Wendy Acosta Arroyo
A01227670
A través de mis ojos
La
normalización de la violencia contra las mujeres es uno de los problemas más
latentes que atacan a nuestra sociedad y país actual. Esta es causada por el
androcentrismo en el que vivimos, que significa que tenemos al hombre como el
centro de todas las cosas, o sea que la percepción masculina es universal y la
única posible, provocando que las mismas mujeres se autoimpongan una idea de
inferioridad en la cual consideran como su obligación soportar actos de
violencia por parte de los hombres. Me parece bastante relevante la discusión
de este tema ya que su causa principal es la falta de información y educación
que reciben las mujeres acerca de sus propios derechos y busco despertar el
interés de la sociedad por dirigir la atención hacia el hecho de que la
desinformación convierte a las mujeres en víctimas de su propia ignorancia.
Elaboraré la manera en la que la violencia silenciosa normalizada se desarrolla
en diferentes ámbitos de la vida de las mujeres y en la sociedad en general.
Este asunto es imperativo para la discusión de la
dignidad humana, Kant es uno de los pensadores que se hablan con ímpetu de la
dignidad humana, “en su opinión, los seres humanos tienen ‘un valor intrínseco,
esto es, dignidad’, que los hace
valiosos ‘sobre cualquier precio’” (Rachels, 2006: 204), este concepto es
indispensable para el debate de la violencia normalizada hacia las mujeres, ya
que se reduce el valor de la mujer y su voz subjetiva a la de los hombres, se
impide el desarrollo de una autonomía moral y de pensamiento y no se le otorgan
sus derechos de libertad para practicar su libre albedrío. Considero que si nos
enfocáramos en la educación de las mujeres respecto al tema, muchas de ellas
podrían salir del encierro social y psicológico en el que viven y comenzar a
actuar como agente productivos dela sociedad, contribuyendo al desarrollo
económico y social.
Palabras
clave: Violencia invisible, libertad, derechos humanos, autonomía, felicidad,
dignidad, androcentrismo, ignorancia, educación, normalización.
***
La “violencia invisible”, que es el tipo
de violencia que no es posible ver físicamente, de la cual no existen
evidencias palpables y que suele pasar desapercibida sobre todo en culturas
machistas como la mexicana, es igualmente dañina para nuestra sociedad como lo
son los asesinatos, robos, etc. y la práctica de esta atenta contra los
derechos de seguridad y libertad de las personas, así como su autonomía, lo que
entendemos por autonomía es “la facultad de la
persona que puede obrar según su criterio, con independencia de la opinión o el
deseo de otros.” (Gil, 1999: 63).
La educación que se imparte a las nuevas generaciones es susceptible a contener
el discurso de esta violencia que lleva su normalización a la trascendencia,
haciendo de esta problemática una bola de nieve que en lugar de erradicarse se
vuelve más grande con el paso del tiempo. Al ser una violencia normalizada, sus
víctimas se convierten en casos perdidos que no tienen idea de que lo que les
sucede es injusto y no ético ya que no poseen una autonomía moral que los haga
reflexionar sobre su situación.
En una
sociedad patriarcal como la que vivimos, se reducen los deseos de la mujer para
que quepan dentro de las necesidades del hombre, por tanto en la mayoría de los
casos las mujeres tienen que sacrificar sus aspiraciones y su felicidad. De
modo que se toma en cuenta la felicidad de los hombres como prioridad sobre la
de las mujeres, y se habla de felicidad unilateral, cuando deberíamos buscar
una felicidad bi o multilateral que incluya a todas las partes interesadas.
“La felicidad que
constituye el criterio utilitarista de lo que es correcto en una conducta no es
la propia felicidad del agente, sino la de todos los afectados. Entre la
felicidad personal del agente y la de los demás, el utilitarista obliga a aquél
a ser tan estrictamente imparcial como un espectador desinteresado y benévolo.”
