Mayra Reynoso
Ella tiene la culpa
La violencia de
género cómo cultura
Abstract
Con este ensayo se pretende
develar las distintas formas de violencia contra la mujer que existe en México
y analizar la razón que hay detrás de esta normalización. Es importante saber
de dónde viene esta “tradición” para poder entender su trasfondo y la razón de
que sea un comportamiento tan arraigado en nuestra sociedad.
La violencia de género es algo
que ocurre día a día dentro del contexto social mexicano y que afecta a las
mujeres de diversas maneras, aunque muchas veces ni ellas se den cuenta. Este
tipo de trato hacia la mujer es algo que se ve como “característico” de la
cultura mexicana, lo cual deriva en su normalización; cómo no se le da la
importancia debida por las autoridades y/o el resto de la sociedad, las mujeres
que son víctimas de este abuso no lo reportan.
La violencia de genero priva a
las mujeres de un sano desarrollo en muchos aspectos de su vida, no sólo en el
social; repercute en su salud física y psicológica, en su economía, en sus
estudios y también puede afectar a sus hijos. Esto no sólo tiene consecuencias
individuales para la mujer en particular, sino que afecta a todo el país en términos
económicos y de desarrollo.
Palabras clave (Key words): Violencia
de género, violencia contra la mujer, machismo, cultura, normalización de la
violencia.
Desarrollo
Desde
los tiempos de Aristóteles a la mujer se le ha visto como inferior, ya sea
porque se le considera como ente irracional, porque sale de la costilla de
Adán, por que se le ve más como objeto que como ser humano y un sin fin de
razones, más culturales que científicas, que argumentan en contra de si la
mujer es digna de considerarse al mismo nivel que a los hombres. (Pacheco Ladrón de
Guevara & González Román, 2010, págs. 192-194)
Aristóteles
creía en el orden natural de las cosas y, por ende, en la jerarquía de las
mismas, por ejemplo; las plantas sirven a los animales y los animales sirven al
hombre. Lo mismo pensaba del ser humano; al igual que los esclavos están
subordinados a los libres, las mujeres son subordinadas a los hombres. Esto
Aristóteles lo argumenta desde la procreación; el hombre, al ser visto como
principio activo y la mujer como principio pasivo, percibe a la mujer como
inferior al hombre, “De esta postura resulta que el hombre tiene capacidad, es
causa y principio, mientras que la mujer es la que carece de la capacidad es
efecto y consecuencia.” (Pacheco Ladrón de Guevara & González Román, 2010,
pág. 193) Esto, según la lógica Aristotélica, convierte al hombre en “algo
mejor y divino” mientras que la mujer era vista como simple materia.
La
mujer, al ser “inferior” al hombre, no tenía capacidades de liderazgo, por lo
que se destinó el hogar como su lugar, mientras que el del hombre es la ciudad.
Es así como se estableció la dominancia del hombre sobre la mujer, no sólo en
la cultura griega, si no en la mayoría de la tradiciones culturales y
religiosas que siguen siendo vigentes hasta la fecha. Según esta lógica, “lo
dominado pasa a tener existencia en tanto es incorporada al ámbito del que
domina” (Pacheco Ladrón de
Guevara & González Román, 2010, pág. 194) por lo que la mujer, aún en la
actualidad, sólo tiene sentido en función del hombre.
Como
hemos visto, la discriminación en contra de la mujer es una práctica cultural,
arraigada en la conciencia del ser humano desde tiempos remotos, la cual se
puede manifestar de muchas formas, tanto en el trabajo como en el hogar.
“El poder de los hombres sobre
las mujeres se da imponiendo valores, que son entendidos por la sociedad como
naturales. (…)Estas
mujeres no son conscientes de que la violencia contra ellas es una violación de
sus derechos humanos, sus libertades fundamentales y que las privan total o
parcialmente del reconocimiento, satisfacción y ejercicio de los mismos. La
violencia contra la mujer es una ofensa a la dignidad humana y una manifestación
de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres.”
