María Fernanda Moreno Delgado
La equidad de géneros, una garantía
para el progreso
¿En realidad nos hemos puesto a analizar
porqué la mujer continúa siendo considerada inferior al hombre en pleno siglo
XXI?, pero sobre todo ¿Cuáles son las consecuencias sociales y económicas que
tiene el dejarse llevar por todos estos estereotipos machistas? La realidad es
que en México actualmente la inequidad de géneros sigue presente en gran
proporción, lo que hace que se genere en el país un crecimiento económico y
social que deja mucho que desear. Así mismo, la mujer continúa siendo parte de
los grupos vulnerables del país, lo que implica que sean ubicadas dentro de los
ciudadanos supuestamente inferiores al resto de la sociedad, cuando se supone
que ante la ley, hombre y mujer son iguales. Ello a su vez genera ciertos
efectos negativos en cuanto a las oportunidades que existen entre hombres y
mujeres, provocando que la mujer quede en un papel muy encasillado solo para
ciertas actividades, impidiéndole su progreso. A continuación se hablará a fondo sobre esta
situación, con el objetivo de dar a conocer el problema ético que se presenta
ante la inequidad de géneros, principalmente porque se daña la dignidad de las
mujeres. Además se dirá cómo es que los ciudadanos, incluyendo a hombres y
mujeres, llegamos a creer que esta situación es de completa normalidad debido a
la forma tan tradicional y errónea de pensar.
La inequidad de géneros es un problema
social y económico que ha estado aquejando principalmente el papel de la mujer
desde siglos atrás. Comparando cómo estaba esta situación antes, con respecto a
la actualidad, la desigualdad entre hombres y mujeres ha disminuido
considerablemente, sin embargo, siguen existiendo grandes barreras que impiden
que las mujeres se desarrollen en todos los aspectos sin limitación alguna.
Esto a su vez, es por supuesto un problema ético debido a que si se rezaga a
las mujeres como seres inferiores a los hombres, se les daña su dignidad y eso
no es correcto. Así mismo, hay que reconocer que esta situación no solo va en
contra de los derechos humanos de las mujeres, sino que también genera retraso
económico en el país. Esto debido a que no permite que los ciudadanos tengan
igual acceso a mejores oportunidades, lo que a largo plazo implica que no
puedan contribuir al desarrollo del país. Basta con mencionar que en el ranking
de países con respecto al Índice de Desigualdad de Género, México se encuentra
en el lugar número 79 de 187 países, lo que significa principalmente que “se
ven afectadas en gran medida 3 dimensiones del desarrollo humano que son la
salud reproductiva, el empoderamiento y el mercado laboral, todo ello debido a
la desigualdad entre hombres y mujeres” (UNICEF, 2011, p.160). Esto a su vez, genera que las mujeres no tengan el mismo acceso que
los hombres a tener un nivel de vida digno, cuando se supone que todos ante la
ley somos iguales.
Una de las principales causas de la
inequidad de género en México es la actitud machista que mantiene la sociedad
en general, incluyendo a hombres y mujeres. Por un lado los hombres, porque son
quienes actúan de manera discriminativa y son las mujeres quienes lo aceptan y
aprenden a vivir con ello, en lugar de poner un alto a esta
situación. Incluso en los hogares se llega a tratar a los hombres como seres
privilegiados, utilizando a las mujeres como sus simples servidoras. Esto se da principalmente porque “el
individuo considera justo aquello que es aceptado por las reglas de su
comunidad inmediata” (Hernández, 2006, p. 79), es decir, si la sociedad apoya
la idea de que los hombres son superiores a las mujeres, los demás lo aceptan
sin pensar más allá de las consecuencias de ello. Además, en relación a esto,
la teoría de la ética del cuidado, habla sobre como existe la posibilidad de
que las mujeres se piensan inferiores socialmente debido al condicionamiento
psicológico que van recibiendo desde pequeñas, es decir, se les han ido
marcando límites principalmente en cuanto a su rol social, es decir, que solo
se dediquen a labores domésticas.
