Adán Amézquita Sahagún
¿Tiene
validez ética el uso de nuevas tecnologías en el cuerpo del ser humano para
perfeccionarlo?
La constante búsqueda para el progreso del
ser humano ha traído como resultado múltiples avances en ciencia y tecnología,
tal ha sido el caso en el desarrollo de la genética y nuevas tecnologías
aplicadas en el cuerpo humano. Estas nuevas tecnologías le brindan al hombre la
posibilidad concreta de manipular genéticamente a los individuos para su
conveniencia. Dichas manipulaciones tienen como objetivo el mejoramiento o
perfeccionamiento tanto físico como genético de la humanidad en los distintos
aspectos de su salud y capacidades. Gracias a las tecnologías innovadoras, la
genética en los humanos, puede ser controlada a placer según nuestros deseos o
necesidades. ¿Qué tan ético puede ser este control sobre la vida por parte del
hombre?
Algunas personas consideran
impermisible el uso de la tecnología genética para prevenir diferentes
enfermedades hereditarias que afectan, y en un futuro pueden seguir afectando,
a una gran parte de la sociedad. Personalmente, yo estoy a favor de que se usen
las tecnologías que se van descubriendo día a día para apoyar al progreso del
ser humano en el ámbito de la salud mediante la manipulación genética y otros
tipos de tecnologías aplicadas al hombre.
Me parece de suma
importancia que la ciencia y la tecnología vayan avanzando constante y
aceleradamente para que la humanidad pueda servirse de todos los recursos
posibles y tratar de mejorar la calidad de vida de todas las personas. La
teoría hedonista nos dice que usemos la razón calculadora para obtener el mayor
número de placeres y evitemos el dolor; de esta manera alcanzaremos la
felicidad. (Cortina, 1996). El avance
tecnológico y científico relacionado con la medicina se da precisamente porque
los seres humanos buscamos eliminar el dolor que causan ciertas enfermedades y,
consecuentemente generar el placer del bienestar y un sentido de seguridad, sin
mencionar el aumento en la esperanza de vida de las personas.
La teoría Aristotélica nos
dice que los seres racionales somos capaces de elegir prudentemente los medios
que nos conduzcan a la felicidad y que podemos hacer uso de los medios que sean
necesarios para lograrlo, siempre y cuando busquemos obtener un fin bueno y
duradero, que persista para toda la vida. (Cortina, 1996). El uso de la
genética nos podría ayudar a superar enfermedades como el síndrome de Down. De
esta manera podremos brindarles a muchas personas la oportunidad de disfrutar
los placeres que, a consideración de John Stuart Mill, son los placeres
superiores: placeres intelectuales y morales (Buss, 2007).
Sin embargo, como ya he
mencionado anteriormente, existen muchas personas a las cuales no les parece
ético el uso de nuevas tecnologías aplicadas al ser humano por diversas
razones. No es raro que muchas de estas tecnologías hayan causado polémica y
rechazo en determinadas ocasiones. Un ejemplo de lo previamente señalado es la
controversia que han causado los implantes cocleares en bebés que nacen con
sordera. Un implante coclear es un aparato de alta tecnología que ayuda a las
personas con sordera a recuperar su capacidad auditiva mediante los impulsos
eléctricos que el dispositivo activa en el sistema nervioso del individuo que
lo usa. El implante coclear se puede usar ya sea desde la infancia para
habilitar la capacidad auditiva o en la etapa adulta para rehabilitar la misma
(Canete, 2009).
Siguiendo un razonamiento
lógico, Alden (2002) afirma que eliminar el rasgo de la sordera destruirá “un
conjunto de individuos cuya identidad se puede distinguir y diferenciar en
términos de una tradición cultural común o de una herencia cultural común” (pág
21). Basado en lo anterior, Alden afirma que los individuos con sordera son un
grupo étnico y sugiere que el uso de implantes cocleares es un genocidio porque
eliminaría dicho grupo conformado por las personas en esas condiciones. Incluso
existen personas sordas que se niegan a usar los implantes cocleares porque no
consideran ético el terminar con un grupo en el cual se pueden desarrollar
íntegramente y sentirse seguros. Sin embargo, yo pienso que la opinión de esas
personas no quiere decir que los implantes cocleares en realidad vayan en contra
de un comportamiento ético porque su argumento no está fundamentado en bases
muy sólidas.
¿Qué hay de las personas que
sí quieren dejar de ser sordas? Existen muchas más personas que, de hecho,
quieren hacer uso de esta tecnología porque de esta manera se podrán integrar a
la sociedad y tener una vida más plena y productiva. Recordemos lo que nos dice
el principio básico del utilitarismo: “la mejor decisión a tomar será la que cause
el mayor beneficio para el mayor número de personas” (Cortina, 1996). Como
señala Peter Singer (2003, pág. 28), esta tecnología no puede ser considerada
como un genocidio al igual que el Holocausto ya que el implante coclear no
tendrá víctimas y no se le impondrá a nadie, sino que cualquier persona que
decida usarlo lo hará libremente. Al tomar la decisión de hacerse el implante,
dicha persona estará mejor porque su calidad de vida aumentará; de modo que al
hacer un balance costo-beneficio o, en este caso, dolor-felicidad, resulta que
se produce gran felicidad y utilidad sin dañar a nadie. Lo anterior demuestra
que el uso de la tecnología coclear en el ser humano es una acción ética según
un punto de vista utilitarista.
