Eileen Zermeño Leal
A01222072
Ética persona y sociedad
Grupo 12
El
cambio no está donde debe
Resumen
Detrás del
debatido tema del calentamiento global hay una serie de decisiones humanas que
podrían ser reevaluadas a través de la perspectiva ética utilitarista. La idea
actual de bienestar guiada por el ideal de progreso, la diferencia entre el
enfoque de algunas cumbres internacionales respecto a la lucha contra el cambio
climático, y los argumentos en contra de esta lucha son asuntos que se tratarán
a continuación con el fin de señalar las posibles mejoras en el tratamiento de
este desafío, como adoptar la propuesta del ecologismo personalista.
Palabras
clave: cambio climático, calentamiento global, ética,
utilitarismo, ecologismo personalista.
No importa el lugar en el que se originen; su efecto
en la atmósfera y el clima es uniforme. Los gases de efecto invernadero,
taciturnos componentes del cambio climático, se identifican como un problema
mundial (Gardiner, 2011). Es responsabilidad de las sociedades humanas frenar
y, de ser posible, contrarrestar los efectos de sus acciones en el medio
ambiente porque de esta manera no sólo se procurará el bienestar de unos
cuantos.
La huella humana en la problemática
del cambio climático se divide en dos fuentes principales de emisión de gases
invernadero: la agricultura, que incluye la deforestación para crear cultivos y
agostaderos; y el uso de combustibles fósiles como fuente de energía (Sachs,
2010). Sin duda, es todo un reto económico y científico enfrentarse ante las
consecuencias de la actividad humana. Sin embargo, para hacerlo, es fundamental
no dejar la ética de lado.
Una perspectiva señala que la
civilización del consumismo logró romper la dinámica natural de los ciclos del
orden y el caos durante la segunda mitad del siglo XX. De acuerdo con Manuel
Guzmán Hennesy: “El problema del cambio climático global tiene un origen
sistémico, anclado en la cultura del consumismo y en la ideología del progreso”
(en Hevia, 2010, p. 563). Y es que en la década de los 30, como explica Nicolás
Sosa (1990), John Maynard Keynes abrió la posibilidad del estímulo a la
inversión y el empleo para llegar a una bienaventuranza económica, si bien –pensaba–
en el futuro las personas habrían de enfrentarse a un problema de
estacionamiento en cuanto al empleo de sus vidas y libertades una vez que la
ciencia les solucionara los problemas inmediatos de subsistencia. Otros
análisis contemporáneos del futuro también se mantenían optimistas, pues
visualizaban al hombre en un tipo de existencia alumbrada y plenamente
creativa. Pero la cuestión a los límites del crecimiento se hizo en el periodo
que va de la Segunda Guerra Mundial a la Guerra Fría, en la que el crecimiento
sin límites pasó a ser un crecimiento cero. A partir de este punto surgen otras
interesantes aportaciones, como la de Philippe d’Iribarne sobre “no poner el
énfasis en el crecimiento sin que sean corregidos los criterios del bienestar”
(Sosa, 1990, p. 51).
También,
Paul A. Samuelson abundó en la idea de la falta de realismo del Producto
Nacional Bruto (PNB) en su libro Economics,
y propuso el concepto de Bienestar Económico Neto (BEN) “como expresión de
la resultante de deducir del PNB los costes sociales y perjuicios ocasionados
en el medio ambiente para su obtención” (Sosa, 1990, p. 51).
El enfoque económico de Samuelson
era utilitarista (Nakai, 2012), teoría que Rachels (2007) define de la
siguiente manera: “las acciones correctas son aquellas que producen el mayor
balance posible de felicidad sobre la
infelicidad, y en que la felicidad de
cada persona cuenta como igualmente importante” (p. 168). El actual modelo de
vida principalmente opulento, reflejado en el PNB de las naciones (Sosa, 1990),
no va de acuerdo a la idea utilitarista de que el bienestar de cada persona es
de igual importancia.
Desafortunadamente, en el caso del cambio climático, aquellos
países con la menor responsabilidad sobre las emisiones de CO2 son los más
propensos a sufrir los mayores impactos. Esto es, en primera, porque las naciones más pobres están
desproporcionadamente ubicadas en las regiones más sensibles al clima; y en
segunda, porque no pueden destinar tanto dinero ni recursos a solucionar los
estragos causados por esta problemática (Gardiner, 2011). Por lo tanto, las
naciones deben dejar de sobre producir gases de efecto invernadero de manera
individual; pues así, a nivel colectivo, se evitarían los peligros globales del
calentamiento de la Tierra y la desvalorización de los ciudadanos de los países
menos desarrollados.
En
1973, René Dumont desarrolló las siguientes tesis y conclusiones: “a) la
asociación con la naturaleza, en lugar de su dominación; b) la imposibilidad de
predecir el futuro, pero la conveniencia y necesidad de configurar el que
queremos, y c) la preocupación por el ser más que por el tener” (Sosa, 1990, p.