(Arce-Rodríguez, 2006, pág. 78)
La
forma de dominar a la mujer, a través de la historia, ha sido a través de
estereotipos de lo que debe de ser una mujer, esto las encasilla, quitándoles
la oportunidad de vivirse en todas sus dimensiones y aumentando las
“diferencias” entre hombres y mujeres, dejándolas muy vulnerables.
En
el caso de México, esto es un rasgo sumamente asociado a nuestra cultura,
conocido como machismo. Este tipo de conducta se puede confundir con el
sexismo, u otro tipo de comportamientos. El machismo se refiere a la “ideología
que defiende y justifica la superioridad y el dominio del hombre sobre la
mujer; exalta las cualidades masculinas, como agresividad, independencia y
dominancia, mientras estigmatiza las cualidades femeninas, como debilidad,
dependencia y sumisión.” (Moral de la Rubia & Ramos
Basurto, 2016) Este tipo de pensamiento esta sumamente
arraigado a la cultura mexicana y lo vemos desde que somos muy chicos, lo vemos
como parte de nuestra cultura, por lo que, cuando crecemos, no lo cuestionamos,
no cuestionamos porqué los hombres tienen que ser violentos y fuertes mientras
que las mujeres tienen que ser sumisas y calladas, porque el hombre tiene que
ser el protector y proveedor y la mujer débil y cuidadora.
Esta es la realidad de todas
las mujeres mexicanas, esta estigmatización lo viven en su día a día sin que
ellas se den cuenta que están siendo violentadas, ya que lo ven como normal,
como algo que simplemente pasa. “La existencia de premisas intrínsecas a la cultura
mexicana, bajo las cuales la mujer se percibe como víctima, privilegia esta
postura y aleja de sí toda posibilidad de reconocerse como un agente de
violencia contra su pareja masculina.” (Moral de la Rubia & Ramos
Basurto, 2016, pág. 42)
Aunque en México ha
habido progreso en todos los temas concernientes a la mujer, también ha habido
retrocesos, lo cual impide que México crezca y se desarrolle. Las mujeres representan más de la mitad de la
población, en palabras de Navarro,
Robles, & Hernández (2013), “son mayoría en un país de
arraigadas tradiciones machistas.” Según datos del Censo de Población y
Vivienda 2010 las mujeres representan el 52% de la población en edad de
trabajar, el 51.5% de los mexicanos
registrados en el padrón electoral de acuerdo a la INEGI (2010) y el 49.8% de
la matrícula escolar total del país en el ciclo escolar 2022-2012 de acuerdo a
la SEP (2012). A pesar de esto, las mujeres son las que más sufren
discriminación, se les ofrecen mucho menos oportunidades de trabajo y la
mayoría de las oportunidades que les ofrecen son en condiciones deplorables y
poco dignas.
Cada vez son más las mujeres,
en el ámbito escolar, que cuentan con
una educación completa, incluso el porcentajes de mujeres con postgrado es
mayor que el de los hombres (ellas representan un 52.4% frente al 47.6% de los
hombres). Además, las mujeres también son más eficientes en prácticamente todos
los niveles educativos y tienen menores índices de reprobación y deserción
escolar. Sin embargo,
los mayores índices de analfabetismo y rezago educativo se encuentran entre las
mujeres.
Asimismo, a pesar de su mayor
eficiencia y de ser más las que cuentan con postgrado, el porcentaje de
desempleo es mucho mayor en la mujer y se les paga un 5.3% menos que a los
hombres por trabajos similares. De esto se deriva que las mujeres también sean mayoría
en los índices de pobreza. Igualmente, los apoyos que reciben las que se
encuentran en situaciones vulnerables se redujeron, haciéndoles más difícil
acceder a los servicios de salud, a pesar de que ellas tienen más necesidades
en lo que a esto concierne. Todas estas situaciones son parte de la violencia
de la que son victimas las mujeres en todos los aspectos de su vida, tanto
pública como privadamente.
Pero esta violencia no sólo
afecta a las mujeres, también afecta a aquellos que las rodean; en especial a
los niños. Cuando los hijos son testigos de la violencia ejercida en contra de
sus madres, hermanas, etc., tienden a tener problemas de comportamiento,
escolares y una mala relación con sus compañeros.
