jueves, 9 de mayo de 2013

Educación y ciudadanía


Educación y ciudadanía


Comúnmente escuchamos que la falta de educación es el principal problema en México; que si todo el país tuviera acceso a la educación, habría una mejor calidad de vida. La educación da herramientas para el progreso, y si un país logra educar a una gran parte de su población, las oportunidades de crecimiento llegan de todos lados. Pero, ¿estamos dándole más importancia a la cantidad que a la calidad?, ¿es suficiente la educación que recibimos desde niños? Con el sistema educativo actual, se intenta cubrir los estudios de la gran población de México, y ni los recursos ni el esfuerzo son suficientes. Los funcionarios del gobierno son muy pocos como para lograr los cambios que necesitan millones de personas, es por esto que una buena participación ciudadana es tan importante para el progreso de una sociedad, y para tener una buena ciudadanía, se necesita una buena educación.  La disposición por participar en la resolución de problemas sociales es muy poca, y sin la ayuda de las personas gobernadas, es difícil salir de este círculo.

En el artículo de Humberto Cubides (1998), El problema de la ciudadanía: una aproximación desde el campo de la comunicación-educación, se describe la ciudadanía desde el punto de vista de tres teorías: liberalismo, comunitarismo y neorrepublicanismo. El liberalismo tiene una concepción individualista de la ciudadanía, y promueve la igualdad al darles a todos un mismo estatus moral. También acepta el cuestionamiento formal de las autoridades y el hecho de involucrarse en la toma de decisiones; todo esto como parte de las virtudes ciudadanas. Según Cubides, algunos autores liberales opinan que las virtudes ciudadanas se obtienen de la educación, y para obtener buenos resultados, “las escuelas deben enseñar cómo incorporar el razonamiento crítico y la perspectiva moral que definen la razón pública” (Cubides, 1998, 42). Aprender a aplicar el razonamiento crítico desde una edad temprana, ayudaría a muchos niños a descubrir virtudes en los demás y en ellos mismos, y al aplicarlas en sus vidas, contribuirían a una ciudadanía activa, que busque progreso social por motivación propia. El comunitarismo comparte la idea de las virtudes ciudadanas, pero con un enfoque de compromiso con la sociedad, y sin  el individualismo característico del  liberalismo; las virtudes, deberes y valores, nacen de la vida en comunidad. Para el neorrepublicanismo, un individuo debe buscar cumplir con deberes, y no hacerlo por cumplir con un estatus moral, sino por reconocimiento y compromiso.  “La educación familiar es el punto de partida para la formación del buen ciudadano. En este sentido, la cultura ciudadana se concibe como una gran movilización de mutua ayuda pedagógica para vivir según nuestra conciencia, para reconstruir una convergencia de valores y acción” (Calle, 2007, 352). La educación, tanto en el hogar como en la escuela, es muy importante para tener una ciudadanía activa, ¿cómo podría una sociedad brindar progreso a su país por medio de contribuciones valiosas sin haber tenido una formación que enfatice los valores necesarios para desarrollar aptitudes interpersonales? Para tener una ciudadanía eficiente, debe haber objetivos en común, así como una motivación por cumplirlos, de lo contrario, cada sector buscará los medios para cumplir sus metas, sin importar las de otros.

La teoría de un Contrato Social, introducida por Thomas Hobbes en el siglo XVII, nos ayuda a entender la interdependencia que hay entre la sociedad y el estado: si no hubiera un acuerdo garantizado por un poder mayor, sería imposible lograr una buena convivencia (Rachels, 2007, 225). Si vemos a nuestra sociedad desde el punto de vista de esta teoría, encontramos que hay muchas cosas que no se están cumpliendo (seguridad, justicia, calidad de vida, etc.), y como consecuencia, se pierde tanto el potencial de la sociedad, como la confianza que ésta tiene en su gobierno. En una buena cultura ciudadana, se debe tener respeto por la ley, pero tomándolo como un acuerdo; en caso de que este acuerdo no se respete, es necesario buscar soluciones que garanticen un mejor funcionamiento del estado y que no pongan en peligro los intereses de la población. Sin embargo, es muy común, sobre todo en los jóvenes, ver una postura indiferente en cuanto a la participación, ya que al ver la falta de cumplimiento del estado, se pierde el respeto y la confianza en los gobernantes,  y la motivación por mejorar se vuelve individual. Una buena educación ayuda a crear una disposición a pensar en soluciones para problemas sociales, y como consecuencia, ciudadanos que buscan el progreso colectivo y evitan daños a los bienes públicos. Entonces, la indiferencia que muestra la sociedad es, en parte, una consecuencia de la ineficiencia del gobierno, pero con un sistema educativo que logre hacer del altruismo, la empatía, y el pensamiento crítico algo cotidiano, la consecuencia de ver una sociedad con tantas carencias sería buscar soluciones, en lugar de voltear a otro lado.