54). El último inciso implica un
profundo cambio en las aspiraciones de las personas, tal y como Tulia Hernández
(2011) observa en lo referente a la Conferencia de las Partes y la Cumbre
Mundial de los Pueblos. Durante su quinceavo periodo de sesiones los países
como Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guyana, Guatemala, México, Panamá,
Perú, Trinidad y Tobago, Uruguay y Estados Unidos de América acordaron en la
Conferencia de las Partes intensificar la cooperación en la lucha contra el
cambio climático, con la meta de mantener el incremento de temperatura mundial
por debajo de los 2° C y apoyar con tecnología, asesoría y recursos a los
países en desarrollo. Sin embargo, lo antes expuesto no reconoce la posibilidad
de “un cambio en el modelo de consumo o en los mecanismos de producción, para
alcanzar un ambiente mejor. Mantiene el mismo modelo de desarrollo cuyo
concepto está supeditado al crecimiento económico, en lugar del desarrollo y la
justicia social” (Hernández, 2011, p. 77). En cambio, la Cumbre de los Pueblos
(conformada por países sudamericanos y más de 200 organizaciones sociales de
África, Europa y Asia) reafirma y favorece el derecho a la vida, proponiendo un
hábitat adecuado, salud integral, agua y aire limpio como metas básicas.
De
acuerdo con Hernández (2011), el ser humano es un componente más del sistema de
la naturaleza. La relación entre este y los demás componentes “es indivisible,
interdependiente y complementaria. Resulta imposible reconocer sólo los
derechos humanos, sin provocar un desequilibrio en el sistema” (p. 78). Por
consiguiente, el descuido del cambio climático por parte de los humanos puede
resultar en una violación a los derechos de los seres vivos porque con ello son
probables las siguientes consecuencias: menos agua y alimento, aumento abrupto
del nivel del mar, fusión del permafrost, y la pérdida de la capacidad de
absorción del CO2 en los ecosistemas (Norrild, 2011). “Los seres humanos son
especiales de muchas maneras […] pero también es verdad que solo somos una
especie entre los muchos habitantes de este planeta” (Rachels, 2007, p. 166).
El utilitarismo fue revolucionario en la medida de que, gracias a los
cuestionamientos de Singer, reconoció la idea de que los intereses de los
animales sí cuentan.
Bajo
esta luz, el cuidar el medio ambiente no sólo significaría atender las
inequidades encontradas en el modelo de vida actual en donde no todos tienen
acceso a lo propuesto por la Cumbre de los Pueblos, sino que también sería una
forma de asegurarse de que la mayoría de los seres vivos goza de bienestar y de
su derecho a la vida.
No
obstante, existen posturas en contra de esto. Ellas sostienen que las personas
no deberían actuar inmediatamente para frenar el cambio climático porque el
aumento de la temperatura mundial durante la última década no ha sido el
predicho por el Panel Intergubernamental Sobre Cambio Climático (PICC) de las
Naciones Unidas.
Se
dice que el aumento del CO2 no es tan dañino como las computadoras lo predicen,
de hecho, en los invernaderos se suele aumentar la liberación de este gas para
que las plantas tengan un mejor crecimiento. El progreso agrícola en el último
siglo se atribuye en parte al aumento de CO2 en la biósfera (Allegre et al,
2012).
Si
bien una parte del cambio climático se debe a cuestiones naturales del
funcionamiento de la biósfera, es muy difícil decir con certeza por qué no
deberíamos actuar. La ciencia que estudia este tema es muy compleja en sí
misma, y requiere del trabajo de miles de científicos y observación a lo largo
del tiempo. Por otra parte, se ha generado toda una campaña para desprestigiar
la teoría del calentamiento global por parte de los gobiernos y empresas que
están interesados en que el actual modelo económico se mantenga igual (Sachs,
2010). Lo que sí sabemos con certeza es que nuestra actividad en el planeta es la
causa de que se liberen más gases de efecto invernadero de los necesarios. El
promedio de emisiones de carbono globales, en toneladas métricas per cápita,
fue de 4.9 en 2010 (The World Bank, 2014). Esto quiere decir que pasamos de
emitir 5,000 teragramos mundiales de dióxido de carbono en 1950 a producir más
de 32,000 teragramos en 2010 (EPA, 2013). Por lo tanto, las posibles
imprecisiones en los cálculos del PICC no parecen razón suficiente para no
intentar reducir nuestra huella de carbono, porque sabemos que no es natural y
que tiene su origen en nuestro estilo de vida.
