lunes, 13 de noviembre de 2017

A través de mis ojos

Wendy Acosta Arroyo
A01227670

A través de mis ojos

La normalización de la violencia contra las mujeres es uno de los problemas más latentes que atacan a nuestra sociedad y país actual. Esta es causada por el androcentrismo en el que vivimos, que significa que tenemos al hombre como el centro de todas las cosas, o sea que la percepción masculina es universal y la única posible, provocando que las mismas mujeres se autoimpongan una idea de inferioridad en la cual consideran como su obligación soportar actos de violencia por parte de los hombres. Me parece bastante relevante la discusión de este tema ya que su causa principal es la falta de información y educación que reciben las mujeres acerca de sus propios derechos y busco despertar el interés de la sociedad por dirigir la atención hacia el hecho de que la desinformación convierte a las mujeres en víctimas de su propia ignorancia. Elaboraré la manera en la que la violencia silenciosa normalizada se desarrolla en diferentes ámbitos de la vida de las mujeres y en la sociedad en general.
Este asunto es imperativo para la discusión de la dignidad humana, Kant es uno de los pensadores que se hablan con ímpetu de la dignidad humana, “en su opinión, los seres humanos tienen ‘un valor intrínseco, esto es,  dignidad’, que los hace valiosos ‘sobre cualquier precio’” (Rachels, 2006: 204), este concepto es indispensable para el debate de la violencia normalizada hacia las mujeres, ya que se reduce el valor de la mujer y su voz subjetiva a la de los hombres, se impide el desarrollo de una autonomía moral y de pensamiento y no se le otorgan sus derechos de libertad para practicar su libre albedrío. Considero que si nos enfocáramos en la educación de las mujeres respecto al tema, muchas de ellas podrían salir del encierro social y psicológico en el que viven y comenzar a actuar como agente productivos dela sociedad, contribuyendo al desarrollo económico y social.
Palabras clave: Violencia invisible, libertad, derechos humanos, autonomía, felicidad, dignidad, androcentrismo, ignorancia, educación, normalización.
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La “violencia invisible”, que es el tipo de violencia que no es posible ver físicamente, de la cual no existen evidencias palpables y que suele pasar desapercibida sobre todo en culturas machistas como la mexicana, es igualmente dañina para nuestra sociedad como lo son los asesinatos, robos, etc. y la práctica de esta atenta contra los derechos de seguridad y libertad de las personas, así como su autonomía, lo que entendemos por autonomía es “la facultad de la persona que puede obrar según su criterio, con independencia de la opinión o el deseo de otros.” (Gil, 1999: 63). La educación que se imparte a las nuevas generaciones es susceptible a contener el discurso de esta violencia que lleva su normalización a la trascendencia, haciendo de esta problemática una bola de nieve que en lugar de erradicarse se vuelve más grande con el paso del tiempo. Al ser una violencia normalizada, sus víctimas se convierten en casos perdidos que no tienen idea de que lo que les sucede es injusto y no ético ya que no poseen una autonomía moral que los haga reflexionar sobre su situación.
En una sociedad patriarcal como la que vivimos, se reducen los deseos de la mujer para que quepan dentro de las necesidades del hombre, por tanto en la mayoría de los casos las mujeres tienen que sacrificar sus aspiraciones y su felicidad. De modo que se toma en cuenta la felicidad de los hombres como prioridad sobre la de las mujeres, y se habla de felicidad unilateral, cuando deberíamos buscar una felicidad bi o multilateral que incluya a todas las partes interesadas.
“La felicidad que constituye el criterio utilitarista de lo que es correcto en una conducta no es la propia felicidad del agente, sino la de todos los afectados. Entre la felicidad personal del agente y la de los demás, el utilitarista obliga a aquél a ser tan estrictamente imparcial como un espectador desinteresado y benévolo.” (Rachels, 2006: 164)
Este contexto frecuentemente es impuesto por las mujeres mismas de generaciones previas quienes han sido formadas dentro del androcentrismo donde el hombre es el propenso a tener una realización y autonomía personal y profesional.
Debido a que en el ámbito cotidiano, en este caso, el uso del transporte público, las mujeres son consideradas objetos a los cuales se puede insultar y humillar a como plazca, ellas no sienten la seguridad o la necesidad de reportar estas situaciones ante una autoridad y se ven obligadas a cambiar sus rutinas o estilos de vida para evitar que esto les suceda. Es evidente que el asunto es muy grave ya que no es considerado con seriedad ni siquiera por las mismas víctimas, esto es debido mayormente a la falta de información respecto a medios de apoyo y acción para detener esta situación.
Muchas veces no se toma en serio a una mujer que expresa una angustia ante un jurado o una autoridad y estas declaraciones se pasan por alto, creando un ambiente inseguro para vivir así como una inseguridad interna a la mujer, la cual muy a menudo provoca que la mujer se auto-limite en sus actividades diarias para poderse sentir un poco más segura y protegida.
En el ámbito profesional la violencia es frecuentemente dirigida a la mujer; tiene diversas presentaciones, ya sea que no se les ofrece un salario equitativo al de los hombres o que se les es juzgadas por su apariencia física. Todos esos elementos atentan contra la realización de la persona de la mujer, se le reduce a un simple objeto bonito que es juzgado conforme si es placentero de mirar sin tomar en cuenta sus necesidades, cualidades, intereses, derechos y libertades.
“La teoría kantiana sostiene que, las personas debes ser tratadas como fines y nunca ser usadas solamente como medios. Por lo menos este principio, significa que cada individuo tiene un derecho moral a que se le trate como una persona libre e igual a cualquier otra, y que todos los individuos tienen una obligación moral correlativa de tratar a los demás como personas libres e iguales. […] La discriminación sexual se basa en estereotipos que consideran a la mujer como ‘emotiva’ y ‘débil. Estos estereotipos degradantes minan la autoestima de los grupos a los que se dirigen y con ello, violan su derecho a ser tratadas como iguales.” (Velázquez, 2012: 369)
           
