viernes, 10 de mayo de 2013

La equidad de géneros, una garantía para el progreso


María Fernanda Moreno Delgado
La equidad de géneros, una garantía para el progreso
¿En realidad nos hemos puesto a analizar porqué la mujer continúa siendo considerada inferior al hombre en pleno siglo XXI?, pero sobre todo ¿Cuáles son las consecuencias sociales y económicas que tiene el dejarse llevar por todos estos estereotipos machistas? La realidad es que en México actualmente la inequidad de géneros sigue presente en gran proporción, lo que hace que se genere en el país un crecimiento económico y social que deja mucho que desear. Así mismo, la mujer continúa siendo parte de los grupos vulnerables del país, lo que implica que sean ubicadas dentro de los ciudadanos supuestamente inferiores al resto de la sociedad, cuando se supone que ante la ley, hombre y mujer son iguales. Ello a su vez genera ciertos efectos negativos en cuanto a las oportunidades que existen entre hombres y mujeres, provocando que la mujer quede en un papel muy encasillado solo para ciertas actividades, impidiéndole su progreso.  A continuación se hablará a fondo sobre esta situación, con el objetivo de dar a conocer el problema ético que se presenta ante la inequidad de géneros, principalmente porque se daña la dignidad de las mujeres. Además se dirá cómo es que los ciudadanos, incluyendo a hombres y mujeres, llegamos a creer que esta situación es de completa normalidad debido a la forma tan tradicional y errónea de pensar.
La inequidad de géneros es un problema social y económico que ha estado aquejando principalmente el papel de la mujer desde siglos atrás. Comparando cómo estaba esta situación antes, con respecto a la actualidad, la desigualdad entre hombres y mujeres ha disminuido considerablemente, sin embargo, siguen existiendo grandes barreras que impiden que las mujeres se desarrollen en todos los aspectos sin limitación alguna. Esto a su vez, es por supuesto un problema ético debido a que si se rezaga a las mujeres como seres inferiores a los hombres, se les daña su dignidad y eso no es correcto. Así mismo, hay que reconocer que esta situación no solo va en contra de los derechos humanos de las mujeres, sino que también genera retraso económico en el país. Esto debido a que no permite que los ciudadanos tengan igual acceso a mejores oportunidades, lo que a largo plazo implica que no puedan contribuir al desarrollo del país. Basta con mencionar que en el ranking de países con respecto al Índice de Desigualdad de Género, México se encuentra en el lugar número 79 de 187 países, lo que significa principalmente que “se ven afectadas en gran medida 3 dimensiones del desarrollo humano que son la salud reproductiva, el empoderamiento y el mercado laboral, todo ello debido a la desigualdad entre hombres y mujeres” (UNICEF, 2011, p.160).  Esto a su vez, genera  que las mujeres no tengan el mismo acceso que los hombres a tener un nivel de vida digno, cuando se supone que todos ante la ley somos iguales. 
Una de las principales causas de la inequidad de género en México es la actitud machista que mantiene la sociedad en general, incluyendo a hombres y mujeres. Por un lado los hombres, porque son quienes actúan de manera discriminativa y son las mujeres quienes lo aceptan y aprenden a vivir con ello, en lugar de poner un alto a esta situación. Incluso en los hogares se llega a tratar a los hombres como seres privilegiados, utilizando a las mujeres como sus simples servidoras.     Esto se da principalmente porque “el individuo considera justo aquello que es aceptado por las reglas de su comunidad inmediata” (Hernández, 2006, p. 79), es decir, si la sociedad apoya la idea de que los hombres son superiores a las mujeres, los demás lo aceptan sin pensar más allá de las consecuencias de ello. Además, en relación a esto, la teoría de la ética del cuidado, habla sobre como existe la posibilidad de que las mujeres se piensan inferiores socialmente debido al condicionamiento psicológico que van recibiendo desde pequeñas, es decir, se les han ido marcando límites principalmente en cuanto a su rol social, es decir, que solo se dediquen a labores domésticas.