(Rachels, 2006: 164)
Este contexto frecuentemente es
impuesto por las mujeres mismas de generaciones previas quienes han sido
formadas dentro del androcentrismo donde el hombre es el propenso a tener una
realización y autonomía personal y profesional.
Debido a que en el ámbito cotidiano, en
este caso, el uso del transporte público, las mujeres son consideradas objetos
a los cuales se puede insultar y humillar a como plazca, ellas no sienten la
seguridad o la necesidad de reportar estas situaciones ante una autoridad y se
ven obligadas a cambiar sus rutinas o estilos de vida para evitar que esto les
suceda. Es evidente que el asunto es muy grave ya que no es considerado con
seriedad ni siquiera por las mismas víctimas, esto es debido mayormente a la
falta de información respecto a medios de apoyo y acción para detener esta
situación.
Muchas veces no se toma en serio a una
mujer que expresa una angustia ante un jurado o una autoridad y estas
declaraciones se pasan por alto, creando un ambiente inseguro para vivir así
como una inseguridad interna a la mujer, la cual muy a menudo provoca que la
mujer se auto-limite en sus actividades diarias para poderse sentir un poco más
segura y protegida.
En el ámbito profesional la violencia es
frecuentemente dirigida a la mujer; tiene diversas presentaciones, ya sea que
no se les ofrece un salario equitativo al de los hombres o que se les es
juzgadas por su apariencia física. Todos esos elementos atentan contra la
realización de la persona de la mujer, se le reduce a un simple objeto bonito
que es juzgado conforme si es placentero de mirar sin tomar en cuenta sus
necesidades, cualidades, intereses, derechos y libertades.
“La teoría kantiana sostiene que, las
personas debes ser tratadas como fines y nunca ser usadas solamente como
medios. Por lo menos este principio, significa que cada individuo tiene un
derecho moral a que se le trate como una persona libre e igual a cualquier
otra, y que todos los individuos tienen una obligación moral correlativa de
tratar a los demás como personas libres e iguales. […] La discriminación sexual
se basa en estereotipos que consideran a la mujer como ‘emotiva’ y ‘débil.
Estos estereotipos degradantes minan la autoestima de los grupos a los que se
dirigen y con ello, violan su derecho a ser tratadas como iguales.” (Velázquez,
2012: 369)
La
manera en la que nuestro contexto nos ha impuesto una idea de lo común que
incluye actos físicos violentos nos ha llevado a sacar conclusiones acerca de
lo inmoral e inaceptable de los mismos. Esta violencia física en exceso, se ha
acaparado de toda nuestra atención causando que le perdamos importancia al otro
tipo de violencia que se ha visto normalizada en nuestra sociedad debido a que
su daño es menos ostentoso, se denomina “violencia invisible”.
“Defino la
normalización como un mecanismo social de interdependencia distribuido de forma
desigual en actividades y saberes institucionales y no institucionales que
permiten regular y estabilizar en momentos determinados los sentidos de algún
objeto que se conoce en sociedad. Normalización aquí ocupa un doble lugar
semántico, pues refiere a normas cuya aplicación constante consigue, por otra
parte, normalizar, esto es volver normal, cotidiano, recurrente, un tipo de
sentido que se designa” (Hernández, 2013: 22)
Lo que plantea el autor, complementa
la idea de que la violencia invisible o no física, es algo que hemos aprendido
a tomar como normal o cotidiano, sin prestarle atención a sus causas y sobre
todo a las consecuencias que afectan a toda la sociedad, sobre todo al segmento
de las mujeres violentadas.