La manera en la que nuestro contexto nos ha impuesto una idea de lo común que incluye actos físicos violentos nos ha llevado a sacar conclusiones acerca de lo inmoral e inaceptable de los mismos. Esta violencia física en exceso, se ha acaparado de toda nuestra atención causando que le perdamos importancia al otro tipo de violencia que se ha visto normalizada en nuestra sociedad debido a que su daño es menos ostentoso, se denomina “violencia invisible”.
“Defino la normalización como un mecanismo social de interdependencia distribuido de forma desigual en actividades y saberes institucionales y no institucionales que permiten regular y estabilizar en momentos determinados los sentidos de algún objeto que se conoce en sociedad. Normalización aquí ocupa un doble lugar semántico, pues refiere a normas cuya aplicación constante consigue, por otra parte, normalizar, esto es volver normal, cotidiano, recurrente, un tipo de sentido que se designa” (Hernández, 2013: 22)

Lo que plantea el autor, complementa la idea de que la violencia invisible o no física, es algo que hemos aprendido a tomar como normal o cotidiano, sin prestarle atención a sus causas y sobre todo a las consecuencias que afectan a toda la sociedad, sobre todo al segmento de las mujeres violentadas.
“Se habla de la [discriminación laboral hacia las mujeres por su apariencia física] con una chocante normalidad, como si fuera razonable esperar que el maltrato ocurra, como si estuviera asumido y por tanto no generara una reacción crítica por parte de los periodistas o de las implicadas en estas noticias. No abundan las quejas ni se encuentra una palabra altisonante donde pudiéramos colegir que la víctima del desprecio está dispuesta a una reacción airada. Apenas una evitación pasiva que, aunque sugiere que la situación no es deseable, se limita a convivir con ella mediante una educada ignorancia mutua.” (Fernández, 2011: 161)

En el transporte público un porcentaje más alto del deseado o esperado de mujeres admite que ha sido víctima de violencia, comúnmente de índole sexual. Estas mujeres reportan que las agresiones más frecuentes son aquellas que reciben una respuesta más pasiva y que son consideradas normales e inclusive esperadas. La normalización de estas conductas es el factor más importante para que no se pueda desarrollar un plan de acción, ya que debido a que las víctimas lo ven como algo que deben vivir no sienten la necesidad de hacer algo al respecto.
“De acuerdo a las respuestas de las usuarias, el 9.2% de las mujeres considera “normal” que suceda alguna agresión mientras usan el transporte público, y la tasa de normalización se eleva de acuerdo a la gravedad de la agresión, llegando hasta el 25% de normalización en casos como los piropos o frases de carácter sexual que les dicen. También las usuarias participantes consideran que la violencia durante el trayecto es más frecuente pero de menor gravedad, la que puede sufrirse en las paradas de camión se percibe como grave por la vulnerabilidad que presenta la mujer en un sitio que en muchas ocasiones está solo, oscuro o escondido del paso de la gente” (SEDATU, 2015: 73)