Así
mismo, el hecho de que el género femenino sea el grupo vulnerable de la
sociedad, en cuanto a cuestión de géneros, ha ido provocando que se encasille a
la mujer en tener que realizar ciertas tareas, que supuestamente no debe
realizar el hombre, porque es obligación de la mujer, específicamente los
labores del hogar, cuidar y educar a los hijos, entre otras. Esta situación
hace efecto, cuando una mujer decide buscar algún trabajo que no esté
relacionado con el hogar, provocando lo siguiente: “Las ocupaciones terminan
siendo desvalorizadas por el solo predominio de la población femenina en
ellas”(Ariza, 1999, p.78), lo que a su vez lleva a que “La presencia femenina
sea proporcionalmente mayor en los puestos de trabajo informales y precarios,
al igual que en el trabajo no remunerado destinado al mantenimiento y la
reproducción de la vida en los hogares” (Espino, 2011, p.88). Esto último, hace
que se afecte directamente en la dignidad de las mujeres, porque en realidad es
injusto que solo por el hecho de ser mujer, se esté destinada a trabajar en
lugares inseguros e informales y sobre todo a no recibir una remuneración
justa.
Aquí
es donde entra la teoría de la virtud, sin embargo, debería ser aplicada
también a las mujeres y no solo a los hombres, ya que en la época de
Aristóteles las mujeres no eran sujetos políticos sino que se consideraban seres inferiores. Entonces,
aplicándolo también a la mujer, se establecería
que es también una persona moral y por lo tanto posee ciertos rasgos del
carácter como la justicia, la generosidad y la prudencia. A pesar de estar en
pleno siglo XXI, algunas personas, incluyendo a hombres y mujeres, siguen
teniendo ideas similares a las de Aristóteles, impidiendo ver la necesidad de
cambio de mentalidad que se necesita para poder hacer un país más justo. Así
mismo, interviene en este asunto la ética del cuidado, ya que llega a precisar
un nuevo contexto moral que describe que los hombres y las mujeres presentan
características diferentes, sin embargo, eso no implica que las mujeres sean
inferiores. Con lo que resalta que muchas de las teorías éticas del pasado hablan de moral, pero sin darle un lugar a la
mujer dentro de ellas.
De
igual manera, es realmente indignante que en cuestión de educación y trabajo,
la mujer siga siendo tomada en cuenta en base a prejuicios machistas y
antiguos. A pesar de que poco a poco se ha ido dejando atrás en algunas
empresas esta idea, en muchas de ellas aún permanece esa barrera de realización
para las mujeres, al no ver posible que sea una dama quien tenga un puesto
directivo importante y que tenga a su cargo a muchos empleados. A esta
situación de limitaciones reales
de ascenso, se le denomina “techo de cristal”, es decir, el “conjunto
de barreras invisibles que impiden que las mujeres asciendan a los niveles más
altos de la vida organizacional” (Zabludovsky, 2007, p.26). Esto a su vez,
afecta directamente a la sociedad en general, por el motivo de que hay muchas
familias en donde la madre es la cabeza del hogar y “el inequitativo acceso de las mujeres a las
oportunidades que brinda la estructura ocupacional, y la desvalorización social
y económica de las actividades por ellas desempeñadas, provoca un acceso
restringido al ingreso como recurso social” (Ariza, 1999, p.78),
dificultándoles la oportunidad de sacar adelante a sus familias por ellas
solas, por lo que se afirma que esta situación afecta principalmente en “su
libertad al verse limitadas sus posibilidades de bienestar y desarrollo”
(Zamudio, 2010, p.131).
Como se mencionaba anteriormente, una de
las principales causas de la desigualdad entre mujeres y hombres, es que son
las mujeres quienes permiten toda esta situación, dejándose llevar y aceptando
los prejuicios y estereotipos previamente
establecidos sobre ellas mismas, que les impiden desarrollarse con igualdad a
los hombres, principalmente en aspectos sociales y laborales. En cuanto a los
estereotipos de género, está definido que los hombres deben ser “masculinos”,
es decir fuertes, imponentes y racionales, mientras que las mujeres deben ser
“femeninas”, es decir, emocionales, delicadas y protectoras, por ello
mismo “los estereotipos de género dictan
formas determinadas de vestido, usos del cuerpo, ademanes, posturas y porte”
(Hernández, 2004, p.167). Esto lleva a que la mujer sea encasillada y limitada
a no poder hacer algo que salga de estos protocolos, porque si lo hace, es
juzgada de manera negativa.
