viernes, 10 de mayo de 2013

Las Organizaciones de la Sociedad Civil en México: La causa de su lucha y el dilema ético de su financiamiento.


Por Carlos Alberto Aguilar Cáceres
@KrlozAguilar

Abstract:
El presente ensayo pretende analizar el dilema ético de financiar Organizaciones de la Sociedad Civil a partir de fondos de empresas multinacionales para intentar superar la pobreza multidimensional, siendo que las mismas empresas fomentan la desigualdad. Se realiza un breve análisis sobre el papel del Estado, la Sociedad Civil y la ciudadanía participativa desde un punto de vista (principalmente) de las teorías del utilitarismo y de Kant, reflexionando sobre la complejidad del fenómeno y las dinámicas que permiten que exista el problema.



En México las oportunidades de desarrollo no son las mismas para todos, de acuerdo a la OECD es el segundo país –de sus miembros- con el nivel más elevado desigualdad (OECD, 2011: pág. 1). Constantemente se habla de las millones de personas que viven en pobreza y los gobernantes constantemente hablan sobre la erradicación de la misma, sin embargo, el fenómeno es multidimensional y existen prácticas en la sociedad que fomentan la exclusión y la omisión del problema, perpetuando y complicando aún más las soluciones que podrían funcionar para que todos los habitantes tengan un desarrollo integral que respete su dignidad. El hecho de que existan personas que mueran por enfermedades fácilmente prevenibles o por hambre, y que parte de la razón sean las prácticas sociales que tenemos es realmente alarmante. Si bien el problema es complejo y deben de realizarse acciones que posiblemente sobrepasan las acciones del Estado y sus gobernantes, existen alternativas que pueden ayudar a fomentar acciones que desemboquen en la solución de esta situación: Una de ellas es la Sociedad Civil organizada que es crítica y propositiva, de la cual se habla a continuación.

Organizaciones de la Sociedad Civil: La lucha de su causa y su financiamiento

De acuerdo al Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social la pobreza es multidimensional por lo que además de medir el ingreso corriente per cápita, toma en cuenta las siguientes carencias sociales: rezago educativo; acceso a servicios de salud; acceso a seguridad social; calidad y espacios de la vivienda; acceso a servicios básicos en la vivienda; acceso a la alimentación; y grado de cohesión social (CONVEAL, 2010: 6). Siendo que a 2010 en México se contabilizaban aproximadamente 52 millones de personas viviendo en situación de pobreza multidimensional –que tienen dos carencias sociales- de los cuales, 11.7 millones de personas vivían en pobreza multidimensional extrema –es decir, que tienen más de dos carencias sociales. (CONEVAL, 2010)

Como respuesta a las injusticias sociales –por ejemplo, la pobreza- surgen las Organizaciones de la Sociedad Civil que luchan comúnmente para resolver la situación de  las personas que viven en vulnerabilidad a fin de lograr equidad y justicia social; sin embargo para lograr subsistir y desarrollar actividades de impacto, muchas veces se necesitan recursos y cuando la necesidad de éstos es elevada se recurre a empresas privadas que pueden ser partícipes de los factores que propician la desigualdad y los daños sociales. Por lo tanto se plantea: ¿Es ético recibir fondos de empresas multinacionales para intentar superar la pobreza multidimensional, siendo que las mismas fomentan la desigualdad?

Buscar la mayor felicidad para la mayor cantidad de seres sintientes.

Según el utilitarismo, la vía de la ética debe ser buscar la mayor felicidad para el mayor número de personas (Rachels, 2011: pág. 152), por lo que desde esta perspectiva el utilizar fondos de multinacionales para tratar de superar un problema que ellas mismas fomentan (como el de pobreza multidimensional) parece ser contraproducente: Sí, se está utilizando dinero de aquellos que tienen acceso a él para solucionar un problema social, sin embargo, las prácticas económicas de competitividad de las grandes empresas pueden llegar a pasar por encima de los Derechos Humanos, explotando a personas (haciéndolas trabajar en exceso por pagos mínimos) y provocando que su competencia salga del mercado, causando así una mayor desigualdad social.

