A
pesar de vivir en un mundo cambiante, donde se han experimentado y se ponen en práctica
distintos sistemas políticos, económicos y sociales, las acciones y las
tendencias del comportamiento de un individuo libre siguen siendo las mismas: “obrar
en relación al mayor beneficio para sí mismo”. Aunque parece formar parte de la
genética del ser humano, de ese subconsciente engañoso que puede llegar a
burlar nuestros principios, nuestra formación, incluso lograr la incongruencia
entre nuestros actos y lo que decimos, o peor aún, entre lo que algún día
defendimos y sustentamos de manera ecuánime
y lo que simplemente considerábamos inconcebible.
Es
así como nuestro mundo actual, ha llegado a ser lo que conocemos; el hábitat
para el desarrollo máximo de las desigualdades, donde a quienes consideramos
como seres capaces y preparados, que pueden tener acceso al poder y realmente lograr
un cambio radical, son los seres que carecen en mayor medida de moralidad, del
sentido de pertenencia humano que nos liga con los demás para formar lo que
llamamos sociedad, que en la actualidad, continua siendo parte de un ideal.
Los
ricos quieren ser más ricos, y ante ello, a los pobres no les queda aspiración alguna
que seguir siendo pobres. Los profesionistas que estamos formando ponen como
objetivo principal el éxito económico, la ascensión entre las clases sociales
sin importar a quien o a quienes haya que desplazar. Inside Job, es un claro
ejemplo de lo que hago mención; un pequeño grupo selecto manejando la economía
mundial detrás de las corporaciones más “exitosas”, con un capital capaz de
corromper a quien intente intervenir o atentar contra sus fortunas; no existe poder
humano que los detenga. Crisis que afectan a millones de personas en el mundo,
se transforman en millones de dólares en las cuentas de quienes las producen.
Aunada
a la crisis financiera, aparece la crisis ambiental. Cada planta industrial
instalada modifica los paisajes y deteriora el medio ecológico a través de los
contaminantes emanados. Si bien tiempo atrás se ignoraba su impacto, hoy en día
es de conocimiento y preocupación universal, sin embargo, el panorama no ha
cambiado en gran medida. La tala de bosques, la contaminación del agua, la
expulsión desmedida de gases a la atmósfera son algunas de las practicas
degradantes que nos hacen pensar que los seres humanos somos ajenos a la
naturaleza, pero no es así; nuestro egoísmo y abuso del medio ambiente han tocado
los límites de sustentabilidad y han encendido los focos rojos en el planeta.
No
hay duda que somos una civilización utilitarista en su mayoría, al menos quienes
se encargan de tomar las decisiones que nos rigen lo son, pero es un
utilitarismo llevado al extremo, un utilitarismo vacío que bien podría ser
considerado como un hedonismo irracional. Este sistema nunca nos permitirá
desarrollarnos plenamente ni en el ámbito individual y mucho menos en el
colectivo, ya que al formar parte de estadísticas, de pérdidas y ganancias
monetarias, estamos degradando y desapareciendo nuestra naturaleza humana
convirtiéndonos en simple objetos utilizados como medios y no como fines en sí
mismos, según el postulado de Kant.
La
ética y la dignidad como base de la misma, son características inherentes para
todo ser humano debido a que poseemos la capacidad de razonar. En el momento en
que decidamos dejar de utilizarnos unos a otros, nuestro comportamiento como
individuos ya no será más un ideal y se dará paso a la sociedad; una sociedad
consciente de que nuestra existencia se debe a la naturaleza y por ende somos
responsables de su preservación.
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