Muchas otras personas se
oponen al uso de tecnologías avanzadas en genética porque argumentan que es un
atropello a la dignidad del ser humano el tratar de cambiarlas y el hecho de no
aceptarlas tal y como son, con sus discapacidades. Un ejemplo claro para este
caso son las personas que se oponen al diagnóstico prenatal o a la manipulación
genética para evitar que nazcan niños con síndrome de Down porque piensan que
es un tipo de discriminación contra ese grupo de individuos. Lo cierto es que,
contrario a lo que muchos piensan, el avance genético no va encaminado a
fomentar la discriminación ni el desprecio hacia aquellos que sufren alguna
discapacidad. El avance en la genética tiene como objetivo combatir son conjuntos de discapacidades o enfermedades
hereditarias y no conjuntos de
personas que sufren de alguna discapacidad o enfermedad hereditaria.
“Infravaloramos
las discapacidades porque valoramos las oportunidades y el bienestar de las
personas que las tienen —y es porque valoramos a las personas, a todas las
personas, que nos preocupan las limitaciones a su bienestar y a sus
oportunidades—. También sabemos que las discapacidades como tales disminuyen el
bienestar y las oportunidades incluso cuando no son tan graves que la vida de
quienes las tienen no disminuyen su valor. Así pues, no hay nada incoherente o
hipócrita en nuestra afirmación de que infravaloramos las discapacidades y
deseamos reducir su incidencia y que valoramos a todas las personas vivas que
tienen discapacidades por igual que a aquellos que no son discapacitados”
(Buchanan, 1996, pág. 33).
Coincido con Buchanan ya que en ningún
momento se atenta contra la persona en sí misma, sino que se busca atacar la
enfermedad o discapacidad precisamente porque se valora a todas las personas
por igual y no queremos que nadie sufra esos males que evitan un desarrollo
pleno.
Me gustaría agregar
que según Kant, el ser humano tiene un valor por sí mismo, llamado dignidad, a
pesar de cualquier discapacidad, simplemente porque es un ser racional.
(Rachels, 2011, pág. 209). Si tenemos los medios para evitar que niños nazcan
con síndrome de Down, nuestro deber como sociedad es evitar, en lo posible, la
incidencia de ésta y otras discapacidades que pudieran limitar la
característica de racionalidad que todo ser humano debe tener. Digo que es nuestro
deber hacerlo porque Kant habla de justicia e igualdad: no sería justo permitir
que un nuevo ser humano llegue al mundo con una discapacidad si bien pudo
haberle sido evitada. Evitar que niños sufran de Síndrome de Down significa
respetar su dignidad como seres humanos racionales.
En conclusión, basándome en
argumentos respaldados en el utilitarismo y la teoría kantiana, me parece que sí es ética la inclusión de
nuevas tecnologías aplicadas al cuerpo del hombre. En primer lugar, porque esas
tecnologías buscan generar un beneficio importante a un gran número de personas
al tratar de mejorar la salud de toda la humanidad y las generaciones
venideras. En segundo lugar, me parecen éticas estas tecnologías porque buscan
elevar la dignidad de las personas discapacitadas al nivel de toda la sociedad;
no porque no lo posean -ya que todos tenemos el mismo valor como seres humanos-
sino porque muchas veces la misma sociedad menosprecia a las personas con
discapacidades, lo cual, a mi parecer, es impermisible.
Bibliografía:
Alden, B.
(2002). Becoming Hearing. Recuperado
de http://hometown.aol.com/scarter11/gdc.htm
Buchanan, A. (1996). Choosing
who will be disabled: genetic intervention and the morality of inclusion. Social Philosophy and Policy. Press:
Madrid.
Buss, M. (2007). Raíces de la Sabiduría. México: Thomson.
Canete, O. (2009). Neuropatía
auditiva, diagnóstico y manejo audiológico. Rev. Otorrinolaringol. Cir. Cabeza
Cuello [online]. Vol.69, n.3, pp. 271-280. Recuperado de http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-48162009000300011&lng=es&nrm=iso
Cortina, A. (1996). Ética. La vida moral y la reflexión ética.
Santillana: Madrid. 1996.
Singer, P. (2003). De compras por
el supermercado genético. Princetown University.
Recuperado de http://www.utilitarian.net/singer/by/2003----.htm
Rachels, J. (2011). Introducción
a la filosofía moral. México: FCE
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