De acuerdo con Daniel Ferullo, predomina en el mundo la visión de la economía dónde se piensa –como lo planteaba John Smith– que el hecho de que cada individuo se preocupe por sus propios intereses económicos permitirá un equilibrio en el mercado y no será necesario tomar en cuenta las consecuencias que puedan desenvolverse de las decisiones tomadas por el homo economicus. Dado este individualismo se excluye la posibilidad de que existan en el lenguaje económico los “términos como interés público o bienestar general [...](Ferullo, 2000: pág. 130). Además, por la dinámica que predomina en el sistema capitalista Ferullo describe una “Creatividad destructiva”, dónde los entes económicos utilizan la tecnología (el acomodo de recursos para hacer más eficiente su producción) para conseguir ser el negocio o empresa con características tan inigualables que la competencia termine en quiebra, provocando así mayor desempleo y a futuro, mayor pobreza.

Las prácticas individualistas dificultan la existencia de un contrato social a nivel  socioeconómico, es decir que en vez de buscar el mayor beneficio para todos a costa de un pequeño sacrificio se busca ser el mayor beneficiado sin importar que se afecte a los demás. Lo cual además es imposible actualmente puesto que no existe un ente regulador con la autoridad suficiente para definir qué prácticas son justas y cuáles no dentro del mundo económico global: no hay un organismo internacional que tenga la capacidad de ejercer poder para evitar prácticas injustas (Singer, 2004: pág. 7); no existe propiamente un Leviatán –es decir, el Estado entendido como una figura encargada de ejercer el poder a fin de que la distribución de prácticas económicas y sociales sean justas- sino que más bien los tratos y acuerdos sobre la manera en la que se procederá a explotar y distribuir los escasos recursos del planeta suceden en lo privado, desde los convenios informales entre empresarios de países desarrollados y después son impuestos en lo formal a través de la World Trade Organization (Singer, 2004: pág. 73).

De esta manera, el poder que le correspondería al –inexistente– ente regulador internacional, cae en manos de unos pocos empresarios que tienen influencia en las decisiones de la WTO, obstruyendo así las premisas nacidas en la posmodernidad respecto a la sostenibilidad del mercado (como la producción y el consumo responsable: el fomento de prácticas que resguarden la dignidad y los Derechos Humanos, etc.) mediante actitudes individualistas, puesto que los empresarios que negocian en lo privado (proyectando sus beneficios particulares en los tratos internacionales a través de la WTO) toman en cuenta únicamente sus intereses y no los de la humanidad entera (Singer, 2004: pág. 76) calculada en alrededor de 6.1 billones, con cerca de 1.200 millones viviendo en pobreza absoluta (Dehesa, 2003: pág . 121).

Las empresas que tienen dicha influencia suelen tener presencia comercial en más de un país, clasificándose de esta manera como multinacionales. Estas empresas no únicamente utilizan los recursos de países en desarrollo para conseguir producción barata o subcontratar personal sin darles prestaciones dignas; además de ello acaban con la economía local debido a que las pequeñas y medianas empresas no logran competir con los precios bajos que establecen las grandes empresas. En consecuencia, las personas que intentan emprender un negocio son opacados por la feroz competencia y se ven forzados a optar por trabajos dónde se les paga muy poco o incluso se les orilla al desempleo. Un ejemplo de esto es la dinámica de la producción de alimentos, dónde los pequeños agricultores se ven desplazados por la agricultura intensiva de grandes empresas (OEI, 2013). Cabe destacar que  “no se ha llegado a una conclusión definitiva con respecto a si realmente hay un quid pro quo entre la sostenibilidad financiera y la atención a los sectores más pobres de la población [...] hay una correlación positiva entre sostenibilidad financiera y la atención a una gran cantidad de pobres.” (Gulli, 1999: pág. 28) pero esto sucede principalmente a nivel microeconómico; las grandes empresas por su naturaleza se inclinan hacia un desequilibrio donde eliminan a su competencia y reducen la cantidad de trabajos disponibles (Ferullo, 2004: pág. 97). Por lo tanto estar aliado con multinacionales que propician una dinámica de desigualdad no parece ser un camino viable para superar problemas como la pobreza.

La ciudadanía expresada a través de las Organizaciones de la Sociedad Civil.