Además, un defecto muy significativo
ante esta situación es ignorar que la ley apoya mucho a las mujeres, sin
embargo, muchas ven al hombre como una figura de autoridad y el hecho de
demandarlo o acusarlo de alguna falta de respeto implicaría desafiarlo, y en
consecuencia a la mujer le iría mal y por miedo, mejor decide callarlo. Aquí
intervienen los derechos humanos, los cuales procuran siempre garantizar el
respeto de la dignidad de las mujeres y de esta manera, respetando estos
derechos se “puede contribuir estratégicamente a la construcción
de sociedades equitativas” (Salgado, 2006, p.172).
Con
respecto a todo lo anteriormente mencionado, como sociedad debemos entender que
también está en nuestras manos cambiar esta situación. Primero debemos entender
que con el solo hecho de marcar tantas diferencias entre ambos sexos, se
fomenta aún más la construcción de una relación asimétrica entre hombres y
mujeres que ni siquiera debería existir, ya que al permitir que no vean a ambos como seres humanos con oportunidades
iguales, las injusticias van aumentando cada vez más. Además,
como ciudadanos, debemos saber que la igualdad de géneros ya está reconocida
ante la ley, sin embargo, eso no basta. Como sociedad debemos asegurarnos de
que cada uno de los miembros respete las leyes para garantizar un mejor futuro
para el país, ya que disminuir la inequidad de géneros, implica que el país
tenga mayor desarrollo humano. Para ello, es importante que las mujeres dejen
de creerse esos estereotipos y prejuicios que se les han asignado desde muchos
años atrás. Deben comenzar a creerse iguales a los hombres para que así puedan
empezar a generar igualdad por su cuenta.
Finalmente,
es realmente desagradable la situación en la que se encuentra México con
respecto a la inequidad de géneros. Actualmente, el género femenino continua
siendo un grupo vulnerable, lo que provoca que la mujer no pueda tener las
mismas posibilidades de progresar y de tener una vida digna al igual que un
hombre. Esto se debe principalmente a la actitud machista, tanto de hombres y
mujeres, ya que son los hombres los que ven a la mujer como un ser inferior,
pero son las mujeres quienes aceptan esta situación. Además resulta una gran
falta de respeto a la dignidad de las mujeres que solo por el hecho de pertenecer
al género femenino tengan que soportar y aceptar puestos jerárquicos bajos
dentro de una empresa. Ello generalmente porque se tiene el estereotipo
machista de que la mujer solo debe dedicarse al hogar y al cuidado de los
hijos, impidiéndole toda oportunidad de tener autonomía y empoderamiento
económico. Ante toda esta situación, no basta con que las leyes establezcan que
el hombre y la mujer son iguales ante la ley, sino que se necesita que la
sociedad se comprometa eliminar las relaciones asimétricas entre ambos sexos,
debido a que todos ganarían al garantizarse el crecimiento económico del
país.
Referencias
Ariza, M.
(1999). Inequidades de género y clase: Algunas consideraciones analíticas. Proquest:PRISMA,
70-81.
Espino, A. (2011). Trabajo y género:un
viejo tema, ¿nuevas miradas? proquest: PRISMA, 86-103.
Hernández, A. (2006). Ética actual y
profesional. México: Thomson.
Hernandez, L. O. (2004). La opresión de
minorías sexuales desde la inequidad de género. Redalyc, 23.
INEGI. (2011). Informe sobre
desarrollo humano. Recuperado de Índice de Desigualdad de Género e
indicadores relacionados: http://bit.ly/Wd0i2o
Salgado, J. (2006). Género y derechos
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Zabludovsky, G. (2007). Las mujeres
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PRISMA:
http://0-search.proquest.com.millenium.itesm.mx/prisma/docview/748403773/13DE2723CBA3AA987CB/3?accountid=11643
Zamudio Sánchez, F. J., Nuñez Vera, M.,
& Gómez Salazar, F. (2010). Estudios sobre la relación entre equidad de
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29.
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