“Se habla de la [discriminación laboral hacia las mujeres
por su apariencia física] con una chocante normalidad, como si fuera razonable
esperar que el maltrato ocurra, como si estuviera asumido y por tanto no
generara una reacción crítica por parte de los periodistas o de las implicadas
en estas noticias. No abundan las quejas ni se encuentra una palabra altisonante
donde pudiéramos colegir que la víctima del desprecio está dispuesta a una
reacción airada. Apenas una evitación pasiva que, aunque sugiere que la
situación no es deseable, se limita a convivir con ella mediante una educada
ignorancia mutua.” (Fernández, 2011: 161)
En
el transporte público un porcentaje más alto del deseado o esperado de mujeres
admite que ha sido víctima de violencia, comúnmente de índole sexual. Estas
mujeres reportan que las agresiones más frecuentes son aquellas que reciben una
respuesta más pasiva y que son consideradas normales e inclusive esperadas. La
normalización de estas conductas es el factor más importante para que no se
pueda desarrollar un plan de acción, ya que debido a que las víctimas lo ven
como algo que deben vivir no sienten la necesidad de hacer algo al respecto.
“De acuerdo a
las respuestas de las usuarias, el 9.2% de las mujeres considera “normal” que
suceda alguna agresión mientras usan el transporte público, y la tasa de
normalización se eleva de acuerdo a la gravedad de la agresión, llegando hasta
el 25% de normalización en casos como los piropos o frases de carácter sexual
que les dicen. También las usuarias participantes consideran que la violencia
durante el trayecto es más frecuente pero de menor gravedad, la que puede
sufrirse en las paradas de camión se percibe como grave por la vulnerabilidad
que presenta la mujer en un sitio que en muchas ocasiones está solo, oscuro o
escondido del paso de la gente” (SEDATU, 2015: 73)
Este
estudio presenta el concepto
de la violencia que sufren las mujeres en el ámbito cotidiano, muchas de ellas
tienen como necesidad utilizar el transporte público para completar sus tareas
del día y se encuentran obligadas a soportar este tipo de acciones ante las
cuales, la mayoría de las mujeres no sabe qué hacer, a quién pedir ayuda o cómo
responder.
Muchas
estudiantes de las universidades en EEUU, son víctimas de acoso sexual, sin
embargo un muy bajo porcentaje siente la necesidad o seguridad de reportarlo a
las autoridades de la institución, locales o estatales. Una cantidad alarmante
de ellas argumentan que no reportan lo sucedido porque no consideran que sea
algo tan serio, otras afirman que se sienten avergonzadas de los hechos y
prefieren no hablarlo. (AAU, 2015)
Gran parte de la normalización de la
violencia no se genera a lo largo de la vida sino que viene implícita en la
educación que recibimos desde la infancia. Lo que nos enseñan nuestros padres
no lo cuestionamos hasta que tenemos una mayoría de edad o puede ser que no lo
cuestionemos nunca si no se nos inculcó un pensamiento crítico. Parece ser
entonces que el privilegio de la información y el cuestionamiento de la
normatividad son al azar, lo cual no debería de ser, esto debería ser
información pública y prioritaria para todos los habitantes , de esta manera
evitaríamos la sociedad ignorante a sus propios derechos y valor como personas
que vemos hoy en día.
“El lugar de procedencia, las formas
religioso-culturales, también marca unas determinadas posibilidades en [las
mujeres migrantes]. Hemos visto cómo la presión familiar, en muchos casos
instrumento de sujeción de estas mujeres, aunque por otro, el hecho de tener
hijos/as, permite entrar en procesos, lugares liminales para abrir el camino a
nuevas subjetividades que buscan liberarse de ataduras y convivencias opresivas
[…] Hemos mostrado cómo las subjetividades que predominan en estas mujeres, son
producidas en marcos sociales estructurados que ejercen sujeción que
denominamos posicione s enunciativas,
equivalen a formas, esquemas construidos en el contexto social, histórico y
cultural, que se inscriben en el sí mismo/a y que normativizan el tipo de
prácticas disponibles para el sujeto” (Albertín, 2016)
En este estudio sobre las mujeres inmigrantes que
intentan salir de su lugar de procedencia para conseguir una mejor calidad de
vida, lo que sea que ello signifique para cada una de ellas individualmente, se
comprueba que en muchas ocasiones la mujer no conoce sus derechos o la
existencia de su autonomía, así como las personas en su entorno no tienen
información con respecto a los derechos de libertad y el respeto a la autonomía
moral ajena, y esto ocasiona que no puedan crecer de la manera en la que ellas
desean, quedando encerradas en una marginación social y psicológica, la cual
simplemente es fruto de la falta de educación acerca del tema que han recibido
durante sus vidas.