Este estudio presenta el concepto de la violencia que sufren las mujeres en el ámbito cotidiano, muchas de ellas tienen como necesidad utilizar el transporte público para completar sus tareas del día y se encuentran obligadas a soportar este tipo de acciones ante las cuales, la mayoría de las mujeres no sabe qué hacer, a quién pedir ayuda o cómo responder.
Muchas estudiantes de las universidades en EEUU, son víctimas de acoso sexual, sin embargo un muy bajo porcentaje siente la necesidad o seguridad de reportarlo a las autoridades de la institución, locales o estatales. Una cantidad alarmante de ellas argumentan que no reportan lo sucedido porque no consideran que sea algo tan serio, otras afirman que se sienten avergonzadas de los hechos y prefieren no hablarlo. (AAU, 2015)
Gran parte de la normalización de la violencia no se genera a lo largo de la vida sino que viene implícita en la educación que recibimos desde la infancia. Lo que nos enseñan nuestros padres no lo cuestionamos hasta que tenemos una mayoría de edad o puede ser que no lo cuestionemos nunca si no se nos inculcó un pensamiento crítico. Parece ser entonces que el privilegio de la información y el cuestionamiento de la normatividad son al azar, lo cual no debería de ser, esto debería ser información pública y prioritaria para todos los habitantes , de esta manera evitaríamos la sociedad ignorante a sus propios derechos y valor como personas que vemos hoy en día.
“El lugar de procedencia, las formas religioso-culturales, también marca unas determinadas posibilidades en [las mujeres migrantes]. Hemos visto cómo la presión familiar, en muchos casos instrumento de sujeción de estas mujeres, aunque por otro, el hecho de tener hijos/as, permite entrar en procesos, lugares liminales para abrir el camino a nuevas subjetividades que buscan liberarse de ataduras y convivencias opresivas […] Hemos mostrado cómo las subjetividades que predominan en estas mujeres, son producidas en marcos sociales estructurados que ejercen sujeción que denominamos posicione s enunciativas, equivalen a formas, esquemas construidos en el contexto social, histórico y cultural, que se inscriben en el sí mismo/a y que normativizan el tipo de prácticas disponibles para el sujeto” (Albertín, 2016)

            En este estudio sobre las mujeres inmigrantes que intentan salir de su lugar de procedencia para conseguir una mejor calidad de vida, lo que sea que ello signifique para cada una de ellas individualmente, se comprueba que en muchas ocasiones la mujer no conoce sus derechos o la existencia de su autonomía, así como las personas en su entorno no tienen información con respecto a los derechos de libertad y el respeto a la autonomía moral ajena, y esto ocasiona que no puedan crecer de la manera en la que ellas desean, quedando encerradas en una marginación social y psicológica, la cual simplemente es fruto de la falta de educación acerca del tema que han recibido durante sus vidas.
            Considero entonces, que la guerra que debemos emprender es de erradicar la ignorancia en lo que la violencia invisible o no física respecta, es decir, mejorar o implementar la educación respecto a los derechos y paradigmas que tenemos en nuestro país en todas las zonas de la república, tanto las mujeres como los hombres deben conocer desde pequeños cuál es el valor de su propia persona así como el valor del prójimo, deben aprender que el respeto de la autonomía, la integridad y la dignidad ajena son factores cruciales en el desarrollo de una sociedad estancada, no porque así Dios lo quiso, sino porque cuando se atenta contra la autonomía moral de una persona y no se le permite gozar de su libre albedrío, esa persona no puede aportar su parte ciudadana o innovar para la resolución de problemas que amenazan la integridad del pueblo y toda la sociedad se empobrece. Es más fácil tomar los cuidados para que una ramita crezca como un árbol derecho que enderezar un tronco chueco, por ello la educación siempre va a ser la clave para criar a una sociedad de personas críticas y morales; en palabras de la líder internacional Malala Yousafzai, “Las pistolas matan a los terroristas, la educación mata el terrorismo”, así mismo podemos erradicar la violencia de género que existe actualmente si nos enfocamos en crear planes de educación para que desde una temprana edad los niños y niñas tengan la noción del otro y sus necesidades y aprendan que no solo se debe actuar conforme los instintos sino también conforme la razón y los juicios morales que les dictarán cuando estén cometiendo o a punto de cometer una acción que atenta contra los intereses o autonomía de otra persona ajena a sí mismos.