Así mismo, el hecho de que el género femenino sea el grupo vulnerable de la sociedad, en cuanto a cuestión de géneros, ha ido provocando que se encasille a la mujer en tener que realizar ciertas tareas, que supuestamente no debe realizar el hombre, porque es obligación de la mujer, específicamente los labores del hogar, cuidar y educar a los hijos, entre otras. Esta situación hace efecto, cuando una mujer decide buscar algún trabajo que no esté relacionado con el hogar, provocando lo siguiente: “Las ocupaciones terminan siendo desvalorizadas por el solo predominio de la población femenina en ellas”(Ariza, 1999, p.78), lo que a su vez lleva a que  “La presencia femenina sea proporcionalmente mayor en los puestos de trabajo informales y precarios, al igual que en el trabajo no remunerado destinado al mantenimiento y la reproducción de la vida en los hogares” (Espino, 2011, p.88). Esto último, hace que se afecte directamente en la dignidad de las mujeres, porque en realidad es injusto que solo por el hecho de ser mujer, se esté destinada a trabajar en lugares inseguros e informales y sobre todo a no recibir una remuneración justa.
Aquí es donde entra la teoría de la virtud, sin embargo, debería ser aplicada también a las mujeres y no solo a los hombres, ya que en la época de Aristóteles las mujeres no eran sujetos políticos sino que  se consideraban seres inferiores. Entonces, aplicándolo también a la mujer, se establecería  que es también una persona moral y por lo tanto posee ciertos rasgos del carácter como la justicia, la generosidad y la prudencia. A pesar de estar en pleno siglo XXI, algunas personas, incluyendo a hombres y mujeres, siguen teniendo ideas similares a las de Aristóteles, impidiendo ver la necesidad de cambio de mentalidad que se necesita para poder hacer un país más justo. Así mismo, interviene en este asunto la ética del cuidado, ya que llega a precisar un nuevo contexto moral que describe que los hombres y las mujeres presentan características diferentes, sin embargo, eso no implica que las mujeres sean inferiores. Con lo que resalta que muchas de las teorías éticas del pasado  hablan de moral, pero sin darle un lugar a la mujer dentro de ellas.
De igual manera, es realmente indignante que en cuestión de educación y trabajo, la mujer siga siendo tomada en cuenta en base a prejuicios machistas y antiguos. A pesar de que poco a poco se ha ido dejando atrás en algunas empresas esta idea, en muchas de ellas aún permanece esa barrera de realización para las mujeres, al no ver posible que sea una dama quien tenga un puesto directivo importante y que tenga a su cargo a muchos empleados. A esta situación de limitaciones reales de ascenso, se le denomina “techo de cristal”, es decir, el “conjunto de barreras invisibles que impiden que las mujeres asciendan a los niveles más altos de la vida organizacional” (Zabludovsky, 2007, p.26). Esto a su vez, afecta directamente a la sociedad en general, por el motivo de que hay muchas familias en donde la madre es la cabeza del hogar y “el inequitativo acceso de las mujeres a las oportunidades que brinda la estructura ocupacional, y la desvalorización social y económica de las actividades por ellas desempeñadas, provoca un acceso restringido al ingreso como recurso social” (Ariza, 1999, p.78), dificultándoles la oportunidad de sacar adelante a sus familias por ellas solas, por lo que se afirma que esta situación afecta principalmente en “su libertad al verse limitadas sus posibilidades de bienestar y desarrollo” (Zamudio, 2010, p.131). 
Como se mencionaba anteriormente, una de las principales causas de la desigualdad entre mujeres y hombres, es que son las mujeres quienes permiten toda esta situación, dejándose llevar y aceptando los prejuicios  y estereotipos previamente establecidos sobre ellas mismas, que les impiden desarrollarse con igualdad a los hombres, principalmente en aspectos sociales y laborales. En cuanto a los estereotipos de género, está definido que los hombres deben ser “masculinos”, es decir fuertes, imponentes y racionales, mientras que las mujeres deben ser “femeninas”, es decir, emocionales, delicadas y protectoras, por ello mismo  “los estereotipos de género dictan formas determinadas de vestido, usos del cuerpo, ademanes, posturas y porte” (Hernández, 2004, p.167). Esto lleva a que la mujer sea encasillada y limitada a no poder hacer algo que salga de estos protocolos, porque si lo hace, es juzgada de manera negativa.
