TECNOLÓGICO
DE MONTERREY
Campus
Guadalajara
“Equidad
de género en México: una verdad de a mentiras”
Marcela
Guadalupe Acosta Camacho
Grupo
12
Viernes
9 de Mayo de 2014
Abstract
La
equidad de género debe de abarcar todos los aspectos que conlleva, es decir,
mismos derechos, oportunidades y obligaciones para hombres y mujeres. En el
caso de la sociedad mexicana en específico, aún no puede existir una completa
igualdad de trato debido a que las mismas especificaciones sociales y organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales lo restringen al no implementar o
fortalecer las instituciones y normas que se han creado a lo largo del tiempo
con la intención de eliminar la discriminación de género. Resulta satisfactorio
darse cuenta que la lucha por una igualdad de derechos continúa en nuestro país
cada vez con mayor intensidad, ahora las mujeres pueden gozar de leyes que las
amparan en el aspecto laboral, social, cultural, político, social y familiar,
teniendo la seguridad de que pueden sentirse plenas y desarrollarse en otros
ámbitos que no tengan que ver estrictamente con el cuidado del hogar y de los
hijos. El empoderamiento de la mujer ha
ido incrementando conforme la misma sociedad mexicana acepta e implementa los
cambios sociales e institucionales necesarios para que las mujeres cuenten con
el poder de tomar sus propias decisiones, de formar su vida tal y como la
desean y de ejercer su autonomía como personas con derechos y obligaciones
independientemente del género o de la esfera en la que se desarrollen.
Categorías
analíticas: igualdad de género, Contrato Social, Ética Cívica, justicia social,
rol de la mujer, estereotipos, dignidad humana, derechos humanos,
empoderamiento, autonomía, Utilitarismo, organizaciones gubernamentales y no
gubernamentales.
Desarrollo
En el caso de la política en general
(organizaciones gubernamentales), se plantea la obligación de los funcionarios
públicos de contar con los conocimientos de leyes que avalen la equidad de
género, además de garantizar una mayor participación de las mujeres en estos
puestos (Maier, 2011). Un ejemplo es el
caso de PROIGUALDAD, parte del Plan Nacional de Desarrollo que se plantea una
perspectiva de equidad de genero que sea aplicada en todos los sectores y
acciones a nivel gubernamental, con lo que la Administración Pública Federal
elabora programas institucionales en los que se busca reducir la desigualdad de
género cumpliendo con el compromiso de incorporar a la mujer en cada una de las
decisiones gubernamentales nacionales (PROIGUALDAD,
2013).
De igual manera, el Programa de
Cultura Institucional establecido por el Instituto de las Mujeres cuenta con el
objetivo de garantizar la conciliación en la vida laboral, profesional,
personal y familiar de los servidores públicos y las responsabilidades que
éstos tienen en cada uno de los ámbitos mencionados, mismas que deben de ser
independientes del sexo del funcionario público ( “Programa de Cultura
Institucional para la Igualdad”, 2013).
El papel de la ética cívica es de
vital importancia en el caso de los derechos de las mujeres que se sustentan
por medios políticos, la ética de mínimos es la que permite que se respete la
igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres como base de un proceso en
el que se tengan los requerimientos
básicos para vivir en sociedad (Cortina,
2001).
La teoría del Contrato Social
propuesta por Hobbes es protagonista dentro de las organizaciones
gubernamentales porque según su postulado, el Estado existe para hacer que se
cumplan las reglas indispensables para la convivencia social (Rachels, 2013, p.
230). Las mujeres deben de sentir que el Estado les proporciona las
herramientas y leyes necesarias para la validación de la equidad de género para
que ellas reconozcan la autoridad del Estado y no caigan en la desobediencia
civil como el último medio que tienen para hacer válida su voz.
Las organizaciones gubernamentales
tienen su base a partir de normas que permiten que todos los ciudadanos puedan
convivir en paz y gozar de la protección y validación de sus derechos. En el caso de las mujeres, se busca que
tengan una mayor participación dentro de los asuntos políticos con la finalidad
de demostrar que los dirigentes de un estado o nación, no tienen que ser de un
sexo determinado para que sean dignos representantes de los ciudadanos (Maier,
2011).