Es necesaria una redistribución del ingreso, y el Estado ya no es un órgano que tenga el alcance para regular la dinámica comercial: los gobernantes parecen estar más al pendiente de los intereses económicos y se han ido desplazando de tal manera que utilizan a la sociedad civil como un medio para vincularse con distintos sectores e intereses de la población a manera de satisfacer los intereses de la oligarquía y no las necesidades de los ciudadanos (Ferullo, 2000: pág. 94), un ejemplo de ello es expuesto en un pequeño análisis realizado por James Petras dónde destaca que algunas “(...)ONG se convirtieron en el “rostro comunitario” del neoliberalismo y se relacionaron íntimamente con los de arriba (gobernantes y empresarios) y complementaron su labor destructiva.” (Petras, 2000: pág. 1, paréntesis añadidos); todo esto en algunos países de América Latina y en México cuándo Vicente Fox tomó la presidencia.

Un acercamiento kantiano al problema nos diría que es nuestra obligación obrar sin tomar en cuenta las consecuencias de las acciones que no involucran a las personas como fines (Rachels, 2011: pág. 210) , por lo tanto muy probablemente aprobaría el financiamiento de Organizaciones de la Sociedad Civil, argumentando que: dar recursos a personas en vulnerabilidad es un hecho deseable y necesario, puesto que se trata a las personas viviendo en estas condiciones como un fin al proteger su dignidad y no se les considera un medio por las consecuencias negativas que el acto de beneficiarlas pueda representar para el resto de la sociedad.

Contrario a ello el utilitarismo se enfocaría en tratar de conseguir la mayor felicidad para el mayor número de personas (Rachels, 2011: pág. 152), por lo que de manera cuantificable se opondría a que las OSC’s reciban donativos de multinacionales que fomenten la desigualdad por el hecho de que: incluso cuándo un donativo no es un ingreso directo para las empresas, el donativo representa un deducible de impuestos que ayuda a las mismas a disminuir gastos en unas áreas y a ser capaces de invertir en otras que impulsan la creatividad destructiva.

A este dilema habría que plantearnos: ¿Qué sucede cuándo las OSC no logran financiarse por otro método y por lo tanto no pueden concretar sus acciones? Siendo que pueden existir otros medios para lograr el financiamiento de las sociedad civiles, como el donativo personal de cada asalariado con excedentes que le permiten darse lujos, la realidad es que muy poca gente toma interés por dar parte de sus ingresos para asegurar el bienestar del resto de la población: se prefiere tener alegría a partir de bienes materiales que evitar la muerte de millones de niños, por ejemplo (Singer, 2004: pág. 151). Si las OSC’s dejan de realizar labores por insuficiencia de fondos, las prácticas socioeconómicas de las empresas no cesarán de fomentar la desigualdad y encima de ello no habrá quién haga esfuerzos por invertir las cifras de personas viviendo en vulnerabilidad.

El voluntariado.

El conocer de primera mano una realidad distinta a la propia, puede causar replantear el estilo de vida que se está llevando y considerar nuevos factores al momento de tomar decisiones cotidianas, ya que se toma conciencia del alcance que pueden tener las consecuencias de nuestras acciones. “Cientos de millones de personas han tenido sus vidas tocadas, si no  es que transformadas, por el acceso a escuelas, agua limpia, sanitación, energía eléctrica, clínicas de salud, caminos e irrigación –todas a partir de donaciones extranjeras.” (Singer, 2004: pág. 190), puedo decir por experiencia propia que el ser partícipe de las actividades que logran llevar esta ayuda a las personas que lo necesitan también es un evento que transforma vidas.

Para lograr una distribución adecuada de los ingresos, lo primero que se necesita saber es cómo está repartida la rentabilidad en el mundo, lo cual de acuerdo a Dehesa es imposible al momento; pero como lo remarca Ferullo las OSC’s son un medio fiable para tener acercamiento con los sectores que no están siendo tomados en cuenta y reconsiderar la dinámica socioeconómica necesaria para reguardar la integridad de las personas.

Por lo tanto, una propuesta donde el resultado no únicamente es un incremento mayor de personas en desigualdad a personas que superan la situación, sino dónde al mismo tiempo se genere conciencia entre las personas (que son pudientes socioeconómicamente) sobre la disparidad socioeconómica que existe, es una promesa más atractiva desde un punto de vista utilitarista porque genera la posibilidad de que el cambio social para traer felicidad a un mayor número de personas exista desde aquellos sectores que pueden impulsar de manera exponencial el cambio necesario para que ello suceda; de esta manera utilitarismo y la corriente kantiana se aproximan a un acuerdo sobre la respuesta que se puede dar al dilema ético.