Además, un defecto muy significativo ante esta situación es ignorar que la ley apoya mucho a las mujeres, sin embargo, muchas ven al hombre como una figura de autoridad y el hecho de demandarlo o acusarlo de alguna falta de respeto implicaría desafiarlo, y en consecuencia a la mujer le iría mal y por miedo, mejor decide callarlo. Aquí intervienen los derechos humanos, los cuales procuran siempre garantizar el respeto de la dignidad de las mujeres y de esta manera, respetando estos derechos se “puede contribuir estratégicamente a la construcción de sociedades equitativas” (Salgado, 2006, p.172).
Con respecto a todo lo anteriormente mencionado, como sociedad debemos entender que también está en nuestras manos cambiar esta situación. Primero debemos entender que con el solo hecho de marcar tantas diferencias entre ambos sexos, se fomenta aún más la construcción de una relación asimétrica entre hombres y mujeres que ni siquiera debería existir, ya que al permitir que no  vean a ambos como seres humanos con oportunidades iguales, las injusticias van aumentando cada vez más.   Además, como ciudadanos, debemos saber que la igualdad de géneros ya está reconocida ante la ley, sin embargo, eso no basta. Como sociedad debemos asegurarnos de que cada uno de los miembros respete las leyes para garantizar un mejor futuro para el país, ya que disminuir la inequidad de géneros, implica que el país tenga mayor desarrollo humano. Para ello, es importante que las mujeres dejen de creerse esos estereotipos y prejuicios que se les han asignado desde muchos años atrás. Deben comenzar a creerse iguales a los hombres para que así puedan empezar a generar igualdad por su cuenta.
Finalmente, es realmente desagradable la situación en la que se encuentra México con respecto a la inequidad de géneros. Actualmente, el género femenino continua siendo un grupo vulnerable, lo que provoca que la mujer no pueda tener las mismas posibilidades de progresar y de tener una vida digna al igual que un hombre. Esto se debe principalmente a la actitud machista, tanto de hombres y mujeres, ya que son los hombres los que ven a la mujer como un ser inferior, pero son las mujeres quienes aceptan esta situación. Además resulta una gran falta de respeto a la dignidad de las mujeres que solo por el hecho de pertenecer al género femenino tengan que soportar y aceptar puestos jerárquicos bajos dentro de una empresa. Ello generalmente porque se tiene el estereotipo machista de que la mujer solo debe dedicarse al hogar y al cuidado de los hijos, impidiéndole toda oportunidad de tener autonomía y empoderamiento económico. Ante toda esta situación, no basta con que las leyes establezcan que el hombre y la mujer son iguales ante la ley, sino que se necesita que la sociedad se comprometa eliminar las relaciones asimétricas entre ambos sexos, debido  a que todos ganarían al  garantizarse el crecimiento económico del país.



Referencias
Ariza, M. (1999). Inequidades de género y clase: Algunas consideraciones analíticas. Proquest:PRISMA, 70-81.
Espino, A. (2011). Trabajo y género:un viejo tema, ¿nuevas miradas? proquest: PRISMA, 86-103.
Hernández, A. (2006). Ética actual y profesional. México: Thomson.
Hernandez, L. O. (2004). La opresión de minorías sexuales desde la inequidad de género. Redalyc, 23.
INEGI. (2011). Informe sobre desarrollo humano. Recuperado de Índice de Desigualdad de Género e indicadores relacionados: http://bit.ly/Wd0i2o
Salgado, J. (2006). Género y derechos humanos. proquest: PRISMA, 163-174.
Zabludovsky, G. (2007). Las mujeres en México: trabajo, educación superior y esferas de poder 1. Recuperado de PRISMA: http://0-search.proquest.com.millenium.itesm.mx/prisma/docview/748403773/13DE2723CBA3AA987CB/3?accountid=11643
Zamudio Sánchez, F. J., Nuñez Vera, M., & Gómez Salazar, F. (2010). Estudios sobre la relación entre equidad de género y desarrollo humano en la región noroeste de México 1995-2005. Redalyc, 29.

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