Organizaciones mexicanas como el
Instituto Nacional de las Mujeres y la Promotora Acción Social Empresarial,
están implementando políticas internas y públicas con la intención de brindar
una igualdad de género en rublos como: salarios, acceso a puestos directivos y
servicios de salud, entre otros. (Reforma
, 2009) . De esta manera, se garantiza
el esfuerzo de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales por
establecer una igualdad de género en el país de manera imparcial y objetiva.
Las organizaciones no
gubernamentales se han encargado de cubrir los requerimientos o preocupaciones
sociales que no son avaladas por organizaciones del gobierno, es de esta manera
que cada vez se crean más instituciones que están enfocadas en la defensa de
igualdad de género y de los derechos de las mujeres. Ejemplos de estas
organizaciones son: Equidad de Género: ciudadanía, trabajo y familia A.C. (Equidad de Género, 2014) y Entidad de las Naciones Unidas para
la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres, 2014).
Este tipo de instituciones busca una
equidad de género a través de la justicia social, misma que es definida como
igualdad de derechos y posibilidades para todas las personas, no discriminación
para que todos puedan beneficiarse del desarrollo económico y social del entorno
en el que se desarrollan (Organización
Internacional del Trabajo y de la Justicia Social, 2011). Para que se pueda cumplir con los estatutos
que requiere la justicia social, este tipo de instituciones no buscan que la
mujer tenga privilegios o que se le exalte por encima de los derechos de los
hombres, sino que su voz sea escuchada, sus opiniones tomadas en cuenta y sobre
todo, que sus derechos sean válidos en cualquier ámbito en el que se
desarrollen: en la escuela, trabajo, hogar y sociedad.
El cambio de rol de la mujer en
sociedad se empieza a dar desde las instituciones educativas, en donde se están
rompiendo paradigmas en cuanto al acceso que tienen las mujeres a carreras
profesionales que tienen que ver con la ciencia y la tecnología, y no sólo en campos como la administración,
educación y bienestar social. Las familias están consientes de que la sociedad
mexicana muestra una inclinación por la igualdad de derechos y oportunidades,
educando así a sus hijas para que gocen de los mismos beneficios que los
hombres (Jiménez, 2013).
El Instituto Nacional de las Mujeres
inició en el 2001 una Cruzada Nacional por la Equidad con la finalidad de exponer
a la sociedad mexicana la importancia del papel de la mujer dentro de las
familias y empresas, además de que busca erradicar que a la mujer se le vea
como un “objeto”, apoyando iniciativas como la división del trabajo doméstico y
del cuidado de los hijos entre hombre y mujer. Otra de las acciones de esta
cruzada es eliminar los estereotipos del rol de la mujer en México (González,
2001).
En el caso de acciones más actuales,
se tiene el registro de la encuesta IMO de Familia y cambios en los roles de
género, en la que un 49% de los encuestados estableció estar de acuerdo con que
el rol de la mujer estar estar en casa y cuidar de los hijos, mientras que un
84% aseguró estar de acuerdo con que tanto el hombre como la mujer pueden
aportar al gasto familiar, el 26% de las mujeres encuestadas aseguró querer
desarrollarse en el ámbito profesional aparte de cuidar a sus hijos (Al Momento Noticias, 2013).
Estos porcentajes reflejan un cambio en la
mentalidad de la sociedad mexicana en el que el papel de la mujer cambia de ser
un ama de casa, a su incorporación en el mercado laboral con el objetivo de
brindar ingresos a las familias, además de que las mujeres ya no sólo se
sienten plenas al ejercer el cuidado de los hijos sino que buscan desarrollarse
profesionalmente como una manera de demostrar que son capaces de desempeñar
puestos laborales de manera exitosa.
La encuesta ENDIREH realizada en el
año 2011, en la que se estableció el objetivo de obtener información
estadística sobre las dinámicas de los hogares y lo que respecta al maltrato y
violencia contra la mujer en el aspecto escolar, laboral y comunitario dentro
de nuestro país (INEGI, 2014).
