Por Eduardo Villanueva Basabe
Los seres humanos hemos
evolucionado de manera diferente a las especies animales, y siempre se lo hemos
atribuido a nuestra racionalidad o la capacidad que tenemos de razonar. Según
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la razón es la facultad
de discurrir el entendimiento. Esto quiere decir que gracias a ella podemos
inferir, reflexionar, aprender, argumentar y muchas otras actividades mentales
que nos distinguen de los animales.
A partir de esto, podemos decir
que el ser humano tiene, por su misma racionalidad, la facultad de congregarse
en sociedades civilizadas donde la convivencia y el desarrollo se hagan armoniosamente
en comunidad. Sin embargo, hay algunos antecedentes históricos que demuestran
que esta convivencia no siempre ha sido civilizada. Las guerras, los atentados,
las luchas por el poder político y económico, son ejemplos que indican que la
racionalidad del ser humano es fácilmente corruptible.
Al parecer, no basta con que se
nos eduque en el hogar acerca de cómo debemos actuar y convivir en sociedad. No
basta que nos enseñen desde niños un modelo de conducta basado en valores
morales, si no lo cuestionamos y nos convencemos a nosotros mismos que esa es
la mejor manera de comportarnos ante determinadas situaciones.
Por eso necesitamos de la ética.
Necesitamos que nos enseñe a reflexionar sobre nuestras elecciones de
comportamiento, para así poder decir que formamos parte de una especie
realmente civilizada y completamente racional; y esta formación ética, no sólo
corresponde a la familia, sino a todo tipo de agrupación humana.
Sucesos actuales como las crisis
económicas y medioambientales, la inseguridad y algunas catástrofes y
accidentes han demostrado que la formación ética que se da en el núcleo
familiar es insuficiente para una sociedad en la que las personas pasan más
tiempo en la escuela o en el trabajo, que en el hogar.
Algunas investigaciones y
documentales como “Inside Job” de Charles Ferguson revelan cómo hasta en los
puestos más altos de las empresas e instituciones (en este caso financieras),
ocupados por profesionistas supuestamente capacitados para usar su
racionalidad, hay una importante ausencia de ética y valores morales; Y
muestran cómo esta ausencia de ética ha sido clave para llevar al fracaso proyectos
y sistemas completos (en este caso, el sistema económico mundial en el 2008).
Por este tipo de sucesos se ha vuelto evidente la necesidad de darle
continuidad a la formación ética impartida en el hogar, integrando cursos de
ética y ciudadanía a los planes de estudio en las escuelas, universidades y
hasta en las capacitaciones de las empresas; con la intención de hacernos el
hábito racional de reflexionar antes de actuar y calcular las consecuencias de
nuestras acciones.
Aún con toda esta formación ética,
que hoy en día deberíamos tener, los
seres humanos seguimos siendo vulnerables a usar nuestra racionalidad de
manera únicamente individual, propensos a caer en los excesos y defectos tan
perjudiciales para el desarrollo personal pleno. Finalmente, la última palabra
la tienes tú, yo, y cada persona del planeta. Nosotros somos quienes decidimos
cómo comportarnos ante ciertas situaciones. Lo importante es saber fundamentar
por qué actuamos como lo hacemos. Si estamos tan orgullosos de nuestra
racionalidad, ¿por qué no usarla para actuar éticamente?
Diccionario
de la Real Academia de la Lengua Española. Recuperado el 18 de Junio del 2012
del sitio: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=raz%C3%B3n
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