Rafael Montes
Regalado
A01226397
La
violencia de género como resultado cultural e ideológico
INTRODUCCIÓN
Gracias a la repetición y fomento de
ciertas conductas y comportamientos se ha logrado el arraigo de la violencia
contra las mujeres por verse desde una perspectiva cultural y social, como
inferior al hombre. Las prácticas discriminatorias son tan recurrentes y
comunes que se conciben como un comportamiento normal, no como una falta de
respeto a la dignidad humana que de acuerdo a Kant, los hombres deben ser
tratador de forma especial y digna que posibilite su desarrollo personal,
además de concebir al hombre es un fin y no un medio (Kant). La discriminación
contra las mujeres debe ser penado ante la ley, puesto que es la única manera
en que toda la sociedad estaría consciente y obligada a respetar su presencia e
importancia dentro de la sociedad. Estoy completamente en contra de toda acción
o actividad que no permita a las personas vivir plenamente gozando de una buena
calidad de vida y alcanzando la felicidad a la que todo ser humano aspira según
su perspectiva.
Por lo anterior, el presente ensayo tiene
la intención de exponer la situación actual que viven las mujeres, así como sus
distintas expresiones que limitan el correcto y deseable desenvolvimiento
personal y social de las mujeres.
Procurar la equidad de género promovería
también un avance compuesto que desencadenaría una derrama de beneficios para
cada integrante de la comunidad, siendo que principalmente habría una mejora en
la calidad de vida que a su vez funcionaría como un efecto dominó que se vería
reflejado en cada una de las cuestiones que componen a la sociedad, ya sea
económico, cultural, profesional, entre otros.
Palabras
clave: discriminación, violencia contra la mujer, dignidad humana, bienestar,
felicidad, cultura, ideologías.
DESARROLLO
Como
ha sido mencionado, por el continuo maltrato y desvalorización de la figura
femenina la sociedad concibe dichos comportamientos degradantes como una
práctica normal que no se condena ni se reduce. Por ello, es necesario tener un
panorama claro sobre el tipo de prácticas que atentan contra la dignidad de las
mujeres, es decir, delimitar cual es el concepto de violencia que pone en
riesgo el desarrollo integral dentro de la vida social de las mujeres. Ante
dicha delimitación distintas organizaciones internacionales definen a la
violencia de género como aquello que suspende el desenvolvimiento de
libertades, además de quebrantar los derechos humanos fundamentales de las
mujeres a nivel individual, así como su integridad física, que esto además
tiene un impacto social al verse mermado también su desarrollo porque todos sus
integrantes no se desarrollan a su máximo potencial (Prieto, 2004).
Resulta increíble que en pleno siglo
XXI, se continúen reproduciendo comportamientos que estanquen a la sociedad no
por cuestiones económicas o por capacidades, sino por un criterio retrógrada
que limita las libertades de las mujeres por concepciones sin fundamento.
Desafortunadamente,
este tipo de prácticas negativas en contra de una parte de la sociedad han sido
el resultado de prejuicios culturales que generación tras generación ha sido
transmitida desde la antigüedad (Prieto, 2004),
y que a pesar de gran cantidad de avances en distintos aspectos sociales, la
violencia en contra de las mujeres ha sido un aspecto en el que si bien se pone
atención, aún queda mucho trabajo por hacer para lograr eliminar esta
indeseable práctica social, siendo que las acciones tomadas hasta el día de hoy
son mínimas e ineficientes al tener aún a una gran cantidad de mujeres en
condiciones de un bienestar quebrantado ante la ideología retrógrada e
insensible de una sociedad que ha perdido la capacidad de asombro ante los
abusos, sobre todo los violentos, contra mujeres que no deben más que ser
mujeres. Lo relevante de lo anterior es como se permite que los derechos y
libertades de otros sean quebrantados, pero cuando se trata de nosotros
queremos que otros alcen la voz para ser defendidos, o que por cuestiones
culturales los asumamos como parte de la cotidianeidad y que por ello se
toleren las faltas a los derechos individuales de las personas, las cuales en
todo momento buscan que éstas garanticen una vida de respeto y la posibilidad
de desarrollarse.