La idea de la dignidad humana a
partir de la Ética Kantiana defiende que los seres humanos se consideran distintos
a otras creaturas porque son seres racionales, por lo tanto se debe de tratar a
la persona siempre como un fin y no como un medio (Rachels, 2013, p. 209). Por
lo tanto, a través de principios educativos que permitan cambiar la visión que
se tiene sobre el rol de la mujer dentro de la sociedad, se busca enaltecer su
dignidad como un ser que tiene la misma racionalidad, inteligencia,
habilidades, conocimiento y valor que puede poseer un hombre. Es muy importante
que se evalúe la situación de la mujer como un ser humano independiente, que
tiene el derecho de tomar sus propias decisiones con el fin de que sea vista
como un fin en sí, es decir que cuenta con la autonomía necesaria para ejercer
su racionalidad.
De acuerdo a los estudios y teorías
de Carol Gilligan, el rol de los hombres
está concentrado en lo formal y lo abstracto, desenvolvimiento en el ámbito
individual y en las reglas, mientras que las mujeres han sido educadas en un
contexto en el que tienen cierta responsabilidad hacia los demás, concentración
en las relaciones y percepción global en donde la autonomía no está presente
(“La Teoría de Carol Gilligan” , 2014).
Tratados Internacionales han sido
creados con el propósito de defender esta causa, un ejemplo es el CEDAW
(Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra
la Mujer). Creada el 18 de diciembre de 1979 por la Asamblea General de las
Naciones Unidas, es reconocida actualmente como la Carta Internacional de los
derechos humanos de las mujeres, formada por 30 preámbulos entre los que se
define la discriminación contra la mujer y la agenda de actividades que se
tienen como una solución ante este conflicto. En CEDAW se defiende que la
participación de las mujeres en todos
los ámbitos de la vida nacional, es clave para el desarrollo integral del país,
por lo que en sus artículos estipulan que todos los estados deben de establecer
un compromiso para promover la equidad de equidad de género a través del
establecimiento y fortalecimiento de instituciones que se encarguen de la
equidad, el establecimiento de medidas legislativas con las sanciones correspondientes
en los casos de discriminación hacia la mujer, brindar protección jurídica en
el caso de desigualdad o violencia y eliminar todas las prácticas de discriminación
en el ambiente social, político, laboral y cultural. (“CEDAW”, 2014).
Otro Tratado Internacional que ha
sido un estandarte para la defensa de los derechos de las mujeres es la
Convención de Belém Do Pará (Convención Interamericana Para Prevenir, Sancionar
y Erradicar Y Erradicar la Violencia Contra la Mujer) , establecida el 9 de
junio de 1994 en Brasil y adoptada por México el 19 de junio de 1998, aparte de
contar con la misión de defender los derechos humanos de las mujeres, se enfoca
en la protección de las mujeres que sufren violencia en el ámbito público o
privado, además de la erradicación de las situaciones que promuevan este tipo
de ataques contra las mujeres teniendo como bandera la idea de que toda mujer
tiene el derecho de vivir libre de violencia (“Convención de Belém Do Pará”, 2014).
En la sociedad mexicana actual, aún
queda un largo camino por recorrer en cuestión de equidad de género, debido a
que se tiene una cultura en donde se relaciona a la mujer en espacios privados
en áreas como la política, situación que las aleja de oportunidades que
permiten el desarrollo de la ciudadanía y la toma de decisiones. De igual
manera, se destaca el concepto de empoderamiento de la mujer en diferentes
aspectos sociales como una de las principales problemáticas al identificar al
hombre como el jefe de familia o de la empresa, concluyendo que él es el único
que puede tomar decisiones e iniciativas. La definición de empoderamiento de
acuerdo a Margaret Schulet se define como un proceso por el que las mujeres
aumentan su capacidad de establecer sus propias vidas, ejercer sus propias
capacidades, aumentar la concientización sobre sí mismas en su status y en las
relaciones sociales que ejercen (Schulet, 2012). La doctora Alicia Ocampo
complementa la definición al establecer que los cambios que las mujeres
realizan para ejercer su empoderamiento individual son los siguientes: formular
y expresar ideas y opiniones, participar e influenciar nuevos espacios, interactuar
fuera del hogar y en sentimiento de que las metas y cambios son posibles de
alcanzar (2009, pág. 19). Por lo tanto, la sociedad mexicana aún cuenta con un
estereotipo de la mujer muy arraigado en cuento a obligaciones y actividades
que están exclusivamente destinadas para ellas (Varela, 2012).