Considero entonces, que la guerra
que debemos emprender es de erradicar la ignorancia en lo que la violencia
invisible o no física respecta, es decir, mejorar o implementar la educación
respecto a los derechos y paradigmas que tenemos en nuestro país en todas las
zonas de la república, tanto las mujeres como los hombres deben conocer desde
pequeños cuál es el valor de su propia persona así como el valor del prójimo,
deben aprender que el respeto de la autonomía, la integridad y la dignidad
ajena son factores cruciales en el desarrollo de una sociedad estancada, no
porque así Dios lo quiso, sino porque cuando se atenta contra la autonomía
moral de una persona y no se le permite gozar de su libre albedrío, esa persona
no puede aportar su parte ciudadana o innovar para la resolución de problemas
que amenazan la integridad del pueblo y toda la sociedad se empobrece. Es más
fácil tomar los cuidados para que una ramita crezca como un árbol derecho que
enderezar un tronco chueco, por ello la educación siempre va a ser la clave
para criar a una sociedad de personas críticas y morales; en palabras de la
líder internacional Malala Yousafzai, “Las pistolas matan a los terroristas, la
educación mata el terrorismo”, así mismo podemos erradicar la violencia de
género que existe actualmente si nos enfocamos en crear planes de educación
para que desde una temprana edad los niños y niñas tengan la noción del otro y
sus necesidades y aprendan que no solo se debe actuar conforme los instintos
sino también conforme la razón y los juicios morales que les dictarán cuando
estén cometiendo o a punto de cometer una acción que atenta contra los
intereses o autonomía de otra persona ajena a sí mismos.
***
Con
base en todas las evidencias presentadas, concluyo entonces, que la violencia
de género es un tema latente en nuestra sociedad actual y está conformada en su
mayoría por la ignorancia de la que sufren todos los géneros respecto a sus
derechos de libertad y su autonomía moral, social y laboral. Las problemáticas
que se mencionaron a lo largo de este ensayo seguirán presentes mientras las
mujeres no sepamos o asimilemos nuestro valor real, no el impuesto por el
patriarcado o androcentrismo que nos persigue desde la antigüedad sino el que
se nos otorga al nacer por el simple hecho de ser individuos racionales al
igual que todos los hombres. También hay que educarnos en todos los tipos de
violencia, no solo la evidente y física sino en la invisible de la que se ha
hablado en toda la extensión del ensayo, este tipo de violencia es la que forja
cultura, mentalidades y sociedades misóginas, tristemente, como la mexicana,
por tanto yo la considero la más peligrosa y la que va a dar la lucha más ardua
para ser erradicada.