“Los niños
testigos de violencia doméstica desarrollan sentimientos de víctimas, con
impacto en su personalidad y autoestima, generando dependencia emocional e
incapacidad para rechazar las relaciones sexuales no deseadas, y en algunos
casos conducen a conductas autodestructivas, como alcoholismo y drogadicción.
Así mismo, puede encontrarse relación directa entre la depresión infantil y la
violencia doméstica.” (Arce-Rodríguez, 2006, pág.
87)
La
situación actual de la mujer es terrible. A pesar de todas las políticas y
programas que hay para ayudarlas, son pocos los que realmente hacen algo,
porque son pocos los reconocen la vulnerabilidad de su situación. Ni siquiera
las mismas mujeres se percatan de ello. Esto ocurre porque la violencia en
contra de la mujer está tan normalizada en México, que cuando ocurre, sólo se
ignora. Desde tiempo atrás la dignidad de la mujer se ha visto comprometida
debido a la concepción de que la mujer era menos que persona, pero con el paso
del tiempo esto ha cambiado. Ahora la mujer también es reconocida como un ente
racional, como alguien capaz de tomar decisiones autónomas y libres, esto las
convierte en seres dignos, que es un valor “más allá de cualquier precio”,
según Rachels:
“Si su valor está “más allá́
de cualquier precio”, de allí́ se sigue que los seres racionales deben ser
tratados “siempre como un fin y nunca solamente como un medio”. Esto significa,
en el nivel más superficial, que tenemos un estricto deber de beneficencia
hacia otras personas: debemos esforzarnos por promover su bienestar; debemos
respetar sus derechos, evitar dañarlos, y de modo general “esforzarnos, en lo
que se pueda, por fomentar los fines ajenos”.” (2006, pág. 207).
Esto
da a entender que promover los derechos de las mujeres esta en nuestros mejores
intereses. El problema radica en que hay personas que todavía piensan con este
paradigma antiguo en el que la mujer no es más que un medio o que simplemente
se niegan a aceptar el “cambio de poder” que la equidad de género conllevaría. Esto
extirpa a las mujeres de su dignidad. Kant concibe la dignidad como “valor
intrínseco de la persona moral, la cual no admite equivalentes” (Michelini, 2010) , y en el momento en
el que ven a las mujeres como mero medio, como alguien incapaz de tomar sus
propias decisiones, como algo intercambiable, como algo y no alguien, se les
despoja de la dignidad y se les asigna un precio, y “cuando a una persona se le
pone precio se la trata como a una mercancía” (Michelini, 2010) . En palabras de Navarro, Robles y Hernández (2013):
“No
es posible aceptar, por ejemplo, que [las mujeres] tengan una menor
remuneración salarial que la que reciben los varones en los mismos empleos. No
puede aceptarse el descuido en las políticas de salud que permiten la
existencia de cifras elevadas en la mortalidad materna o en los embarazos de
las adolescentes. Nadie puede permanecer indiferente ante el alarmante
crecimiento de la trata y de la esclavitud sexual de las mujeres. No debemos
cerrar los ojos cuando se sabe que la pobreza afecta más a las mujeres,
especialmente a las indígenas y a las que viven en el campo. No es posible
aceptar la simulación que en los partidos políticos se hace para eludir las
cuotas de género que buscan mejorar la representación femenina en los ámbitos
del poder. No se debe ignorar que la mujer padece en la actualidad situaciones
de violencia y maltrato inaceptables en todos los ámbitos sociales,
especialmente en su propio hogar.”
Conclusiones
Conclusión
1
Está
claro que este sistema que tenemos en México de desvalorizar a la mujer y
maltratarla nos afecta todos, tanto a hombres como a mujeres. Les genera
problemas a un gran sector laboral al impedirles conseguir trabajos con una
paga que pueda permitirles un nivel de vida digno, les cierra las puertas a
muchas niñas con potencial de llegar lejos, les afecta a los niños que tienen
que presenciar esto, le afecta a todo el país al no aprovechar al 100% la
fuerza de su población.