El Utilitarismo es una teoría que se
pone en práctica dentro de este pensamiento del estereotipo de la mujer que se
tiene dentro de la sociedad mexicana. Esta teoría es incompatible con el ideal
de justicia porque para ejercer la justicia se requiere de un trato equitativo
según las necesidades que se tengan, en
el caso de la sociedad mexicana, aún se tienen fijos los roles del hombre y la
mujer, en donde el trato no es equitativo porque se priva a la mujer de tener
la misma oportunidad que el hombre de ser la fuente de ingreso de la familia
(cabe destacar que lo anterior no es generalizable y existen nuevos órdenes
familiares en donde los roles de “papá” y “mamá” se invierten obteniendo una
dinámica exitosa) (Rachels, 2013, p. 173).
De igual manera, el Utilitarismo aún
es puesto en práctica en algunos sectores de la
sociedad mexicana que presentan un enfoque de desigualdad de género
debido a que están en desacuerdo con la idea de que la gente tiene derechos que
son inalienables y que sin importar qué tan buenos puedan ser los resultados de
pasarlos por alto, se deben de respetar (Rachels, 2013, p. 175). Para algunas
familias mexicanas, les proporciona mayor felicidad el conservar el papel de la
mujer como ama de casa y responsable de cuidar a los hijos, por lo tanto pasan
por alto los derechos que tienen de ejercer su autonomía a través de
actividades que las puedan llevar a sentirse realizadas en el ámbito
profesional, personal o social tal y como lo estipula Gilligan cuando declara
que es necesario que la mujer no sólo se base en las relaciones que tiene y en
su contexto global, sino que tenga el poder de ejercer su autonomía (“La Teoría
de Carol Gilligan” , 2014). Según el Utilitarismo, al saber que sus hijos y su
esposo están felices con que la mamá sea la que hace de comer, limpia la casa,
cuida a los niños y atiende al marido, debe de bastar para no tomar en cuenta
los derechos y posibilidades que tiene de tratar de superarse o de ejercer otra
práctica que esté fuera de las labores que le han sido impuestas como
estereotipo social.
La teoría de Kant también se
manifiesta en el caso de la equidad de género debido a que su idea se basa en
la que se establece que cuando se ponga en práctica una determinada regla
social, se haga por la razón que cualquiera estaría dispuesto a aceptar si
estuviera en la misma posición que nosotros, es decir, que la mayoría de
nosotros estaríamos de acuerdo con esa regla (Rachels, 2013, p. 207). Por lo
tanto, invita a posicionarse en el papel de la mujer en México y a la
desigualdad de derechos y oportunidades a la que se enfrenta con el objetivo de
establecer normas y leyes que permitan que tenga los mismos derechos que los
hombres desde la perspectiva de que esa regla será aceptada por los demás y
estarían de acuerdo con la implementación de medidas de equidad de género.
A través de variables de fácil
medición se puede analizar el avance que ha tenido México en cuanto a
desigualdad social, dando como resultado un enorme vacío en materia de igualdad
de oportunidades y acceso a los servicios básicos. A pesar de que algunas
instituciones gubernamentales y no gubernamentales se han esforzado por obtener
certificaciones que garanticen la aplicación de políticas de igualdad de
derechos, en algunas ocasiones no se aplican estas reglas o no tienen los
resultados deseados (Zamudio, 2010). Según el Índice de Desarrollo Relativo
al Género (IDG), elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), las políticas públicas y organizacionales respecto a la
equidad de género son deficientes debido
a que en áreas rurales todavía se cuenta con un
bajo índice de acceso a la educación, mayor ingreso y mejores
condiciones de salud para las mujeres (Gutiérrez, 2008). Aunque estas
instituciones brinden una imagen positiva y de igualdad ante la sociedad, es
claro que no cuentan con una constante supervisión que permita afirmar que las
acciones que plasman en un documento o reglamento, en realidad se ponen en
práctica.