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Con base en todas las evidencias presentadas, concluyo entonces, que la violencia de género es un tema latente en nuestra sociedad actual y está conformada en su mayoría por la ignorancia de la que sufren todos los géneros respecto a sus derechos de libertad y su autonomía moral, social y laboral. Las problemáticas que se mencionaron a lo largo de este ensayo seguirán presentes mientras las mujeres no sepamos o asimilemos nuestro valor real, no el impuesto por el patriarcado o androcentrismo que nos persigue desde la antigüedad sino el que se nos otorga al nacer por el simple hecho de ser individuos racionales al igual que todos los hombres. También hay que educarnos en todos los tipos de violencia, no solo la evidente y física sino en la invisible de la que se ha hablado en toda la extensión del ensayo, este tipo de violencia es la que forja cultura, mentalidades y sociedades misóginas, tristemente, como la mexicana, por tanto yo la considero la más peligrosa y la que va a dar la lucha más ardua para ser erradicada.
Así pues para cambiar el destino hacia el cual queremos que se dirija el país, debemos prestar atención a aquellos quienes se encargaran de construir ese destino, los niños, niñas y jóvenes, y asegurarnos de que reciban una educación que rompa las barreras culturales que pueden haber construido en sus lugares de procedencia y salgan de las prisiones de su ignorancia para poder convertirnos en una sociedad no segregada sino conformada por individuos plenos que son libres de perseguir sus intereses, satisfacer sus necesidades y las del prójimo sin que haya intervenciones de cuestiones externas a ellos mismos como lo puede ser su género, raza, lugar de procedencia, estatus social o económico, entre otras

Conclusión del proyecto
A lo largo de la investigación del proyecto del semestre, observé la desigualdad que existe y la diferencia de realidades que vive la gente en mi país, yo nunca he tenido la necesidad de transportarme en los medios de transporte público más comunes como el autobús, el tren ligero, etc. Esto contrasta con la experiencia de las personas que viven en diferentes zonas a la mía y para quienes, el transporte público no es una opción sino una necesidad. Esto me pone a pensar en la desigualdad que hay en México, en la cual el valor de una persona y su integridad se reducen a su posición socioeconómica, adoptamos la idea del valor al capital sobre el valor de la persona y eso claramente es una violación a los DDHH y al concepto que menciona Kant sobre la dignidad humana, que indica que es un valor intrínseco de las personas y que este valor debe ser tomado en cuenta sobre todo lo demás, ya que no se respeta el concepto de que todas las personas tenemos derecho a ser tratadas como sujetos libres e iguales que los demás, en cambio hemos creado una segregación que separa la sociedad por grupos de dos maneras en función de su capacidad económica y por su género. Últimamente nos hemos familiarizado con el concepto de las “minorías” en donde entra el género femenino, esto es degradante no solo porque se toma en cuenta a las mujeres como un sector pequeño de la población, cuando en realidad somos la mitad de la gente, sino también porque es una manera de percibir como inferior a la mujer con base en estereotipos de debilidad y sentimentalismo.
Creo firmemente que la sociedad mexicana todavía tiene un camino bastante largo que recorrer para alcanzar la equidad de género y erradicar la violencia impugnada para así, convertirse en una sociedad desarrollada que sirva como ejemplo para el resto del mundo.

Referencias
Bibliografía básica
Albertín, Pilar.(2016) Subjetividades tejidas en historias de violencias de género y procesos migratorios: Lugares liminales de transformación. Extraído de: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S071869242016000100008&lng=es&nrm=iso

Fernández-Ramírez, Baltasar; Baleriola Escudero, Enrique; Esquirol Arias, Elia. (Diciembre, 2011). P.145-193. Desplazamiento y normalización del rechazo laboral hacia las mujeres por cuestiones de talla. Extraído de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=353744579006

Gil, R. (1999) Valores humanos y desarrollo personal: Tutorías de educación secundaria y escuelas de padres. Madrid: S.A Escuela Española.

Rachels, J. (2006) Introducción a la filosofía moral. México: McGraw Hill

Velásquez, M. (2012) Ética en los negocios: conceptos y casos. México: Pearson

Bibliografía complementaria:
Association of American Universities. (2015). Climate Survey on Sexual Assault and Sexual Misconduct.  Extraído de: https://www.aau.edu/key-issues/aau-climate-survey-sexual-assault-and-sexual-misconduct-2015

Bakrania, S., H. Haider (2016). Safety, Security and Justice: Topic Guide. Extraído de: http://www.gsdrc.org/wp-content/uploads/2016/07/GSDRC_SSJ.pdf

Hernández, Rubén.(2013). La normalización del discurso de la violencia. Extraído de: http://132.248.9.195/ptd2014/enero/0708086/0708086.pdf

La Jornada. (2016). Violencia de género: normalización ominosa. Extraído de: http://www.jornada.unam.mx/2016/04/24/opinion/002a1edi

Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano. (2015) Programa de difusión y prevención de violencia contra las mujeres en el transporte público urbano en Jalisco. Extraído de: https://www.dropbox.com/sh/4db5uktiwaj96be/AAAaLCZ8Ndc1mYqFQ4jBtKOBa/1p%20Material%20para%20la%20investigaci%C3%B3n%20bibliogr%C3%A1fica?dl=0&preview=0+++1FUNDAMENTAL+Programa+Transporte+P%C3%BAblico+AliceOJ+y+equipo.pdf

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