No sólo basta con hacer
políticas que vean por los derechos de las mujeres, sino ponerlos en práctica, asegurarnos
que estas políticas si se lleven a cabo. Y es sumamente importante que la
violencia de genero deje de ser un asunto de todos los días, que deje de ser
normal. Es por esto que es de suma importancia apoyar a programas como
PROIGUALDAD que buscan alcanzar la
igualdad sustantiva entre hombres y mujeres y reducir las brechas de
desigualdad que existen actualmente.
La importancia de reconocer la
dignidad de las mujeres como personas es vital para erradicar la desigualdad
que ellas viven a diario, es fundamental para terminar con la violencia en
contra de la mujer, que puede ir desde violentarlas físicamente, como negar su
participación en la sociedad.
Conclusión 2
Gracias a las encuestas
realizadas en el proyecto del transporte público
en la zona metropolitana de Guadalajara, pude percibir de mejor manera como las
mujeres son violentadas en su día a día y como ellas mismas lo ven
como normal. La normalización de la
violencia en el transporte público es muy
fuerte. Cuando hablaba con los encuestados hombres, había algunos que no se daban
cuenta que las mujeres sufrían de esta
violencia. Había algunos que tenían
una noción general y
sabían que estas cosas pasaban,
pero lo tomaban muy a la ligera, algo que simplemente sucede.
Hasta las mujeres lo veían como algo normal. A la hora
de hablar con las encuestadas sobre lo que vivían, todas me dijeron que sufrieron algún tipo de violencia, aunque
algunas, cuando me contaban, no eran consientes de que estaban siendo
violentadas. Incluso una mujer lo veía
tan normal que ya no lo contaba como algo que pudiera cambiar; así eran las cosas, así
eran como habían sido siempre y así seguirían
siendo y era algo independiente del transporte público
y lo único
que podíamos hacer era
estar atentas, porque si levantamos la voz para ponerle un alto a la situación, nos va peor. Ella decía que si ibas a denunciar a la
policía o alguna otra autoridad, o
incluso si le comentabas a algún otro hombre, ellos te
empezaban a echar la culpa; que porque te vistes así,
porque viajas a esas horas, porqué
vas sola, porque ese transporte, esa ruta, etc.
El hecho de que ni siquiera
ellas consideren que puedan ser protegidas y que los policías
no les hagan caso o que las terminen culpando de lo que les pasa es sumamente
impactante, siendo que la seguridad y el trato digno es algo que debería
de estar garantizado por el Estado. Creo que es importante que, con la
información recolectada
a través de estas encuestas, sí se haga algo. No nos sirve de
nada sólo saber que
estas cosas pasan si no se hace nada al respecto.
Referencias
Arce-Rodríguez, M. B. (Enero-Junio de 2006). GÉNERO
Y VIOLENCIA. Recuperado el 14 de Septiembre de 2017, de Agricultura,
Sociedad y Desarrollo: http://www.redalyc.org/pdf/3605/360533075005.pdf
Michelini, D. (Julio de 2010). Dignidad humana en Kant
y Habermas. Recuperado el 8 de Noviembre de 2017, de Scielo: http://www.scielo.org.ar/pdf/efphi/v12n1/v12n1a03.pdf
Moral de la Rubia, J., & Ramos Basurto, S. (2016). Machismo,
victimización y perpetración en mujeres y hombres mexicanos. Recuperado
el 14 de Septiembre de 2017, de Estudios sobre las Culturas Contemporáneas: http://www.redalyc.org/pdf/316/31646035003.pdf
Navarro, D. M., Robles, J. N., & Hernández,
L. O. (15 de Noviembre de 2013). La mujer en México: inequidad, pobreza y
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http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-19182014000100005
Pacheco Ladrón de Guevara, L. C., & González
Román, F. (2010). Muchacha desconocida o la imposibilidad de una ética
del compromiso. Recuperado el 14 de Septiembre de 2017, de Nóesis.
Revista de Ciencias Sociales y Humanidades:
http://www.redalyc.org/pdf/859/85920311009.pdf
Rachels, J. (2006). X.Kant y el respeto a las personas.
En J. Rachels, Introducción a la filosofía moral (págs.
204-218). México: FCE.
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