Los resultados que se presentan en
el IEG de Social Watch destacan que en el caso de México, se encuentra en el
lugar 80 del ranking mundial de equidad de género con 0.64 puntos; sin embargo
es uno de los países con mayor acceso a la educación para las mujeres al contar
con 0.98 puntos del 1.00 posibles. La participación de las mujeres en la
actividad económica registra un 0.37 y el empoderamiento de la mujer 0.64,
ambas cifras teniendo como límite superior 1.00 (“Índice de Equidad de Género”,
2012).
Por su parte, el Foro Económico
Mundial impuso por primera vez en el año 2011, una cuota de género entre 100 de
sus socios más importantes, misma que consiste en que se incluya a una mujer
entre los cinco delegados. Se pretende que de los 2,500 participantes del foro,
el 20% sean mujeres y que del total de ministros y miembros del Parlamento, 17%
sean mujeres (CNN Expansión, 2011).
Con lo anterior, se fortalece la participación de la mujer en las decisiones
económicas y políticas, impulsando la equidad de género entre los empresarios
más importantes que participan en este Foro.
El Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), tiene entre sus objetivos el empoderamiento de la
mujer, lo anterior debido a que se tiene una relación entre la equidad de
género y el empoderamiento de la mujer en cuestiones de reducción de pobreza,
democracia en los gobiernos, cuidado del medio ambiente y desarrollo
sostenible. Se tiene la certeza de que estos rubros mejorarán en base a que las
mujeres podrán tener voz y voto en las decisiones que conciernen al desarrollo
de sus países y familias. El 60% de la población más vulnerable son las
mujeres, por lo que se tiene como Objetivo del Milenio lograr una equidad de
género como una forma de alcanzar las otras metas establecidas (PNUD, 2014).
A pesar de que aún falta un largo
trecho para lograr la completa equidad de género en la sociedad mexicana, el
Instituto Nacional de las mujeres presentó en el año 2003 el Modelo de Equidad
de Género (MEG) que busca certificar a las empresas que implementan un modelo
de igualdad para hombres y mujeres, además una mejora del manejo del área de
recursos humanos a través de asesoría y talleres que promueven la equidad
laboral (“Modelo de Equidad de Género MEG”, 2013). En el año 2003 el Instituto
Nacional de las Mujeres certificó a 120 empresas Jaliscienses con el MEG, lo
que convirtió al estado en el tercer lugar nacional en esta certificación. La
principal filosofía de esta certificación es que los puestos laborales se
asignen de acuerdo a sus capacidades y conocimientos y no en base al sexo
(Camacho, 2013).
El Programa de Cultura Institucional
para la Igualdad (PCI) establecido por el Instituto Nacional de las Mujeres es
otra de las medidas que están siendo exitosa en materia de equidad de género,
este programa busca ser referencia para la Administración Publica Federal con
el objetivo de establecer Planes de Acción que permitan transformaciones de
fondo en cuanto a la perspectiva y transversalidad de género logrando así, una
igualdad entre hombres y mujeres ( “Programa de Cultura Institucional para la
Igualdad”, 2013).
El sentido de la responsabilidad en
base a esta problemática se puede analizar desde la perspectiva personal,
profesional y cultural. Personalmente, como mujer debo de agradecer los
sacrificios y la lucha a la que se enfrentaron las mujeres a lo largo de la
historia con el propósito de obtener igualdad de derechos y oportunidades, yo
gozo de tener educación y que mi voz sea escuchada gracias a ellas. Ahora yo
tengo la responsabilidad de aprovechar esos derechos de manera correcta,
hacerlos valer y sobre todo, no dejar que la lucha de esas mujeres del paso
quede en vano, en mí y en todas las mujeres de mi generación está la
responsabilidad de cambiar poco a poco la perspectiva de la inequidad de género
en México.
Profesionalmente, me concierne el desarrollo
de este tipo de organizaciones, certificaciones y tratados que me garantizan
que en el mundo laboral voy a recibir el mismo trato que los hombres, siendo
merecedora de mi puesto debido a mis capacidades y conocimiento contando con
imparcialidad en materia de género. Tengo la responsabilidad de reconocer mis habilidades laborales y
ejercerlas de una manera que me haga merecedora pos mis propios méritos del
puesto que quiero obtener dentro de una empresa o en el establecimiento de mi
propio negocio.