Conclusiones

Se puede concluir que en primera instancia no es ético que una OSC se financie a través de donativos de empresas que tienen prácticas no éticas, sin embargo el fenómeno es más complicado que esto: conozco personalmente OSC’s que logran su financiamiento de esta manera debido a la falta de posicionamiento que tienen en determinadas regiones, es decir, que no son apoyadas con donaciones mensuales de personas físicas (como sí es el caso con Green Peace o Amnistía Internacional) que logren sustentar sus operaciones, pero a pesar de ello, trabajan con sectores de la población que rara vez son tomados en cuenta –o por lo menos no son tomados en cuenta de manera sustentable, si no asistencialista (proponiendo una solución universal a los problemas y que no implica un desarrollo ni compromisos por parte de los asistidos) con programas como Oportunidades- debido a las implicaciones legales que ello puede significar. Las activaciones sociales de estas OSC’s permiten a voluntarios conocer personalmente la realidad que afecta a millones de personas en el país (aquellas que viven en condiciones de pobreza extrema multidimensional dentro de terrenos que no tienen certeza legal, por ejemplo) y de esta manera logran tener información fidedigna para realizar una denuncia de impacto. Además, el excluir a un sector pudiente de la sociedad es replicar la práctica de exclusión social que se le practica a las personas que viven en vulnerabilidad: es necesario que las empresas conozcan de primera mano las realidades que viven millones de personas para que caigan en cuenta de que sus acciones podrían estar perjudicando la vida de millones: el primer paso para solucionar un problema es conocerlo, tenerlo presente y hablar del mismo.

Si bien no es ético el tener este tipo de financiamiento, actualmente es necesario para poder comenzar a superar la situación de desigualdad que existe porque de no intentar resolver los problemas actuales, las empresas simplemente seguirían con sus prácticas y nadie haría algo por detenerlo; y es necesario también que a partir de la información recabada de las acciones realizadas por las OSC’s exista una denuncia y una exigencia al resto de la sociedad para lograr un financiamiento –o incluso participación- desde las personas físicas y no desde las empresas que tienen prácticas no éticas, porque a fin de cuentas, el estilo de vida interconectado que ha propiciado la globalización nos convierte a todos en responsables de fomentar el respeto de los Derechos Humanos, y no solo de un reducido grupo de activistas que velen por ello. Se debe buscar una transición hacia la participación ciudadana para encontrar soluciones adecuadas a los fenómenos sociales de injusticia. El camino es largo y complejo, pero una actitud pasiva no cambiará los factores que actualmente perpetúan condiciones como la pobreza.

Referencias:

·         Gulli, H. (1999). Microfinanzas y pobreza: ¿son válidas las ideas preconcebidas?. Washington, D.C.: Banco Interamericano de Desarrollo. Departamento de Desarrollo Sostenible. Unidad de Microempresa.

·         Dehesa, G. (2003). Globalización, desigualdad y pobreza.. Madrid: Alianza Editorial.

·         Ferullo, D. (2000). El malestar en las economías modernas de mercado : sobre la economía social, el tercer sector y la sociedad civil. Buenos Aires, Argentina: Macchi.

·         Lemus, D. (2012). Sociedad civil, democratización y cooperación internacional para el desarrollo en los mundos regionales. 3. Guadalajara: Tecnológico de Monterrey, Campus Guadalajara.

·         “Nota país: México”: del reporte OECD (2011). Divided We Stand: Why Inequality Keeps Rising. OECD Publishing. Disponible en http://www.oecd.org/mexico/49177732.pdf

·         OEI. (2013) Década por una Educación para la Sostenibilidad. Recuperado de

·         Ordóñez, G. (2002). La política social y el combate a la pobreza en méxico.. México, D.F.: Universidad Autónoma de México, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades: Secretaría de Desarrollo Social.

·         Petras, J. (2000). Las dos caras de las ONG. La Jornada, 2000.

·         Rachels, J. (2009). Introducción a la filosofía moral. México: FCE.

·         Singer, P. (2004). One World. Estados Unidos: Yale University Press.

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