La
violencia de género puede ser efectuada desde distintas perspectivas donde el
primer escenario que fomenta dicha violencia es por el llamado machismo donde
el hombre al concebirse como el amo y señor cree que tiene la capacidad y el
poder para supeditar a la mujer a su voluntad, sin importar cuál sea ésta. Aunado
a ello, distintas prácticas culturales como la oblación (Pallarés, 2012)
atentan contra la integridad física de las mujeres que pueden llevarlas incluso
a estar al borde de la muerte como una consecuencia de sus prácticas inhumanas,
así como los matrimonios forzados les quitan la libertad de elegir el rumbo y
cause que su vida tendrá tanto en el aspecto personal y social, además de
obligarlas a quedar embarazadas o por el caso contrario, a perder a su bebé si
es que sus allegados no se encuentran de acuerdo con su condición de embarazo.
La
violencia contra la mujer se ha fundado y consolidado históricamente dentro de
las sociedades y de las prácticas de las mismas, dado que por darle un orden a
la comunidad se establecen roles que ubican a la mujer en un nivel inferior al
del hombre para que sean ellas quienes acaten las órdenes y deseos de los
mismos. Entre la misma sociedad se han impuesto prácticas e ideologías que
justifican el maltrato a las mujeres y la disminución de su valor sin importar
los derechos de las mismas, que por ende su nivel de bienestar se disminuye e
inhibe al no gozar de una misma libertad de actuar y pensar como la que los
hombres gozan. Que si bien, como respuesta a lo anterior se han encontrado con
la promoción del empoderamiento de las mujeres, así como de sus derechos
humanos, aún existen costumbres y tradiciones, sobre todo religiosos, que
continúan solapando la violencia contra las mujeres (UN, 2007).
Resulta
inaceptable el hecho de que la violencia contra la mujer se de a gran escala,
siendo que el 67% de las mujeres, es decir, 2 de cada 3 mujeres sufren o han
sufrido violencia al menos una vez, que en la mayoría de los casos dicha
violencia es producida por la pareja sentimental de las mujeres en cuestión
simplemente por considerarse inferiores (Soriano, 2014). Ante dicha cifra, no solo debe quedar el
cuestionamiento y reflexión sobre la profundidad y arraigo de estas prácticas
que deterioran el bienestar y desarrollo de las mujeres, sino que deben de
buscarse alternativas contundentes que sin margen de error, se erradiquen a
nivel intrafamiliar como social para evitar una propagación ante las
generaciones posteriores a las actuales, y que por el contrario, los únicos
comportamientos que sean heredados y concebidos como positivos sea la procuración
de un bienestar integral para cada miembro de la sociedad sin importar su
género, ya que éste no limita o diferencia capacidades de las personas, por el
contrario, es un indicador de complementación para ser una sociedad mejor.
Tal
es la gravedad e importancia de procurar y asegurar que las mujeres se
desarrollen en un ambiente de igualdad y justicia, que organizaciones
internacionales han realizado acuerdos como la Declaración Universal de los
Derechos Humanos los cuales contemplan la igualdad, el respeto, la libertad,
entre otros, que sentencian y condenan todo acto que no respete y quebrante las
libertades de las personas, en este caso, de las mujeres que son agredidas por
pertenecer a un género. Organizaciones como la Organización de Estados
Americanos (OEA) y las Naciones Unidas interponen ciertas prerrogativas en
materia de género a sus Estados miembro para aminorar la práctica e impacto de
la violencia (Aranda, 2005), sin embargo, ha resultado ineficiente la forma en
que se ha implementado, puesto que no ha habido avances sustanciales que
permitan que las mujeres alcancen su bienestar a través de la felicidad y el
goce de libertades dentro de los países, dado a la inexistencia de una
legislación que procure y condene severamente a los agresores que atentan
contra la dignidad femenina, que en casos como México es un delito que se
persigue a través de denuncia y no por oficio, por lo cual los agresores tienen
la oportunidad de volver a emplear prácticas de maltrato como represalias a
quienes tuvieron el valor de acusarlos ante la autoridad para que se castigue
su comportamiento.