Culturalmente, a pesar de que nos
encontramos en un siglo en donde la apertura de pensamiento es una frase
constante, las leyes están muy
desarrolladas y se tiene un cierto orden social, aún se tienen muchos
perjuicios en cuanto al rol de la mujer, yo lo he experimentado en mi propia Universidad
con comentarios o actitudes de mis compañeros hacia el sexo femenino.
Un ejemplo de lo anterior, es cuando
mis compañeros hombres señalan que no entienden por qué las mujeres estamos
estudiando en el Tecnológico de Monterrey cuando al final de cuentas,
terminando la carrera nos vamos a casa y a tener hijos, por lo que consideran
que nuestros padres están haciendo un gasto en vano al gastar en la educación
de nosotras. Otro de los comentarios que he escuchado por parte algunos hombres
de mi Universidad es que la razón por la que estudiamos en una de las mejores
instituciones de México es porque queremos encontrar un buen marido y un
diplomada de una carrera por parte del Tecnológico de Monterrey, lo garantiza.
Personalmente, me llena de rabia el
escuchar este tipo afirmaciones porque aunque reconozco que tengo compañeras
que sólo están pensando en casarse, en tener un buen marido y en ser las
perfectas amas de casa, también en esta institución existimos mujeres que estamos preparándonos académicamente
para ser empresarias exitosas, ser mujeres independientes que no necesitan
tener un marido que las mantenga, no sentirnos realizadas por el hecho de
cuidar a los hijos o atender a un marido y sobre todo, mujeres que apreciamos
el esfuerzo que nuestros padres están haciendo al pagarnos una de las mejores
escuelas del país haciendo caso omiso de los comentarios de desigualdad de
género a los que están expuestos por parte de algunos miembros de la sociedad.
Reside en mí la responsabilidad de
no permitir que se continúen con este tipo de comentarios que van fomentando
estereotipos erróneos sobre el valor de la mujer frente al hombre, con respeto
y bajo la tutela de un criterio de mínimos, debo de mostrar mi desacuerdo ante
comentarios o actitudes discriminatorias, promoviendo un cambio de actitud para
una convivencia más equitativa.
Conclusión
En conclusión, al ser mujer y
sentirme identificada con situaciones de discriminación que aún se practican en
México en pleno siglo 21, me enorgullece el saber que las organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales están haciendo un excelente trabajo al
establecer leyes, normas y espacios para que las mujeres cuenten con los mismos
derechos y oportunidades que los hombres. Es admirable reconocer el trabajo de
mujeres que forman parte de este tipo de instituciones, mismas que han luchado
para hacerse escuchar en un mundo en el que desde el principio de los tiempos,
el hombre ha sido la figura más importante en el orden social.
Personalmente, analizo que el
trabajo de todas estas instituciones no puede ser totalmente efectivo si no
existe un cambio de mentalidad respecto al rol de la mujer en la sociedad, sin
embargo, a diferencia de opiniones de varias personas con las que convivo a
diario, creo que este cambio debe ser implementado específicamente en nosotras
mismas. Las mujeres somos las primeras en encasillarnos en roles que nos exige
nuestra misma sociedad sin llegar a analizar que somos seres autónomos que no
tenemos por qué casarnos para no ser “quedadas”, tener hijos para no ser
“amargadas”, no tener muchos novios para no ser “fáciles”, no gustarnos el
fútbol o ser “machorras”, o simplemente el terminar una carrera para conseguir
un título que se verá precioso colgado en las paredes de una casa en la que el
marido es el jefe y nosotras: las abnegadas esposas y madres.
Es el momento de aprovechar todas
estas leyes que se están implementando para darnos la oportunidad a nosotras
mismas de salir de estos estereotipos y tomar las decisiones que nosotras
queramos respecto a cuestiones laborales, culturales, sociales y políticas.
Depende de nosotras el establecer que la equidad de género en México es una
realidad y no simplemente una verdad de a mentiras.
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