y no en el futuro es imprudente (1996, p. 2).
No nos percatamos de que la felicidad consiste en actuar por nuestro propio bien, por nuestro futuro y el de nuestros hijos y nietos; con una visión que refleja nuestra prudencia y sensatez. Debemos encontrar ese sentimiento de responsabilidad ante las consecuencias medioambientales y empeñarnos en corregir nuestro comportamiento destructivo hacia nosotros mismos.
Del mismo modo, la teoría dialógica nos permite compartir opiniones e ideas y, con ellas, interactuar para llegar a un acuerdo, pues es probable que muchas de estas ideas sean antagónicas o contrarias a otras también propuestas; esto, con el objetivo de buscar el bien común. Para lograrlo, debemos basarnos en un razonamiento equitativo y justo que incluya los puntos de vista de todos. La ética de la sustentabilidad es la de una cultura de paz, en la que no hay violencia, pues las comunidades deben resolver sus conflictos a través del diálogo. Esta cultura de diálogo y paz sólo puede obtenerse dentro de una sociedad de personas que tengan la libertad de expresarse para construir sus acuerdos y consensos, utilizando procesos en los que también haya lugar para los disensos. La aplicación de la teoría de la virtud podría ser la opción más adecuada para tratar la sustentabilidad, al ser la más pacífica. El problema es que exactamente esto es lo que se ha tratado de conseguir en los últimos años, pero lamentablemente no se han visto muchos cambios a favor.
La capacidad argumentativa que tenemos los seres humanos nos permite usar la retórica y el juicio racional para defender nuestras posiciones e intereses, generalmente, individuales. Sólo un juicio moral puede superar las controversias entre juicios racionales de igual legitimidad (Leff et al., 2002, p. 11); sin embargo, la humanidad que presenciamos actualmente no se ha interesado en el bien común de las generaciones futuras, sólo importa el bien individual del momento.
 Desde hace algunas décadas se ha tratado de llegar a la gente haciéndole crear conciencia y ver los daños que hemos estado causando a nuestro mundo a través de los años. Claramente podemos darnos cuenta de que no es así como haremos que todos empiecen a actuar. Es evidente que hemos afectado al planeta por las actividades antropogénicas que efectuamos, pero a nadie le interesa cambiar sus costumbres por el bien de las comunidades del futuro. Debe desarrollarse un punto en el que la cultura moral, el sustento ético y la ley que el Estado establece choquen entre sí para dar lugar a un cambio social. Los pensamientos y palabras que transmitimos se quedan siendo simples pensamientos y palabras. Es por eso que opino que la intervención de la ley es necesaria para presenciar cambios. Sólo así lograremos que, eventualmente, esas palabras se conviertan en el milagro de la acción, que dará origen a una Revolución Sustentable.


Referencias
Cortina, A. (1996). Ética. La vida moral y la reflexión ética. Madrid: Santillana.
Gardiner, S. (Octubre, 2011). The Ethical Dimension of Tackling Climate Change.    Yale School of Forestry & Environmental Studies. Recuperado de: http://e36           0.yale.edu/feature/the_ethical_dimension_of_tackling_climate_change/2456
Leff et al. (2002). Ética, vida, sustentabilidad. México: ISBN.
---------(Mayo, 2002). Manifiesto por la vida por una ética para la sustentabilidad.       Ambiente & Sociedades. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo    .oa?id=31713416012
Rachels, J. (2009). Introducción a la filosofía moral. México: FCE.
Ramírez S., H. U. (2012). Para comprender el cambio climático. México: ISBN.


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