Ante
las condiciones actuales de violencia de género, en México y en cada país
resulta imperativo que sea perseguido por oficio cualquier acto que atente
contra la integridad física de las mujeres en función de que la sociedad
comience a eliminar la concepción e ignorancia sobre las consecuencias que
conlleva este tipo de comportamientos peyorativos que no ocasionan sino,
únicamente un retroceso perjudicial, sobre todo para las mujeres. Asimismo, la
presión de organizaciones internacionales a los países miembro donde se les
condicionen los beneficios recibidos ante los resultados de la disminución de
la violencia de género, ya que de nada o poco sirve un crecimiento económico si
el desarrollo social es degradante, sobre todo si es en contra de uno de los
pilares sociales como lo son las mujeres, quienes a pesar de la adversidad
logran destacar en cada ámbito social, marcando un antecedente ante hechos como
los de violencia para demostrar que aún sin el completo apoyo de la autoridad
gubernamental se pueden lograr grandes cambios en pro de las mismas mujeres, y
por lo tanto, de la sociedad en general.
CONCLUSIÓN
La
violencia de género como es conocido cualquier atentado en contra de la mujer,
son todas aquellas prácticas que deterioran o suspenden el desenvolvimiento de
las libertades y ponen en riesgo los derechos humanos universales de las
mujeres, así como su libertad individual de la misma manera que su integridad
física. La ablación de clitoris, los matrimonios forzados, el embarazo y aborto
obligado, son solo unas prácticas de la gran cantidad de formas que existen y
que atentan en contra del bienestar de las mujeres, que por su gravedad grandes
organizaciones gubernamentales se alarman y llaman a sus países miembro a procurar
una sociedad libre e integradora, sin embargo, dichos Estados mundiales no han
efectuado las formas pertinentes y eficientes para crear y asegurar un ambiente
de desarrollo integral e inclusivo que abra paso a nuevas costumbres donde el
bienestar, la felicidad y la integridad física de las mujeres sea un asunto de
procuración social diaria. Por ello, es imperativo que los gobiernos de las
naciones condenen rotundamente cualquier tipo de agresión de género y que se
persiga por oficio cualquier manifestación de lo mismo, para que en la sociedad
se entienda que son inconcebibles este tipo de prácticas y que cualquiera de
ellas tendrá una represalia, esto con la finalidad de que se disminuyan y
desarraiguen logrando así una transformación social que impacte a cada miembro
a nivel personal y comunitario, que seguramente proveerá beneficios para cada
integrante, sobre todo para las mujeres quienes serán capaces de vivir una vida
a plenitud sin sentirse quebrantadas o atentadas en contra de su dignidad, y
que por el contrario, serán valoradas en medidas de sus aportaciones, las
cuales serán de gran impacto para la sociedad que se encuentra necesitada de
una cohesión e inclusividad para poder seguir desarrollándose con resultados
positivos, pero que únicamente se podrán tener esos resultados si se camina
dentro de una sociedad unida que procura
el bienestar de cada uno de sus integrantes.
Queda
claro que es necesaria aun la presencia de muchos valores y creación de nuevos
hábitos entre los miembros de nuestra comunidad, la igualdad que se le da a la
mujer en el transporte público a la mujer en nuestra comunidad no es el tipo de
igualdad merecida ni esperada por parte de la mujer, las expresiones hacia
ellas, los acercamientos a su persona, las faltas de respeto e incluso la
invasión de su espacio son acciones que deben desaparecer.
Referencias
Aranda, E. (2005). Estudios sobre
la ley integral contra la violencia de género. Librería-Editorial
Dykinson.
Pallarés,
M. (2012). Violencia de género. Reflexiones sobre la relación de pareja y
la violencia contra las mujeres. MARGE BOOKS.
Prieto,
P. B. (2004). La violencia contra las mujeres: prevención y detección,
cómo promover desde los servicios sanitarios relaciones autónomas, solidarias
y gozosas. Ediciones Díaz de Santos.
Soriano,
L. C. (2014). Pobreza y desigualdad social: retos para la configuración de
la política social. Ediciones Díaz de Santos.
UN.
(2007). Poner Fin a la Violencia contra la Mujer: De las Palabras a los
Hechos - Estudio del Secretario General. United Nations Publications.
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