Independientemente de la profesión u oficio al que se dedique un ciudadano, la estimulación del pensamiento crítico en estudiantes crea una convicción por resolver problemas sociales, ya que al combinarse con un ambiente de compromiso con los demás, los futuros trabajadores tienen las herramientas necesarias para que cuando se desarrollen en actividades laborales lo hagan con una motivación moral, pudiendo analizar situaciones y resolverlas de la mejor forma. Analizando la obra de Kant, Crítica de la Razón Práctica, Guillermo Hoyos Vásquez (1995) explica en su artículo Ciencia, educación y desarrollo: un nuevo ethos cultural, cómo se puede relacionar la ciencia con la ética al tener la filosofía como una parte importante de la educación.

La filosofía relaciona la ciencia y la ética al mostrar cómo la naturaleza y sus leyes son idóneas para los fines del hombre […]. En esto se apoya el optimismo de la modernidad con respecto al aporte del conocimiento para el desarrollo de la sociedad y a la vez de la persona: gracias a él se consolida la capacidad científico-técnica para resolver los problemas relacionados con la naturaleza y con el mundo de la experiencia, y a la vez se toma conciencia de la competencia discursiva, crítica y moral para organizar la sociedad, emanciparse y desarrollarse cultural y políticamente en la historia. (p. 5).

 

Es muy cierto que mientras más personas reciban educación, mejor le va al país, pero algo que es igual de importante es que la educación debe enriquecer a una persona con conocimiento y habilidades. Se intenta dar educación al mayor número de personas, pero esto hace que el sistema educativo funcione como una producción en masa, y no se le da a la formación humana el peso que merece. Llevándolo a la práctica, es importante entender que incluir materias con nombres como "formación humana" o "ciudadanía" en los planes de estudio, es sólo una parte de la solución, lo más importante es inculcar estas ideas y valores desde la vida diaria de una persona, y esto es posible por medio de una educación más humana y menos sistemática. Es muy difícil encontrar los medios para dar una educación como ésta al mayor número de personas que se pueda, pero si por lo menos se le da a una parte de la población, ese pequeño número de estudiantes tendrá los medios y la motivación para lograr que cada vez más personas tengan acceso a este tipo de educación, y poco a poco crear una mejor ciudadanía. Se necesita un cambio en nuestra forma de pensar, que implique una visión a largo plazo para planear soluciones y modificar el sistema con el que estamos creando ciudadanos. El poder no debe ser exclusivo del estado, el poder se debe compartir con una población preparada para tomar decisiones y acciones que busquen el bien común y apoyen al funcionamiento correcto del estado, lo cual es necesario para una buena convivencia.

 

 

 

Fuentes:

Calle Márquez, María Graciela. (2007). Formación en valores: una alternativa para construir ciudadanía. Colombia: Tabula Rasa, 339-356.

Cubides C., Humberto J. (1998). El problema de la ciudadanía: una aproximación desde el campo de la comunicación-educación. Colombia: Nómadas, 40-48. 

Hoyos Vásquez, Guillermo. (1995). Ciencia, educacion y desarrollo: un nuevo ethos cultural. Colombia: Nómadas

Ocampo-Banda, Luis E.. (2008). Ciudadanias invisibles, estado ausente. México: Ra Ximhai, 105-128.

Rachels, J. (2007). Introducción a la filosofía moral. México: FCE.

 

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