Un
segundo argumento en contra es que de acuerdo a una auditoría efectuada por el
científico J. Scott Armstrong, los procedimientos realizados por el PICC para
sus predicciones sobre el calentamiento global violan 81% de los 89 principios
fundamentales de la predicción climática; además de que la metodología seguida
por el PICC no fue clara para Armstrong ni su equipo. Para poder entrar en un
estado de alerta sobre el calentamiento global, se deben presentar tres
situaciones de predicción: la primera, que la temperatura mundial aumente a
largo plazo si no hay regulaciones; la segunda, que de forma neta haya
consecuencias serias para el mundo; y la tercera, que las regulaciones que se
implementen sean efectivas en cuanto a su costo a comparación de la alternativa
de no hacer nada. Sin predicciones en las tres “patas”, no hay base científica
para poner en marcha ninguna regulación (Armstrong, Green y Soon, 2011, p. 1).
Nuevamente,
se habla de un conflicto detrás de la ciencia del calentamiento global. Es muy
enriquecedor que surjan cuestionamientos de este tipo, puesto que ninguna
autoridad posee una verdad absoluta y existe un valor en el debate.
Hay
que recordar que las emisiones de gases de efecto invernadero no son lo mismo
que el calentamiento global, pero generalmente se acepta que una lleva a la
otra. Lo que quisiera plantear aquí es que “la idea de la infinitud de los
recursos, y la consideración de la naturaleza como material disponible
ilimitadamente para la producción” (Ballesteros, 1995, p. 18) ha logrado que seamos
descuidados y que empecemos a valorar los bienes naturales cuando ya se están
agotando. La extinción de algunas especies, la suciedad del aire y las aguas, y
las extrañas condiciones climáticas que estamos viviendo quizá no sean
indicadores fulminantes para todos los científicos, pero a algunos les hace
preguntarse si estamos haciendo algo mal.
Por
consiguiente, me gustaría hacer referencia al ecologismo personalista como
propuesta. Esta teoría no separa la protección de la naturaleza de la protección
de los individuos más humildes. También indica que es necesario adoptar un
modelo de desarrollo sostenible y de solidaridad diacrónica en la economía. Por
sus raíces kantianas, el ecologismo personalista defiende la prioridad de la
persona sin dejar de lado la biodiversidad y la multiculturalidad. Busca que tu
nivel de consumo pueda permitir una vida digna para las presentes y futuras
generaciones (Ballesteros, 1995, p. 42).
Reflexiones finales
A lo largo de este ensayo se han discutido las ideas
detrás del cambio climático y el cómo no hemos estado actuando en beneficio de
la mayoría. Resolver las consecuencias de este problema necesita de grandes
cambios sociales, como los que señala el ecologismo personalista muy
puntualmente. Considero que incluso si no nos metemos en este tema, hay muchas
cosas que podemos hacer para ayudar a los demás y a nosotros mismos. Por
ejemplo, quizá no sabemos sobre emisiones de gases de efecto invernadero, pero
sí sabemos del tráfico y lo estresante que es estar en él. No usar el auto es
una solución para ambos problemas, así como también es un remedio para nuestra
tranquilidad. Lo mismo pasa con reducir nuestro consumo de carne: no hay que dejarla
por completo si no queremos, pero por nuestra propia salud optar más por verduras,
cereales y frutas. Esto tendría un impacto en la huella de carbono en la
industria alimenticia, pues producir la carne libera muchos gases. De esta
manera, aunque parezcan acciones insignificantes, el ver por los demás y por
uno mismo forja el camino hacia el cambio colectivo. El verdadero cambio que se
necesita.
Referencias
básicas
Ballesteros,
J. (1995). Ecologismo personalista.
Madrid: Tecnos.
Hernández,
T. (2011). Cambio climático: un problema global con diversas visiones. Comunidad y Salud. 9-1. Recuperado de
http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1690-32932011000100010&lang=pt
Hevia,
A. (2010). La generación del cambio climático global. Manuel Guzmán Hennesy. Polis, Revista de la Universidad Bolivariana.
9-25. Recuperado de
http://www.scielo.cl/pdf/polis/v9n25/art32.pdf
Norrild,
J. (2011). Cambio climático. Realidad y ficción. Estudios y perspectivas en turismo. 20-1. Recuperado de
http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-17322011000100015&lang=pt
Rachels,
J. (2007). Introducción a la filosofía
moral. México: Fondo de Cultura Económica.
Sosa,
N. (1990). Ética ecológica. Madrid:
Libertarias.
Referencias
complementarias
Allegre
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Armstrong, Green y Soon. (2011). Research to date on Forecasting for the Manmade Global Warming Alarm. Recuperado de
http://science.house.gov/sites/republicans.science.house.gov/files/documents/hearings/Report%20for%20Congressional%20hearing-R14%20%282%29%20armstrong%20update.pdf
EPA. (2013). Global
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Gardiner,
S. (20 de octubre de 2011). The Ethical Dimension of
Tackling Climate Change. Yale Environment 360. Recuperado
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Sachs,
J. (28 de julio de 2010). Making Sense of the Climate Impasse. Project
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http://www.project-syndicate.org/commentary/making-sense-of-the-climate-impasse
The World Bank. (2014). CO2 emissions (metric tons per capita). Recuperado de
http://data.worldbank.org/indicator/EN.ATM.CO2E.PC/countries?display=graph
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