Así pues para cambiar el
destino hacia el cual queremos que se dirija el país, debemos prestar atención
a aquellos quienes se encargaran de construir ese destino, los niños, niñas y
jóvenes, y asegurarnos de que reciban una educación que rompa las barreras
culturales que pueden haber construido en sus lugares de procedencia y salgan
de las prisiones de su ignorancia para poder convertirnos en una sociedad no
segregada sino conformada por individuos plenos que son libres de perseguir sus
intereses, satisfacer sus necesidades y las del prójimo sin que haya
intervenciones de cuestiones externas a ellos mismos como lo puede ser su
género, raza, lugar de procedencia, estatus social o económico, entre otras
Conclusión del proyecto
A lo largo de la
investigación del proyecto del semestre, observé la desigualdad que existe y la
diferencia de realidades que vive la gente en mi país, yo nunca he tenido la
necesidad de transportarme en los medios de transporte público más comunes como
el autobús, el tren ligero, etc. Esto contrasta con la experiencia de las
personas que viven en diferentes zonas a la mía y para quienes, el transporte
público no es una opción sino una necesidad. Esto me pone a pensar en la
desigualdad que hay en México, en la cual el valor de una persona y su
integridad se reducen a su posición socioeconómica, adoptamos la idea del valor
al capital sobre el valor de la persona y eso claramente es una violación a los
DDHH y al concepto que menciona Kant sobre la dignidad humana, que indica que
es un valor intrínseco de las personas y que este valor debe ser tomado en
cuenta sobre todo lo demás, ya que no se respeta el concepto de que todas las
personas tenemos derecho a ser tratadas como sujetos libres e iguales que los
demás, en cambio hemos creado una segregación que separa la sociedad por grupos
de dos maneras en función de su capacidad económica y por su género.
Últimamente nos hemos familiarizado con el concepto de las “minorías” en donde
entra el género femenino, esto es degradante no solo porque se toma en cuenta a
las mujeres como un sector pequeño de la población, cuando en realidad somos la
mitad de la gente, sino también porque es una manera de percibir como inferior
a la mujer con base en estereotipos de debilidad y sentimentalismo.
Creo firmemente
que la sociedad mexicana todavía tiene un camino bastante largo que recorrer
para alcanzar la equidad de género y erradicar la violencia impugnada para así,
convertirse en una sociedad desarrollada que sirva como ejemplo para el resto
del mundo.
Referencias
Bibliografía
básica
Albertín, Pilar.(2016) Subjetividades tejidas en historias de
violencias de género y procesos migratorios: Lugares liminales de
transformación. Extraído de: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S071869242016000100008&lng=es&nrm=iso
Fernández-Ramírez,
Baltasar; Baleriola Escudero, Enrique; Esquirol Arias, Elia. (Diciembre, 2011).
P.145-193. Desplazamiento y normalización
del rechazo laboral hacia las mujeres por cuestiones de talla. Extraído de:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=353744579006
Gil, R. (1999) Valores humanos y desarrollo personal: Tutorías de educación secundaria
y escuelas de padres. Madrid: S.A Escuela Española.
Rachels, J. (2006) Introducción a la filosofía moral. México: McGraw Hill
Velásquez, M. (2012) Ética en los negocios: conceptos y casos. México: Pearson
Bibliografía
complementaria:
Association of American Universities.
(2015). Climate Survey on Sexual Assault and Sexual Misconduct. Extraído de:
https://www.aau.edu/key-issues/aau-climate-survey-sexual-assault-and-sexual-misconduct-2015
Bakrania,
S., H. Haider (2016). Safety, Security and Justice: Topic Guide. Extraído de:
http://www.gsdrc.org/wp-content/uploads/2016/07/GSDRC_SSJ.pdf
Hernández, Rubén.(2013). La normalización del discurso de la
violencia. Extraído de:
http://132.248.9.195/ptd2014/enero/0708086/0708086.pdf
La Jornada. (2016). Violencia de género: normalización ominosa. Extraído de: http://www.jornada.unam.mx/2016/04/24/opinion/002a1edi
Secretaría de Desarrollo Agrario,
Territorial y Urbano. (2015) Programa de difusión y prevención de violencia
contra las mujeres en el transporte público urbano en Jalisco. Extraído de:
https://www.dropbox.com/sh/4db5uktiwaj96be/AAAaLCZ8Ndc1mYqFQ4jBtKOBa/1p%20Material%20para%20la%20investigaci%C3%B3n%20bibliogr%C3%A1fica?dl=0&preview=0+++1FUNDAMENTAL+Programa+Transporte+P%C3%BAblico+AliceOJ+y+equipo.pdf
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